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Conductores, cantantes y actrices de TV hacen campaña, en plena veda, por el Verde

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Campaña verde, en plena veda electoral

Campaña verde, en plena veda electoral

Ciudad de México, 6 de junio (SinEmbargo).– Actrices, cantantes y conductores de Televisa y TVAzteca han emprendido, desde anoche, una intensa campaña en redes sociales a favor del Partido Verde a pesar de la veda electoral existente desde el primer minuto del jueves pasado.

Antes de las 9 de la mañana, la comentaristas de deportes de Azteca escribió en su cuenta de Twitter @InesSainzG:

“Es increíble la facilidad q tienen mis hijos con la tecnología! Q bien q los verdes proponen #InglesYComputación en todos los niveles!”.

La cuenta de Sainz es seguida por 1.56 millones de usuarios y hoy ha sido especialmente recurrida por el la final de la Champion League.

Gloria Trevi, a quien siguen 4.29 millones de usuarios de la misma plataforma, escribió también hoy por la mañana:

“Apoyemos a la niñez en México y bien por el partido Verde que esta dando soluciones para que puedan estudiar !”.

Anoche, la conductora del programa matutino entre semana de Televisa y cara promocional del Partido Verde, Andrea Legarreta, escribió:

“Hoy #ApagónVerde a las 9 Pm x 5 min! Gran idea  @partidoverdemex // YO ME UNO!!”.

Los mismos mensajes o algunas de sus variaciones fueron enviadas desde las cuentas de Julio César Chávez, Daniel Bisgno, Aleks Syntek o Jorge Van Rankin, cada uno con millones de destinatarios.  Utilizaron hashtags como #ElVerdeSíCumple, #InglesYComputación y #Vamosverdes.

Muchos de los que empezaron esta campaña han venido borrando los tuits.

La veda electoral comenzó el 4 de junio, de acuerdo con el Instituto Nacional Electoral (INE) durante tres días ningún partido político o candidato podrá hacer alusión a su imagen o a sus propuestas en ninguna plataforma y tampoco podrán realizar actos que inviten al voto.

De acuerdo con el INE, el partido Verde es el que mayor número de quejas y multas ha recibido en este proceso electoral. Ni las millonarias y recurrentes multas impuestas por violaciones a la ley electoral ni la petición de decenas de miles de ciudadanos para que se le quitara el registro –precisamente por incurrir en prácticas ilegales– bastaron para hacer mella en el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que el próximo 7 de junio llegará como una de las opciones que los ciudadanos tendrán para elegir a sus próximos representantes políticos.

maría josé

Raquel Bigorra

Ninel

twitter2

kalimba

sergio

jan

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En este momento, las televisoras y sus figuras no sólo empujan el partido que más han promovido en sus espacios informativos, tal como ha medido y publicado el Instituto Nacional Electoral.

También impulsan el fortalecimiento de su propia bancada en el Congreso.

Este año de elecciones, la intervención de Televisa y TV Azteca –el “duopolio televisivo” en cuanto a la concentración del mercado y la dupla defensiva y ofensiva contra la reglamentación del sector– en el Congreso se fortalecerá con el arribo de una decena de operadores de las televisoras quienes tienen garantizada su curul en la Cámara de Diputados por ser candidatos plurinominales del PRI y el Partido Verde colocados en posiciones seguras de las listas que los partidos políticos tienen derecho a conformar, pero no los ciudadanos a votar directamente.

Al polémico Senador panista Javier Lozano, señalado por sus detractores como un operador de la iniciativa privada y, principalmente, de Televisa, y a su compañero de cámara, Flores, del Partido Verde, se suman los siguientes jugadores:

Candidato Partido Antecedentes Posibilidades**
Tristán Canales PRI Ex presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión. Ex director de Comunicación Corporativa y ex vicepresidente de noticias de TV Azteca. Alta. Lugar número 3 por la quinta circunscripción.
Carmen Salinas Lozano PRI Actriz de Televisa. Respaldada por Manlio Fabio Beltrones, luego de las críticas que generó su designación Alta. Lugar número 4 por la cuarta circunscripción.
María Marcela González Salas y Petricioli PRI Ex directora de Radio y TV del Edomex con Eruviel Ávila. Su carrera política comenzó en el PRI; se pasó al PRD y regresó al PRI como funcionaria en el gobierno del Edomex, con EPN como gobernador Alta. Lugar número 2 por la quinta circunscripción.
Lorena Corona Valdés PVEM Ex diputada y ex directora jurídica de Sistema Radiópolis, SA de CV (Televisa Radio). Alta.  Lugar número 2 por la primera circunscripción.
Gerardo Soria PVEM Presidente del Instituto del Derecho de las Telecomunicaciones. Alta. Lugar número 3 por la primera circunscripción.
Paloma Canales Suárez PVEM Ex titular de la Unidad de enlace en la Cofetel y coordinadora de Logística en Televisa Corporación. Alta. Lugar número 2 por la tercera circunscripción.
Alma Lucía Arzaluz PVEM Ex delegada de la Profepa en Puebla, y suplente de la senadora Ninfa Salinas. Fue senadora por un día al ausentarse Ninfa Salinas por motivos de salud. El 14 de mayo de 2014 tomó protesta para votar la reforma Constitucional en materia electoral y asegurar la mayoría que necesitaban PRI y PVEM. Alta. Lugar número 4 por la segunda circunscripción.
Adriana Sarur Torre PVEM Conductora de canal 40. Entre los invitados más asiduos a su programa, “La Encerrona”, está el senador Javier Lozano. Alta. Lugar número 4 por la tercera circunscripción.
Fernando Reina Iglesias PVEM Esposo de la actriz y conductora de Televisa Galilea Montijo. Coordinador de Delegados de la Profepa. Alta. Lugar número 4 por la cuarta circunscripción.
Javier Octavio Herrera Borunda PVEM Trabajó en el gobierno de Manuel Velasco como asesor político, aunque sin cargo oficial. Los medios locales chiapanecos lo llaman el vicegobernador por el poder que le ha cedido Manuel Velasco. Alta. Lugar número 3 por la tercera circunscripción.

* Al quedar ubicados en los primeros lugares de la lista plurinominal, estos candidatos a diputados tienen asegurada su llegada a San Lázaro, por lo que se puede decir que la llamada “telebancada” es un grupo que se encuentra prácticamente construido y que sólo espera el inicio de la LIII legislatura para ocupar su curul. Para ellos la elección del 7 de junio sólo será un trámite a cumplir para convertirse en legisladores.

** Los candidatos plurinominales ubicados en los primeros cinco números de la lista por circunscripción tienen altas posibilidades de ocupar una curul en la Cámara de Diputados. Entre los lugares 5 y 10 su posibilidad es media, al depender del porcentaje de los votos obtenidos por el partido postulante. Del lugar 10 en adelante las posibilidades son bajas.

• La primera circunscripción comprende: Baja California, Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Durango, Nayarit  y Jalisco.

• Segunda circunscripción: Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Zacatecas, Aguascalientes, San Luis Potosí, Guanajuato y Querétaro.

• Tercera circunscripción: Veracruz, Oaxaca, Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.

• Cuarta circunscripción: Guerrero, Morelos, Distrito Federal, Puebla y Tlaxcala.

• Quinta circunscripción: Colima, Michoacán, Estado de México e Hidalgo.

Artistas tuiteando a favor del Verde. Foto: Especial

Artistas tuiteando a favor del Verde. Foto: Especial

 


LA ÚLTIMA CAÍDA DE CUAUHTÉMOC

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Aspecto de casillas en una vecindad. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

Aspecto de casillas en una vecindad. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

Ciudad de México, 8 de junio (SinEmbargo).– Aquí, en el barrio de Tepito, Cuauhtémoc, el último Rey nahua, ofreció los últimos 93 días de resistencia en que tardó en consumirse el Imperio Azteca.

Codo a codo, peleó junto a sus guerreros tigre y águila, pero no hubo mucho que hacer ante los arcabuces, la viruela y el odio que criaron en el corazón de los pueblos sometidos.

Noventa y tres días: tres meses: nada.

Cuauhtémoc sufrió el suplicio de los pies sobre una hoguera encendida en el mismo sitio en que, al poco tiempo, se levantaría la iglesia de San Francisco Tepito.

Medio milenio después, por aquí mismo, el partido del Sol Azteca ofrece la desesperada resistencia para retener la delegación Cuauhtémoc. El Partido de la Revolución Democrática se lo juega todo y arroja a la batalla a chavos chacas para llevar y traer votantes en sus motocicletas.

“El recurso se reparte desde la noche anterior”, reflexiona El Mochilas, un “operador” que hoy hace el trabajo para MORENA. Lo hizo durante las últimas 11 elecciones para el PRD.

Únicamente no “operó” para la elección de Cuauhtémoc Cárdenas, el fundador del partido quien ofreció sus últimas días de resistencia en el partido dentro del gobierno de Miguel Ángel Mancera, el único Jefe de Gobierno no perredista, pero postulado por el PRD que ha gobernado la ciudad desde 1997.

Desde año, la delegación Cuauhtémoc ha sido un baluarte del PRD. Y, en apenas 18 años, se convirtió en todo lo que odiaba del PRI.

“Para una elección, el recurso baja de la delegación vía la Dirección de Desarrollo Social que aquí se le llama de Justicia Social. Los operadores son los funcionarios y el principal de ellos se llama Jesús Mendoza Corredor.

“Cada operador para Tepito puede traer medio kilo –500 mil pesos–. Por voto se pagan entre 250 y mil pesos, depende”.

–¿De qué depende? –le pregunto al hombre justo antes de salir a caminar por el barrio a cazar “mapaches”, como en el argot electoral se llama a los “operadores”, como él.

–De las necesidades de la delegación. Aquí todo es dinero. En Tepito hablamos de un promedio de 35 mil posibles votantes, así que aquí se ganan o se pierden elecciones. Lo sé porque yo lo hice, papá. Se da la mitad antes de que vote y la otra mitad después, pero siempre se lleva al baila a la persona. En realidad, se le da el 70 por ciento de lo acordado.

–¿Cuánto gana un operador?

–¿Te gustan 15 mil pesos? 15 mil pesos a la semana. ¡Chaz! –El Mochilas levanta el pulgar derecho y lo mueve en vaivén sobre la mano izquierda imaginando un fajo de billetes. –¡Billullo! –abre los ojos ante un tesoro imaginario con el que se logra lo que sea y se hace lo que sea. –Y 15 mil varos el mero día.

–¿Por cuánto lo está haciendo con Morena? –pregunto al hombre con bigotes amarillentos por el tabaco.

–Por nada. Te lo juro, mira –forma una cruz con el pulgar y el índice de la mano derecha y la besa– De a cabrones: nada. Esto es como hace el papa…

–¡El catecismo! –dice una de las mujeres reunidas en el patio de una pequeña unidad habitacional.

–¡No…! Como… –El Mochilas busca y busca la palabra y sacude la punta de la lengua como si ahí estuviera atorada. –Como… ¡Evangelizar! –y da una larga chupada al cigarrillo a manera de recompensa. –Esto es por pura conciencia social. Y tú puedes ver y también observar que el PRD está operando a todo lo que da. Que traen las motos, que están repartiendo el billete cabrón, cabrón, cabrón. Pero, ¿sabes qué?

–¿Qué?

–Sólo tienen la estructura. No tienen los cerebros. Los cerebros estamos aquí y se van a chingar a su madre. Te lo digo porque nosotros movimos la lana y la gente para que ganara Dolores Padierna en 2000, Virginia Jaramillo en 2003, José Luis Muñoz Soria en 2006, Agustín Torres en 2009 y Alejandro Fernández en 2012. Todos ganaron porque nosotros sacamos a la gente a votar y porque traíamos los programas y los beneficios.

***

En la víspera de la elección, Ricardo Monreal Ávila, candidato ganador en Cuauhtémoc de Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), logró consultar al quizá fue el oráculo de mayor confianza en estas elecciones, el Centro de Investigación de Seguridad Nacional.

El ex Gobernador de Zacatecas, reputado operador electoral, obtuvo los resultados de la encuesta electoral que el aparato de inteligencia mexicano hizo para conocer la tendencia electoral de la delegación Cuauhtémoc, sede de Palacio Nacional, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Senado de la República, el Banco de México, el Arzobispado de México…

Hubo buenas noticias para MORENA. En el papel del Cisen, Monreal aparecía con ocho puntos de ventaja sobre José Luis Muñoz Soria, perredista que pretendió de nueva cuenta la Jefatura Delegacional.

Los resultados previsibles a menos de 24 horas de la apertura de las casillas eran satisfactorios para el partido de Andrés Manuel López Obrador no sólo por la ventaja, sino porque ésta se ensanchaba y rebasaba la diferencia con claridad los cinco puntos porcentuales que una buena operación desde el gobierno gana sólo el día de las urnas, a decir de quienes saben.

Las mediciones de los días anteriores mostraban una delantera de entre cinco y seis puntos, pero, sólo el jueves pasado, la oposición de izquierda creció un punto porcentual debido, según ellos mismos a dos factores.

El primero fue suicidio en la madrugada de Julio Manuel de Caso González, secretario de Finanzas del PRD DF en las mismas oficinas del instituto político. El siguiente evento fue la detención de Agustín Guerrero, ex presidente capitalino del PRD y ahora vocero de Monreal. Guerrero Castillo fue apresado luego de tomar fotografías de un sitio de operación electoral perredista y se le pretendieron imputar cargos de allanamiento de morada y abuso sexual luego de que una perredista le señaló por supuestos tocamientos.

Esa noche, Monreal se comunicó telefónicamente con Miguel Ángel Mancera, Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

–Miguel Ángel, ¿en verdad quieres tener un preso político que fue, ni más ni menos, presidente del partido que te hizo Jefe de Gobierno? –reprochó Monreal.

Minutos después, Mancera recibió una llamada con el mismo fin, pero un tono más elevado de parte del Senador panista por Chihuahua Javier Corral.

Mancera dio marcha atrás y, a punto de ser consignado y enviado a un reclusorio, ordenó la liberación de Guerrero Castillo. El asunto se convirtió en un airado debate en redes sociales y, según los de MORENA, en parte del punto porcentual que crecieron en un solo día.

Tal vez por eso, el rostro de Monreal parecía relajado a pesar de la hora que debió esperar para la apertura de su casilla, en una pequeña clínica pública de la colonia Juárez, cerca del Paseo de la Reforma.

“La suerte es poca y se reparte temprano”, suele decir López Obrador para presumir su costumbre de madrugar. Monreal también lo hizo y, al igual que el tabasqueño, el zacatecano apareció temprano y con el pelo desacomodado de la parte trasera de la cabeza por la almohada.

La primera encuesta de salida ordenada por MORENA para las dos de la tarde mostraba una ventaja de entre cinco y siete puntos. El sondeo de las cuatro de la tarde abría la diferencia hacia unos ocho puntos.

Para esta hora, los tres partidos en verdadera disputa –los demás, incluido el PAN sólo asistió como espectador– ya habían concluido sus respectivas operaciones. En el equipo de Monreal la preocupación, alrededor de las dos de la tarde, era que la candidata priista, Alejandra Barrios, negociara su capital electoral a favor del PRD.

Los resultados preliminares muestran que la líder de ambulantes dio la pelea hasta el final.

***

Oficinas supuestamente utilizadas para la compra de votos. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

Oficinas supuestamente utilizadas para la compra de votos. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

La lucha por Cuauhtémoc fue feroz. Los perredistas apostaron a retener la principal plaza económica de la capital y los de MORENA a arrebatar el más simbólico de los espacios políticos del DF.

Llegaron acusándose de todo y están en curso sendas demandas por posible rebase de gastos de campaña. Al inicio de la contienda, fueron descubiertas 11 mil despensas en un espacio de la delegación que serían repartidas, según se denunció, con fines electorales. Se insistió en el probable uso de recursos públicos con fines electorales y se desató una guerra sucia contra Monreal acusándolo de tener nexos con el narcotráfico, específicamente con el Cártel de Los Zetas.

Perredistas y ex perredistas se acusaron mutuamente de todas y cada una de las prácticas que alguna vez denunciaron del PRI, cuando, juntos, se decían víctimas de los fraudes de las elecciones presidenciales de 1988 y 2006.

Hoy se odian, como sólo se odian quienes alguna vez se quisieron.

“El PRD es un satélite del PRI gobierno”, dijeron una y otra vez los de MORENA.

“López Obrador se empeña, una vez más, en incendiar el país”, replicaban los del PRD.

“La única manera de que ganen es con fraude”, advertían los ex perredistas.

“Quieren construir otra candidatura presidencial de López Obrador”, reponían los aún perredistas.

Si bien la de Cuauhtémoc fue una elección local, su competencia fue interpretada por políticos y analistas como, efectivamente, la lanzadera de López Obrador rumbo al 2018. O su freno, condición favorable para Miguel Ángel Mancera. Y el resultado conocido hasta la madrugada, favorable para Monreal lo colocan como franco aspirante de la Jefatura de Gobierno dentro de tres años.

***

Baja participación electoral en la zona. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

Baja participación electoral en la zona. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

–¡A 500, de a 500 varos el voto! –gritan mientras se internan en sus motonetas Yamaha por las vecindades y pequeñas unidades habitacionales que apiñan la colonia Doctores que, junto con la Obrera, representan el mayor banco de datos de la delegación.

–¡De a 500! –las venas se les hinchan. Se observan raros. No llevan ajustada la gorra con lentejuelas y pedrería, sino cascos relucientes de nuevos.

–Nunca había visto esto –reflexiona Agustín Guerrero, ex presidente capitalino del PRD. –Ni siquiera están acordando nada. Sólo entregan el dinero. Pero las casillas siguen con poca afluencia. ¿Qué ha pasado para que la gente ya ni siquiera tome el dinero? –se pregunta con cierto dejo de satisfacción.

El jueves, mientras Guerrero estaba detenido, los perredistas que presentaron cargos en su contra habían advertido: “En la doctores habrá muertos. Me cae que habrá muertos”.

Pero no. Las calles de la Doctores, la Obrera, la Moderna, la Esperanza y la Tránsito lucen como cualquier domingo futbolero: vacías, quizá aburridas porque no hubo venta de cerveza.

La elección de ayer tuvo varios ingredientes para tirar al abstencionismo. Uno es que los comicios intermedios suelen ser desabridos. Otro factor es que la capital se contaminó por el clima de violencia que precedió las votaciones en Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Tamaulipas. Se agregó el llamado de algunos intelectuales a no votar y, como nunca en la historia democrática de la Ciudad de México, la ciudadanía se siente decepcionada de su gobierno.

A la vez, hubo elementos para la violencia. El primero fue que, con la izquierda dividida, el PRI tenía posibilidades reales de ganar y esto lo lograría mediante la estructura de ambulantes de su candidata Alejandra Barrios que dispersó otro enjambre de motonetas. Les llaman “biwis”, nombre del modelo más popular de Yamaha.

–¿Quiénes las conducen? –pregunto a vecinos de la calle Granada, cerca del centro de operación de Barrios en Tepito.

–Los vendedores de droga –responde una vecina con naturalidad. –Todos estos chamaquitos traen la piedra –dice en referencia a cocaína base revuelta hasta con veneno para ratas.

–Y hoy están en la elección.

–Mira: van y vienen con gente que traen a votar a la casilla y la regresan a votar.

–¿Cuánto están ofreciendo a cada persona? –pregunto en otro momento a Elvia Zamora, operadora de MORENA que antes movilizó votaciones en el mismo sector para el PRD.

–El PRI está desesperado y anda ofreciendo hasta mil pesos.

–¿Y usted?

–Ahora nada, manito. Es la pura convicción y ganas de que estos hijos de su chingada madre –los perredistas– ya le lleguen a la chingada.

–Pero antes usted hizo lo mismo.

–Para qué lo voy a negar, pero yo no sabía de tanta marranada.

–¿Todos ganaron comprando votos?

–Todos, desde la Lola Padierna –dice en referencia a la hoy Senadora y esposa de René Bejarano.

–¿A cambio de qué?

–Dinero, programas. Esto se baja desde los promotores de las tarjetas para viejitos, las becas de los chavos, el apoyo a madres solteras. Todo.

–Pero usted vota por quien quiere.

–A quien le dan dinero vota por quien le digan.

–O le rompen su madre –interviene El Mochilas.

–¿Cómo?

–Pues se amenaza a la gente.

–Y esto lo hacen…

–PRI y PRD.

–¿Y cómo lo comprueban?

–Con  la foto de la boleta tomada con el celular. O se retienen las credenciales cuando se sabe que en una sección hay alta votación por el partido contrario. O se avientan dos o tres culeros a que anden amenazando a la gente.

–¿Eso se paga?

–Todo es billete, carnal.

–¿Y ahora cuánto le pagan? –vuelvo a preguntar a Elvia.

–Esta vez nada.

–¿Lo jura?

–Por mis hijas, que son tres, y por la Virgencita, que es una.

***

Acarreo en motos. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

Acarreo en motos. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

Los gritos de Lupita D’Alessio llenan la calle de González Ortega.

“¡Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo! ¡Que mi cuerpo no tiembla de ganas al verte encendido!”.

La música queda atrás cuando El Mochilas da vuelta, camina por los andadores colmados de relojes y atraviesa un angosto pasillo que parece una puerta dimensional: las millones de chucherías desparecen y queda a la vista el verdísimo césped sintético de la cancha de futbol del Maracaná Tepito.

En un costado del campo aparece el gimnasio de box “Huitlacoche Medel”, al otro la iglesia de San Francisco, ahí donde torturaron al Rey Cuauhtémoc, y, junto a ésta, unas oficinas de las que cuelga un cuadro con las reglas detalladas por las que un árbitro –ser silbante en Tepito debe ser uno de los oficios de más alto riesgo en el mundo– puede y debe expulsar a un jugador.

Ahí se instaló una casilla a la que, hasta media jornada electoral, habían caído unos 60 votos de unos 700 impresos para esa sección electoral.

–¿Qué les hizo el PRD para que estén tan enojados? –vuelvo a preguntar al Mochilas.

–Se les subió la calabaza a la cabeza. No cumplen. Años y años y nada. Yo soy comerciante y tengo a mis comerciantes. Son de a 200, de a 500 pesos a la semana lo que nos sacan. En la delegación hay un promedio de 40 mil vendedores. Para todo piden. ¡Para todo! Ya no se puede. Que te quitan para que te pongas en el Eje 1 Norte y ahí te sacan 5 mil pesos. Que quieres trabajar tu tallercito establecido, pues te clausuran por nada y te sacan 30 mil, 40 mil pesos. Se quedan con todo.

–¿Y ahora?

–Y ahora a chingar su madre.

El Mochilas sabe de lo que habla. Lleva 18 años “operando” para el PRD, desde que el partido nació, alcanzó su cenit y hoy sufre su ocaso en Cuauhtémoc.

Según los resultados, el Sol Azteca deberá entregar el corazón del país el 30 de septiembre.

Ciento cinco días: tres meses: nada. *

EL OCASO DEL SOL AZTECA, O CÓMO SE PERDIÓ HASTA EL GDF

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Es 2015 y el PRD no tiene un Jefe de Gobierno, como solía tenerlo desde 1997, cuando Cuauhtémoc Cárdenas llegó al poder en la capital. Miguel Ángel Mancera Espinosa ganó en 2012 con una cómoda mayoría absoluta y arropado por una coalición de partidos de izquierda. Pero el abogado y ex Procurador capitalino no era militante del Sol Azteca. Y no lo es hoy y, por consecuencia, esta la primera vez en la historia reciente que el partido se queda sin capitán en la Ciudad de México, con minoría en las delegaciones y con minoría en la Asamblea de Representantes. El colapso.

Pero, ¿cómo pasó? Esta es la historia… 

Mancera no es del PRD. Foto: Cuartoscuro

Mancera no es del PRD. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 9 de junio (SinEmbargo).– Ningún Jefe de Gobierno del Distrito Federal debió llevar un gobierno con una oposición doméstica tan encendida como lo deberá hacer Miguel Ángel Mancera, a la vez el único mandatario de la capital sin credencial del Partido de la Revolución Democrática.

El PRD no sólo ha perdido una importante porción de gobernanza territorial, sino también cedió la cómoda mayoría en la Asamblea Legislativa con que Miguel Ángel Mancera ha gobernado la primera mitad de su gobierno.

La cómoda mayoría absoluta que Marcelo Ebrard Casaubón heredó a su sucesor y ahora enemigo, Miguel Ángel Mancera, no existe más.

El partido gobernante en el Distrito Federal reducirá su bancada de 34 legisladores con que cuenta ahora a 21 –y podrían ser menos– en la siguiente legislatura.

El órgano legislativo de la capital se integra con 66 asambleístas. En la elección anterior, en 2012, cuando el PRD que postuló a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República y a Mancera a la Jefatura de Gobierno, el Sol Azteca superó el 42 por ciento de la votación depositada, con lo que reclamó una cláusula de gobernabilidad prevista en la ley y se hizo de la mayoría absoluta: el mandatario capitalino es uno que, por ahora pero no por mucho más tiempo, puede sacar lo que sea sin necesidad de negociar con la oposición.

Los datos actuales presumen que Morena será la primera minoría en la Asamblea. Ha obtenido 16 espacios de mayoría y pretende ensanchar su presencia en la Asamblea Legislativa ganando en tribunales los distritos I, XXI, XXIV y XXVIII cuyos resultados preliminares dan ventaja al PRD.

En el supuesto de que todo quede como hasta el Programa de Resultados Preliminares prevé, el partido de López Obrador tendrá 21 curules en Donceles considerando las reglas del reparto por el principio de representación proporcional. El ex partido de López Obrador, el PRD, contabiliza 15 lugares de mayoría y aspiraría, igualmente, a otros cinco asientos.

Acción Nacional, que ha colocado por las urnas a cinco de sus militantes, sumará uno pues la regla prevé que cada partido que haya logrado su registro o el refrendo del mismo, es decir, que haya obtenido tres por ciento o más de la elección gozará, en automático, de un asambleísta de lista.

El PRI –el otro ex partido de AMLO–, con tres distritos de mayoría hasta el momento, podría sumar uno o dos más la cuenta.

El Partido del Trabajo (PT), que jugó en alianza con el PRD y con éxito en ocho distritos, podría tener dos o tres lugares más uno más por el reparto antes mencionado.

El Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Movimiento Ciudadano (MC), Nueva Alianza (Panal) y el Partido Encuentro Social (PES) tendrán uno o dos lugares, cada uno. Hasta donde se puede prever, el Humanista no logrará su registro en el Distrito Federal.

Robles, AMLO y Cárdenas. Los tres jefes de Gobierno, los tres fuera del PRD. Foto: Cuartoscuro

Robles, AMLO y Cárdenas. Los tres jefes de Gobierno, los tres fuera del PRD. Foto: Cuartoscuro

***

Tras los sismos de 1985 no sólo se cayeron cientos de edificios del Distrito Federal. Ese día, el 19 de septiembre, también inició el colapso del PRI en la capital del país ante la inoperancia del Regente de la Capital, Jesús Aguirre, y la indiferencia del Presidente de la República, Miguel de la Madrid.

En respuesta, grupos sociales relacionados con la disidencia magisterial, se organizaron en demanda de vivienda y consolidaron un movimiento que, 12 años después ganaría insospechadamente la Jefatura de Gobierno.

En 1988, la izquierda con intereses electorales no poseía un partido político, sino diversos partidos de representación marginal que apoyaban a Cuauhtémoc Cárdenas quien había renunciado al PRI junto a Porfirio Muñoz Ledo luego de que se asfixiara la corriente progresista que habían integrado al interior del partido hegemónico.

Para la elección presidencial de ese año se registró por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana que después perdió su registro. Luego se sumaron el Partido Popular Socialista, el Partido Socialista de los Trabajadores y el Partido Mexicano Socialista, dirigido por Heberto Castillo, último ideólogo de izquierda en la Ciudad de México.

Todos se agregaron en el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional que tuvo un claro motor michoacano por el origen e Cárdenas, pero que en la capital sumó liderazgos de los movimientos sociales nacidos de los sismos del 85, de las disidencias sindicales y del movimiento estudiantil universitario de la época.

Carlos Salinas de Gortari fue ungido vencedor, resultado desconocido por la izquierda, que se sometió a un debate del que nacieron las corrieron políticos que controlarían y fracturarían al partido.

La postura moderada planteaba que si bien existía la decisión de Estado de imponer el resultado, la mejor manera de capitalizar el apoyo popular obtenido por Cuauhtémoc Cárdenas era abrir una mesa de negociación con el régimen a fin de establecer una agenda de reformas.

En esa postura estaba, particularmente Porfirio Muñoz Ledo; Graco Ramírez, hoy Gobernador de Morelos, y una parte de la corriente que hoy lleva por nombre Nueva Izquierda. En esta ala estaban integrados, aunque con poca visibilidad, Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete, los últimos dirigentes del Sol Azteca. También militaban René Arce y Ruth Zavaleta, quienes acercarían sus posturas al gobierno priista que terminaron perteneciendo a él aunque varios años después.

La posición que optaba por desconocer los resultados, llamada de la intransigencia democrática, tenía al frente a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas y Rosario Robles. Todos gobernarían la capital mexicana. Ninguno de ellos milita en el Partido de la Revolución Democrática.

En esta misma postura estaba un joven profesor opuesto al Sindicato nacional de Trabajadores de la Educación, Elio Bejarano, al igual que su joven hermano, René, quien junto con  su esposa Dolores Padierna se convertirían en duros gestores de la vivienda y participantes de las movimientos sociales que debieron soportar, en el aún Departamento del Distrito Federal, el Regente designado por Salinas de Gortari, Manuel Camacho Solís y su joven Secretario de Gobierno, Marcelo Ebrard Casaubón.

Camacho moriría derrotado en su intento de reconciliar las izquierdas. Marcelo Ebrard, el otro Jefe de Gobierno electo bajo las siglas del PRD, también está fuera del partido.

***

El 22 de octubre de 1988, los perredistas reconocieron que su principal debilidad fue su falta de organización para poder defender el voto desde las casillas. En el debate, acordaron no reconocer al gobierno y asumieron las consecuencias de existir sin prerrogativas ante la congruencia de desconocer a la legitimidad de la autoridad  en todas sus partes.

El voto fue defendido por un vehemente universitario de nombre Antonio Santos, quien tampoco está ya en el PRD. Trabaja para el gobierno de Chiapas de Manuel Velasco, el Gobernador del Partido Verde.

En días pasados, La Jornada, señalada de recorrer su línea editorial hacia el centro, otorgó un espacio en sus páginas a un artículo firmado por Enrique Peña Nieto, el Presidente con que el PRI volvió a Los Pinos en 2012 por encima de la resquebrajada, pero aún unida estructura del partido fundado a fines de los ochenta.

Tras la elección de 88, la izquierda en el Distrito Federal ve su voto pulverizado por la diversidad de partidos integrantes del Frente, pero logra seis lugares en la Asamblea de Representantes del DF.

Uno de ellos es Pablo Gómez, único político que hasta hoy milita en la Revolución Democrática. Todos los demás se han ido.

Los perredistas del inicio de sus tiempos se entendieron dueños de un voto que consideraron inalienable, permanente, y acordaron construir un partido cuya agenda fue sólidamente impulsada por el diario La Jornada, espacio de escritores y editorialistas de izquierda.

La elección de 1991 fue una dura patada de la realidad a los perredistas, quienes consiguieron el 11 por ciento de la elección en la Ciudad de México, la mitad que tres años atrás. Ebrard destacó por ser un operador electoral tan brillante que logró ganar todos los distritos de mayoría para el PRI y, al hacerlo, él mismo quedó fuera de la Asamblea por significar su ingreso mediante lista de plurinominales un exceso de representación.

Para el PRD, en realidad, el asunto no significó mayor caso pues consideraban que la elección verdaderamente importante era la presidencia de 1994, cuando Cárdenas perdió ante Ernesto Zedillo. Antes, Camacho y Ebrard dejarían el PRI luego de que Salinas negara la candidatura al Regente, quien fundaría, 16 años después el Partido Centro Democrático, vía de acceso de Ebrard a la Jefatura de Gobierno en 2006 ya con membrete perredista.

***

Cárdenas, líder moral, quedó fuera. Foto: Cuartoscuro

Cárdenas, líder moral, quedó fuera. Foto: Cuartoscuro

Ante los terribles resultados obtenidos por Cárdenas, quien desciende al tercer lugar por debajo de Zedillo y Diego Fernández de Ceballos, los perredistas dejan el discurso de desconocer al gobierno federal, así que acceden a recursos, y también hacen a un lado de la fantasía de que “El Ingeniero” es dueño y para siempre de cada voto que obtenga, pero mantienen la mira en la elección presidencial.

En 1995, logran una victoria que, sólo al paso de los años se aquilataría. Ese año ganan al gobierno federal una reforma por la que la organización vecinal deja de ser de jefaturas de manzanas que se transforman en consejos de participación ciudadana sujetas a elección. L clave estriba en que la anterior organización era paralela al PRI, que convertía cada liderazgo vecinal en un responsable seccional del partido a quien tocaba gestionar todos los apoyos del gobierno.

En realidad, el gobierno resolvía de manera previa qué apoyos entregaría en cada colonia, pueblo y barrio y el líder de manzana, a la vez miembro de la estructura de base del PRI, inducía a sus vecinos a pedirle a sus autoridad lo que éste ya tenía resuelto darla. Era una construcción política imbatible.

Por esos años, un joven priista que desde entonces se presentaba como abogado, Héctor Serrano había dejado de cargarle el portafolio a un político local de nombre Juan José Osorio Palacios e iniciaba su carrera como oficial mayor de la Asamblea de Representantes.

La elección de 1997 fue sorpresiva para todos: el PRD ganó. Sus militantes daban por hecho que Alfredo del Mazo González –tío de Peña Nieto– retendría la capital para el PRI en los primeros comicios por los que los capitalinos pudieron elegir a su autoridad central.

Entonces todos los jóvenes perredistas, los que algunos años atrás reclamaran gratuidad en la UNAM, vivienda en los sectores populares y democracia en los sindicatos, se convirtieron en gobierno.

Cuauhtémoc Cárdenas era Jefe de Gobierno, López Obrador líder del partido y, en ascenso en la estructura partidaria, estaban Los Chuchos, Jesús ortega y Jesús Zambrano.

Cárdenas estuvo más concentrado en construir su candidatura presidencial y delegó, antes del término de su gobierno, la autoridad a Rosario Robles, una joven maoísta de la UNAM que ahora administra los programas sociales del gobierno priista. Tenían injerencia Carlos Ímaz, quien tampoco milita ya en el PRD, y Marco Rascón, Súper Barrio, quien dejó las siglas durante varios y años y recientemente se acercó de nueva cuenta.

***

 

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En el 2000, el PRD tiene la fortuna de Acción Nacional no postula para la Jefatura de Gobierno a Diego Fernández de Ceballos, sino a Santiago Creel, un político de origen ciudadano, pero sin reconocimiento de la ciudadanía.

Pero el efecto logrado por Vicente Fox lleva al PAN a ganar cinco delegaciones que van al voto por primera vez, pero no la mayoría absoluta, ni siquiera la primera minoría en la Asamblea Legislativa.

En los cuernos de la luna, López Obrador recupera en 2003 casi todo para el PRD en las delegaciones y concluye su gobierno gozando la mayoría absoluta en la Asamblea.

El Partido de la Revolución Democrática se convierte así en un partido en el gobierno sin oposición real alguna en su entorno de gobierno, pero sí con el gobierno federal.

Algo más ocurre en la política doméstica: la vida pública del PRD está decidida por “las tribus” o corrientes políticas. Domina la de René Bejarano, que años atrás impulsó la candidatura de López Obrador. También tienen juego, en posiciones tan importantes como la delegación Iztapalapa, los de Nueva Izquierda. Y figuran los de Foro Nuevo Sol, leales a Rosario Robles y Cuauhtémoc Cárdenas.

Las corrientes se sacuden con los “videoescándalos” de 2004 y, al poco tiempo, el partido sufre la primera baja de un ex Jefe de Gobierno. Rosario Robles se va y con ella algunos líderes fundadores del partido.

En 2006, López Obrador arrasa en la Ciudad de México y hereda una nueva Asamblea que a todo dice que sí a Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno a partir de 2006.

El ex priista opta por dar juego a todas las corrientes sobrevivientes y deja para sí un pequeño grupo de cercanos que militaron en el Partido Centro Democrático. Opera una alicaída elección en 2009, pero retiene casi todas las delegaciones y la primera mayoría para el PRD en la Asamblea. Esa elección y la siguiente, la de 2012, ya ocurre con todas las prácticas que los perredistas denunciaran del PRI años atrás: compra de voto, reparto de despensas, condicionamiento de programas sociales, intimidación de la oposición.

Ebrard había intentado construir la candidatura de su Secretario de Finanzas, Mario Delgado, pero nada lo hace despegar. Con el acuerdo de López Obrador y Alejandro Encinas, el PRD capitalino opta por Miguel Ángel Mancera, un joven abogado que llega con todo listo y quien ni siquiera debe inscribirse al partido para aparecer en la boleta. Lo de Mancera es cuestionado: ha venido políticamente a más luego de la tragedia del News Divine en que han muerto nueve muchachos por responsabilidad de la policía, a la que el propio Mancera deja impune en el cargo de Procurador.

Ebrard transmite a Mancera a su Secretario de Gobierno, el ex priista y ex panista Héctor Serrano, un operador que ha demostrada una inusitada eficacia para operar con los vendedores ambulantes de la ciudad, un verdadero poder económico y electoral.

Al poco tiempo, Mancera rompe con Ebrard y, en palabras de los cercanos de éste último, Serrano “traiciona” a su ex jefe, constituye una nueva corriente política en el PRD, Movimiento Progresista y le arranca casi todos los liderazgos delegacionales a René Bejarano.

Es el nuevo poder.

Y es la guerra.

***

“Todos los Jefes de Gobierno se distinguieron por llevar una relación distante o de franco conflicto con el gobierno federal. Esto significó la tenencia de un liderazgo real de la oposición. Quien cambió esa relación y corrió su autoridad hasta quedar integrada en el Gobierno federal, hoy priista, es Miguel Ángel Mancera”, dice el ex perredista Agustín Guerrero.

Poco menos de treinta años después de los terremotos de 1985, cuando la ciudad se sacudió de todas las formas posibles y nació la semilla que germinó en el PRD, ocurrió otros sismo, este de carácter político.

Y podría significar el ocaso del PRD contra el que se agregan varios ex jefes de gobierno, incluido López Obrador, quien ha dicho que pretenderá nuevamente la Presidencia de la República en 2018.

“Nada con el PRD. Es un partido de derecha”, ha sentenciado Martí Batres, líder formal de Morena.

De acuerdo con el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), Morena ganó las delegaciones Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Xochimilco, Tláhuac y Tlalpan, así como 16 distritos electorales locales.

El presidente del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, Martí Batres, ha adelantado que impugnarán otras cinco elecciones delegacionales en la pretensión de gobernar además  Gustavo A. Madero e Iztapalapa, las demarcaciones más pobladas y con mayor presupuesto de la capital, así como Coyoacán, Iztacalco y Magdalena Contreras.

Y la primera mayoría será, por primera vez desde 1997, año en que los capitalinos ejercieron el derecho de escoger a su Jefe de Gobierno, una de signo diferente al PRD.

“Y, en la Asamblea Legislativa, prevemos la conformación de un frente opositor de izquierda en que sumaríamos a todos los partidos progresistas menos al PRD”, adelanta Agustín Guerrero, uno de los jóvenes activistas de la UNAM de 1988 que sumaron al proyecto del PRD, instituto al que dirigió en la capital y contra el cual hoy hace política.

DANNA VÁZQUEZ: LA DAMA DE LAS REDES SOCIALES

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Las principales fuerzas de oposición en México sospechan que el Partido Verde utilizó dinero ilegal para promoverse durante la elección 2015. El reclamo fue llevado una y otra vez al Instituto Nacional Electoral (INE) y a los tribunales. Pero esto se hizo más patente, a decir de sus principales líderes, el día de la votación, cuando una veintena de actrices, comentaristas y futbolistas hicieron una lluvia de tuits para promover al aliado del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

En el escándalo quedaron las agencias de representantes de artistas, luego de que dos afamados comentaristas revelaran que se les ofreció dinero por publicar apoyos para el Verde durante la veda electoral. Otras celebridades borraron los tuits publicados y algunos dijeron que fue sin su consentimiento.

Y en el centro de la polémica se colocó a Danna Vázquez, una poderosa promotora y representantes de artistas que tiene las llaves de muchas cuentas de redes sociales, ahora bajo la sospecha de haber sido utilizadas en una operación presuntamente ilegal para violar la Ley Electoral. Vázquez lleva las carreras de personalidades muy importantes de la farándula, incluyendo la de una hija del matrimonio formado por la Primera Dama y el Presidente de México.

Esta es parte de su historia…

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Ciudad de México, 10 de junio (SinEmbargo).– El periodista Raúl de Molina, El Gordo, persigue a Sofía Castro por el pasillo de un hotel de Las Vegas, Nevada. Ella, joven y de gala, sonríe gozosa con la ansiedad que su existencia provoca a la cámara.

Es 21 de noviembre de 2014 y el país bulle por la desaparición de 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa, asunto en que han participado, como si se tratara de una misma mano, el crimen organizado y la policía de Iguala, Guerrero.

Días atrás, la hijastra más conocida del Presidente Enrique Peña Nieto evadió opinar sobre Ayotzinapa diciendo que, en ese momento, para ella, el asunto no era tan importante como lo era un premio que recibiría como “actriz revelación”.

El Gordo de Molina aprieta el paso, una mujer de cabello teñido de rubio hace una mueca de fastidio y otra de cabello corto, cabeza redonda, estatura baja y voz al mando decide dar por terminada la persecución.

–A ver, Gordo –dice.

–Perdón, perdón –se disculpa Sofía con la voz entrecortada por la carrera. Sus ojos desbordan emoción.

–Sofía, lo de Ayotzianapa… –Molina parece que invoca al diablo. Sofía consulta con una mirada a la mujer que le ha dado permiso de hablar y que ahora, con un gesto, le ordena callar.

Y vuelven a correr.

¿Quién decide qué dice y qué calla la hija de la Primera Dama de México?

Su nombre es Danna Vázquez y la mejor manera de describir a Danna Vázquez no es por lo que es ella, sino por lo que representa o, mejor dicho, por quiénes representa.

Danna lleva las carreras artísticas de la nuera de un ex Presidente tan poderoso como es Carlos Salinas de Gortari, de la hijastra del Presidente Enrique Peña Nieto y de la esposa de un claro pretendiente de la Presidencia en 2018, Manuel Velasco Coello.

En su mundo, Vázquez es descrita por los periodistas de espectáculos como una “todopoderosa” y lo suficientemente audaz como para tomar la cuenta de Twitter de sus representados.

Lo cierto es que de manera formal, Danna Vázquez vende la administración de redes sociales y ahora es señalada de usarlas para pedir el voto a favor del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en plena veda electoral:

“Nuevas y mejores oportunidades para los jóvenes, #valedelprimerempleo , vamos verdes! (sic)”, se leyó el 7 de junio, día de las elecciones, en la cuenta @belindapop.

Vázquez maneja la carrera de Gloria Trevi, también sumada a la causa del Verde, partido con el que el PRI hizo dupla en los pasados comicios y en el que se centró la apuesta del gobierno federal para retener la mayoría en la Cámara de Diputados.

Gloria Trevi, penalmente procesada por corrupción de menores y a quien siguen 4.2 millones de usuarios de la misma plataforma, escribió también el domingo por la mañana sobre el partido del tucán y la infancia mexicana:

“Apoyemos a la niñez en México y bien por el Partido Verde que esta dando soluciones para que puedan estudiar! (sic)”.

Otra personalidad representada por Vázquez y que se sumó “espontáneamente” al Verde la misma mañana de las elecciones es Irán Castillo, quien fuera rostro para la promoción turística del Gobierno de Hidalgo durante la administración de Miguel Ángel Osorio Chong, hoy Secretario de Gobernación.

***

Las televisoras y sus figuras no sólo empujaron al partido que más han promovido en sus espacios informativos, tal como ha medido y publicado el Instituto Nacional Electoral (INE).

También impulsan el fortalecimiento de su propia bancada en el Congreso.

Este año de elecciones, la intervención de Televisa y TV Azteca –el “duopolio televisivo” en cuanto a la concentración del mercado y la dupla defensiva y ofensiva contra la reglamentación del sector– en el Congreso se fortalecerá con el arribo de una decena de operadores de las televisoras quienes tienen garantizada su curul en la Cámara de Diputados por ser candidatos plurinominales del PRI y el Partido Verde colocados en posiciones seguras de las listas que los partidos políticos tienen derecho a conformar, pero no los ciudadanos a votar directamente.

Velasco Coello es el único Gobernador formalmente electo por el Partido Verde y goza de un intenso apoyo de Televisa y TV Azteca. Su matrimonio con la actriz Anahí, al que se ha criticado como una réplica del enlace de Peña Nieto con Angélica Rivera, fue anunciado y promocionado en los medios que siguen la farándula por Danna Vázquez.

Prensa Danna, empresa de la manejadora, maneja las redes sociales de varios de sus representados.

La relación con Belinda es vieja y de escándalos. Uno fue ocasionado por la difusión de imágenes de Danna y Belinda en una tina de jacuzzi en Puerto Rico en una situación sugerida por la prensa del corazón como propia de una relación amorosa.

El asunto causó mayor revuelo porque si bien la cantante superaba la mayoría de edad, se consideraba una relación que habría iniciado durante la adolescencia de la joven y que, en ese momento, representaba un problema de desigualdad de poderes.

“Belinda es una cantante explotada desde la infancia, primero por sus padres y luego por Danna”, recuerda un comentarista de espectáculos. “El resultado es una chica muy frágil que sufre depresiones de días durante los que ni siquiera sale de la cama. Es a esta persona a la que usa Danna”.

Entre unos y la otra hay toda clase de conflictos y disputas por los derechos de representación y dinero.

En octubre pasado, una cuenta de Facebook de Belinda fue utilizada para difundir información difamatoria en contra de directivos de SinEmbargo durante tres días. Una cuenta tomada por ciberpiratas puede ser recuperada en horas, de acuerdo con información que este medio digital obtuvo de Facebook.

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De acuerdo con periodistas y actores consultados, la joven Danna soñaba con ser actriz de telenovelas, pero su sobrepeso y conflicto con su propio aspecto físico le cerraron el paso en un mundo que puede aceptar la ausencia de talento, pero difícilmente la fealdad.

Hay quien la recuerda, hace una década, colocando una fotografía de ella misma con actitud triunfal luego de comprar una modesta camioneta del año. Vestía playeras de hombre de talla extra grande y pants holgados.

“La podías ver sola paseando dos perros en un parque de la calle Luis Cabrera -al Sur de la Ciudad de México-. Era enorme, con un claro sobrepeso”, agrega otro más.

Entonces inició su verdadera carrera, la de manager, a mediados de la década pasada y, desde entonces, no ha parado su ascenso.

“Hace cuatro o cinco años se hizo una cirugía en el estómago y bajó de peso. Ahora debe pesar 40 kilos menos que entonces.  Su carrera ha crecido como la espuma. Hoy es una mujer muy rica”, apunta una reportera de la farándula. “Es muy temida en el medio periodístico de los espectáculos.

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Luego de Ana de la Reguera vinieron las exitosas representaciones de Ludwika Paleta, nuera de Carlos Salinas de Gortari, Presidente de México entre 1988 y 1994; Sofía Castro, hijastra del Mandatario Enrique Peña Nieto, y de Anahí Puente, recientemente casada con Manuel Velasco Coello, Gobernador de Chiapas, y la apuesta aparente más decidida de Televisa y TV Azteca en la carrera presidencial de 2018.

En su cuenta de Twitter, Danna Vázquez presume con orgullo su responsabilidad en la portada de la revista Marie Claire en la que aparecen Angélica Rivera Hurtado, esposa de Peña Nieto, y su hija Sofía Castro con el título “Redefiniendo el poder femenino”. Páginas adentro, se muestra un portafolio fotográfico con ambas actrices retratadas en blanco y negro y poses sugerentes.

Danna presenta así a Sofía en su sitio electrónico http://www.prensadanna.com.mx/:

“En octubre de 2013 inica (sic) dos proyecto”, en televisión la novela “Por siempre mi amor” y en teatro la puesta en escena “El Cartero” por la que obtiene el premio APCT por revelación femenina. ​En 2014 Sofía se presenta como la imagen anual de Mundo Terra.

“Sofía Castro no es su mejor negocio, pero, en el contexto político, sí es su mayor trofeo”, apunta otro periodista de espectáculos.

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En la página electrónica de Danna se puede leer acerca de Anahí:

“El 30 de enero de 2013, Anahí se convierte en la imagen de una campaña del estado de Chiapas, la cantante realizó una sesión fotográfica en San Cristóbal de Las Casas, con la finalidad de promover la ciudad como uno de los principales destinos turísticos del estado. Actualmente dedicada al 100 por ciento a sus fundaciones ‘Si yo puedo, tú también’ y ‘Sálvame’”.

En algunos casos, Danna Vázquez es manager de las figuras y obtiene entre 10 por ciento y 20 por ciento de las ganancias de sus figuras. En otros casos, funciona como enlace entre los actores y actrices y los medios de comunicación. En algunos más, lleva la cuenta de películas y obras de teatro.

“Confunde la astucia con la inteligencia”, dice un comentarista de la farándula. “Es rencorosa e implacable, todo mundo en los medios le teme y ella disfruta esto supongo porque es una mujer con muchos complejos por su fealdad en un mundo en que la primera cualidad es la belleza. Su exacerbada seguridad resulta evidentemente actuada”.

“Su gran acierto fue Ana de la Reguera y, como manejadora, resalta su capacidad de imponer que sus representados se conviertan en portadas de las revistas. Impone vestuaristas, maquillistas y escenógrafos. Danna envuelve a sus personajes, especialmente a las mujeres y es capaz de detener una entrevista cuando no es en vivo en el momento que Danna decida. Hoy, Danna Vázquez no está más en las sombras”.

En días pasados, surgió el rumor de que Danna habría administrado los recursos dadas a las figuras de televisión, lo que fue negado por la representante quien, a la vez, enunció el derecho a la libertad de expresión.

“Ofrezco una disculpa si mis tuits o los de cualquier artista con los que yo colaboro hirió la sensibilidad de cualquier elector mexicano.

“Hago votos para que próximamente la libre expresión de las ideas sea el úhnico valor a defenderse dde manera colectiva”.

SinEmbargo solicitó versión de Danna Vázquez, pero, hasta la media noche, no hubo respuesta. Un par de actores consultados sobre el tema aseguraron que Vázquez sí convino la promoción del Verde directamente con el Gobierno de Chiapas y que los detalles de la distribución de los recursos fueron filtrados por una persona que le es cercana.

Durante los señalamientos, Danna escribió en sus redes sociales con intensidad sobre la decepción y la traición, pero borró los mensajes. En su cuenta de Twitter, ayer muy temprano, escribió:

“A pesar de tanta mierda, siempre hay razones para ser feliz.Buen dia (sic)”. *

JAZMÍN, LA MUJER QUE SOBREVIVIÓ A “EL COQUETO”

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¿Cómo huele la muerte en el aliento de un asesino serial de mujeres? ¿Cómo es el cuerpo propio cuando éste repugna y duele tanto que se quiere huir de él? ¿Cómo retumba la risa de un funcionario dedicado a procurar justicia cuando se tiembla en una agencia del Ministerio Público a la espera de contar que una debería estar muerta?

En 2012, el periodista Humberto Padgett platicó con Jazmín, única sobreviviente de un feminicida que también violó y luego asesinó a otras siete jóvenes mujeres en la tierra del Presidente Enrique Peña Nieto.

Su relato se presenta transcrito y apenas corregido, presentado en primera persona. Ella, Jazmín –pseudónimo solicitado por la joven que habla–, es quien dice cómo se regresa de la muerte en el Estado de México.

Foto: Cuartoscuro

El Gobierno del Estado de México ha negado reiteradamente que en este territorio se asesinen mujeres. Foto: Cuartoscuro

Naucalpan, Estado de México, 16 de junio (SinEmbargo).– En realidad, no pasó mucho tiempo para que todo sucediera después de que subí al microbús. Era muy temprano, por la mañana, antes de que saliera el sol. Yo iba hacia el trabajo e hice la parada del camión.

Estaba sola y me sentí incómoda pero sólo porque no me gustaba estar sola y que afuera todo estuviera oscuro. Eran entre las cinco y las seis de la mañana.

Se puede pensar que un hombre con estas características tiene la palabra violencia escrita en la cara.

–¿Había razones para que descubriera, que anticipara que yo… que mi vida estaba en riesgo al momento de subir al microbús?

–No.

Lo único que vi es que él parecía dormido. Se veía desvelado. Recuerdo sus ojos enrojecidos, algo imbécil en su mirada. Quizá estaba drogado. No lo sé.

No sé si lo empiezo a asimilar y lo pienso bien y me trato de acercar a ese momento en que lo vi y me siento segura de que no, de que no hubo ningún motivo o razón para que yo pensara que ese hombre es malo y que tenía la intensión de hacerme algo, de destruirme, de asesinarme.

Nunca lo vi venir.

Ni una sospecha para prever que es la clase de hombre que ahora sé que es él. Y pensar que le llaman El Coqueto (César Armando Librado Legorreta). Escucho el sobrenombre y siento asco.

Subí al microbús de la Ruta 27.

El vehículo estaba completamente solo. Únicamente estábamos los dos ahí dentro. Lo abordé cerca de la base, pero no hubo oportunidad de que subiera más gente porque a los pocos metros se desvió de la ruta.

En esa desviación me empecé a alterar y le pregunté a dónde me llevaba. No contestó. Agarré mis cosas. Me desesperé. Y nada… Cerró la unidad y apagó la luz.

Nunca he sabido cuántos minutos fueron, porque yo forcejeaba con él para que no me hiciera nada. Yo sabía que no sólo sería atacada, que no sólo sería golpeada o abusada sexualmente, sino que también mi vida estaba en un hilo.

Esos momentos fueron lentos, segundos que pasaban muy lentos y lo único que yo quería era volver a ver a mi familia… Sin llegar a los detalles, lo único que yo hacía era luchar por mi vida y luchar por regresar y bajarme de ese microbús  y regresar como fuera a mi casa, arrastrándome, sangrando de la cara… Así me vieran como pordiosera, desnuda o semidesnuda, yo quería regresar a mi casa.

Me defendía como podía y no sé cuánto tiempo pasó, no sé por cuánto tiempo estuve luchando contra él, hasta que logró que me desmayara. De tanto que me presionaba el cuello logró que me desmayara. Cuando desperté no supe cuántos minutos pasaron, no supe ni donde estaba. No fueron horas… apenas pasaron minutos.

Ese hombre me dio por muerta. Cuando desperté volví a cerrar los ojos. Quise patear la puerta para ver si salía, pero como ya no tenía fuerza no podría hacerlo. Cerré los ojos otra vez, porque vi que venía hacia mí. Me dije: ¿ya qué puedo hacer? Que me mate, pensé. Entonces mejor cerré los ojos para que pensara… que estaba muerta o que seguía desmayada.

Permanecí inmóvil. Él manejaba hacia donde me iba a arrojar. En ese momento pensé que lo mejor sería cerrar los ojos otra vez, como si yo no hubiera despertado para que no me viera. Soporté mucho dolor. Yo seguía en silencio. Paró el vehículo, me arrastró hacia la puerta y me arrojó a la calle.

Y para mí ese día fue… Fue como el día negro que lo recuerdo y lo empiezo a recordar y paro. No puedo seguir con ese recuerdo, no puedo seguir metiéndome en el recuerdo, porque si yo lo recuerdo es como si yo recordara cómo bajé al infierno.

Con el paso del tiempo, he tratado de ya no regresar ahí.

Los primeros días eran pesadillas. Las primeras semanas eran de no dormir, de llorar, de no tratar de recordar porque sentía que esta persona… Dormitaba y soñaba con él, soñaba que subía de nuevo al camión, que veía su cara de drogado y estúpido. Soñaba que me volvía a atacar.

Conforme ha pasado el tiempo me he sentido mejor. Por supuesto es algo que nunca, nunca olvidaré. No podré quitar ese día de mi vida. Fue el 21 de junio de 2010.

Foto: Cuartoscuro

El 21 de junio de 2010, Jazmín fue agredida por “El Coqueto”, el asesino de siete mujeres en el Estado de México. Foto: Cuartoscuro

***

Subió a su microbús. Lo seguí con los ojos entrecerrados. No sé cómo lo pude hacer ahora, fingir que estaba muerta para que no me matara.

Esperé a que girara su camión. Me levanté. Yo tenía mucho miedo. No me podía levantar, no podía ver, no veía nada, veía muy borroso. Pero necesitaba irme de ahí a conseguir ayuda. La colonia es fea, muy, muy fea. No está pavimentada. Pura piedra y tierra, en Naucalpan.

Cuando me levantaba, me caía. Me ponía de pie y caía nuevamente. Vi un hombre a lo lejos. Le quise gritar pero, pero no pude. Él se acercó a mí, le pedí que me llevara a un sitio de taxis para ir a casa. El hombre me subió primero a una combi para llegar al sitio de taxis, pero yo iba descalza, sí con mi ropa, pero descalza y sucia, muy sucia, y golpeada de la cara. Ya había amanecido y todos me miraban, pero nadie me preguntaba qué me pasaba, qué necesitaba.

Los recuerdo como sombras, sólo con los ojos vivos mirando hacia mis pies desnudos.

Descalza, atravesé la calle. Subí a la combi, subí un puente, llegue con las plantas de los pies cortadas, llenas de astillas.

Así llegué a mi casa.

Tenía raspones, tenía la cara muy morada, muy inflamada. Casi me estranguló. Tenía reventados lo vasitos de los ojos, el cuello lo tenía con las marcas de sus dedos. En los pies tenía muchos golpes. Todo me dolía: la espalda, el cuello. Todo.

A mi mente, en destellos, llegaba la idea de que lo peor ya había pasado.

Cuando estaba llegando a mi casa, yo quería que mi mamá o mi papá no me recibieran. Rezaba porque no me vieran. Pensaba que se desmayarían, que tendrían mucho dolor. Pero ansiaba llegar a mi casa y estar con ellos. El miedo disminuyó porque ya no estaba en las manos de ese tipo.

Me quería asear desde que llegué, pero no podía porque me tenían que llevar así al Ministerio Público. Pero yo lloraba, no podía ni gritar, pero quería gritar que no quería ya salir de mi casa. Mis papas son unas personas muy sensibles y mis hermanos también. En todo momento me dieron la tranquilidad para hacer las cosas, nunca me forzaron. Pero era algo muy importante, que lo entendí y accedí a hacerlo.

Lo único que quería era ver a mi doctor y nada más.

No podía caminar, no podía hablar. Me debieron llevar al Ministerio Público para denunciar y que me certificara un médico legista.

La experiencia en el Ministerio Público en el Ministerio Público fue mala, muy mala. Una atención muy mala, muy denigrante por parte de la médica legista y de la agente del Ministerio Público, ambas mujeres.

No podía ni tomar asiento. Me dolía todo. Ni podía hablar. La médica legista me hablaba como si hubiera subido a la plancha a un perro. Creo que un veterinario atiende mejor a un animalito. Me hablaba mal, me exigía que hablara más fuerte, que me sentara bien.

No podía.

La agente del Ministerio Público, mientras tomaba mi declaración, platicaba con un amigo suyo. En ocasiones ni me veía, sólo ponía atención a lo que ese hombre decía y ese hombre a veces sólo callaba para escuchar los detalles de lo que había pasado. Fumaban, todo el tiempo fumaron.

Ya eran las 11 de la mañana y ya no soportaba seguir ahí.

La agente no me habló mal, pero era una funcionaria con poca experiencia, poco criterio y ninguna sensibilidad.

Platicaba con su amigo, hombre, y este escuchando todo. Yo debía decirlo todo y entendía que al ser la primera debía ser bien concisa, que si me equivocaba en lo que declaraba yo podría ser responsable de que ese hombre se fuera libre si algún día lo detenían.

Tuve que decir todo, cada instante, cada detalle. No podía ocultar nada. Me quería bañar. Me urgía bañarme. Y el amigo de la agente ahí, fumando y platicando. Permanecí tres horas y media en el lugar.

Después, finalmente, pude bañarme.

***

Fui con el doctor, con mi doctor, con el que yo quería ir.

El resto del día fui con mi doctor, con mi ginecólogo. Compramos todo el medicamento necesario para evitar cualquier cosa. No aguantaba la espalda. Tenía bolas moradas en toda la espalda. Me llevaron también con un ortopedista. Durante los dos o tres días siguientes fui con un neurólogo, que me estudió la cabeza, porque la tenía muy golpeada, y un oftalmólogo, porque no veía bien.

Lo siguientes días fueron días de visitas con los médicos, todos particulares. Toda mi atención corrió por cuenta de mi familia.

¿Cómo fue la primera noche? No dormí. Intenté descansar sentada, porque no podía recargar la espalda. Cuando me recostaba sentía que me faltaba el aire por la presión que recibí en el cuello. Mi mamá estuvo conmigo despierta toda la noche. No dormí la primera semana.

Pasaron meses antes de que hubiera un día en que no llorara. Lloraba todos los días. Si no era en la tarde, era en la mañana o en la noche y más cuando no dormía, porque también quería dormir y no podía y pensaba… y tenía algo, como un delirio de persecución. Paranoia. A veces lloraba en la regadera, cuando nadie me viera.

Tenía 23 años cuando me atacó. Estuve en tratamiento psicológico. Sigo yendo a terapia. Ya no son tan frecuentes las sesiones, pero sigo yendo. No sé hasta cuándo.

Foto: Cuartoscuro

En distintas ocasiones, familiares y víctimas de la violencia contra las mujeres en el Edomex se han manifestado por la indiferencia gubernamental. Foto: Cuartoscuro

***

Me mandaban llamar mucho del Ministerio Público, pero lo más importante era que la policía ministerial fuera al lugar de los hechos o que trabajara en ubicación de esta persona, pero no era sí.

Me decían que sí iban y no lo hacían. Llegó un momento, ya cuando podía caminar bien, moverme mejor, sentarme mejor en que salía a buscarlo yo misma. Me disfrazaba de embarazada o lo que fuera y caminaba por los dos paraderos de microbuses correspondientes con su ruta para ubicarlo, porque sí tuve la oportunidad de verle bien la cara.

Alguna vez, cuando apenas llegaba a la base de camiones, me pareció verlo. Estoy casi segura que sí era, pero también estoy casi segura de que él también me vio y ya no volvió.

Ese día fue de mucho descontrol para quien me acompañaba y para mí, porque  ya nunca lo volvimos a ver. Seguí yendo y yendo durante meses y meses no lo veía. Fui más de 50 veces a buscarlo, era casi diario. Estaba obsesionada. Sentía mucho miedo cuando salía y cuando regresaba sin nada sentía mucha impotencia y mucha desesperación.

No lo encontré.

Llegó un  momento en que ya no pude más y lo dejé en las manos de Dios: “Dios tú lo vas a encontrar algún día”. Y ya no lo busqué. Era muy cansado, muy desgastante. Dejé de ir al Ministerio Público a preguntarles de qué manera ayudaba, porque en vez de decirme ellos cómo me ayudaban a mí, lo hacía yo.

Me mentían mucho, todo el tiempo. Me decían que no podían acercarse a la Secretaria de Transporte y Vialidad del Estado de México, incluso me proponían que yo lo hiciera. Que yo tenía que investigar los gafetes y licencias de los conductores. Siempre había toda clase de pretextos para no hacer las cosas.

Me pedían dinero. Desgraciadamente al principio sí dimos casi 10 mil pesos hasta que llegó un momento en que les dijimos a los policías ministeriales que no les daríamos más. Dimos el dinero por desesperación, para que empezara la investigación. Había una abogada que se nombró, no quiero decir el nombre, como mi coadyuvante y a través de ella dimos el dinero. No sé si realmente entregó el dinero, que nos dijo era para la Policía Judicial y para la agente del Ministerio Público, o si se lo quedó todo ella.

¿Qué harían con ese dinero? Su trabajo, nada más. Decían que necesitaban eso para hacer su trabajo. Y no lo hicieron.

Ya no fui a preguntar más, a pedir que buscaran a ese hombre y lo encerraran. Dejé de ir porque me cansé de ver que en realidad no les importaba nada.

 ***

Un día de fines de febrero de 2012, me llamaron y me dijeron: “necesitamos que reconozcas a un sospechoso”. Primero dije que no iría, porque ya estaba harta. Alguna vez anterior fui a identificar a otro que no era. No quería hacer nada, por desánimo, por decepción.

Me dijeron que al parecer era esa persona y que había otros casos y que era necesario colaborar, porque en los otros casos ya no había quien lo reconociera porque las había matado.

Eso fue lo que me motivó a hacerlo. Me paré al otro lado de la cámara de Gesell. Su mirada, sus ojos, su boca. Su mirada como si estuviera drogado, cansado, desvelado.

Lo reconocí de inmediato.

No pedí tiempo para nada, ni para pensar. Vestía pantalón de mezclilla y una sudadera gris. Lo hicieron hablar para que reconociera su voz. Habló una vez, habló una vez pero dijo una tontería y le pegaron, bueno, no le pegaron, le jalaron de cabellos. Quiso pasar como inocente.

Cuando lo vi, sentí mucho coraje, pero a la vez sentí alivio. Yo nunca dudé que sentiría ese alivio. Todas las noches soñaba, todos los días luchaba pensando cuándo lo detendrían. Pedía a Dios que cuando lo encontrara sí fuera él y que yo lo reconociera sin duda alguna.

Y así fue y a la vez me sentí descargada. Lloré mucho, lloré mucho ese día. Era distinto. Lloraba con mucho sentimiento. No lloraba de miedo ni lloraba de coraje. Sólo lloraba.

De todo me despojó, menos de mi ropa. Robó mi bolsa y con ella mi cartera, dinero, lentes, cosméticos. Le encontraron cosas, pero no sé si de las mías. Yo no quise pedir nada o preguntar si habían encontrado algo mío, porque no quería ver ni tener nuevamente nada.

Pero cuando lo tuve a la vista y recordé su mirada, dije: sí, es él.

***

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Yo no había escuchado de los asesinatos, de asuntos parecidos al mío. Hubiera corrido a pedirles que sacaran mi archivo de la reserva. Mi expediente es una averiguación previa y los de las otras mujeres atacadas, las muchachas que murieron, son carpetas de investigación, porque entre el momento en que yo fui atacada y en el que ellas fueron asesinadas se hizo el cambio en el sistema judicial del Estado de México.

Un funcionario de la Procuraduría de Justicia del Estado de México me dijo así, textualmente: “Me tuve que aventar un clavado para sacar tu averiguación”. Yo ya estaba resignada a que no habría justicia.

Me enteré que había otras víctimas. Él quiso matarme y se los dije desde antes. Les pedí que no lo dejaran, que siguieran con la investigación. Se lo pedí a varias personas del Ministerio Público: “Si no lo hacen, sino lo detienen, él sí matará a otras personas porque él tuvo toda la intensión de hacerlo conmigo”, les advertí. Y obviamente cuando me enteré que hubo otras víctimas, tuve mucho coraje. Y lloré de dolor.

Dos días después, el 28 de febrero, prendí la computadora, vi las noticias y lo primero que encontré es que ese hombre se había fugado. Protestamos. Me dijeron  que lo iban a encontrar, que estuviera tranquila. ¿Cómo estar tranquila? Un día lo detuvieron y al siguiente se escapó. Me dio miedo y coraje: si ya lo tenían, ¿cómo es que se les fue? Nuevamente, no quedaba más que esperar.

Pensaba en la versión de la fuga, en la historia de que se había quitado las esposas y que luego saltó del tercer piso de una ventana de la Subprocuraduría de Tlalnepantla, junto a la cárcel de Barrientos. Y lo único que me provoca ahora esa versión de la Procuraduría es risa.

Yo vi las ventanas de ese lugar y una persona no cabe por ese hueco. Si lo hace y brinca, no me cabe duda, se mata, pero ya no quise entrar en detalles con ellos. Solamente me dijeron eso, que se les escapó a los policías.

La fuga fue otra re victimización en mi contra y de las demás chicas, las que ese tipo sí logró asesinar.

Si el Ministerio Público hubiera  hecho lo que tenía que hacer en mi caso, tengo la seguridad de que al menos tres más estarían vivas, porque estaba muy cerca de ellos y estaba muy clara la manera en que ese hombre cometía los ataques.

Yo les describí el microbús y el sitio exacto en que me subí al camión. Cómo era él y cuántos años tenía. En qué ruta trabajaba. Lo tenían todo y atacó a siete más, por lo menos. A todas las mató.

No era que los investigadores necesitaran ir lejos o que necesitaran dinero para sus teléfonos celulares. No, no, no. Esta persona trabajaba muy cerca de ellos, en las colonias aledañas, alrededor del Ministerio Público.

Su microbús pasaba casi junto a sus oficinas.

***

Tiene poco tiempo que en realidad me empecé a sentir mejor.

Tengo 26 años. Estoy por entrar a la universidad y también trabajo. Soy hija de familia desde siempre. Mi deseo es formar una familia y seguir adelante. Tengo muchas expectativas y mucha cosas por hacer.

Quiero estudiar Derecho. Siempre me ha gustado, siempre he tenido esa cosquillita. Sé que no es una carrera fácil y que es un poco demandante, pero es algo que me gustaría hacer. Me gustaría estudiar fotografía y formar una familia.

Me gustan muchos los niños. Ojalá algún día pueda tener por lo menos uno, pero me gustaría que fueran más. Me gustan las fiestas importantes, como la Navidad, aunque en realidad me encantan los domingos. No me gusta que sólo nos reunamos durante Año Nuevo si tenemos la oportunidad de hacerlo cada ocho días. Somos una familia mediana y muy unida. Tal vez por eso nos podemos ver con más frecuencia.

Tengo hermanos tres hermanos. Somos cuatro en total.

Estudié en escuelas privadas y públicas.

Me gusta toda la música. Me gusta mucho Celine Dion, ese tipo de música, más tranquila. Me gustan los colores rojos y morados. Me gustan mucho los chiles en nogada, los tacos… La comida mexicana.

Mi película favorita es “Un amor para recordar” (Adam Shankman, 2002). Trata de una pareja de muchachos que son rechazados en su escuela y que se conocen en una obra de teatro y ahí se enamoran.

Ese hombre ya se salió de mis pesadillas. Aún tengo esos recuerdos, como flashazos, que intento evitar que no me afecten, que no se me aferren a la mente y me arrebaten otro día. Ahora siento con seguridad de que podré dejar todo atrás.

Nunca me ha faltado el apoyo ni el amor de mi familia, ni de mi novio. Ya puedo salir a la calle con más tranquilidad, con más seguridad. Con límites, ya no como antes, sola. No es fácil salir sola nuevamente. No puedo subir sola al transporte público.

Es un caminar largo, pero a la vez estoy agradecida con Dios porque estoy viva. Nada más por eso.

 

Nota: Jazmín es el pseudónimo elegido por la única víctima sobreviviente de César Armando Librado Legorreta El Coqueto. El cambio de nombre obedece a la petición hecha por la víctima.

LA HISTORIA DE ANGÉLICA Y PAMELA… Y LA MATERNIDAD INTERRUMPIDA

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Sólo un crimen es más castigado en el interior de las cárceles mexicanas que asesinar a un hijo: quitar la vida de la madre. Se pueden vender drogas por puños a niños o secuestrar y coleccionar mutilados y vivir con deshonra en libertad, pero aun con decoro en el encierro.

Arrancar la vida a quien la da es imperdonable.

Es parte de la ley viva en el interior de las prisiones. La misma que obliga a no delatar el peor de los abusos, a pagar a las autoridades formales e informales por recibir visita, pasar lista, dormir, declarar, vestir, fornicar, comer, beber, matar o vivir.

Por eso se entiende la suerte de Pamela en la penitenciaría de Barrientos, una de los más duras en el Estado de México a donde la muchacha fue presa acusada de asesinar a Angélica, su madre.

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Pamela, presa en Barrientos acusada de asesinar a su madre. Foto: Eduardo Loza

Tlalnepantla, Estado de México, 17 de junio (SinEmbargo).– Intentó mentir adentro con que llegaba a prisión por robar algunos cosméticos en el Palacio de Hierro. Intentó pagar protección, pero en la cárcel el dinero es agua entre las manos. Y ahí la verdad o lo que por eso entienda el consenso de la cárcel siempre se impone.

Cuando las demás presas supieron que había llegado ahí por el asesinato de su madre, no dudaron. La arrastraron al baño y, como la madrugada en que llegó, le arrancaron la ropa para desnudarla.

Luego la violaron.

***

Angélica Patricia Domínguez Escamilla nació y creció en el centro de Tlalnepantla, hasta hace algunos años uno de los municipios más industrializados del país. A los 12 años sus padres se mudaron hacia el norte, a Barrientos, el mismo barrio que acoge la cárcel a donde llegaría su hija acusada de asesinarla.

Su padre fue un albañil alcohólico y golpeador de su mujer, la madre de los seis muchachos que debieron trabajar desde su primera infancia. A partir de los seis años, Angélica, una de las hermanas mayores, mendigaba casa por casa clamando por tortillas duras, se ganaba algunos centavos lavando trastes o lavando ropa ajena para ayudar a su mamá en los gastos de ella y sus hermanos.

A sus 14 años consiguió un trabajo en una empresa de revistas. El empleador dudaba de tener frente de sí a una niña, pero Angélica era empecinada, rasgo que la empujó a matricularse en un Colegio de Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Angélica era chiquita de estatura, de tez apiñonada y dueña de una melena rizada oscura que teñía de rubio, más a tono con sus ojos café claro y sus pestañas largas que estiraba todavía más con el rímel. Delineaba el borde de sus párpados inferiores de verde y colocaba color sobres sus labios.

En su juventud halló en la cultura azteca una pasión metafísica. Se integró a grupos de danza prehispánica. Bailaba cada fin de semana con las semillas de codo de fraile en los tobillos a manera de cascabeles y botas de peluche blanco que simulaban partes de la piel de un venado. El resto del atuendo eran falda y blusa rojas con perforaciones y bordados. Rodeaba la cintura con una cinta y se tocaba la cabeza con un penacho que, al final de su vida, alcanzaba una jerarquía de tres plumas, una verde, una roja y una blanca que representaban los elementos de tierra, fuego y aire.

“Ella decía que era fuego por el temperamento que tenía. Ella se incendiaba muy rápido y le gustaba el agua porque el agua siempre fluye y nunca se estanca y a mi mamá nunca le gustó detenerse en nada”, recuerda Pamela.

La danza la mantuvo en excelente forma física y, aseguraba ella, también mental y espiritual, hasta su edad mediana, cuando murió asesinada.

Angélica leía con ansiedad las leyendas del Mictlán, el mundo de los muertos de la mitología mexica. Admiraba la cosmovisión nahua y su entendimiento de la muerte, desprovisto de la tragedia y el dolor propios del cristianismo. Cada año, en el Día de Muertos, viajaba al Lago de Pátzcuaro, en Michoacán, o al pueblo de Mixquic, en la zona rural del Distrito Federal, para presenciar y participar en las ofrendas para el regreso momentáneo del inframundo.

En su último año en el bachillerato atendió a sus intereses en las ciencias naturales. Indecisa por qué carrera elegir, lanzó una moneda al aire en que se jugó un camino por la agronomía o la medicina.

Sus buenas calificaciones le abrieron las puertas de la Facultad de Medicina en Ciudad Universitaria, pero no podía dejar de lado su trabajo en el norte de la Ciudad de México, así que hizo su cambio a la Facultad de Iztacala, en Tlalnepantla.

En alguno de los viajes a Tepoztlán del grupo de danza azteca conoció a un danzante que de inmediato la cortejó. El muchacho se ausentó de alguna de las presentaciones y un hermano suyo, un músico y fabricante de instrumentos prehispánicos, tomó su lugar en el flirteo con tanto éxito que se casó con Angélica cuando ambos pasaban los 18 años de edad.

Por esta época, la pareja sufrió el atropellamiento de un automóvil en la Avenida Mario Colín de Tlalnepantla. Él se levantó con algunos raspones y ella sobrevivió con la cadera destrozada, pero no los gemelos de que esperaba. Los especialistas advirtieron que difícilmente volvería a caminar y que de ninguna manera se lograría embarazar.

Pero, voluntariosa, ella volvió a danzar y el matrimonio procreó dos niñas. Primero nació Ivonne y, siete años después, el 5 de agosto de 1991, llegó Pamela.

Tras cursar la carrera de medicina con una niña en brazos, Angélica analizó su aflicción e interés por el duelo de quienes han perdido alguien y cursó varios diplomados en tanatología.

“Ella pensaba que la persona que lloraba por alguien que moría era muy egoísta, porque sólo quería la permanencia de su compañía. Creía que a los muertos los debemos dejar que se marchen en paz”, recuerda Pamela.

Angélica practicó la medicina en el Seguro Social, pero no abandonó sus intereses académicos y logró especializarse en medicina del trabajo, influenciada por su marido quien se ocupó como obrero en la industria metalúrgica. Algunos años después, la mujer debió agregar a sus títulos el de madre soltera luego de divorciarse del padre de sus hijas.

También vivió el agobiante deterioro al que se sometió la institución. Se jubiló, pero, con la pasión viva por la medicina, se mantuvo activa. Era insistente y fuerte en todos los sentidos que ese adjetivo ofrezca, a pesar de su tamaño pequeño.

A los ocho meses de checar su último tarjetón, Angélica buscó empleo y lo encontró en un consultorio municipal del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) estatal entonces presidido por la primera dama Angélica Rivera Hurtado, un sitio con recursos menos que suficientes completados por la voluntad de Angélica. Colocaba dispositivos intrauterinos a madres que vivían embarazadas, regalaba algún medicamento a sus hijos para que las lombrices los dejaran un rato en paz.

“Esa era mi mamá. Era buena persona”, recuerda Pamela Ruíz Domínguez, su hija que fue a prisión acusada de asesinarla.

Foto: Eduardo Loza

Los días en prisión son largos para Pamela. Foto: Eduardo Loza

 ***

La madrugada del 4 de abril de 2011, Angélica despertó con gritos de auxilio. De su recámara salían ruidos de su cabecera de madera golpeando contra la pared.

–¡Pamela! –pidió ayuda Angélica.

En ese tiempo, Pamela estudiaba diseño gráfico por la mañana en la UNAM y arquitectura por la tarde en la Universidad Tecnológica, carrera que cursaba con el financiamiento de Angélica. Si algunos minutos sobraban al día los compartía con su novio, Luis Carlos Jiménez Aguilar.

La joven dormía entre dos y tres horas y la carga de trabajo la había colocado en la posibilidad de reprobar una materia por no despertar a tiempo en la mañana. Su madre decidió que el calentador de agua se quedaría apagado y así Pamela se vería obligada a programar más temprano el despertador.

Ese día, entre las cinco y las cinco y media de la mañana, Pamela descendió a la planta baja de la casa para iniciar la flama.

–¡Pamela! –urgió Angélica.

Pero la muchacha se quedó paralizada. Reaccionó algunos segundos después y corrió a la salida. Antes de alcanzar la puerta chocó con un hombre que llevaba la cabeza cubierta con un pasamontañas negro. Sólo quedaban descubiertos sus ojos y parte del tabique nasal. Sus manos iban dentro de guantes cafés. Cuando se encontraron, el tipo le asestó un puñetazo en el rostro. Ambos alcanzaron la calle y corrieron en direcciones distintas.

Pamela sacudió una puerta cuatro casas delante de la suya. Abrieron casi de inmediato. Una pareja de vecinos acompañó a Pamela y alcanzaron a ver la carrera de un hombre de espaldas.

Entraron y un vecino frenó a las mujeres. Afuera escucharon la sirena de una patrulla de la policía; la luz alrededor cambiaba de azul a rojo. El hombre subió por las escaleras. Cuando volvió abrazó con fuerza a Pamela para impedir que fuera a la habitación de su madre.

“Estuvimos a tres minutos de agarrarlo, pero ya no lo correteamos, porque pensamos que nada más fue un robo”, se justificaron los patrulleros.

Una ambulancia terminó de despertar al vecindario.

Alguna de las vecinas llamó a una hermana de Angélica y, pronto, el resto de la familia llegó a la casa de Tlalnepantla.

–¿Cómo estás tú? –preguntó una hermana de Angélica a Pamela cuando la encontró temblando dentro de una camioneta, dos horas después del asalto. Se descubriría luego que el sujeto hurtó un pañal de tela que Angélica utilizaba como alhajero de unos pocos aretes y anillos de oro.

–Yo estoy bien, sólo tengo un golpe en la cara. ¿Y mi mamá? –averiguó Pamela.

–Tu mamá ya falleció.

La muchacha no logró contener el vómito.

El agente Agustín López Nieto inició la investigación cambiando el nombre de Angélica y “ofensiva pedantería”. En ese momento intentó interrogar a la huérfana, pero la familia reclamó respeto.

La subieron a un auto Neón blanco sin logotipos ni distintivos de la Procuraduría de Justicia del Estado de México (PJEM). La introdujeron a una oficina dedicada a feminicidios. Con fastidio, un funcionario resolvió que deberían esperar a que la jovencita terminara de llorar para tomar su declaración.

A la vez, el médico forense resolvía que Angélica murió desangrada a consecuencia de una profunda cuchillada en el cuello.

Ivonne, la hermana de Pamela, logró que una psicóloga amiga de Angélica la asistiera mientras hablaba con las autoridades. El agente permitió que la muchacha saliera del lugar hacia las siete de la noche, unas 14 horas después de que perdiera a su mamá a quien velaban en la agencia funeraria Gayosso de Tlalnepantla. La sepultaron en el cementerio Los Cipreses, en Naucalpan.

“Mi mamá era muy friolenta y siempre dijo que quería morir calientita, en su cama. Cuando hablaba del tema decía que la enterraran con pijama y calcetas de lana y una frazada. Quería que cuando la enterráramos le lleváramos mariachis y que le cantaran A mi manera”.

Tal vez lloré, o tal vez reí,

tal vez gané, o tal vez perdí,

ahora sé que fui feliz,

que si lloré, también amé,

puedo vivir, hasta el final, a mi manera.

 

***

Los tíos maternos de Pamela pidieron permiso a la policía de limpiar la casa tres días después del asesinato. La muchacha ya no volvió a ese lugar y se instaló en casa de sus abuelos maternos.

De vez en cuando recibía la visita de los investigadores, entre ellos del policía ministerial Agustín López Nieto. La familia de Angélica percibía que el caso tenía interés para las autoridades y lo atribuían al ambiente político mexiquense: el Gobernador Enrique Peña Nieto, interesado en la Presidencia de la República, enfrentaba continuos cuestionamientos por los feminicidios ocurridos durante su administración.

Cada vez con más insistencia, los ministeriales preguntaban sobre el estado de las relaciones de Angélica con cada miembro de la familia. Su actitud siempre resultó incómoda. Estaban lejos de la cortesía y se inmiscuían en algunos temas revelando el doble sentido de las preguntas. Un tema que molestó especialmente a Ivonne, por ejemplo, fue el de los recursos económicos de su madre en tal tono que sugerían el origen ilícito de bienes conseguidos con una vida de esfuerzo.

El sistema fiscal mexicano depende del Ministerio Público y la investigación se construye a partir de los datos obtenidos por los policías judiciales y los peritos, más ineficientes y corruptos los primeros que los segundos. Aunque la averiguación debiera ser y se presume científica es común que prive el sistema de prejuicios y salidas fáciles de los investigadores. Uno de los postulados fundamentales en su método es la supuesta probanza de la ubicación: si ocurre un crimen y en su tiempo y espacio coincide la presencia de una persona, ésta es la culpable y no importa más.

Aunque en el asesinato de Angélica los técnicos obtuvieron huellas digitales, estos rastros no se preservaron de manera adecuada por lo que quedaron inútiles.

La evolución del comportamiento de la Procuraduría mexiquense preocupaba a la familia de Pamela, a quien la autoridad acechaba y decidieron que lo mejor sería contar con asistencia legal. Solicitaron los servicios de una mujer llamada Ivonne Li Sánchez, de quien hoy Pamela sospecha que no es una abogada sino, como se dice en el argot de la administración pública en México, una “coyota”, una facilitadora de medios para corromper funcionarios. En este caso particular, Li Sánchez presumía amistad con Agustín López Nieto, el policía encargado de la investigación. Según Pamela, de inmediato solicitó dinero para aceitar el trabajo y hacer el esfuerzo real por detener al culpable.

El 25 de julio de 2011, tres meses y 11 días después del asesinato, los policías buscaron por teléfono a Pamela. Le explicaron que necesitaban practicar algunas diligencias en torno al crimen y la citaron a las cinco y media de la tarde en la casa en que ocurrió el asesinato de Angélica para reconstruir los hechos. Llegaron tres camionetas y dos autos repletos de policías y funcionarios

Los agentes impidieron el paso de los familiares de Pamela que querían acompañarla. En lugar de ello dieron paso a Li Sánchez.

Dentro de la casa, la Fiscal Liliana Guadalupe Rosillo tomó la palabra.

–Yo soy la Fiscal del área de feminicidios, yo mando a esta bola de gatos, yo estoy llevando personalmente el caso de tu mamá porque estoy muy interesada y a ver, dime cómo pasaron las cosas –ordenó la funcionaria.

Apenas comenzó Pamela con el asunto del calentador de agua y la hora a la que bajó a prenderlo, Rosillo la interrumpió.

–Es que tus tiempos no coinciden –alzó la voz la Fiscal.

–Es que yo no sé –respondió la muchacha sorprendida.

–Dime exactamente minuto y segundo.

–Yo no traía un cronometro ni un reloj para que estar viendo exactamente el minuto y el segundo.

–¿Por qué me contestas así?

–Porque es la verdad, yo no traía nada para marcar el tiempo.

–Pues yo no le creo, jefa, ¿usted cómo ve? –intervino un hombre.

–No, pues no.

Sin orden de aprehensión, la subieron a un auto y la acomodaron en el asiento trasero en medio de un agente del Ministerio Público y la supuesta abogada Li Sánchez. Conducía un tipo alto, moreno, de ceja poblada, nariz aguileña, labios gruesos, la cara cubierta de cicatrices de acné y apodado “El Chacal”. En el asiento del acompañante viajaba la fiscal Rosillo con la atención puesta en un teléfono Black Berry morado y blanco.

Por su posición, Pamela leyó un mensaje escrito por la funcionaria:

“Ya garramos a la hija de la chingada que mató a la mamá, ya nada más nos falta el novio. Ya vamos para allá”.

 ***

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Con el mundo al revés, Pamela escuchó las frases como quien ve a través de un velo.

–¿Cómo la mataron? ¿Qué hicieron? Fuiste tú con tu novio –Luis Carlos Jiménez Aguilar–, y si no fuiste tú fue alguno de tus amigos, así que dime.

–No, no –repetía Pamela.

Intervino Li Sánchez.

–Cálmate y, pues, diles.

Llegaron a un edificio de aspecto moderno, con fachada de cristal junto a la vieja cárcel de Barrientos. La condujeron a la Fiscalía de Feminicidios y la sentaron dentro de una oficina. Un hombre la encaró.

–Ya sabemos las cosas: tú mataste a tu mamá. Lo sabemos porque por una llamada que hiciste a tu novio, el día 4 de abril a las 5 45 de la mañana. La llamada se registra a dos o tres cuadras de tu casa.

Pamela guardó silencio. El tipo salió y a los 10 minutos entró otro. Hojeó unos papeles.

–Tenemos la llamada registrada de tu novio de tu celular en el Metro Rosario.

–Decídanse: a tres cuadras de mi casa o en el Metro Rosario.

Tras el desconcierto, pareció que el agente estallaría. Se contuvo y dejó la habitación a la que luego entró la Fiscal Liliana Rosillo con la carpeta de investigación del homicidio de Angélica que arrojó contra la cara de Pamela.

–Deja de estarte haciendo pendeja, hija de tu chingada madre, porque ya sé que tú fuiste la culera que mató a tu mamá y dime cómo, cómo la mataste. Y mira, ve las fotos – Liliana Rosillo recogió algunas imágenes forenses de Angélica las colocó frente a Pamela. –Mira, mira cómo la dejaron, ¿crees que es justo? Yo sé que tú fuiste. Eres una culera, ve cómo la dejaste.

Pamela no contuvo el llanto, pero apretó los ojos.

“Ella traía uñas postizas y me agarraba la cara y me abría los ojos con las uñas. Me jalaba los cabellos y me abofeteaba”, recuerda Pamela.

–¡Vela, te estoy diciendo que la veas! –exigía la Fiscal. –¿Dónde está tu novio?

–Yo no voy a decir nada hasta que esté mi abogada.

–Esa está igual de pendeja que tú –espetó la Fiscal, según el relato de Pamela. –Tráiganle a la pinche abogada –ordenó.

“Pero, ya con la abogada, Rosillo se transformó en un pan de dulce”.

–A ver, creo que empezamos mal, ¿te puedo traer agua porque estás muy tensa y muy nerviosa? –reinició Rosillo.

–Cuéntame cómo te llevabas con tu mamá. Yo estoy interesada en al caso de tu mamá porque también mataron a mi mamá.

La joven declaró nuevamente y repitió, casi palabra por palabra, lo que dijo el 4 de abril. A las dos o tres de la mañana del 26 de julio de 2011, el interrogatorio fue retomado por dos agentes del Ministerio Público, Norma Angélica Rosas Roldán y Rubén Ortega Cisneros.

–Te vamos a ayudar. Una de tus tías nos dijo que probablemente estés embarazada. Velo por tu hijo, porque los hombres son bien culeros. Si fue tu novio, dinos –argumentó Norma Angélica Rosas Roldán.

Foto: Eduardo Loza

Pamela se mantiene firme y asegura que ni ella ni su novio cometieron el asesinato. Foto: Eduardo Loza

Pero Pamela se mantenía firme en que ni ella ni su novio habían cometido el asesinato.

“Empezaron a hacer la declaración. Hasta se reían y se preguntaban ‘¿qué más le agrego?, ¿aquí qué modifico?’”, relata Pamela. “La declaración que me fabricaron básicamente decía que mi mamá nos había encontrado a mi novio y a mí teniendo relaciones sexuales y que, al calor de las emociones, la matamos. Se reían cuando cambiaban los detalles sexuales.

“Me mostraron un certificado médico de que estaba embarazada y me obligaron a hablar con Luis y decirle que era un cabrón si no se entregaba y se culpaba estando yo en esa condición. ‘El Chacal’ me apuntó con una pistola en la espalda para que lo hiciera”.

En adelante, la joven mujer ya no pudo hablar más a solas con su familia. Al día siguiente de la fabricación de la declaración, la supuesta abogada se acercó para hablar con ella, también frente a los funcionarios de la Procuraduría mexiquense.

–Es que sí fuiste tú, pero no te preocupes yo te voy a ayudar, te voy a sacar, nada más que necesito saber cuánto vale tu casa y la camioneta de tu mamá.

–La verdad ni idea.

–Es que ahorita me están pidiendo dinero, pero tú no te preocupes. Ahorita te saco. No te espantes ni nada, nada más espérame aquí.

Al siguiente día, Li Sánchez acompañó a Ivonne, la hermana de Pamela, y algunos de sus tíos a retirar dinero del banco para el soborno.

***

Pamela tiene presente cada detalle de esos días. En ningún momento de la entrevista que concedió para la inclusión de su caso en este libro dudó del nombre de algún funcionario. La charla ocurre en casa de Pamela, una vivienda de interés social en Cuautitlán Izcalli, también en el Estado de México. Es acompañada por su abogado defensor definitivo, Eduardo García Zarazúa.

–¿Cuánto les pidieron, quién se los pidió? –pregunto a Pamela.

–En primera instancia pidieron 750 mil pesos. Ese dinero los pidieron Araceli Toro Reyna, agente del Ministerio Público, y la Fiscal Rosillo –responde la muchacha. –El trato fue entre el Ministerio Público y la abogada, y la abogada fue la encargada de pedirles el dinero a mis tíos.

–¿A quién la pidieron el dinero?

–A mi hermana y a mi tío Armando.

–¿Y fueron por el dinero al banco?

–Sí, al siguiente día. De hecho, la abogada lo quería en ese mismo momento, en la madrugada. Eso ya lo sé porque lo he platicado con todos mis tíos. Fueron por el dinero a un banco en Mundo E, pero no tuvieron todo el dinero. Entonces recorrieron varios bancos buscando que les cambiaran un cheque por 400 mil pesos.

–¿Cuánto logran conseguir ese día?

–200 mil.

–¿Qué pasó después?

–No me sacaron. Vi a mi hermana, porque le pidieron que me convenciera de decirles dónde estaba mi novio. Yo siempre le dije que estaba en su casa. Mi hermana se puso pesada y me gritó que le dijera donde estaba Luis. Llegó la Fiscal Rosillo y le dijo que ella no tenía por qué gritar ni nada y decidió que me bajarían a las galeras. Era algo armado para que a mí me diera más miedo. No me pasaban comidas si ellos no autorizaban que me pasaran comida. Para ir al baño tenía que ir custodiada por dos personas, un hombre y una mujer, ni podía cerrar la puertita del baño. Al día siguiente me hicieron firmar un documento enviado por la abogada ‘coyota’ a través de una amiga suya que sí contaba con cédula profesional –de donde se desprende que Li Sánchez carecía de título, lo que debía ser del conocimiento de la autoridad y que impidió a Pamela su oportuna y debida defensa. –Dijo que con esa firma yo quedaría libre y yo firmé sin saber que era la declaración en que me inculpaba, porque no me permitieron leer el papel de cuatro hojas utilizado para acusarme.

–¿Cuánto tiempo estuviste detenida en el Ministerio Público?

–Cinco días, hasta el viernes en la noche. El jueves en la tarde una de mis tías me dijo que habíamos cambiado de abogado. Desde entonces me defendió Eduardo García Zarazúa. Todos los agentes del Ministerio Público empezaron a decir que me había equivocado por el cambio. “A ver si no te traen a cualquier pendejo”, me advertían. Yo tenía mucho miedo y sentía mucha desesperación. Pero fue hasta ese momento en que alguien me dijo que no dijera ni firmara absolutamente nada.

Hasta ese momento las marcas de los golpes y rasguños infringidos por Rosillo eran visibles en el rostro de Pamela.

Su abogado promovía un amparo y, cuando la situación parecía enderezarse, en la madrugada del viernes, la muchacha salió al baño y encontró que en el interior de la Procuraduría ya estaba detenido su novio, Luis Carlos Jiménez Aguilar. Lo encontró sentado en un sillón, esposado de pies y manos.

Pamela inició el llanto más largo de su vida cuando la llevaron a empellones a recibir la notificación de que el amparo tardaría un día más en estar listo, y que, finalmente, un juez había ordenado al Ministerio Público que la aprehendieran.

La Fiscal Liliana Rosillo pidió en su escrito al juez que condenara a la pareja a 70 años de prisión.

Foto: Eduardo Loza

Pamela y su novio, Luis, fueron llevados a la cárcel con grilletes en los pies. Foto: Eduardo Loza

***

Horas después, un policía cerró un grillete alrededor de un tobillo de Pamela y el otro alrededor del tobillo de Luis. Así bajaron a la calle, donde los esperaba la camioneta blanca que los introdujo a la cárcel, a pocos metros de distancia.

–¿A poco si te chingaste a tu suegra? –preguntó un oficial a Luis con sorna.

–Era tu mamá, ¡qué poca madre tienes! –dijo otro a Pamela con humor negro.

Los muchachos temblaban antes de iniciar el recorrido. Atravesaron una enorme puerta metálica pintada de verde que los llevó a la aduana de la penitenciaría. Los bajaron del vehículo y los introdujeron a un cuartito con rejas verdes lleno de tomates podridos, tortillas enlamadas, agua en el suelo y un baño con varios días de uso sin aseo.

Los custodios ordenaron a Pamela y Luis que cambiaran su ropa. Los condujeron por un pasillo largo y angosto hasta un cuarto donde les tomaron sus datos, los pesaron y midieron, fotografiaron y tomaron huellas de todos los dedos de ambas manos.

A partir de ese momento siguieron separados.

Pamela subió por unas escaleras con los peldaños despostillados, las paredes manchadas de humedad y el piso de cemento alisado. La pasaron por una puerta pequeña de barrotes gruesos, también verdes.

Era de madrugada y la cárcel casi estaba en silencio, excepto por grupos de hombres vestidos de azul marino que, al verla, chiflaron y le dirigieron cualquier cantidad de insultos sexuales. La muchacha sentía su corazón como tambor fúnebre.

Una guardia le apretó el brazo y, sin mirarla, habló.

–Ya sé por qué vienes: vienes por matar a tu mamá, pero no digas nada porque allá arriba te van a matar a golpes.

Entraron a una pequeña habitación anunciado como el servicio médico de la cárcel.  Pamela distinguió una camilla vieja con sábanas revueltas y sucias. Una doctora sin bata abandonó la torta que comía y la auscultó sobre la mesa de exploración.

–Ya es hora –avisó la custodia.

Siguieron unas escaleras por las que Pamela debió caminar junto a las rejas, a su lado derecho. La guardia la llevaba tomada de la mano hasta que encontraron una puerta grande y metálica verde con dos pequeñas ventanas. La vigilante tocó la puerta y otra se asomó por una de las rendijas.

–¿De dónde eres –interrogó a Pamela la segunda policía con tono marcial? –¿Qué hiciste? ¿Es justo o injusto lo que te está pasando? –indagó no por sus atribuciones formales, sino con la otra parte de su autoridad, la propia de la ley no escrita de las prisiones.

Pamela sólo lloraba y hacía por contener los mocos sorbiéndolos con fuerza por la nariz. La mujer policía sacudió la cabeza con reprobación y risa fingida para dejar claro lo muy difícil que le sería la vida en adelante.

La cárcel de mujeres quedó a la vista de la muchacha, una sala del tamaño de una calle corta llamada “La Aldea” con unas 250 convictas.

La introdujeron a una barraca con literas de tres camas. A su lado derecho encontró una señora medio desnuda jugando baraja con otras mujeres más jóvenes. Fumaban y veían televisión a la vez.

–¿Por qué viene? –averiguó la de mayor edad con la guardia, pero ésta no respondió.

Continuaron al final del pasillo hecho por las camas y entraron a un baño de dos metros de ancho por tres de lado. En una de las paredes, cerca del techo, Pamela descubrió cuatro agujeros que funcionaban como regaderas. Abajo, tres excusados y unos botes para pintura con agua calentándose con unos alambres enchufados a la toma eléctrica.

–¡Báñate! –le ordenaron y las mismas presas le quitaron la ropa a jalones.

Antes de tocar el agua le arrojaron algunas prendas alguna vez color azul marino. Las mismas internas la llevaron al inicio de la bodega y la pusieron frente a la vieja que jugaba naipes.

–¿Por qué vienes? –indagó la vieja, sólo tapada con un calzón.

Pamela no cesaba el llanto.

–Te ves muy chica. Te van a bañar –resolvió la líder de las reas o “mamá”, como se le llama en el argot carcelario tanto en los reclusorios varoniles como femeniles.

–Bueno –tembló la muchacha.

Una de las reas se acercó y le entregó un pequeño jabón Rosa Venus.

–Toma, yo tengo mi agua calentando porque me iba a bañar, pero báñate tú. No te preocupes, no te va a pasar nada –la consoló.

La carcelera la guio un nivel más hacia arriba, un espacio con celdas más pequeñas y unas 70 mujeres vestidas de beige.

–¿Por qué vienes?

–Me robé unos cosméticos en el Palacio de Hierro –mintió Pamela.

–¿Cómo a Palacio de Hierro? Estás bien pendeja. Métete a robar a la Comercial Mexicana –recomendó una de las internas.

–Te vas a ir bien rápido, una semana por mucho te echas aquí –la confortó otra. –Ya cálmate, no llores.

Pero no dejaba de hacerlo. Las reclusas mayores la tomaron por los brazos, la desnudaron nuevamente y la sumergieron en un tambo lleno de agua helada. Le tallaron el cuerpo con escobas y luego la llevaron a su celda. Desde el módulo varonil, Luis logró pasar algún dinero al área de mujeres para que Pamela durmiera sola en una cama, un armazón de varillas y esponja.

A partir del día siguiente conoció la rutina del penal de Barrientos:

Los pases de lista, todos obligatorios, son a las 5.30 y 8.30 de la mañana y 12.30, 5.30 y 7.30 de la tarde. El derecho de formarse se compra, en cada ocasión, en 10 pesos. Faltar a uno de los llamados se cobra con 35 pesos. Ahí todo mundo sabe que ese dinero y parte de cada una de las cosas que ahí se cobra, y ahí todo se cobra, va a los bolsillas de los guardias de seguridad que, a su vez, entregan una parte a sus jefes.

Las cárceles mexicanas son un increíble negocio: en Barrientos se exigen 25 pesos a la semana por usar el baño, de cuyo aseo se encargaban las otras presas. Cinco pesos diarios por calentar el agua en los botes. Diez pesos por utilizar los lavaderos de ropa, pero como los tendederos son territorio que sólo se conquista con guerra, lo mejor es pagar a alguna compañera para que ella se encargue de la ropa sucia. Se puede comer la comida frecuentemente podrida del lugar o pagar por consumir alimentos en mejor estado.

Muchos de los pagos se hacen los domingos de visita, luego de que las familias dejan dinero a sus internos para que sobrevivan una semana más.

Pamela, en su calidad de nueva, debía hacer cualquier cosa hasta que las otras hubiesen terminado.

“El rancho”, como ahí se llama a la comida, se servía en los envases desechables de la crema o yogurt.

La peor de sus comidas fueron unas verdolagas en chile verde a medio podrir. Era eso o la inanición. Desde su llegada, Pamela intentó mantener un ayuno que rompió casi al mes de su encierro. Mide 1.56 y pesaba, al inicio de la reclusión, poco más de 50 kilos. En algún momento de la cárcel pesó 38 kilos.

Pamela compartía celda con 13 internas en espera de sentencia, entre ellas Érika, acusada de asesinar y destazar a su cuñada, pero ahí dentro nadie creía en su culpabilidad. Otra, Elizabeth, purgaba condena por trata de mujeres con fines sexuales y vivía con ahí con su hija de brazos. Otra presumía que había llegado por un fraude y que, con otra estafa, dejaría la cárcel.

Conoció a una mujer que agradecía a Dios por estar presa por el robo de unos tenis y no por los 13 asesinatos que, juraba y describía, había cometido. Otras detallaban la amputación de los dedos de sus secuestrados.

Todo el tiempo estaba encendida la televisión en los canales que transmiten las telenovelas.

“Había una que era un hitazo: ‘Una familia de con suerte’. La realidad se pone medio irónica a veces. En la tele también vimos lo del ‘Coqueto’ –un feminicida serial– que hasta fans tenía allá adentro. ‘Te amo, Coqueto’, decían, y le mandaban cartas. Le escribían: ‘Yo también quiero que vengas y me violes’. Puras jaladas”.

Y había dos más, ambas secuestradoras, dos golpeadoras encargadas de cobrar.

Ellas eran las nuevas “mamás” de Pamela.

 ***

Quien sufría el decomiso de un cigarro de marihuana debía pagar entre 150 pesos y 350 pesos a las custodias. Una falta grave era castigada con encierro en el apando, un cuartito que en la cárcel de mujeres de Barrientos tiene apenas seis metros cuadrados. Todo lo que hay es una colchoneta y un pequeño excusado. No hay luz y, como al lado de la habitación están las parrillas para cocinar, es un sitio en verdad caliente.

El soborno por evitar la celda de castigo es de 500 pesos, una pequeña fortuna para la mayoría de los internos.

Pero una falta grave ahí es un acto distinto a lo que se podría entender fuera. Porque ninguna mujer fue al apando por participar en la violación tumultuaria a la que sometieron a Pamela cuando conocieron el verdadero motivo de su encarcelamiento.

–¿Qué pasaba con Luis? –pregunto a Pamela.

–Lo veía una vez a la semana, porque el abogado nos iba ver. Jamás dejó de ir, ni un solo lunes dejó de ir. Y era cuando yo lo veía. Frente a mí, él nunca lloró. Yo era la que siempre chillaba, chillaba y chillaba –lo dice llorando.

–Él siempre me decía: cálmate, todo va a estar bien. Y yo sólo le decía que ya me quería ir de ahí. Nada más una vez que sí me dijo: “Sí tengo miedo de que nos vayamos a quedar aquí”.

Hasta que, siete meses después de atravesar el portón verde metálico de la aduana, llegó la sentencia.

El 7 de marzo de 2012, el entonces candidato presidencial Enrique Peña Nieto se reunió en Culiacán con empresarios sinaloenses, se dejó acompañar de integrantes de la banda “El Recodo” y grabó spots de campaña en la zona de playa conocida como Olas Altas.

Ese mismo día Pamela caminó al área de juzgados de Barrientos para escuchar su sentencia luego de siete meses y siete días después de que el Ministerio Público la acusara formalmente del feminicidio de su madre.

Luego de siete meses y siete días en el infierno, Pamela y Luis podrían enfrentar una condena para seguir en ese lugar siete décadas más.

El juez ordenó el inicio de la audiencia a la una y media del día. Pamela y Luis se acomodaron detrás de una mampara de acrílico.

El juez Felipe Landeros Herrera, un hombre alto, blanco, de ojos café oscuros y lentes se sentó en medio del tribunal con rostro grave. No sólo parecía solemne. Se le veía molesto.

Leyó hojas y hojas de irregularidades cometidas por la Procuraduría de Justicia del Estado de México mientras pasaba su pluma por el documento impreso.

La llamada con pretendían probar la complicidad de Pamela y Luis había sido hecha por Ivonne, horas después, para pedir al muchacho que interviniera para calmar a Pamela.

Uno de los peritajes practicados, llamado mecánica de hecho, fue realizado por un solo perito en el mes de octubre, medio año después del feminicidio. Peor: el supuesto especialista de la Procuraduría nunca estuvo en la casa en que ocurrió el crimen.

Los policías que la trasladaron de la casa a la Fiscalía Especializada en Feminicidios, la ocasión en que la detuvieron, declararon que ella había confesado en un momento de remordimiento y plasmaron exactamente las mismas palabras, una tras otra y coma tras coma, en el documento acusatorio. Es decir, simplemente copiaron y pegaron un relato.

En pocas palabras, no existía un solo elemento de prueba que los inculpara. Ni siquiera estaba embarazada. Eso también fue una simulación.

Landeros Herrera se dirigió a los representantes del Ministerio Público. Pamela recuerda las palabras:

“Lo que ustedes están haciendo es un atentado contra la humanidad, es un atentado contra la inteligencia”.

El abogado García Zarazúa opina sobre las actuaciones de los agentes del Ministerio Público en el Estado de México:

“No saben ni siquiera leer y no lo digo con un propósito despectivo. Pueden reconocer las letras, no comprenden ni pueden interpretar lo que la ley dice. Recientemente absolvieron a otra persona imputada, también por el delito de feminicidio, y cometieron los mismos errores y arbitrariedades que en el caso de Pamela.

“El ministerio actúa con la seguridad que le da su ignorancia y únicamente con base en el Código de Procedimientos Penales. Pareciera que ignoran la existencia de la Constitución y francamente no saben que existen tratados internacionales. Desconocen los protocolos de investigación, no saben de la existencia de leyes orgánicas. No aplican manuales para la investigación criminalística en materia de homicidios y feminicidios. Y se los he dicho de frente, que son ignorantes, porque tengo razón”.

Cuando el abogado ofreció la entrevista para este libro estaba en vísperas de obtener su doctorado en derecho penal con una tesis en que analizó la prueba ilícita parcial.

“Su obligación sería continuar la investigación abrirla nuevamente. Estamos ante una múltiple victimización cometida por el Estado en contra de una familia. El asesinato de Angélica continúa impune”.

El 7 de marzo de 2012, Pamela y Luis debieron firmar algunos documentos. Ella se echó a llorar suplicando que no la hicieran entrar de nuevo a “La Aldea”, porque las liberadas, antes de dejar su celda, eran golpeadas por las demás. Él pagó 200 pesos al carcelero que los llevaba para que su novia se quedara en el área de locutorios.

La salida estaba programada a la media noche y alguna otra cantidad entregaron para salir cuanto antes, pero, aunque los funcionarios recibieron los billetes, una serie de movimientos impidieron el pronto egreso y Pamela debió regresar.

“A quien primero vi fue a mi hermana Ivonne. Me encontré afuera con Luis. El aire afuera huele diferente. Ahora estamos esperando un bebé”.

–¿Estuviste en el mismo edificio de donde brincó “El Coqueto”, el feminicida serial, en su supuesta huida? –pregunto a Pamela.

–Sí. Pero yo digo: ¿cómo brincó si no se puede? No se puede, de verdad no se puede. Hay tres que abren este pedazo –separa las manos cinco centímetros. Yo estuve cinco días ahí y lo puedo dibujar. La caída es de unos 15 metros, mínimo, porque son tres pisos de muy buena altura. Dijeron que se había descolgado con el cable de una computadora, cuando sólo había dos computadoras de escritorio y las demás eran portátiles: ¿cuál cable?

“A mí me tocó estar con un muchacho que asesinó a su novia en un hotel y siempre lo tuvieron esposado. No le quitaban el ojo pero para nada, siempre te están cuidando. Está bien tonto que “El Coqueto” se haya escapado como dicen que se escapó.

–¿Convencieron a tus familiares en algún momento de tu culpabilidad?

–¿Convencido en el sentido de que ellos también lo hayan creído? Sí. Hasta ahora ninguno de los dos hermanos de mi mamá me habla por eso.

–¿Retomaste tus estudios?

–Sí, regresé a la escuela, nada más diseño gráfico, porque a la UNAM tendría que esperarme un poco más.

–¿Te ofrecieron disculpas?

–No, al contrario: sólo se rieron.

Monreal “tiende puentes” con el PRI y con Serrano

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Apenas habían pasado las elecciones del 7 de junio, cuando Martí Batres Guadarrama, presidente nacional del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), se refería a la distancia que los candidatos ganadores de su partido mantendrían del actual Gobierno capitalino, liderado por Miguel Ángel Mancera Espinosa, quien sin ser perredista llegó al puesto cobijado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Pero el candidato ganador de la delegación Cuauhtémoc, Ricardo Monreal Ávila, tiene un discurso muy distinto al de su líder de Morena. Incluso distinto al que él mismo utilizó durante su campaña.

Ahora, Monreal habla de cercanía no sólo con Mancera Espinosa: también con su Secretario de Gobierno, Héctor Serrano Cortés, sin importar que sea señalado por actos de corrupción o manipulación de las elecciones de 2015.

Para el zacatecano es tiempo de “trabajar por la delegación” y llegar a acuerdos, no sólo con las autoridades capitalinas, sino también con el Gobierno federal y las distintas fuerzas políticas. Mientras, Morena anuncia “resistencia civil pacífica” contra el presunto fraude electoral en la capital.

Foto: Fancisco Cañedo, Sinembargo

Ricardo Monreal Ávila define ahora al Secretario de Gobierno del GDF como un hombre “inteligente y un operador hábil”. Foto: Fancisco Cañedo, SinEmbargo

Ciudad de México, 17 de junio (SinEmbargo).– Pasada la elección y a horas de recibir su constancia de mayoría como Delegado electo en Cuauhtémoc, Ricardo Monreal Ávila parece otro y la beligerancia contra el Gobierno del Distrito Federal, el que anticipa ganará para el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en 2018, se ha esfumado.

Ya no hay más bravatas contra el actual Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera Espinosa, ni amenazas dirigidas al Secretario de Gobierno de la Ciudad de México, Héctor Serrano Cortés, a quien había pedido que dejara de intervenir en la elección, “que no se preocupara, que no iba a tocar sus negocios en Cuauhtémoc”.

Ahora, el primer político no electo por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) que, desde 1997, gobernará el corazón de la Ciudad de México, describe a Serrano Cortés como “un hombre inteligente, un operador hábil, un político que conoce el Distrito Federal (…)”. Y dice que es “hora de darle vuelta a la página”.

En entrevista con SinEmbargo, el zacatecano habla acomodado en un sillón de cuero oscuro de sus oficinas, instaladas en una casona de la colonia Cuauhtémoc, a pocas cuadras de la Secretaría de Gobernación (Segob).

Monreal Ávila asume que el domingo 7 de junio, cuando ganó los comicios, el Secretario de Gobierno, Héctor Serrano, se comunicó con él por la mañana para ofrecerle garantías en la elección. Durante el curso de la jornada, los operadores de Morena acusarían a los operadores del PRD de salir a las calles con dinero en mano a cambio de votos.

Al cierre de las casillas, Serrano Cortés habló nuevamente con Monreal para garantizarle que se respetarían los resultados. A las dos de la tarde, todos los equipos conocían las tendencias y sabían que sólo quedaba por delante el “voto ciudadano”, es decir el no operado, y que ése acrecentaría la ventaja de Morena.

El día de la conversación, el miércoles pasado, Ricardo Monreal recibió un telefonazo de Miguel Ángel Mancera. El operador nacido en Zacatecas admite la existencia de la llamada, pero no da muchos detalles de su contenido.

Sus palabras orientan el sentido de esa conversación:

“Yo no tengo telarañas en la cabeza”, dice Monreal. “No puedo gobernar en el conflicto, me toca tender puentes”.

–Se tiene la percepción de que usted compitió formalmente con José Luis Muñoz Soria –se le comenta del candidato perredista–, pero que el enfrentamiento real fue con Héctor Serrano.

–No personalizo mis pleitos políticos. Son adversarios, no enemigos. A esa parte ya le di vuelta a la página. Fue una campaña ríspida, de guerra negra y denuncié. Existen denuncias penales, pero a estas alturas, después de que logramos triunfar, estoy tendiendo puentes para gobernar para todos y para no gobernar con vendettas. Necesitamos que esta delegación sea un ejemplo de reconciliación, de tranquilidad, de convivencia pacífica.

–¿Ya habló con Héctor Serrano?

–Ya hablé con ambos. El domingo hablé con Serrano. Ofreció que la elección se realizaría de acuerdo con la ley y que habría operativos.

–Eso en la mañana, ¿y en la noche?

–Ese día… en la tarde… –Monreal se reacomoda en el asiento. –Dijo que se respetarían los resultados.

–¿Cómo caracteriza al señor Serrano?

–Es un operador político. Es un hombre inteligente, lo dije siempre; tiene poder dentro del Distrito Federal, tiene conocimiento y tiene capacidad. No hay que disminuir su capacidad, ¿eh? Es en serio. Y parece ser de mucha confianza del Jefe de Gobierno.

–¿Es de tal grado esa confianza que quien gobierna, en realidad, es el señor Serrano?

–No me atrevería a decir tanto, porque Miguel Ángel Mancera es muy vivo. Es un Doctor en Derecho y no creo que el señor Serrano esté sobrepasando su autoridad.

–¿Es un operador político que apostó a la confrontación?

–No lo sé. Estoy en otra etapa, de construir. La campaña transcurrió, están las denuncias interpuestas, las investigaciones están corriendo. En esta etapa debo construir una relación de armonía con el Gobierno federal y con el Gobierno central, intento que la fiesta se lleve en paz y cada uno asuma su responsabilidad.

***

Foto: Fancisco Cañedo, Sinembargo

El próximo Delegado de la Cuauhtémoc, uno de los viejos bastiones del PRD, asegura que confrontarse sería afectar a sus gobernados. Foto: Fancisco Cañedo, SinEmbargo

–¿Se está ablandando?

–¡No! No, pero tampoco seré un confrontador porque perjudicaría a la delegación. Lo que necesitamos son acuerdos para sacar adelante a la delegación.

–¿Le daría un apretón de manos a Enrique Peña Nieto?

–… No, no, en este momento no, pero voy a tener acuerdos con el Gobierno federal. Somos gobierno y no puedo vivir como ermitaño. Para beneficio de la delegación tengo que platicar con muchas gentes del Gobierno federal.

–¿Ya le hablaron del Gobierno federal?

–¡No!

–¿Cuál sería su canal con el Gobierno federal?

–No lo sé. Todavía no estoy en ese proceso. Ya hablé con el Jefe de Gobierno, que es lo más importante y seguramente, por ejemplo, en materia de conservación de monumentos, de uso de suelo, de que todos los poderes están asentados en la delegación, de culto religioso, de delitos del fuero federal como narcomenudeo y trata… Tengo que tener relación con ellos.

–Todos los han hecho con mayor o menor visibilidad… –se le sugiere en referencia a López Obrador, quien mantuvo una tensa relación con el ex Presidente Vicente Fox Quesada, quien transitó al choque de trenes, y de Marcelo Ebrard Casaubón, quien prometió “no tomarse la foto con Felipe Calderón Hinojosa –otro ex Presidente panista-”, aunque al final sí lo hizo.

–¡Claro! No vas a ser un gobernante aislado, no vas a estar arrinconado porque perjudicas a tu delegación.

–¿Con qué priista puede hablar con respeto y confianza para negociar?

–Se puede hablar. No te quita tus principios ni tu filosofía ni tu ideología ni nada. Si vas a gobernar para todos tienes que hablar con todos.

–¿Con quién se puede tomar un café o una copa o ir a su casa en el Gobierno federal?

–Con mucha gente. Vamos a esperar. Como ustedes –alude a los periodistas– se reservan sus fuentes, yo me reservo mis amigos.

–¿De verdad?

–Sí, de verdad. Esas son cosas privadas y lo que sea público, cuando tenga que hablar con algún Secretario de un asunto de la delegación, lo haré público. Yo no tengo telarañas en la cabeza.

–¿Conoce a la Procuradora? –se le pregunta de Arely Gómez González.

–Sí la conozco. En alguna ocasión la saludé pero no somos cercanos.

–¿Al Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, casi su vecino?

–Sí lo conozco. Y Bucarelli está en la delegación.

–¿Es un hombre con el que se pueda hablar?

–Yo lo respeto. Por mi relación y por mi cargo, debo hablar con ellos.

–Alguna vez me dijo René Bejarano que, en 2006, existió la propuesta de ceder la Ciudad de México al Partido Revolucionario Institucional (PRI) a cambio de que una parte del PRI apoyara la candidatura de López Obrador. Ese acuerdo se habría discutido con “priistas progresistas” y mencionó a Osorio Chong. ¿Le suena eso?

–No lo sé, no estoy enterado.

–Los analistas políticos estiman que si no se reagrupa la izquierda, aunque no se reintegre en un mismo partido, la elección presidencial de 2018 es inviable para quienes sean los candidatos.

–La unificación de las izquierdas es importante para ganar el 18, pero Morena será capaz de aglutinar a todas las fuerzas de izquierda con Andrés Manuel a la cabeza, como un polo de atracción. No a la burocracia política, no la partidocracia, pero sí hombres y mujeres que simpatizan con la izquierda.

–¿Por burocracia política se refiere a lo mismo que cuando Andrés Manuel denuncia la politiquería?

–La burocracia política es la base fundamental de los partidos, la partidocracia, los que han vivido de ahí. Hablo de una estructura que está alejada de la base social.

–¿Pensamos en Jesús Ortega, en Jesús Zambrano?

–No le pongo nombres, pero todo mundo los conoce.

***

Foto: Fancisco Cañedo, Sinembargo

En entrevistado afirmó que en Morena cada quien tiene su estilo, por ello, los diferentes puntos de vista con Martí Batres. Foto: Fancisco Cañedo, SinEmbargo

Las declaraciones de Martí Batres Guadarrama, Presidente Nacional del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), sobre la cercanía o distancia con el Gobierno capitalino y el PRD parecen propias de un político que milita en un partido diferente al de Monreal.

“No vemos ninguna fuerza política con la que tengamos coincidencias. Todos se fueron con Peña Nieto. Todos en alguna u otra medida le entraron a ese juego”, dijo.

“En el caso del PT [Partido del Trabajo] hizo alianza con el PRD y el Panal [Partido Nueva Alianza] en el DF. Hizo alianza con el PAN [Partido Acción Nacional] en el Estado de México. Hizo alianza con el PRI en Querétaro. ¿O sea cuál es su identidad?”, expuso.

“Movimiento Ciudadano se prestó para darle espacio a Manuel Espino –ex presidente nacional de PAN– uno de los orquestadores más activos de la guerra sucia del 2006 porque fue un encargo que le hizo el Gobierno Federal”, atizó Batres la noche del 7 de junio.

Y, el 10 de junio, casi a la misma hora en que Monreal habla de construir puentes, Batres tunde al PRD:

“Los del PRD van a necesitar atención especial, buenos terapeutas porque andan buscando traidores, pero no está muy difícil de encontrarlos: son sus dirigentes.

“¿Quién va a encabezar la renovación? ¿Los Chuchos, [Víctor Hugo] Lobo, “El Tomate” [Mauricio Toledo], Jesús Valencia? Los liderazgos éticos se fueron saliendo del PRD, los fueron arrinconando”, asesta Martí en referencia a las reiteradas acusaciones de corrupción del primero, Delegado entrante en Gustavo A. Madero, y de los otros dos, delegados salientes de Coyoacán e Iztapalapa.

Además, Batres ha planteado claro y fuerte que su partido no aceptará la interlocución con Serrano, un ex priista que, dentro del Gobierno de la Ciudad, fundó una corriente al interior del PRD, negoció desprendimientos de políticos pertenecientes a otras “tribus” y, le acusa Batres, operó la elección del pasado 7 de junio con recursos públicos.

Al final, Monreal y Batres poseen porciones de ADN que fueran incompatibles. El primero proviene del Partido Revolucionario Institucional y el segundo del movimiento estudiantil de izquierda de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Ya en el PRD, Monreal se abstuvo de integrarse en alguna corriente mientras que Batres militó años dentro de la tribu de René Bejarano, El Señor de las Ligas.

Se vislumbra una razón más para el antagonismo: Monreal ha dicho que quiere ser Jefe de Gobierno del DF en 2018. Con cierta timidez en 2006 y más seguridad en 2012, Batres ha tenido la misma pretensión que, en corto y con los de su confianza, dice mantener viva.

Tras las urnas, el PRD y Mancera perdieron ocho delegaciones y la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa. Hoy, por primera vez desde que los capitalinos eligen a sus autoridades, la Revolución Democrática no gozará siquiera de la primera mayoría en el órgano.

Terminaron los tiempos en que presupuestos, leyes ambiciosas y revisiones de la cuenta pública pasaban sin mayor apuro para el Jefe de Gobierno, ahora obligado a la negociación con Morena para llevar la segunda mitad de su gobierno.

En síntesis, una de las demandas de Batres es la renuncia de Serrano, demanda que fue explícita durante los días anteriores a la votación.

De regreso a la entrevista con Monreal:

–Si se escucha a Martí Batres y se le escucha a usted, se aprecian tonos muy diferentes –se le comenta a Monreal.

–Cada quien tiene su estilo. Yo respeto el estilo de Martí, yo tengo el mío, pero somos parte de una corriente política de pensamiento en el país, Morena.

–¿Habrá corrientes al interior de Morena?

–No, no hay corrientes. Hay un solo equipo.

–¿No habrá tribus?

–No habrá, porque eso fue lo que echó a perder al PRD.

–Lo que se entiende del discurso de Martí es que la condición de Morena para dialogar con Mancera es que se retire el señor Serrano.

–Es una decisión del gobierno. Yo no tengo ningún inconveniente en el planteamiento de Martí, pero esas decisiones son del Jefe de Gobierno. Yo no podría empujar a que renuncie. Es un asunto de actos de gobierno.

–¿Sería sano para el diálogo?

–No lo sé. Martí es el dirigente del partido y él tiene su estrategia.

–Pero son un equipo…

–Sí somos un equipo, pero no, no, este, no tenemos una opinión conjunta. Yo voy a trabajar con el Jefe de Gobierno e intento construir una relación institucional que a la delegación le urge mantener. Si no, no va a funcionar.

–¿Qué prevé en la Asamblea Legislativa en términos de construcción de acuerdos?

–Debe haber acuerdos. La Asamblea tiene la obligación de velar por los intereses de la ciudad y sostengo que habrá acuerdos con todos.

–¿Con todos?

–Sí.

–¿Cuál es el tono que tendrá Morena como partido de oposición en la Ciudad de México?

–De defensa de los ciudadanos, de no cochupos y no reformas que afecten negativamente a la ciudad –esta flecha apunta a los términos en que el equipo de Mancera ha negociado la reforma política del Distrito Federal, en supuesto acuerdo, según los críticos, con el gobierno federal.

–¿Cuando dice que la delegación es parte de algo más, se refiere a la postulación presidencial de López Obrador?

–Sí, claro. Nosotros no negamos que Andrés Manuel López Obrador es nuestro principal abanderado, es el líder principal de Morena y sí queremos, muchos, que sea candidato a la Presidencia de la República en 2018.

–¿Le gustaría ser Jefe de Gobierno?

–Sí, por supuesto. Nunca lo he negado y digo que si hacemos bien las cosas en la delegación Cuauhtémoc, si actuamos con honestidad, eficacia y austeridad y la gente nos apoya, sí seré candidato a Jefe de Gobierno por Morena. Hay muchas posibilidades porque en estas elecciones Morena se ha colocado como primera fuerza política de la ciudad.

–Hasta usted debe estar sorprendido.

–No, porque yo esperaba que se ganaran Iztapalapa y Gustavo A. Madero, que todavía está en la pelea.

***

Foto: Fancisco Cañedo, Sinembargo

La corrupción fue un elemento clave para que la gente le retirará su confianza al PRD, aseguró Monreal. Foto: Fancisco Cañedo, SinEmbargo

–¿En verdad se convirtió la corrupción en el elemento significativo de las administraciones perredistas en la capital?

–Sí, definitivamente. La corrupción fue un ingrediente clave para que la gente les retirara la confianza [a los perredistas]. Eso, el abandono de principios y el descuido de los servicios públicos que se han deteriorado de manera acelerada e impresionante en los últimos años.

–¿Qué hace un ex Gobernador queriendo ser autoridad delegacional, lo que representa un descenso en la estructura administrativa?

–Sí, puede ser en la estructura si se considera que un Gobernador se equipara con un jefe de gobierno, pero no desmerece esta delegación, porque hay mucho que hacer. Nosotros intentamos contribuir a un cambio verdadero en el país. No son los cargos. Nosotros queremos un cambio de régimen, queremos que la gente pueda optar por un cambio en la Presidencia de la República y estos son los primeros pasos. Por eso no desmerece.

Es una delegación muy importante desde los puntos de vista cultural, económico y social. Intentaremos levantarla, porque está abandonada y en un proceso de corrupción que la cimbró y carcomió y destruyó la confianza de los ciudadanos en sus gobernantes.

–¿Hay un peso que pase por el control de la autoridad y este gobierno no le meta mano?

–Sí hay. Son facultades muy limitadas las que tiene una delegación, por ejemplo, no maneja el predial ni ingresos propios. Todos son acuerdos de colaboración con la Tesorería del DF.

–¿Y los autogenerados? –en referencia a cobros que hace la delegación como autorizaciones de comercios en la calle, utilización de baños en marcados, alquiler de espacios públicos como salones en parques y jardines, etcétera.

–Sí y hay permisos y hay cosas que vamos a limpiar. Planteo un portal de transparencia en que se incluyan actos de autoridad, constructores, empleados, servicios. Todo.

–¿Desarrolló la delegación un sistema de cuotas equiparable al del crimen organizado?

–Sí, es extorsión. Es derecho de piso que pagan muchos empresarios que poseen establecimientos mercantiles legales y que por temor a ser clausurados, a las visitas de verificación, al cambio de uso de suelo, son presas fáciles para aceptar el pago de piso mensual y no ser molestados por la autoridad. Daremos plazos para que se regularicen y no sean sometidos a este tipo de prácticas ilegales.

–¿Cuál es el rango de pagos que debían hacer?

–Distintos. Algunos restaurantes pagan de 5 mil a 15 mil pesos dependiendo del tamaño.

–¿Y para ser contratista en la delegación?

–No sé todavía cómo esté ahí, pero pagan diezmos, moches. Lo eliminaremos.

–He oído de algunos empresarios que el problema fue la duplicación del diezmo y que ahora deben pagar ilegalmente el 20 por ciento de sus contratos.

–¡Sí! Sí es cierto. En la última etapa electoral, varios dueños de establecimientos mercantiles me dijeron que los extorsionaban para pagar la campaña del PRD y para el día de la elección. Yo les dije que no dieran nada y que si les clausuraban yo les abriría cuando llegara [a la delegación]. Ahora les digo lo mismo: dejen de dar y denuncien.

–¿Cosas tan sencillas como los baños mercados públicos?

–Sí. Y todos los giros negros, todo el comercio ambulante. Es una cantidad importante. Hay algunas cifras que hablan de 48 mil o más ambulantes. Cada uno paga 50 pesos por metro. A ciencia cierta no sabemos todavía. Se paga a inspectores de vía pública y a líderes corruptos.

–¿Cómo Alejandra Barrios? –se le pregunta de su rival del PRI al mismo cargo.

–Sin duda, sin duda, creo que la mayoría.

–¿María Rosete? –se le cuestiona ahora de la rival de Barrios y que lo apoyó en la pasada elección.

–No lo sé, no lo sé, pero a quien sea le aplicaremos la ley y constituiremos fideicomisos públicos en que se depositará ese dinero que actualmente se va a bolsillos o bolsas de líderes y funcionarios corruptos.

–¿Ese dinero cabe en bolsas, maletines, maletas o camiones?

–No tengo idea, porque en tanto no estemos ahí hablaré con toda seguridad.

–En campaña, usted dijo públicamente a Héctor Serrano: “No se preocupe, no le vamos a tocar sus negocios”. ¿Qué negocios?

–Vamos a conocerlos en su momento. Ahorita es el momento de revisar y vamos a actuar de acuerdo a la ley.

–¿Usted se refería a algo en concreto o tiró bala al aire?

–¡No! ¡En asuntos concretos, pero repito, esa parte para mí está superada! Cuando llegue al gobierno tendré datos fidedignos para actuar.

–No es menor que el Secretario de Gobierno de la Ciudad de México esté metido en delitos de corrupción y usted habla de un gobierno con paredes de vidrio, ¿no?

–¡Sí! Desde el primer día estableceremos en el portal permisos de uso de suelo, trabajadores, permisos de establecimientos mercantiles, para bares, constructores, proveedores. Todo lo voy a transparentar.

–Así que se vuelve relevante si el Secretario de Gobierno…

–Lo vamos a ver.

–¿A qué apuntan las denuncias que a usted llegaron?

–Dejemos que la autoridad investigue. No soy agente del ministerio público ni juez. Prefiero ser cauto en este momento.

–Pero usted es un hombre que denuncia la corrupción.

–Sí y siempre lo haré.

–Díganos.

–No, porque lo determinarán los agentes del Ministerio Público –Monreal concluye el tema y lo deja para que la autoridad investigue y castigue a la misma autoridad que él habría denunciado. –Estoy en plan de generar condiciones propicias de gobernabilidad. Las denuncias están interpuestas.

–“Austeridad”, ¿qué sueldo se va a poner?

–No lo sé, ni sé cuánto es lo que gana. No tengo idea. Lo voy a publicar.

–¿A usted cuánto le parece justo que gane el Jefe Delegacional de Cuauhtémoc?

–Es que no he llegado, déjeme llegar y le digo cuando ya haya tomado la decisión. No estoy pensando en eso.

***

Monreal insiste en la necesidad de crear y fortalecer acuerdos con otras fuerzas políticas. El razonamiento simplificado es que las ideas, por sí mismas, no logran los cambios, sino que estos ocurren mediante la obtención de posiciones y esto exige la construcción de acuerdos con otras fuerzas políticas afines cuando es necesario y ahora lo es.

–¿No se siente usted más cómodo siendo candidato que Jefe Delegacional electo?

–Pero tengo responsabilidad. No puedo vivir permanentemente [en el conflicto] –se crispa–, o sea, yo tengo mucha claridad en lo que se debe hacer.

–Como que el cinturón le aprieta…

–No, no, no. Pero tampoco puedo vivir permanentemente en confrontación. En el momento de gobernar hay que gobernar bien.

–Pensando en volverse a confrontar dentro de dos años y medio.

–No lo sé. Si no hay necesidad, no. Cuando se tenga que defender a la ciudad y a la delegación, lo voy a hacer.

Monreal observa el reloj cada cierto tiempo. No se puede pensar en que desconozca la hora; es, más bien, el gesto con el que invita a terminar la conversación. Cuando esto ocurre, aún transige tomarse una fotografía en un lugar más abierto, con luz natural, como pide el fotógrafo, pero no tiene tiempo ya para caminar al Paseo de la Reforma y hacer ahí la imagen.

El ex Gobernador de Zacatecas se quita el saco, se recarga en la pared y acomoda la pierna derecha en ángulo de 90 grados para dejar sólo el pie izquierdo apoyado en el piso. Despliega una amplia sonrisa y, al instante, es un hombre casual y relajado.

En ese momento, José Murat Casab, Gobernador priista de Oaxaca entre 1998 y 2004, cruza la puerta de la casona de General Prim en que Monreal tiene sus oficinas, muy cerca del Palacio de Cobián, donde el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong tiene las suyas.

Murat atraviesa el recibidor y comprende en un instante que su presencia frente a un medio de comunicación ha cambiado algo la química del aire. Imposible estimar siquiera cuánto marfil hay en esta estancia.

–¡Soy José Murat! ¡Mucho gusto! –exclama.

Sí, es Murat, arquitecto del Pacto por México, el acuerdo político entre el Gobierno de la República, el PRI, el PAN y el PRD que mereció duras críticas de López Obrador, que señaló al PRD de dar la espalda “al pueblo de México” para entregarse a los brazos del Presidente Enrique Peña Nieto. Que, en opinión de algunos panistas y muchos ex perredistas, significó una estocada a la oposición mexicana.

–¿Sus amigos priistas? –pregunto a Monreal cuya sonrisa de Chesshire, el gato intermitente en Alicia en el País de las Maravillas, se ha esfumado.

–Sí, Pepe es mi amigo –responde y se dirige a Murat. –¡Ahorita nos vamos a comer, Pepe!

LOS TRES ENTIERROS DE LOS MORALES RODRÍGUEZ

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Este es el municipio más poblado de América Latina y también lo es del Gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila Villegas. Este es el estado más poblado del país y lo es del Presidente de la República, Enrique Peña Nieto.

Ambos políticos iniciaron jóvenes sus carreras en las filas del Partido Revolucionario Institucional hace pocas décadas.

La realidad actual para las y los jóvenes nacidos, crecidos y muertos en los barrios pobres de Ecatepec y otros municipios conurbados al Distrito Federal es muy diferente. Para ellos quedan las drogas que corren como nunca por las calles. Y las armas, cuya posesión se ha vuelto la norma entre los chavos. Y el narcotráfico que está ahí, pagando a muchachos por asesinar chavos.

Esta la historia del asesinato de dos hermanos y uno de sus primos hermanos, ocurridos en el curso de 13 años. Las circunstancias de sus muertes muestran cómo, en menos de década y media, la aislada posibilidad de morir por una bala perdida ha crecido hasta la frecuente condición de morir con 11 tiros en el cuerpo y una cartulina colocada al lado por Los Guerreros Unidos.

Aquí, donde el Gobernador Ávila y el Presidente Peña sostienen que la criminalidad está a la baja, también viven y matan los miembros del mismo cártel guerrerense que, en contubernio con las autoridades, desaparecieron a 43 muchachos en el municipio de Guerrero.

A la vez, los números muestran que la juventud en el Estado de México se vuelve un estado nocivo para la salud: mientras en 2005, al inicio de la gubernatura mexiquense de Peña Nieto, murieron asesinados 957 menores de 30 años, en 2013 la cifra se había disparado a 1 mil 452 homicidios dolosos de personas por debajo de esa edad según cifras del Inegi.

El Estado de México no es lugar para los jóvenes…

PRIMERA DE TRES PARTES

Foto: Eduardo Loza

El monumento con el que la familia rinde honores a los tres jóvenes asesinados. Foto: Eduardo Loza

Ecatepec, Estado de México, 1 de julio (SinEmbargo).– El ataúd “Reina del Cielo” es un modelo que no se fabrica más en casa de los Morales Rodríguez. Su lámina es de buen grosor, sus herrajes son de la mejor calidad y es con terciopelo que suple el poliéster imitación satín de los cofres convencionales, así que es un féretro demasiado caro y aquí, a pocas cuadras de la capital mexicana, mucho se ha encarecido la vida y más se ha abaratado la muerte.

Al menos la muerte que cabalga a lomo de plomo.

Pero a fines del 2000, los hermanos Morales Rodríguez y sus hijos habían cortado y horneado un reluciente “Reina del Cielo”. Faltaba pintarlo, pues el color puede ser último acabado a resolver en este tipo de cofres: gris para un muerto que en vida pasó por el altar o blanco, para un adulto que se fue sin contraer nupcias.

Para las fiestas de Navidad del 2000, El Pepino, uno de los hermanos mayores de los Morales Rodríguez, ya vivía en la colonia Valle de Guadalupe, cerca de la colonia en que creció con sus hermanas, la colonia Chamizal, muy cerca de la Avenida Carlos Hank González, así llamada en honor del patriarca del Grupo Atlacomulco, del que desciende Peña Nieto, y a pocos kilómetros de los ríos y embalses que conducen y contienen buena parte de las aguas negras arrojadas por la Ciudad de México.

A fines del año 2000, El Pepino pasaba los 31 años de edad y sus años cerca de las pandillas de la zona no estaban lejos. Durante los ochenta, por aquí campearon los del “Quinto Patio”, “La Huaca”, “Los Apestosos Punk”, “Los Machetes”, “Los Pañales”, “Los Condones”. Por allá merodeaban “Los Greñas Punk”.

Eran tiempos en que decenas de muchachos con los pelos parados y los pantalones de mezclilla untados vivían en la osadía de fumar marihuana, inhalar Resistol 5000 o acomodarse un picahielos en la presilla del pantalón. De utilizar una cadena en vez de cinturón. Las confrontaciones entre las bandas tenían aspecto medieval, en el sentido de la ausencia de la ausencia de armas de fuego y discurrían en encontronazos de decenas de muchachos blandiendo palos, tubos, botellas, puños, patadas.

“Había, cuando mucho tres cuetes –cohetes, pistolas– por cada 10 chavos banda”, estima El Pepino. “Hoy no hay menos de siete por cada diez cabrones con un fogón. ¡No menos, hijo!”, enfatiza asintiendo con la cabeza, aunque el gesto implica el vaivén de la espalda y el columpio de su media melena, negra y lacia. “¡Cabrón!”.

El Pepino es un hombre que, a sus 47 años de edad, se mantiene fuerte como un toro. Si se juzga por la cantidad de cicatrices sobre sus nudillos y las que luce en la cara, resulta claro su récord ganador, así que resulta tan raro ver su llanto, verlo quebrarse.

Y cuando habla del Honguito, su primer sobrino asesinado, El Pepino no opone resistencia y se quiebra.

La organización de la última posada del 2000, el 23 de diciembre, en Valle de Guadalupe correspondió al Pepino y su familia. Cerraron la calle, colgaron las piñatas de las azoteas, los postes y corrieron los buñuelos. Los vecinos recorrieron las casas con el Niño Dios, un muñeco de cerámica de ojos claros y mejillas sonrosadas.

–Mi sobrino… ese día andaba bien contento porque… Perdón, ¿no?– se disculpa por su llanto –Porque le habían dado su tarjetón, cabrón. Su pinche tarjetón de microbusero. Mi carnala –dirige un gesto con la barbilla a Guadalupe Morales Rodríguez, sentada al otro lado de la estancia –no quería. Tenía miedo que asaltaran al Honguito, que le hicieran algo.

La necesidad de trabajar se impuso y, a fines del 2000, el muchacho ya contaba con su permiso de conducir y un microbús que manejaba para algún propietario.

–Tío ya me dieron mi tarjetón, ya mi papá ya me dio chance –presumió el chavalo al Pepino. Quedaría adscrito a la Ruta 18, con derrotero de la estación del metro Múzquiz, muy cerca de aquí, al Metro 18 de marzo o a Lindavista, en el rumbo de la Villa de Guadalupe.

–Chido, hijo, qué a toda madre.

El Honguito despertaba en el barrio un ánimo predatorio en su contra y, entre los suyos la admiración de ser un muchacho que nunca tuvo problemas de alcohol, drogas o pleitos. Él, a diferencia de cada vez más chavos en la zona, nunca estuvo a punto de pasar parte de su vida encarcelado.

Por eso el pleito que inició al otro lado de la cuadra debía quedar lejos. Tras los gritos de la marabunta envuelta en patadas y puñetazos, alguien vio huir al Vampiro, un maleante local de la época, huir en un taxi con la cara ensangrentada y la promesa de volver.

Ecatepec-EduardoLoza11

***

Al Honguito le sobraba de bondad lo que le faltaba de suerte. Cuando nació, el 1 de marzo de 1981, Alejandro Moisés Anguiano Morales tenía la boca tan apretada, prominente y redonda que, antes de ser bautizado en la iglesia, fue nombrado en el barrio: El Honguito.

Apenas nació, el niño se puso amarillo como guayaba. Había un problema en su sangre y a apenas descubrió Guadalupe entre las sábanas un niño flaco y los ojos alargados, los médicos se lo arrebataron para que terminara de gestarse en la incubadora. Fue el primero de los cuatro hijos que dio a luz Guadalupe y el primero de los dos que ha enterrado.

El Honguito siempre fue el muchacho al que los demás niños le arrebataban la mochila y le arrojaban sus cuadernos a la basura. Era quien volvía con un ojo morado y la vergüenza de no haberse defendido.

–¿Por qué no enseña usted a su hijo a que se defienda? ¿Por qué siempre se tiene que dejar que le peguen? –decía la maestra cuando a Guadalupe cuando le hablaban para buscar solución al problema.

–Porque él es así –reponía Guadalupe y secaba los ojos achinados de su niño. –Él es así.

–Es que le quitan lo que es suyo.

–¡Hijo, defiéndete hijo! ¡O quítate de ahí! Si ves que te van a pegar, quítate –decía Guadalupe algo porque algo debía decir.

El tesón fue más y sobrevivió a la secundaria, nivel de educación del que en esa parte de la ciudad deserta la mayoría de los chavalos.

Logró su ingreso al Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo.

“Ahí me lo agarraron a cadenazos una vez”, recuerda Guadalupe. “Y yo veía los moretones con forma de eslabones en su espalda y lloraba lágrimas amargas, porque yo no entendía por qué mi muchacho tenía tan mala suerte”.

El Honguito iba y volvía a la escuela en camión. Pero su mala estrella también era tozuda y con frecuencia sufría un asalto mientras caminaba hacia el camión, que abordaba con la súplica de no pagar el pasaje.

–¿Sabes qué, carnal? Pues a mí se me hace que nada más me estás cotorreando –le dijo algún chofer luego de escucharlo dos o tres veces con el mismo relato del robo. –¿Qué te parece si me ayudas, un rato, y sacas para tu pasaje? –le propuso.

El Honguito aceptó y se convirtió en cacharpo, el gritón que anuncia la ruta desde la puerta del microbús. Luego aprendió a manejar y la vida fortuna pareció enderezarse hasta 1999, cuando estalló la huelga en la UNAM contra el plan de la Rectoría de imponer cuotas y el futuro de esa generación se volvió una neblina impenetrable.

–Mamá –anunció el muchacho a su madre –ayudaré a la huelga de otra manera, no integrándome, porque no me gusta eso pero sí ayudaré con víveres.

Durante los nueves meses que duró el paro escolar, El Honguito suplió la asistencia a las aulas con trabajo en el microbús y manejar uno se convirtió en su meta laboral inmediata. Proyectaba su carrera profesional como médico y así curar a su padre.

La familia vive principalmente de la fabricación de ataúdes de todo tipo que venden a las funerarias. Por ejemplo, un cofre “Reina Celestial”, el modelo más lujoso elaborado por los hermanos Morales Rodríguez, es entregado al velatorio en 5 mil pesos y será revendido hasta en 20 mil pesos a los deudos.

“Ya no lo hacemos, ya no se vende. Es muy caro y cada día estamos más jodidos”, explica El Pepino. Pero, hace 15 años, la familia si construía preciosos “Reina del Cielo”.

Completaban el ingreso con una pequeña tienda de abarrotes en la colonia Valle de Guadalupe. La madre del Honguito no lo tiene presente, pero hay quien sí recuerda las apariciones del Vampiro para comprar cerveza.

Foto: Eduardo Loza

El Pepino, uno de los hermanos mayores de los Morales. Foto: Eduardo Loza

***

El Vampiro es o era un ladrón de transeúntes y microbuses. Alguno de esos asaltos lo llevó a la prisión de Chiconautla y, a fines de 2000, estaba bajo libertad condicional así que se debía presentar una vez por semana a firmar ante la autoridad. Era un criminal más que conocido por la policía, el ministerio público y los juzgados de la zona. Se guarecía en la cercana colonia La Estrella. Guardaba amistad con El Carlos, el vendedor de marihuana de la época.

El 23 de diciembre del 2000, El Honguito cenó y continuó la conversación con  su tío y sus padres, él parado en medio del grupo.

El Vampiro cumplió la promesa y reapareció. Detuvo su auto y sacó de sus ropas un revólver. Las piñatas, rotas y vaciadas, colgaban de los mecates.

“¡El Vampiro! ¡El Vampiro trae cuete!”, gritó alguien.

Se escucharon varios disparos. Algunos dirán que el ladrón apretó el gatillo contra la multitud. El Pepino vio o cree haber visto la chispa de una bala chocando contra el pavimento a unos metros de ellos. Quiso cubrir a su familia con su cuerpo, pero cuando volteó ya el grito de su hermana alcanzaba la Avenida Carlos Hank González.

–¿Sabe qué señora? Mire a mí da una feria y nosotros nos movemos… o ahorita se lo agarro  en caliente –propuso un comandante de la Policía Judicial del Estado de México a Guadalupe apenas lograron separarla del cadáver de su hijo para cubrirlo con una sábana blanca.

–¡Es que no le puedes hablar tú así! ¡Agarra la onda! ¿Ves que es su hijo? ¡No se murió cualquier persona, se murió su hijo, cabrón. ¿Cómo le hablas así, cabrón? –tronó El Pepino.

–Mira, nosotros podemos a agarrar a ese güey, si tú quieres decirme quién es, nosotros lo agarramos. Pero necesitamos un cambio –pidió el policía judicial al Pepino.

–¿Cuánto es un cambio? –balbuceó el hombre.

–Ahorita tráete 10 mil, 12 mil pesos y ahorita en caliente lo agarramos. Porque nosotros lo tenemos checado a ese güey, sabemos quién es. ¿Nos puedes traer unos cigarros? –pidió el agente a las dos o tres de la madrugada de la Navidad, día en que nació el hijo de María, día en que murió el hijo de Guadalupe.

Foto: Eduardo Loza

Guadalupe cuenta su peregrinar y la nulidad de las autoridades del Edomex. Foto: Eduardo Loza

***

–Usted tiene que investigar si él trabaja, si tiene hijos, si sus hijos van a la escuela, si tienen seguro, dónde vive, con quién se junta –explicó otro comandante a Guadalupe el proceso investigativo. Este fulano anda por aquí, pero le vamos a advertir una cosa: si usted lo ve nos avisa luego, luego. No se le vaya a acercar, ni siquiera se le vaya ocurrir tocarle un pelo. Porque, ¿qué cree? Que a estos delincuentes los protege Derechos Humanos.

–¿De qué habla? –ella pidió que le aclararan la sugerencia.

–Ese es un, ese es un delincuente que no merece vivir. Merece que lo agarremos y lo aplastemos como cucaracha, así, en el piso –sugirió uno de ellos.

–¿Qué cree? Que no. Yo no soy así. Yo no quiero saber nada, ¿sabe por qué? Porque tengo otros hijos.  Entonces yo no soy quién para quitarle la vida a nadie.

Guadalupe salió a la calle y cuando volvió a la agencia del Ministerio Público, reveló a los agentes el domicilio del Vampiro, los nombres de su madre y sus hermanos, su dirección, sus sitios asistencia frecuente, los apodos de sus novias… Durante una temporada, cada día, la madre apareció en las oficinas de la Procuraduría de Justicia del Estado de México para conocer el avance.

“Nada”, fue la respuesta cotidiana. “No hay nada, jefa, pero mire, si usted me da para…”.

–¿Quedó impune? –pregunto a Guadalupe.

–Sí, quedó impune. Después de que me volvieron a pedir dinero, porque supuestamente El Vampiro estaba en Tijuana, y querían dinero para buscarlo, les volví a decir que se fueran a la chingada y que no se les iba a dar nada –la mujer endurece el gesto. –Para todo pedían dinero: para la gasolina, para tragar, para chupar, para ir, para no ir… Cada vuelta eran 2 mil o 3 mil pesos y yo les decía que vivía al día y así era. ¡A la chingada!

–¿Y usted? –pregunto al Pepino.

–¡Nosotros nos lo íbamos a comer!– El Pepino exclama la fantasía de aquel momento por ir él mismo a matar al Vampiro. –Sentía un pinche dolor bien culero que no se puede explicar… Tenía la pinche camisita blanca toda llena de sangre de mi sobrino… Y esos hijos de su puta madre de la policía mandándome por cigarros para seguir su dizque investigación. Y esos cabrones pidiendo dinero para esto y aquello, que para hacer más rápido lo del levantamiento del cuerpo, que para agilizar lo del médico legista. ¡Todo es lana, todo es lana ahí, cabrón!

Foto: Eduardo Loza

La escena en tierras de Ecatepec, “donde no hay justicia”. Foto: Eduardo Loza

***

En la Navidad del año 2000, los primos y los hermanos del volvieron al taller de ataúdes, en los altos de la casa del Chamizal. Descubrieron la caja de un “Reina del Cielo” y la pintaron de blanco para El Honguito. Guadalupe no logró reponerse para vestir a su muchacho y lo enterraron desnudo, tal como se los entregaron de la morgue.

Aún después del asesinato, El Vampiro acudió al menos un par de veces a firmar al juzgado. Nadie lo detuvo.

–¿Ustedes lo confirmaron?

–Sí –nosotros lo tenemos probado. Pero nada, aquí no hay justicia. Yo ya todo lo dejé en las manos de Dios. Si Dios quiere o lo va a castigar, Él sabrá.

La bala o esquirla entró por la nuca y mató al Honguito al instante, pero de cierta manera, ese mismo día, su hermano Fernando Sebastián, El Sebas, comenzó a morir y su muerte fue tan lente que llegaría casi 11 años después.

–Señora, usted denos una feria y nos movemos rápido –insistían los agentes.

–¿Saben qué? Ya sáquense a chingar a su madre porque ya estamos hartos de ustedes. Punto. Porque ni ponen solución y nada más vienen a sacar dinero.

–¿Quieres vengar la muerte de tu hermano? – preguntó un policía judicial al Sebas.

El muchacho, entonces de 17 años de edad, asintió con la cabeza.

–¿Y nos vas a ayudar a agarrar al hijo de la chingada que lo mató?

El Sebas asintió de nuevo.

–Pues entonces, cada que veas una bolita de culeros, tú te tienes que meter ahí, con ellos, escuchar lo que dicen, porque entre ellos está el güey ya va a poner al asesino de tu hermano. ¿Lo vas a hacer?

Y El Sebas obedeció.


MORIR EN ECATEPEC: DOS HERMANOS SE SEPARAN PARA SIEMPRE

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Guadalupe Morales llamó a su segundo hijo Fernando Sebastián Anguiano Morales, El Sebas. Nació el 17 de mayo de 1983 y el 19 de junio de 2011 murió atropellado, con alevosía, según testigos, por un microbús.

Antes, el 23 de diciembre de 2000, su hermano mayor, El Honguito, cayó abatido por una bala perdida en Valle de Guadalupe, una colonia de Ecatepec, el municipio que es considerado uno de los más violentos del país y donde nació el actual Gobernador del Estado de México, el priista Eruviel Ávila Villegas.

La Procuraduría General de Justicia del Estado de México concluyó que El Sebas murió por una lesión traumática en el hígado ocurrida tras ser atropellado por un microbús. Nunca encontraron siquiera el número de placas del camión que lo habría golpeado ni contrastaron la versión con los testimonios de quienes presenciaron el homicidio.

Guadalupe fue y vino cada día durante semanas en bicicleta a la Agencia del Ministerio Público, en San Agustín, donde se radicó la investigación de la muerte de su segundo hijo.

–¿Qué pasó? ¿Qué ha investigado? –le preguntaba el primer funcionario que la reconocía.

–¡Ah chinga! ¿Cómo que qué he investigado? ¿No se supone que ustedes son los que deben investigar?

–No, pero es que usted necesita investigar quién fue, a dónde está… es que hay muchos casos adelante del de su hijo… –y entonces el policía o agente le lanzaba una mirada sugerente entendida por Guadalupe como la ruta hacia un soborno y hacer el esfuerzo por dar con el asesino. Ella fingía no entender, pero entendía que nada avanzaría si no daba dinero.

Y no lo dio.

SEGUNDA DE TRES PARTES

 

Foto: Eduardo Loza

El tatuaje en homenaje a los muertos de la familia Morales. Foto: Eduardo Loza

Ecatepec, Estado de México, 2 de julio (SinEmbargo).– Los vecinos de Valle de Guadalupe levantaron, sobre la banqueta, una capilla dedicada al Honguito, muerto por una bala perdida el 23 de diciembre de 2000.

La colonia es muy cercana de Xalostoc, donde nació y creció Eruviel Ávila, en ese momento Diputado Local.

“Toda  la gente es católica, católica y me decían que Dios me quería mucho porque mi hijo había muerto a mi lado y yo lo había visto morir”, recuerda Guadalupe Morales Rodríguez, madre del muchacho.

–¿A cuántas mamás se les mueren sus hijos y no saben si están vivos, si están muertos? –le consolaron. –Tú por lo menos tienes un lugar donde llorar.

–¡Ay, qué fácil es decir cuando uno no ha sentido las cosas! ¡Qué fácil es venirme a hablar de un Dios que me quiere, que me ama cuando no ha perdido un hijo! ¡No lo vestí, no pude vestirlo, no me dejaron verlo!

–¿Me deja que le ponga estas flores a su hijo? –preguntó una extraña a Guadalupe.

–Sí –se apartó la madre para que la otra depositara la ofrenda.

–Su hijo era un muchacho muy bueno, muy bueno. A mí muchas veces me ayudó. Una vez me quisieron pegar en el microbús y él puso su cuerpo para que no me pegaran.

–¿Por qué? ¿Por qué a mi hijo? ¿Por qué a mi familia, por qué a mí como madre? Si nosotros no nos metemos con nadie, nosotros trabajamos. Nosotros, lo poquito que adquirimos lo tenemos por el sudor de nuestro esfuerzo. Yo a mis hijos les enseñé a trabajar, a respetar, amar a su prójimo. ¿De qué me sirvió todo esto?

Guadalupe pausa. Toma aire. El momento no se ha ido, ahí sigue.

–Si su hijo no hubiera sido lo bueno que fue, ¿usted estaría en condiciones de aceptar su muerte? –pregunto a Guadalupe en su casa, en la colonia Chamizal, a pocas cuadras de donde abrazó el cadáver de su hijo.

–Todavía no lo acepto y hay veces que, como ser humano me rebelo, y cuestiono a Dios del por qué –Guadalupe se atempera –. Aunque ya de varias maneras me lo ha explicado y nosotros no somos quién para que Dios se nos presente y nos diga por qué esto y por qué aquello.

–¿Y cómo se lo explica a usted?

–La primera vez, yo… Yo duré un año, exactamente, muerta en vida. Yo hacía las cosas por inercia, porque me decían que las tenía que hacer y porque les tenía que dar a mis hijos de comer, bañarlos, vestirlos y todo. Una vez que iba yo en la calle, como que me tronaron los oídos y empecé a oír el ruido de los pajaritos, el ruido del aire, empecé a sentir el aire en mi cara, sentí el olor de los árboles, de las flores. Y yo desde ese día dije: Señor, tú me has devuelto la vida y esto que tú me has dado señor es para bendecirte y alabarte”.

Y luego asesinaron  a su segundo hijo.

 ***

Guadalupe Morales llamó a su segundo hijo Fernando Sebastián Anguiano Morales. Nació el 17 de mayo de 1983, justo una semana después del Día de la Madre de ese año.

Desde la infancia El Sebas, como le llamaron desde antes que supiera decir su nombre, mostró un espíritu distinto al del Honguito, su hermano mayor: fue un niño travieso y con menos apego a la escuela, pero, como el anterior, un muchacho respetuoso de los demás.

Abandonó la secundaria y consiguió empleo como ayudante de un vendedor de ropa que instalaba sus puestos en tianguis ambulantes por el Estado de México y Morelos y hacía algunos trabajos de albañilería.

Separados en el nacimiento por un par de años, El Honguito y El Sebas parecían cercanos como siameses, así que al segundo muchacho se le torció el futuro a los 17 años, cuando encontró a su madre desplomada en la calle abrazando el cadáver del Honguito, muerto por una bala perdida disparada a la multitud por El Vampiro. Toda la vida de los Morales Rodríguez giró alrededor de ese instante de estupidez del ladrón convertido en asesino.

–No, cabrón –instruyó un policía judicial al Sebas –, donde tú veas una bolita, tú métete  para que investigues a ver dónde anda ese güey.

Y El Sebas se unió a la bolita.

“Era tanta su obsesión de vengarse de estas personas que se fue integrando a las banditas hasta que lo jalaron. Yo reconozco que lo jalaron”, recuerda Guadalupe.

–Oye, hijo vente –le pedía Guadalupe cuando se lo encontraba en alguna esquina, con una botella de cerveza en la mano.

–No. Estoy aquí y yo de aquí no me muevo hasta que no lo vea –advertía El Sebas.

El muchacho inició una relación con una muchachita muy joven, con quien tuvo una hija, Sara, quien apenas nació desapareció de la vida de los Morales Rodríguez. Al alcoholismo del Sebas pronto se sumó el hábito empedernido por la piedra y una conducta siempre pendenciera que se remontaba, según su madre, a su sentido de justicia: si alguien era golpeado en la calle o en el camión, el muchacho no dudaba e intervenía.

Foto: Eduardo Loza

Guadalupe Morales, quien ha enterrado a dos de sus hijos. Los dos fallecidos por muerte violenta. Foto: Eduardo Loza

 ***

Durante 2006 y 2007, una avanzada de La Familia Michoacana tomó por asalto el narcomenudeo de una parte conurbada de la Ciudad de México, al norte del Distrito Federal. Su operación fue similar a la descrita en el expediente que se conocería como El Michoacanazo, el frustrado intento de Felipe Calderón de procesar a decenas de funcionarios públicos de Michoacán.

Como si el Estado de México no existiera, el Gobierno federal no intervino en Coacalco ni en Ecatepec, donde apareció el brote y donde, al igual que en los michoacanos, el cártel se empoderó con la compra sistemática de funcionarios públicos.

Al mismo tiempo, Los Zetas, en su apabullante expansión por todo el país, excepto el occidente, también anidaron en Ecatepec según consta en la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/205/2009 la causa penal 02/2009-II instruida por el Juzgado Segundo de Distrito de Procesos Penales Federales en el estado de Nayarit, y el toca penal 576/2009 resuelto por el Tribunal Unitario de Circuito de la Séptima Región.

SinEmbargo posee copia completa de estos documentos, aunque quizá la calle da más pistas.

–No, no, nada. Antes no había cárteles. Eso comienza en 2006, 2007 –comenta un exvendedor de Valle de Guadalupe. –Los cárteles llegaron y nos pasaron a todos a su nómina de ellos. Nadie vendía por su cuenta, como antes se hacía. Y empezó la matazón.

–Se hablaba de La Familia Michoacana –comento.

–De la Familia y de Los Zetas. Había un amigo que iba en la Prepa 9. A ese güey le decían El Quetza, porque se llamaba Quetzalcóatl. El Quetza empezó a vender papeles de cocaína. Los traía de allá a 50 pesos y los vendía aquí en 100 pesos. Ya después no sé con quién se empezó a vender droga, era el más conocido de aquí. Todo el mundo conocía al Quetza. Tú parabas a un taxi y le pedías que te llevara con El Quetza y te llevaban con él.

–¿Se llamaba Quetzalcóatl?

–Sí: le dieron treinta y tantos chingadazos.

–¿Tiros?

–Tiros.

–¿Aquí mismo?

–Sí, aquí cerca, a una lado de la delegación. A ese güey se lo chingó La Familia Michoacana. O sea, llega la familia y dice “aquí nomás La Familia”. En ese momento empiezan a matar mucha gente, empiezan los descabezados, cosa que aquí nunca se había visto y ya después se volvió común. Aquí en la esquina los tiraban.

–Los siguen tirando –interviene una acompañante del exvendedor. –Nomás el 1 de enero vinieron a tirar uno en medio de esos dos arbolitos.

–¿Qué ocurre con la policía?

–No, la tira no hace nada, obviamente –suelta con fastidio el hombre por tener que decir un hecho obvio. –La Familia se posiciona y empieza la matanza sistemática de los chavos que venden drogas.

–¿De los vendedores tradicionales?

–Exacto. Luego llegan los Beltrán Leyva y empiezan a matar a los de La Familia y los desplazan. Se posicionan, dejan las narco mantas, las cartulinas. Y hay una dinámica en todo Ecatepec, en todo el Estado de México, muy fuerte. Puedes ver los periódicos, ahí sale a cada rato. Y aquí te puedo decir que en la casa de al lado, recién mataron a dos chavos. Y a media cuadra, el año pasado se chingaron a otro. Y así. Ahora están los Guerreros Unidos.

–Pero se fueron luego de hacer el asunto de Ayotzinapa.

– ¡Nooooo! Apenas en las elecciones colgaron cartulinas en los puentes exigiéndole a Octavio [Martínez, candidato a la Alcaldía por el PRD] que cumpliera sus promesas. Aquí existe un vínculo directo, directo con la política y, obviamente, con los mandos judiciales.

 ***

–¿Ya ves, hijo? Mira, ve todos los peligros que hay en la calle –decía Guadalupe al Sebas cada que se sabía de un nuevo asesinato en los alrededores. –Yo no puedo ni dormir porque tú andas en la calle.

–A mí me gusta así y punto –respondía el muchacho, a quien la rabia le soplaba todo el tiempo al oído.

En 2007, según la propia familia, El Sebas hacía las compras de piedra para algunos policías municipales de Ecatepec adscritos a Valle de Guadalupe, cerca de Xalostoc. Eruviel Ávila concluía su primera Presidencia Municipal y se alistaba para volver al Congreso mexiquense.

Algo se descompuso en la relación con los agentes y, a partir de un momento de 2007, los mismos policías, en la misma patrulla, cada que se encontraban al Sebas en la calle, lo detenían, lo revisaban y, como siempre encontraban entre sus cosas algunas chiquitas, simulaban que lo presentarían en el Ministerio Público federal para luego liberarlo a cambio de algunos pesos y propinarle una golpiza.

Guadalupe mantuvo una peregrinación permanente en la agencia ministerial de San Agustín a donde llegaba con 500 pesos por delante para que soltaran a su muchacho. A veces los policías le explicaban que la detención obedecía a un asunto de drogas, otras por robo de alguna chuchería o por protagonizar algún pleito callejero.

–No mamá, déjeme –los hijos de Guadalupe le hablan a su madre de usted– yo aquí me quedo y hago faena y mañana salgo temprano.

Pero Guadalupe presentía que en cualquier momento habría de enterrar a su segundo hijo y hacía cualquier cosa por retenerlo a su lado, así que pagaba.

Según las versiones del barrio, un día de 2008 apareció en escena un muchacho llamado Ulises, El Pozoles o El Medusa, así apodado pues todo lo que tocaba lo convertía en piedra. El Medusa era un ladrón y vendedor ocasional de drogas, como muchos en el rumbo, que se hizo de un estéreo para auto robado y vendió en un sitio de taxis. Logró acomodarlo en 60 pesos, útiles para dos o tres piedritas o chiquitas.

La especialización local en esta droga, también llamada crack, es tal que los intermediarios de menor nivel ofrecen cátedra del cártel de origen de la cocaína base cocinada según su color y tamaño de los granos.

El Medusa caminó algunos pasos y, en la esquina, la patrulla dio vuelta. Los policías los detuvieron y les preguntaron por el estéreo, ofreciendo cada detalle del radio.

–¿Dónde está el autoestéreo que te acabas de robar, güey? –interrogaron.

–No, güey, si yo no me robé nada. A mí me lo dieron a vender –pretextó El Medusa.

–No te hagas pendejo, tú te lo robaste, güey –respondió uno de los uniformados y ya no le dieron oportunidad de decir más pues lo tundieron.

El Sebas pasaba por ahí.

–No, güey, ¿por qué le pegas? –intervino El Sebas.

–Por pinche ratero y te vale madres –repuso el policía.

–Pero no es para que le pegues así. Si quieres ahorita nos ponemos en la madre tú y yo.

–¿Sabes qué, Sebas? El pedo no es contigo. ¡Quítate de aquí, güey!

–Es mi amigo…

El Sebas se dispuso a pelear cuando escuchó, detrás, la voz de su madre.

–¡Vente, hijo, mira, vámonos para la casa, por favor! –suplicó Guadalupe.

Los policías subieron al Medusa a la patrulla y, antes de arrancar, el que se había encarado con El Sebas se dirigió a él.

–Ahorita voy a regresar por ti para que se te quite lo pinche hocicón y por pinche metiche te voy a refundir.

Y regresó. El Medusa, El Sebas y el comprador del estéreo fueron detenidos y encarcelados en el penal de Chiconautla.

Foto: Eduardo Loza

El tío de los hermanos Morales, en su negocio de Valle de Guadalupe, cerca de Xalostoc, Estado de México. Foto: Eduardo Loza

 ***

A pesar de su historial, para el récord oficial del sistema de justicia mexiquense, El Sebas debía ser tratado como un delincuente primerizo y así enfrentar la pena impuesta de cinco años y nueve meses de prisión. Interpuso un recurso de revisión de la sentencia y la condena disminuyó a cuatro años y nueve meses, con lo que quedaba sujeto al beneficio de libertad bajo caución, que los Morales Rodríguez cubrieron con algunos pesos rascados al bolsillo y un apoyo de la Fundación Telmex.

El Sebas pisó la cárcel, pero vivió ahí sólo dos o tres meses. Salió y a los pocos días fue a la iglesia a agradecer a Dios la libertad obtenida. Compró algunas cervezas y empezó a beberlas en la escalinata del templo. Se sentó y vio pasar a la patrulla de siempre. Los agentes bajaron, lo revisaron y, como no encontraron nada que pedirle, lo llevaron a San Agustín.

Lo presentaron por intento de robo y, aunque el supuesto afectado aclaró que sólo le había pedido dinero y que eran conocidos, El Sebas recibió una nueva condena. Esta vez de dos años.

Guadalupe volvió a Chiconautla. Ya conocía el sistema: cinco pesos por entrar, cinco pesos por no desnudarse y hacer sentadillas frente a las custodias por si es el caso que escondiera drogas en sus partes, cinco pesos si quería pasar con algún alimento, cinco pesos si se quiere evitar que el oficial meta la mano en esa comida, cinco pesos si el color de su ropa parecía estar fuera del reglamento, cinco pesos si en la consideración del guardia su rostro no se asemejaba a la imagen de sus credencial de elector, cinco pesos si quería una silla para sentarse en el patio… “Una manita”, así se le dice a este reiterado impuesto de cinco pesos.

–Conste que uno le pide nada, jefa, que usted me lo está dando –dicen los guardias favorecidos de las leyes no escritas, pero ampliamente difundidas por familiares de los presos mexiquenses.

El 31 de diciembre de 2010, El Sebas había cumplido su pena y sería liberado al día siguiente. Año Nuevo, hombre nuevo. Guadalupe se dirigió el último día del año para darle la bendición y decirle que todos lo esperaban para el recalentado del siguiente. Le rogó por no beber demasiado pulque, como se llama en la cárcel a una bebida fermentada con frutas, aunque no de maguey.

–¡Ay, Sebas! No se vayan a poner a festejar porque ya vas a salir, hijo. Mira, bendito Dios que ya compurgaste. Ya mañana te vas pa’ tu casa –dijo la madre. –Luego pasan cosas –reiteró la mujer, dueña de una poderosa premonición venida con la dolorosa experiencia.

–No, jefa, ¿cómo cree? –dio coba El Sebas.

La mujer dirigió una mirada pidiendo el apoyo del Checo, un reo amigo de su hijo, y se despidió.

A la mañana siguiente sonó el teléfono. Guadalupe respondió y se escuchó la advertencia de llamada proveniente de una prisión. La mujer aceptó recibir la llamada y, al otro lado de la línea, reconoció la voz agitada de uno de los compañeros de celda del Sebas.

–¡Ay, jefa! ¿Qué cree? Que hirieron a Sebas. Pero lo hirieron feo, feo. Ahorita ya lo sacaron, pero para mí que ya, ya no –dijo El Checo creyendo que hablaba con una hermana de Guadalupe. –Nomás no le vaya a decir a su hermana.

– ¡Ay, Checo! ¿Pues qué crees? Que soy yo.

Guadalupe voló al penal de Chiconautla y ahí le informaron que El Sebas estaba hospitalizado en una clínica de gobierno cercana al fraccionamiento Las Américas.

La recibió el médico.

–Fue una operación muy complicada, porque sufrió cuatro perforaciones en el intestino –explicó el cirujano sobre los daños más graves dejados por 11 cuchilladas.

–¿Me deja verlo?

–No, madre, porque ahorita cualquier virus que entre le puede causar la muerte. Regrese usted mañana.

El 2 de enero, la mujer entró al cuarto y encontró al muchacho inconsciente y esposado al barandal de la cama con parches blancos por todos lados, también en la cara y la cabeza, donde lo hirieron posiblemente con un pedazo de lámina afilada.

–Ya hicimos todo lo humanamente posible por él y ahorita lo único que nos queda es que no se infecte, porque ahí queda. Si mañana amanece vivo, ya la libró –reportó otro médico a Guadalupe.

Afuera, los hermanos del difunto Honguito y del moribundo Sebas esperaban a su madre.

La mujer rezó:

“Señor, te cambio mi vida por la de mi hijo Toma la mía, Señor y deja a mi hijo. Pero no es mi voluntad sino la tuya”.

 ***

El Sebas volvió a Chiconautla con la barriga tan llena de cicatrices que no se le veía el ombligo.

Guadalupe pidió permiso para llevar alimentos de mejor calidad al muchacho. Buscó al médico de la cárcel.

–Estas ratas son como perros… –respondió el otro. –No merecen ningún trato especial.

–Sí, doc, pero qué cree. Que sí mi hijo es uno de esos perros y hasta los perros se comen las migajas que tiran los amos de la mesa.

–Sí es cierto, jefa. Y por esa humildad que usted tuvo, tráigale la comida a su hijo, yo se la voy a pasar.

El Sebas sobrevivió y, tras terminar con el papeleo, fue dado de alta y puesto en libertad.

–Te pareces a mí, hijo, tienes carne de burro.

Apenas sintió que el alma le volvió al cuerpo, El Sebas comió carnitas, barbacoa y bebió cerveza como sólo le hubieran rascado la panza.

El domingo 19 de junio de 2011, Día del Padre de ese año, El Sebas cargó a su padre en vilo y le dio tres vueltas para demostrar al recuperación y salió a la calle.

“Dios, cuídalo y bendícelo. No te lo lleves, pero no es lo que yo quiera, Señor, si no tu voluntad”, murmuraba Guadalupe apenas veía la espalda de su hijo cruzar la puerta.

Poco después, un grito atravesó la cochera y se metió hasta la cocina en que Guadalupe cocinaba.

–¡Vaya a ver a su hijo! No se quiere venir y ya anda tomado.

–No, ¿por qué crees que a mí me va a hacer caso? No va a hacer caso, allá déjalo.

Guadalupe y su marido salieron a la iglesia para tomar misa con sus otros hijos y sus sobrinos, entre estos El Leo.

A la vuelta del oficio, los muchachos avisaron a Guadalupe que saldrían a un mercado sobre ruedas que se instala los domingos en la colonia San Felipe.

–No vayan a tomar, hijo, para que tu hermano no tome –dijo ella en el cálculo de que se encontrarían con El Sebas.

De regreso, los muchachos advirtieron que la borrachera del Sebas estaba más que subida de tono y que no lograron obligarlo a subir a un auto para que volviera a casa por miedo a lastimar su vientre.

Guadalupe sacudió la cabeza y encendió la televisión.

Al anochecer, una sobrina entró como un viento helado.

–Madrina, ve a ver al Sebas porque le pegaron.

–¿Sabes qué, hija? Ya se acabó, ya no más hija. Esto ya se acabó –lloró y llora.

“Fui y encontré a mi hijo en el piso. Lo abracé y todavía me miró. Entonces murió”.

Foto: Eduardo Loza

A El Sebas lo sepultaron en un ataúd económico y no hubo dinero para enterrar su cuerpo junto al de su hermanos, El Honguito. Foto: Eduardo Loza

 ***

La versión de consenso es que esa tarde, El Sebas subió a un microbús en que viajaban el conductor y su cacharpo. Les pidió dinero para cerveza y se lo negaron. Entonces El Sebas golpeó a los dos. Los transportistas arrancaron y, metros adelante, lejos del grupo con el que estaba reunido el muchacho, detuvieron el camión en actitud de reto.

El Sebas cayó en la trampa. Caminó hacia el vehículo y fue recibido a palos. El chofer y su ayudante subieron y se pusieron en marcha, pero El Sebas se levantó. El conductor se detuvo, echó marcha atrás a toda velocidad y atropelló al muchacho.

 ***

Juan Morales Rodríguez, el más joven de los hermanos, volvió al Ministerio Público para averiguar el avance en la investigación. Conocía a alguien en la oficina.

–La de tu primer sobrino ya caducó, ya no se puede hacer nada. Se quedó como en archivo muerto, algo así. Ahorita, la de tu otro sobrino la tienen estos judiciales, ve con la licenciada, dile que vienes de mi parte y que te comunique con ellos.

Juan caminó hacia un grupo de hombres y se dirigió al que parecía comandar al grupo, un tipo con el rostro cubierto de cicatrices.

–¿Policía judicial? –preguntó Juan. –Aquí traigo el tenis de mi sobrino.

–Pinche tenis, vale madres – respondió el otro con fastidio.

–Aquí están los pedazos del micro.

–Valen madres. ¿Traes carro?

–Sí, traigo carro –Juan apretó los puños y se contuvo.

–Bueno, llévame a ver quién dices tú que lo mató.

–No, yo no digo que lo mató. Eso es lo que nos dice la gente.

–Bueno, llévame, porque lo atropelló un microbús.

Subieron al auto y Juan escuchó al agente quejarse de todas y cada una de las cosas que un hombre puede quejarse en la vida.

“Esto es un desmadre”. “No se puede”. “Está bien cabrón. “Ustedes no se prestan para hacer las averiguaciones”.

–Mira, güerito, yo te voy a decir una cosa. ¿Quieres agarrar ese güey? Es bien fácil. ¿Ves ese pinche microbús? Ahorita yo voy y agarro al microbusero y lo acuso. Él no fue, pero él me va a decir quien fue y me va a decir en dónde está.

–¿Cómo, cómo? A ver explíqueme que no entiendo –lo provocó Juan.

–Sí, yo tengo mis métodos. Yo sé que ese güey, así con mis métodos me va a decir cómo y dónde está. Lo vamos a tener un ratito encerrado y le vamos a dar unos chingadazos y segurito que nos va a decir quién fue. Sí sale en una lana. Pero lo efectivo aquí son los métodos –insinúa un soborno.

–No mames, cabrón. ¿Van a agarrar un inocente, para agarrar otro culpable? No, yo no le entro.

–Ahí piénsalo. Ustedes tienen que conseguir los datos –pide el agente a la familia luego de varias vueltas por los paraderos y estacionamientos de microbuses. –Te dejo mi teléfono y cuando gustes.

–Ese es el trabajo que ustedes tienen que hacer. ¿Por qué nosotros lo tenemos que ir a hacer? –Juan opuso resistencia.

Al final, son él y sus hermanos quienes salieron a la calle a hacerla de policías investigadores.

PROMO-01

 ***

Un ataúd económico, de herrajes simples y forro de poliéster imitación satín, es vendido por el fabricante a la funeraria en 1 mil 350 pesos. El servicio de velación revende la caja hasta en 10 mil pesos, según el cálculo que el vendedor haga de las condiciones económicas y morales de los deudos.

–¡Pinches buitres! –exclama José Morales Rodríguez, El Pepino, tío del Honguito y El Sebas y padre del Leo.

Los Morales Rodríguez volvieron a caminar de negro y con la mirada clavada en el suelo al Panteón Jardín Guadalupano para el segundo entierro.

Desde entonces no fabrican el ataúd “Reina del Cielo”, porque ya no hay quien lo pague, así que lo acomodaron en una caja económica, también blanca. Hasta la muerte es cara en el Estado de México. No tuvieron los 20 mil pesos solicitados para comprar un lote disponible junto al primero de sus muchachos muertos, así que los hermanos que parecieran siameses quedaron separados para siempre.

La Procuraduría General de Justicia del Estado de México concluyó que El Sebas murió por una lesión traumática en el hígado ocurrida tras ser atropellado por un microbús. Nunca encontraron siquiera el número de placas del camión que lo habría golpeado ni contrastaron la versión con los testimonios de quienes presencian el homicidio.

Guadalupe fue y vino cada día durante semanas en bicicleta a la Agencia del Ministerio Público, en San Agustín, donde se radicó la investigación de la muerte de su segundo hijo.

–¿Qué pasó? ¿Que ha investigado? –le preguntaba el primer funcionario que la reconocía.

–¡Ah chinga! ¿Cómo que qué he investigado? ¿No se supone que ustedes son los que deben investigar?

–No, pero es que usted necesita investigar quién fue, a dónde está… es que hay muchos casos adelante del de su hijo… –y entonces el policía o agente le lanzaba una mirada sugerente entendida por Guadalupe como la ruta hacia un soborno y hacer el esfuerzo por dar con el asesino. Ella fingía no entender, pero entendía que nada avanzaría si no daba dinero.

Y no lo dio.

Guadalupe hizo las veces de perito y midió la altura del piso a la defensa de cada camión o microbús y estima la posición del hígado de su hijo.

–Las personas que estuvieron ahí dicen que lo subieron al micro y lo golpearon. Ya golpeado, lo aventaron a la calle, pero como él se levantó, el microbús regresó y lo atropelló –insistió Guadalupe con el agente del Ministerio Público, pero era como pretender un diálogo con el eco.

 ***

Guadalupe no insiste más. En vez de ir al Ministerio Público va a la iglesia.

–Tengo como 500 ahijados y donde quiera yo voy me dicen Madrina o Catequista y me besan, me saludan. Y yo siento que ahí mis hijos me están abrazando y me están besando –comenta en entrevista.

–¿Y este asunto también queda impune? –pregunto a la madre.

–Supimos que a mi hijo lo mató un hombre al que le dicen El Greñas. Hablé con la policía y se los dije, pero ya tampoco insistí porque no quise involucrar a los dos hijos que me quedan.

La mujer voltea la cabeza hacia un par de muchachos sentados junto a la máquina de coser en que confeccionan los forros de sus ataúdes. En esa máquina zurcieron los envoltorios de terciopelo ajustado al ataúd “Reyna del Cielo” en que enterraron a Alejandro y el de poliéster colocado en el féretro económico de Sebastián.

–Me dolió más que el otro, porque no supe tenerlo conmigo y evitar que el corazón se le pudriera de odio. Cuando muere mi hijo Sebas, yo si flaquee, ¿no? Como ser humano, maldije a quienes mataron a mi hijo: Los maldigo a ustedes, a los que les dieron la vida a ustedes y a toda su descendencia. Y yo sé que esa maldición llega. Y me dijeron: “Dios sabe por qué se llevó a tu hijo”. Y en el momento en que estaba haciendo oración dije: Señor, perdóname, perdóname porque yo no soy quien para maldecir a nadie y deja a mis otros dos hijos conmigo.

Los hermanos vivos tienen los ojos aguados. Lloran en sincronía con su madre. Uno de ellos se tatuó el nombre de sus hermanos muertos en árabe sobre el antebrazo derecho. El otro se hizo dibujar un ángel guardián en la pierna derecha.

–¿Y ese para qué es? –le pregunto al muchacho con bermudas.

–Pues… Para que me cuide, ¿no? –y hace ese gesto de quien se incomoda por decir lo obvio.

PROMO-02

 

H_MEXICO

CHIHUAHUA EDO-MEX GUERRERO SINALOA TAMAULIPAS

LA BALADA DE LA BALA: LA HISTORIA DE LEO EN EL SUR DE ECATEPEC

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Cuando El Honguito murió, a fines del 2000, el río de muertes del narcotráfico aún no represaba en el Estado de México. Las narcoejecuciones, las narcomantas, las narcocartulinas y los narcopolicías irrumpieron en la vida de los municipios mexiquenses en 2006 y 2007, cuando La Familia Michoacana y Los Zetas continuaron su guerra y expansión.

Iniciaba el Gobierno estatal del hoy Presidente Enrique Peña Nieto y Eruviel Ávila, hoy Gobernador y aspirante presidencial, concluía la primera de sus dos presidencias municipales e iniciaba la segunda de sus dos diputaciones locales.

Para los cárteles, el reclutamiento de consumidores, “halcones”, vendedores y sicarios fue pan comido ante la mayor población joven del país, un mar de chavos de las zonas urbanas populares con mínimas expectativas de desarrollo educativo y laboral.

Ahora el Estado de México es la entidad con la mayor alza de asesinatos de menores de 30 años, una tendencia constante desde 2007 a diferencia de los estados definidos por la violencia del crimen organizado –Chihuahua, Guerrero, Sinaloa y Tamaulipas– que muestran reducciones en su incidencia de homicidios dolosos para ese grupo de edad a partir de 2011.

En Ecatepec, municipio del Gobernador del Estado de México, estado del estado del Presidente de la República, han hecho base algunos de los cárteles más sangrientos de México, incluido el de los Guerreros Unidos.

Y de esto va la historia del Leo

TERCERA DE TRES PARTES

Foto: Eduardo Loza

El taller de la familia Morales en Ecatepec. Foto: Eduardo Loza

Ecatepec, Estado de México (SinEmbargo).- La doctora corre la cortina del separo en la sala de urgencias y contiene la respiración ante el rostro del Leo. Su padre, El Pepino, aprieta una mano del muchacho, aún consciente.

Es 22 de marzo 2013, un día extraño para llevar una chamarra negra de pluma de ganso en que El Leo está enfundado en la camilla.

–¿Fue un machetazo? –averigua la médica luego de enjuagar la cara del joven y ver la quijada expuesta.

Al padre, un veterano del barrio de Valle de Guadalupe, donde hace algunos minutos pasó un auto deportivo blanco escupiendo metralla, aún le rebota el ruido de la balacera en la cabeza.

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!, el tableteo quebró la tarde y El Pepino brincó de la miscelánea que en ese tiempo atendía a la calle con el nombre de su hijo en la boca.

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!, el cargador parecía que no se vaciaría jamás.

Entonces encontró al Roth con los ojos abiertos, inmóvil, y a su lado una cartulina naranja fosforescente firmada por Los Guerreros Unidos y con la advertencia a la Familia Michoacana, cártel para el que ha trabajado El Leo como vendedor de drogas en los límites del Estado de México y el Distrito Federal.

–Fue un balazo –informa El Pepino.

La especialista y alguna enfermera abren la chamarra y el pecho y abdomen quedan al descubierto como un campo minado: nueve tiros, además del recibido en la cara.

El Pepino jala aire. Ha visto sangre. Conoció las pandillas. Se lió a puñetazos. Vio morir a su sobrino Alejandro, El Honguito, y al hermano de este, El Sebas. Pero enterrar a los muchachos propios es otra cosa y esto se vuelve costumbre familiar en el Estado de México.

Retiran la chamarra y El Pepino la toma de inmediato. Sabe que la policía andará cerca y que si su hijo esa noche había salido vendido piedra su improbable sobrevivencia sería precedida por la cárcel.

Foto: Eduardo Loza

Los tatuajes en honor de los hermanos caídos… un ángel “para que me cuide”. Foto: Eduardo Loza

 ***

El Pepino comenzó temprano en la calle, antes de los 15 años de edad y se retiró pronto, poco después de los 18 años, cuando se casó. De su matrimonio nacieron seis hijos, El Leo fue el segundo de ellos.

–¿Qué diferencias encuentra usted en el barrio de ahora al que usted le tocó vivir? –pregunto al hombre cercano a sus 50, aún duro como un marro.

–Cuando nosotros fuimos chavos, siempre vivimos en el barrio. Aprendes a vivir en el barrio, a las costumbres del barrio y a consumir lo que te da el barrio. Entonces desde joven, yo te voy a decir, yo me juntaba con los más grandes. Tomábamos alcohol, fumábamos marihuana. Muchas veces me puse con cemento. Pero, ¿sabes qué? No se veía tanto esto, ¿me entiendes? Sí, pues el amiguito que fumaba mota iba y se escondía para darse su toquecito, ¿no? Y tú de chamaco decías vete para allá, güey, vete para ya y ahora no.

–Había pandillas, ¿no?

–Noo… mmta, mmjj, mmjj. Gracias a Dios nunca pertenecí a ninguna. No me gustó. A mí siempre me gustó vestir diferente. O sea vestir bien. No me gustó andar así de pues piezas de pachuli, y que acá. No pues la verdad no. Acá andaban, de las famosas, “El Quinto Patio”, “La Huaca”, “Los Apestosos Punk”, “Los Machetes”, “La Tabiquera”, “Los Pañales”, “Los Condones”…Hablamos nomás de Chamizal, Valle de Guadalupe, San Agustín, San Pancho, La Estrella.

–Había violencia pero uno tenía la percepción de que la violencia era diferente. ¿Tal vez era menos mortal?

–Sí, sí. Era menos mortal porque a la banda de antes tenía otra educación, o sea sí eras el malo y sí podías matar, a lo mejor sí acuchillabas a un güey, ¿no? Pero ahora ya no. Ahora cualquier chamaquito trae  el cuete, y cualquier papá de cualquier chamaquillo agarra y le dice: “Ahí está la pistola y vuélale la madre al que sea, güey.” Esa es la inconsciencia de los padres.

–Si a  su hijo le hubieran tocado sus tiempos, ¿estaría vivo?

–Pues quién sabe, porque también era una vida era una vida loca, ¿me entiendes? También era una vida de que todos los días te arriesgabas, que andabas aquí, andabas allá, te ibas lejos, ya venías a deshoras de la madrugada, había veces en que nos llegabas. Pero era otro tipo de vida, ¿me entiendes?

Nunca he criticado a una persona porque sea adicta, porque sea homosexual, porque sea lo que sea. Yo nunca he criticado a las personas, siempre he dejado que cada quién sea como es. Hoy en día, el chavo de hoy en día, raro es el chavo que se mete en una cosa buena. Raro es el chavo, es lo que te estoy diciendo. Porque la droga lo jala. “Hola amiguito, sabes qué vámonos caminando y ya te traigo el cuete.”

–Ustedes si dijeran a una estimación, de 10 chavos que andan por aquí circulando en el barrio de entre 16 y 25 años, ¿Cuántos cree que traigan fogón?

–Siete.

–¿Y en sus tiempos?

–Pues uno, ¿verdad? Era muy raro. Hay más armas de fuego y hay más violencia. Un arma te da un resto de valor y, ¡Puta! Traes un arma y te sientes Dios, la neta. ¿Ajá? Entonces eran otros tiempos, yo nunca les he inculcado a mis hijos… Mira el hijo que se va a torcer, se tuerce solo y te aclaro: yo no les inculco la violencia, no les inculcó a que sean malas personas. Les inculco el trabajo y todo. Que ellos no lo quieran seguir es otra cosa, ¿no? Pero yo el ejemplo se los doy, o sea yo no quiero que mis hijos sean… sean que como yo, ¿ajá? Y mi peor pesadilla está aquí, está aquí.

–¿Cuál es su peor pesadilla?

–Pues mi peor pesadilla era que mis hijos agarraran el alcohol, agarraran las drogas. Y pasó.

–¿Qué pasó?

–Mira, en sí, el problema con mi hijo, el que falleció, Leonardo David Morales Limas, le decían El Leo, era que, pues que lo quisimos de más. No le supimos dar la orientación necesaria o a lo mejor yo nada más se lo daba de palabra.

Foto: Eduardo Loza

Al Leo lo quisimos de más, y la flojera lo orilló al vicio, dice su padre. Foto: Eduardo Loza

 ***

El Leo nació el 6 de noviembre de 1986. Dejó de estudiar al terminar la secundaria, como muchos de los muchachos de por aquí. La explicación recurrente es que sus familias no cuentan con los recursos económicos para continuar con una educación que, al terminar con una licenciatura, llevará al mismo desempleo que se sufre al salir de la secundaria.

–¿Cómo era El Leo?

–Pues era un chavo normal… Lo que pasa es que nosotros nos pasamos de echarles la culpa al papá y a la mamá. Le dábamos coba y al hijo, cuando le das coba, ¿cómo se vuelve? Se vuelve flojo. “Ah que mi mamá está peleada con mi papá, voy con mi mamá. Ah que mi papá está peleado con mi mamá, voy con mi papá”. Nosotros tuvimos la culpa de que el niño se comportara de esa manera. ¿Sí? ¿Por qué? Porque permitimos… El peor vicio que permitimos fue… ¿Cuál es el peor vicio del mundo? La flojera, el no hacer nada. Ese es el peor vicio del ser humano y de ese vicio se nos vienen otros vicios.

“No le exigíamos ni que tendiera la cama. El así como se paraba, salía para afuera, ¿no? Y a cotorrear y a estar echando la hueva, ya sabes. Echar la chelita y la chingada. Empezó a consumir piedra. Antes de que consumiera piedra, tenía el vicio de la mona.

–¿De qué edad estamos hablando?

–Tenía unos 15, 16 años, ¿no? Trece cuando agarro la mona –dice en referencia a los inhalantes, generalmente tíner. Ya más grande le dio al vicio de la piedra. Esto era nada más ahí, en la cuadra, entonces empezó a mezclarse con este güey, El Quetza.

–¿Y qué pasó con El Quetza?

–Empezó a ayudarle a vender.

PROMO_ECA_01

 ***

En el sur de Ecatepec la historia del Quetza es bien conocida. Fue un distribuidor local de drogas en los tiempos anteriores al arribo de La Familia Michoacana y posiblemente ajusticiado por este mismo cártel cuando impuso la ley de que los narcomenudistas sólo podrían vender su cocaína, piedra o marihuana. Incumplir el mandato sería castigado con la muerte.

Los Morales Rodríguez saben que El Sebas, el segundo de sus muchachos en morir asesinado, también trabajó para El Quetza durante algunas temporadas. Lo mismo hicieron unos 20 o 25  muchachos, muchos muertos, otros presos, unos más locos. Los menos sobrevivieron.

El Quetza “murió por una intoxicación de plomo”, bromean en el barrio en referencia a los treinta y tantos balazos que le dieron.

También en las calles se sabe que el empleador del Quetza fue un tío suyo, un policía federal de apellido Sierra, también asesinado durante la ocupación michoacana, en el pueblo de Xalostoc, el mismo sitio del que salió el Gobernador Eruviel Ávila.

–Él traía la merca y él le daba de vender a los morros. Ya empaquetada y todo: “¿Sabes qué? A ti te voy a dar mil piedras.” O te daba 500, según la confianza –explica un amigo del Leo.

–A Leo, ¿cuántas les daba?

–Pues sí le daba varias.

–¿Cientos?

–Mmmj.

–Eso en cada vez.

–Mmjj.

–¿Más o menos cuántas?

–Más o menos unas 100, 200. O sea, porque él no trabajaba de lleno con El Quetza. Él nomás trabajaba de vez en cuando.

– ¿Cuánto dinero puede traer en la bolsa un vendedor de por aquí?

–Puede traer mucha lana,  mucha lana. ¿Tú te imaginas cuanto es el dinero de mil piedras? De a 50 pesos cada piedra. Échale pluma: 50 mil varos.

– ¿Cuánto le queda al vendedor por piedra?

–Cinco varos por piedra. Son bien hijos de la chingada. Tú como vendedor, si eres adicto, te chingas eso y más, y luego la chelita. Se te acaba ahí.

–Un vendedor que ande recio por aquí, ¿cuántas piedras vende en una noche?

–Ahorita ya no. Ya no tantas. En ese tiempo que estamos platicando sí se vendía como pan caliente. Mil o 2 mil piedras en una noche. Estamos hablando de una noche de pasadero de jueves, viernes, sábado y domingo. Eran los días puercos.

–Haz de cuenta que estábamos en las tortillas, cuando se acababa decían, espérate, ahorita no hay. Veinte o treinta cabrones formados en la fila –interviene otro exempleado de La Familia.

– ¿En qué avenida? –pregunto.

–En la Gustavo Díaz Ordaz –así nombrada en referencia al Presidente de México entre 1964 y 1970, responsable de la masacre de jóvenes del 2 de octubre.

–Entonces, se formaban, cabrón –recupera la voz el primero de los exvendedores. –Yo te estoy hablando no namás de jóvenes: venían señoras, señores, jóvenes, niñas, chavas. ¡De todo! Se formaban para cuando llegara la merca. ¡Pun, pun! Y la patrulla: ira, dando vueltas así –en tiempo corresponde con las presidencias municipales de José Luis Gutiérrez Cureño, electo por el PRD, y del actual Gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila Villegas.

–¿Y la tiendita qué era?

–La tiendita era una casa y luego ya empezaron a vender en la calle. Cuando se cierra la cola, era en la calle. Era lo mismo del otro lado de la Hank González –avenida así nombrada en honor del exgobernador mexiquense y patriarca del Grupo Atlacomulco–: colonias Sagitario, Zapata, Polígonos, Valle de Aragón. Y lo mismo en la San Felipe y CTM, que son del Distrito Federal –era Jefe de Gobierno Marcelo Ebrard, quien reiteradamente negó la presencia de los cárteles en la capital del país.

La zona fue fraccionada, una parte, por el torero Silverio Pérez, quien luego de matar toros se acomodó en la política del norte del Estado de México. Otra porción fue fragmentada y sus servicios gestionados por Marcela González Salas, una política mexiquense cercana a Peña Nieto.

–En todas esas colonias, ¿cuántas tiendas calculan ustedes que había?

–Había como unas 50 y cada tienda con su cola.

PROMO_ECA_02

***

En medio de su adicción y tras la muerte de su primo El Sebas, El Leo se enamoró de una muchachita, La China, una jovencita querida por la familia del muchacho porque no utilizaba drogas e hija de una familia conocida de toda la vida por los Morales Rodríguez.

La China aceptó el cortejo y consiguió un empleo para El Sebas como demostrador de lunes a viernes en una tienda de herbolaria en el centro de la Ciudad de México.

Un sábado de 2013, El Leo salió a la calle y se encontró a Iván, El Antena, otro vendedor de la zona así apodado que habría ganado su apodo por dos razones: porque recibió 14 tiros y se levantó o porque uno de esos balazos le destrozó los huesos del brazo derecho y el traumatólogo le colocó un voluminoso aparato metálico y externo.

Debido a la lesión, El Antena no podía contar el dinero de la venta de las drogas y ese sábado debía pagar a La Familia Michoacana por la venta de la semana pasada, así que pidió ayuda al Leo y se reunieron en una tienda del rumbo. Terminaron la cuenta, El Antena se fue y llegó El Roth, otro del grupo.

Un auto deportivo blanco da vuelta a la esquina. Frena frente a ellos y dos hombres bajan con las .9 milímetros listas.

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! El Pepino escuchó y voló a la calle con el nombre de su hijo en la boca.

El Roth cayó primero. Herido, El Leo se recargó en la pared y se resbaló al suelo. Uno de los sicarios avanzó hacia El Roth, acercó el arma y jaló una vez más el gatillo. Fue un tiro inútil: antes había recibido seis tiros en la cabeza que ahora remataba el matón.

–¡Le dieron a Leo, le dieron a Leo! –escuchó El Pepino que le gritó una verdulera mientras corría hacia su hijo.

El Leo jadeó y el pistolero dio media vuelta. Acercó el cañón a la cara del muchacho.

¡Pum!

Antes de volver al auto acomoda, junto al Roth, una cartulina naranja fosforescente: “Vamos por ti Pony. Atte. Los Guerreros Unidos”, se leía en referencia a José María Chávez Magaña, jefe de la Familia Michoacana en el Estado de México, quien sería detenido el 2 de julio de 2014 en Tejupilco, municipio mexiquense colindante con Tlatlaya, donde el Ejército acribilló, dos días antes de esa captura, a entre ocho y 15 supuestos miembros del mismo cártel.

SMITH Y ALMA: ASESINATO POR RAPTO EN EL EDOMEX

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El feminicidio en el Estado de México es peculiar. A diferencia de otras entidades, en el estado del Presidente Enrique Peña Nieto la masacre de mujeres no se concentra en unos cuantos municipios, sino se extiende en todo el territorio.

Ellas mueren de la peor manera en los municipios populosos del Valle de México o en los pequeñitos de las regiones rurales, en los pobrísimos o en los que gozan de un desarrollo humano equiparable al de Europa, en los que limitan con Puebla o en los contiguos a Querétaro.

¿Es suficiente la declaratoria emitida para los 11 municipios más poblados?

Una manera de responder es con la muerte de Smith, una vida en el ardiente del sur mexiquense, una tierra tomada, desde años, por el narcotráfico de Michoacán y Guerrero.

Foto: Eduardo Loza

Janet Smith, asesinada en Luvianos, Estado de México. Foto: Eduardo Loza

Luvianos, Estado de México, 10 de julio (SinEmbargo).– Alfonsa supo de la muerte de su hija porque un regidor municipal de Luvianos pasó por el caserío de Caja de Agua y se detuvo frente al borlote de su casa. Se asomó y miró a la muchacha desvencijada, doblada sobre sus piernas con la sien izquierda hecha un manantial rojo.

El funcionario supo que la difunta era Smith, la hija de Alfonsa. Entre sollozos, vecinos y policías llevaron al hijo de Smith a una tienda Liconsa, programa de apoyo social del gobierno federal. Jaime, marido de Smith y padrastro del pequeño, no aparecía por ningún lado. Lo habían visto por la tarde, ya ebrio y en el billar del pueblo. También estaba ausente la pequeña hija de ambos.

–Avísale a Alfonsa –pidió el regidor a una hermana suya, vecina de Alfonsa, pero no la encontró.

“Cuando llegué ya venía queriéndose hacer oscuro y vi un carro. Me pararon y me subieron. Me empezaron a platicar, pero no me quisieron decir nada. Nomás me dijeron: ‘La andan buscando, le van a decir algo, pero es mejor que se allá’”.

La vecina tenía alrededor un torbellino de comadres. Nomás entró Alfonsa a la casa, el cuchicheo cesó, como si se apagara una televisión con estática.

–Dile tú –pidió una a otra de menor edad.

–No, dígale tú –desvió esta hacia una mujer más grande.

Alfonsa tuvo certeza de la tragedia, pero supuso que había caído sobre el menos de sus hijos migrados a Estados Unidos.

–¡Tiene diabetes! –susurró una más en voz baja, pero tan tensa que lo mismo hubiera dado si lo gritara.

–Le pegaron… –quiso animarse una.

–¿Qué pasó? ¡Ya díganme! –exigió Alfonsa.

–No ps, la verdad… lo que pasa…

–Necesito que usted se quede tranquila, que se controle pa’ poder decirle.

–¿Le pasó algo a mi hijo Emilio?

–No, comadre. No. Emilio está bien.

–¿Entonces quién?

–Su hija.

–¿Qué hija? –pensó Alfonsa primero en Alma.

–Ps… Que le pegaron.

–¿A quién comadre?

–Y la verdad ya ve usted que no se da cuenta que por aquí anda la gente… Ya sabe: la gente mala –sugirieron a los narcotraficantes que andan en guerra lanzándose cabezas como si fueran granadas.

–¡¿Pero a quién, comadre?!

–Ps… le pegaron a Janet Smith.

En Luvianos, tal vez por extensión del lenguaje usado en la cacería de tigrillos e iguanas, pegar es dar un tiro. El niño de Smith, entonces cercano a los cinco años, aseguró que su padre recargó un cuernito en la cabeza de su madre y luego disparó.

Foto: Eduardo Loza

Alfonsa, la madre de Smith, su hermana y su hijo. Foto: Eduardo Loza

***

Alfonsa es una de esas personas sin recuerdos independientes del trabajo. Apenas caminó sin apoyo, debió hacerlo entre los surcos de la diminuta parcela familiar. En cuanto tuvo oportunidad, huyó de esa miseria y se refugió en la pobreza extrema de Cipriano, el padre de casi todos sus hijos.

La mujer gira los ojos cuándo busca algún dato dentro de su cabeza. Se esfuerza, pero no hay mucho. Aparenta 65 años y todavía le falta un tramo de tres años para los 50. Alguna partícula de belleza aún destella en sus ojos oliva oscura.

“Yo me vine vivir con mi marido bien chica. Él y yo somos de aquí, de Luvianos. Yo iba a cumplir… Demoramos en casarnos, porque cuando yo me casé ya iba cumplir 15 años. No recuerdo en qué año fue eso”.

Alfonsa alumbró su primer hijo en la Cruz Roja de Naucalpan. El segundo en la casa de una tía, asistida por una partera con cara de pasa recargada en la esquina de la habitación en que la muchachita gritaba. La tercera nació en Santa Cruz, municipio de Luvianos. “Nació bien, sin problemas. No estaba bonita, pero tampoco fea”.

Smith fue nombrada así por la inexplicable certeza de sus padres de que ése es nombre de mujer y no apellido de gringo. Janet Smith Estrada González nació el 15 de enero. “No me acuerdo del año. Tenía 25 años cuando le pegaron, cuando la mataron”.

–¿Qué sintió usted de tener a la niña?

–Pues… bien.

–¿Le gustó?

–Puessss… Sí –Alfonsa responde con extrañeza ante el interés de alguien por lo que piensa y siente.

Smith aprendió a leer y escribir en un caserío cercano llamado Salitre de Rodríguez. No mucho tiempo después, pero sí varios hijos adelante, Cipriano dejó a Alfonsa.

“La verdad no recuerdo tampoco cuánto tiempo estuvimos juntos… Nos dejó… me dejó a mí. Está con otra. Creo que con ella también tiene hijos. Todavía estamos casados por la Iglesia”. Mira sus huaraches de plástico partidos de tanto paso sobre polvo ardiente.

–No son de él –interviene una niña sentada en una barda de cemento con cara redonda y manía por sorberse los mocos todo el tiempo. Bajo su playera violeta y estampada con el perro Snoopy se evidencia una barriga.

–La niña que acaba de llegar y esos otros no son de mi marido. Pero él me dejó primero –se envalentona Alfonsa.

El brillo en su mirada se apaga de inmediato: el padre de esos muchachos también la abandonó.

***

Smith terminó la primaria y quedó convertida oficialmente en mujer de casa. Alfonsa insistió a su hija la necesidad de concluir la secundaria. La madre aseguró que trabajaría más, igual que cuando se esmeró para que los dos varones anteriores finalizaran el nivel medio. Pero en ese momento resultaba imposible costear los útiles escolares. Una calculadora para la clase de matemáticas sería un lujo inalcanzable.

Alfonsa estaba embarazada y lo volvería a estar varias veces más.

–No mamá, me voy a trabajar para apoyarla, para ayudarle –resolvió la niña con 13 años de edad.

Y se fue a trabajar como empleada doméstica de un vecino y ahí se estacionó durante seis o siete años. Algún conflicto hubo y Smith se quedó en la calle y ahí mismo consiguió empleo como cocinera de puestos de comida sobre la banqueta. Se enamoró de un muchacho menor de edad con afición por las drogas y maltrato a las mujeres. Cuando se atrevió a dejarlo ya había nacido su hijo Alberto.

Buscó resguardo con Alfonsa, pero de inmediato se le vio que ahí todo le recordaba a la miseria de la que huyo una década atrás. Apenas lo conoció, Smith, de 23 años de edad, aceptó hacer vida con Jaime, entonces alrededor de los 40: piel morena clara, delgado, boca grande, bigote, cejas tupidas.

“Siempre la golpeó. Apenas se juntaron y ya le pegaba. Hasta la pateó en el estómago embarazada de su niña. Ese día, yo andaba en la calle y me encontré alguien que me dijo: ‘tu hija está en el hospital, que se va aliviar’. Ahí pasamos toda la noche, pero no se iba a aliviar. Tenía una amenaza de aborto porque el fulano ese le dio en la panza”.

Foto: Eduardo Loza

Imagen de la casa materna en el Edomex. Foto: Eduardo Loza

***

Una de las calamidades de Smith fue la absoluta impericia de su marido para jugar billar. El coctel Molotov quedaba completo con mucha cerveza y algo de cristal, de metanfetaminas. O de cocaína. Una niña que le sobrevivió describe cómo el hombre se reclinaba sobre un cristal espolvoreado y lo aspiraba por la nariz. Entonces los ojos y las venas del cuello se le ponían como las de un caballo tras el primer varazo en una carrera parejera.

En realidad, aún sin perder en el billar, beber hasta dar tumbos o esnifear como los paisanos con ida y vuelta a Estados Unidos verbalizan la inhalación de la droga, Jaime de la Sancha Sánchez es un hombre de mecha corta, de humor tan caliente como la tierra de Luvianos en que nació, creció y mató.

¿Cómo era el matrimonio de Janet Smith y Jaime de las Sancha? Una hermana de menor de Smith, Alma, una niña con 13 en ese momento lo atestiguó todo. No sólo como expectante, sino como protagonista. Jaime la tenía forzada a vivir con ellos y era así porque de esa manera le resultaba más simple abusar de la menor.

Cuenta Alma:

“Nos tenía amenazadas. Me llevó de 13 años y me ordenó que no hablara con mi mamá ni con mis hermanos porque me iba a golpear muy feo y no sé qué tanto. Pero de todos modos yo con qué les hablaba. No tenía el número de nadie ni a dónde hablar.

“Me decía: intentas hablarle a ti familia, di algo o haz algo o te pego a ti o voy y mato a todos. Así me decía. Yo de todas formas cómo les voy a hablar. No tengo su número. Decía: o que ellos te anden buscando y que tú sepas y te quieras ir, primero voy y mato a todos, y ya después a ti, me decía.

–¿Viste cómo golpeaba a tu hermana?

–Les pegaba a las dos juntas –interviene Alfonsa.

–Varias veces, sí –apuntala Alma. –Me golpeaba, me sangraba. Con la mano cerrada –la niña muestra el puño.

–¿No había nada que hacer? –se le pregunta a Alfonsa.

–Decía que nos iba matar a todos –solloza Alma.

–¿Qué lo hacía enojar tanto, Alma?

–Se iba a Luvianos con dinero y lo perdía todo en el billar. Llegaba tomado, drogado y enojado. Respiraba un polvito blanco por la nariz. Lo respiraba diario, también tomaba diario. Siempre lo llevaban en una camioneta gris con los vidrios negros. No sé si sea narco, pero sí es malo. Él tenía un puesto de discos. No era de él, sino de un compadre suyo.

Jaime tuvo cinco hijos. A uno de ellos, estudiante de primaria, lo desproveía del cheque de Oportunidades. Con los demás las cosas no eran mejores. Alma narra otras dos muertes “accidentales”.

Alma reproduce la versión del hombre golpeador:

“Una niña suya iba corriendo y se pegó en la puerta, en su cabecita y de allí empezó a convulsionar. No pudieron hacer nada y murió. Y otro niño se sentó a comer. Tenían sillas altas y se subió, no se sentó bien. Cayó y se pegó en su cabecita”.

Si esto fue así o no es algo que nunca preocupó al Ministerio Público del Estado de México.

–¿Que tan seguido le pegaba a tu hermana? –se le pregunta Alma.

–Diario. Se despertaba y ya le estaba pegando. Por nada se enojaba. También al niño… el niño una vez… –mira al pequeño con actitud de madre y en la práctica lo es–. Fue un accidente, él no sabía nada, y le quebró una antena de conejo de televisión. El niño empezó a jugar con los piquitos en la tierra haciendo rayitas. Él lo encontró y se enojó. Le pegó a él y a ella también. Los pateó. Él niño tenía cinco años. A mí me pegó varias veces también.

–¿Tú sabes qué es el abuso sexual?

–Sí –sorbe por la nariz. Llora.

–Lo sabe por él. Abusó de ella –adelanta Alfonsa.

–¿Desde qué edad?

–Me llevó de 13 años.

–¿Y abusaba de ti en la misma casa en la que vivía con tu hermana?

–Sí.

–¿Tu hermana se daba cuenta?

–Varias veces sí se dio cuenta.

–¿Intentabas defenderte?

–Sí, pero no había nadie.

–¿Qué edad tienes ahora, Alma?

–Catorce. Los cumplí el dos de mayo.

***

“La verdad quería y no quería ir por su cuerpo. Ya se había ido la luz del día. Fui abajo con un primo para que me llevara en su carro y él no me quiso llevar, por lo mismo de los malos. Y para saber si fue alguna compuesta entre ellos. Ninguno quiso. Me vine a llorar con mi hijo, uno que tiene siete años”, recuerda Alfonsa la noche del 21 julio de 2011.

Un conocido de la cabecera municipal pasó junto al caserío. La mujer imploró y aceptó acercarla. Llegaron a la delegación de la policía cinco minutos después del traslado del cadáver al anfiteatro de Tejupilco, demarcación dividida en dos para dar origen al municipio de Luvianos en 2002.

El hijo de Smith, el niño que describiera a Jaime como autor del asesinato de su madre, estaba encargado en una tienda de abasto popular del gobierno. De la niña nadie sabía nada.

La noche ya estaba bien entrada y llovía. El hombre que había acompañado a Alfonsa no quiso continuar. El riesgo resultaba doble: salir en la oscuridad, propiedad del crimen organizado, y conducir bajo el agua por la carretera angosta y sinuosa.

Sin dinero, la mujer sólo tuvo la opción de regresar a casa con el huérfano.

A la mañana siguiente, Alfonsa averiguó qué documentación necesitaría para reclamar los restos de Smith. Todos los papeles estaban en casa de la difunta. Pidió ayuda de alguna autoridad para entrar y buscarlos.

(“La mató en una salita, en su casa, un salita los sillones de plástico negro. La pared está toda salpicada y el sillón también. Tienen una alfombra y mi hija cayó de cabeza ahí. A un lado de la orilla de la alfombra hay también la sangre y todo eso”).

Alfonsa recuperó las actas de nacimiento y demás y volvió al camino de lodo en las mismas condiciones que la noche anterior: no tenía dinero.

Buscó comunicación con uno de sus hermanos residentes en Estados Unidos. Aparte del costo de trasladarse a Tejupilco y la mordida que ahí debería pagar quedaban los costos pendientes del traslado del cuerpo, el ataúd, la misa, la cripta, la cruz, el sueldo del enterrador…

“Por fin llegué al Ministerio Público. Me trajeron de aquí para allá. Que lo del forense, que la muerta, que la caja”.

–¿A qué viene? –le preguntó algún funcionario sin distraerse para verla a los ojos.

–A reconocer y a recoger a m’ija.

–¿Cómo sabe que es su hija?

–Pues me imagino que ha de ser la que golpearon ayer.

–Véngase, sí está segura que ella es la niña.

“Me pasaron allá y vi que era ella. Tenía sangre aquí –entre el ojo izquierdo y la sien–. Mi hija no estaba vestida. La tenían en la plancha, así, desnuda. Rajada desde aquí hasta acá –se lleva un índice de la barbilla al ombligo.

“La caja y las mortajas sí las compramos. Pedí ayuda con uno de los regidores del ayuntamiento. Me apoyaron con una caja, pero al mismo tiempo que echaron a mi hija, se desclavó. Entonces me la cambiaron, pero me pidieron 400 pesos. La vestí de blanco, con la mortaja que le compramos”.

Foto: Eduardo Loza

El hogar que Alfonsa mantiene en el municipio de Luvianos. Foto: Eduardo Loza

***

La mujer lleva a cuestas seis o siete niños, hijos o nietos, incluida la muchacha embarazada. Alfonsa debe sacarlos adelante con el lavado y planchado de torres de ropa ajena a razón de 35 pesos la docena. Cuando logra emplearse como trabajadora doméstica recibe 100 pesos diarios, equivalentes a dos kilos de huevo, uno de tortilla, una lata de chiles y una Coca-Cola de dos litros.

De algo sirven los cheques del Programa Oportunidades del Gobierno federal. Y eso es todo: Alfonsa y su marabunta infantil carecen de animales y parcela para medio llevar la vida con el autoconsumo. La casa en que viven es un cajón de adobe dado en préstamo por una comadre. Nadie ahí viste algo que no sea regalado. Todos calzan huaraches de plástico a los que el polvo igualó con el color de los tobillos. Algún escurrimiento de un venero es lo que se tiene como agua potable.

Alfonsa tampoco es mujer de muchas certezas, pero las que tiene son inamovibles. Los hombres son violentos, las mujeres son sumisas y el gobierno es algo de otra galaxia. Estudió hasta quinto año de primaria. “No muy bien que digamos, pero sí sé leer y escribir, aunque hago la letra muy arrebatada”.

Cuándo alguno de los niños o la mujer enferman acuden con un médico particular. No hay más. Alfonsa refiere un médico de nombre Abraham, quien cobra 500 pesos por consulta, incluso las subsecuentes al diagnóstico que le hizo de diabetes e hipertensión. Lo mismo hace con sus niños. Una opción, cuando está abierto y puede ir a Luvianos, es recurrir a un consultorio del Dr. Simi donde una médica general garrapatea el nombre de algún medicamento que la mujer surte en la farmacia de la misma empresa.

–¿Y si necesitaran hospitalizarse? ¿Usted ha necesitado estar en el hospital?

–Nomás cuando me aliviaba de mis hijos.

–¿Y sus hijos han necesitado estar en el hospital?

–Sí, no tiene mucho. Uno de mis hijos que va en la primaria, en cuarto, le picó un alacrán y sí me lo tuve que llevar al hospital de Luvianos –en referencia al centro urbano del municipio. –Sí demoramos para irnos, porque aquí no había carros. Hasta que pasó uno nos subimos, pero como la verdad no tomé tiempo ni nada, no sé. Cómo 40 minutos de aquí allá. Ya estaba, ora sí que… Ya ve que el alacrán es como… Pues sí, ya estaba para morirse. Ya estaba morado. Se estaba asfixiando. Y todavía demoró  para reaccionar, porque todavía le pusieron sueros y vinimos a dar aquí ya en la noche.

–¿Aquí no hay clínica?

–Ahí está una, pero doctor no hay diario y no tienen las inyecciones para alacrán.

–¿En dónde le picó?

–Andaba por allá en la milpa. Le picó en el dedo. Tenía 10 años de edad.

***

Luvianos es una muesca al sur del Estado de México hendida en los límites de Michoacán y Guerrero, en la región conocida como Tierra Caliente. Luis González y González, historiador y fundador de El Colegio de Michoacán, describió así a esa nación interior:

“De las épocas que fue lumbre (por el origen volcánico del suelo), todavía retiene la temperatura calurosa. Se le dice Tierra Caliente con sobrados merecimientos, por razones muy justificadas. Según algunos es susceptible de hacer huir a los mismos diablos; según otros, basta con rasguñar un poco el suelo para sacar diablitos de la cola. Unos y otros afirman haber visto difuntos terracalenteños condenados al purgatorio que volvieron por su cobija.

“La Tierra Caliente es un país tropical, en medio de mala reputación, distante de las rutas máximas del tráfico mercantil (…) Por su débil situación respecto a las veredas del hombre, se le estampó el epíteto culto de la Última Tule y el apodo popular de fondillo del mundo”.

Las explicaciones son las esperadas: las mujeres son entendidas, incluso por las instituciones, como un género vulnerable y naturalmente sujetas pasivas de la violencia. Golpear a las mujeres en el sur del Estado de México es una condición propia de la virilidad. Permanece la costumbre políticamente aceptada de que las mujeres vigilen bien que su autoestima se mantenga baja.

“Si le pegas a tu mujer luego te la tienes que coger. No puedes nomás pegarle. Luego hay que cumplir”, filosofó un hombre con camisa blanca y abierta hasta el ombligo, bigotes largos y ralos y sombrero con un cintillo negro en la corona. Ese es el estilo en la Tierra Caliente. “Mujer que trabaja, de pendejo no te baja”, continuó el hombre, sentado frente a un grueso consomé de chivo ardiente por lo caliente y por lo picante, remedio que, confiaba, le exorcizaría la cruda.

Antonio Jaime Juárez es procurador de la Defensa del Menor y la Familia de Luvianos. Explica que muchos hombres, perceptiblemente más que en las zonas urbanas, prohíben el desenvolvimiento profesional de sus esposas e hijas con el argumento del descuido de los hijos y de las labores del hogar, sus dos funciones prioritarias, únicas en muchos casos. Se es en función del servicio a un hombre: al padre, al marido, al hijo.

En los hombres subyace el temor de competir en el aspecto económico y de reconocimiento laboral. Los niños crecen con la certeza de que las niñas son personas subordinadas a su género.

“En primaria y secundaria existe mayor presencia de mujeres, pero en los niveles superiores cambia la proporción. Los pocos profesionistas que tenemos casi todos son hombres. En los casos de violencia, las mujeres llegan conmigo y se quejan que el Ministerio Público, cuando se entera del problema, no hace nada. Si no llevan lesiones evidentes nomás no da seguimiento. Hasta que ven una situación verdaderamente grave se preocupan por iniciar una carpeta de investigación.

“Conozco más casos de violencia intrafamiliar contra las niñas que contra los niños. Y es aún más frecuente que las niñas sufran violencia sexual por parte de algún familiar que los niños. De 10 asuntos que atendemos de maltrato infantil, dos involucran abuso sexual contra una niña. La mayor parte de las veces el agresor no sufre consecuencias”.

–¿Por qué?

–Muchas veces no se encuentran pruebas suficientes en los casos de abuso sexual. Algunas son situaciones que ocurrieron desde tiempo atrás y al momento de acudir al Ministerio Público el argumento de las autoridades es que requieren evidencia precisa, por ejemplo, rastros de semen, lesiones vaginales recientes.

El fuego del narco en Luvianos es el mismo de Guerrero y Michoacán. En el juego de alianzas y traiciones se disputan el terreno La Familia Michoacana, porciones de los Beltrán Leyva, Los Zetas y Los Caballeros Templarios de Michoacán apoyados con el Cártel de Sinaloa.

Las mujeres enfrenten nuevas formas de abuso ante la radicalización del machismo. El crimen organizado está poblado de hombres que refrendan una y otra vez su hombría con el ejercicio de la violencia. Pero esta lógica también produce un efecto que pudiera entenderse contrario: “algunas mujeres acuden a los grupos de delincuencia organizada para pedir protección o castigo al responsable de una agresión en su contra en vez de hacerlo con la autoridad”, comenta el funcionario municipal.

Simplemente existe la percepción que el ajusticiamiento es más eficaz que la justicia.

Foto: Eduardo Loza

Foto: Eduardo Loza

***

El agente del Ministerio Público de Luvianos citó a Alfonsa. Pidió documentación y le instruyó ir a Toluca para continuar con la denuncia y la búsqueda de la hija de Smith y Jaime.

–No puedo ir a Toluca, no tengo dinero. Trabajo y mis hijos van a la escuela –repuso Alfonsa sin despertar interés alguno del funcionario.

Jaime reapareció al final del novenario. Encontró la casa de una hermana de su suegra en Tejupilco y casi tumbó la puerta.

–¡Voy matar a tu hermana y a sus papás y a sus hijos! ¡Los mato a todos si no me entregan a Alma! –bramó.

“Aquí nunca quiso venir ese fulano. Aquí ya sabe que andan esos hombres… Los malos”, susurra.

–¿Los malos? ¿La Familia Michoacana?

–Ajá.

–¿Ajusticiarían al hombre que mató a su hija?

–Ajá. Los malos.

Jaime no cesó.

–¿Dónde estabas cuando mataron a tu hermana? –se le pregunta a Alma.

–Yo estaba en México, con un hermano mío. Me escapé de casa de Jaime cuando salí de sexto de primaria. Mi hermano vino y me dijo que si me iba para allá con él. Y sí, sí me fui y allá estaba con él.

–¿Ya estabas embarazada?

–No.

–¿Cómo fue, entonces, que te pudo embarazar ese hombre?

–Ella se había ido con mi hijo a México –explica Alfonsa–. Jaime la quería y mató a mi otra hija para quedarse con ella. Nos amenazaba con que si no la entregábamos nos iba a matar a todos. Yo no sé cómo dio con ella, pero la encontró y se la cargó –en referencia a su hija Alma.

–¿Tú ya sabías que la había matado él? –a Alma.

–Ya me habían dicho mi prima Minerva y mi hermano.

–¿Y cómo fue que te llevó? ¿Estaban en el DF?

–Sí. Yo iba con mi sobrino chico a la tienda y no sé… Llegaron varios carros con hartos hombres y me dijo: “¡Súbete o mato al niño!”. Me lo arrebató y yo me subí para que lo dejara –gime la niña.

–¿Cuánto tiempo estuviste en esa casa, cuánto tiempo te tuvo robada?

–Un año.

–¿Y usted qué hizo ese año? –se le pregunta a Alfonsa.

–Nada, porque yo no sabía dónde estaba, si ella vivía o no vivía, si estaba con él.

–¿No fue usted al ministerio público para decir que Alma estaba desaparecida?

–Sí, aquí con el licenciado de Luvianos. La verdad les dije que no podía saber si estaba con él porque no sabía dónde estaba. Por eso fue que el licenciado no le puso nada en las hojas que llevamos allá.

–¿Cuánto tiempo tienes de embarazo, Alma?

–Cuatro meses. Cuando supo que estaba embarazada me dijo que me asesinaría luego de que me aliviara de su hijo.

***

Alma quedó enclaustrada en Toluca, en la casa de una hermana Jaime, donde también tenían retenida y oculta a la pequeña hija de este hombre y Smith.

–¡Déjame ir, por favor! –suplicaba la jovencita a esa mujer de nombre Yolanda.

–No puedo. No puedo.

Alma encontró alguna oportunidad y escapó. Se ocultó con sus tíos en Tejupilco. Jaime de la Sancha enloqueció y tomó camino hacia el sur.

La noticia subió de pueblo en pueblo y de caserío en caserío hasta el cajón de adobe en que vive Alfonsa. Alma se guareció en la presidencia municipal de Tejupilco y los demás buscaron ayuda en con los policías judiciales.

El tío político de Alma encontró a Jaime rumiando en una jardinera frente a la alcaldía, a pocos metros de la niña por la que justificaba su locura.

–¿No vas a venir por la chamaca?¿No la quieres? Yo te la vengo a entregar –le propuso.

Jaime encegueció. Caminó hacia la ofrenda de la jovencita. Llegó él seguro de que se iba a llevar a la chamaca. En cuanto llegó, lo rodearon los policías. Lo llevaron preso a la cárcel de Temascaltepec. Era la segunda semana de agosto de 2012.

El caso pareciera sencillo, pero las circunstancias lo complican todo. El abogado de oficio que lleva la defensa de Jaime argumenta que la declaración del hijo de Smith es inverosímil por su edad e inducida por la asistencia que el niño tuvo de una psicóloga durante la audiencia.

Sacando pesos de la nada, la mujer ha buscado a un funcionario –no especifica qué cargo tiene y sólo se refiere a él como “el licenciado” –quien le heló la sangre:

–Si no muestra más pruebas, él va a salir –le ha advertido como si la responsabilidad de la investigación e integración de la acusación fuera de ella y no suya.

–Licenciado no sé si me quiera ayudar, pero, ¿qué más pruebas quiere? Ella violación y secuestro y la otra asesinato. No es justo licenciado. ¿No basta con lo que hizo con mi hija? De Alma me dijeron que la tenía que llevar a donde fueron los hechos, a donde la violó él, allá en Toluca. ¿Y cómo la llevo, si dinero no tengo? De perdida me gasto 500 pesos. Y eso no comiendo nada.

–¿Están viendo a Alma en el hospital? ¿Ha venido alguien a verla a ella?

–No.

Continúa Alfonsa:

“Me mandan para el con un licenciado que se llama Juvenal no sé qué. No he podido ir, no tengo dinero, tengo a mis hijos en la escuela y trabajo para ellos. Andamos viendo lo de la niña de Janet Smith en el DIF.

“Será que me ven sin dinero, pero yo no lo quiero libre, porque nos va a fregar más. Eso se lo buscó él, yo no lo delaté porque haya querido. Tengo miedo que ahora sí venga y ahora sí nos mate a todos”.

Foto: Eduardo Loza

El recuerdo de Janet Smith. Foto: Eduardo Loza

***

El gobernador Enrique Peña Nieto, nacido el 20 de julio de 1966, celebró su cumpleaños 45 en la víspera del asesinato de Smith. Visitó Chimalhuacán, uno de los municipios más pobres y en que el odio a las mujeres se expresa con mayor crueldad en el Estado de México.

El asunto era la entrega de un hospital materno-infantil. A su lado sonreía Angélica Rivera, vestida con un chaleco rojo, ya en plena carrera hacia Los Pinos. El eventual candidato presidencial quiso alcanzar el templete, pero resultó imposible.

“¡Estas son las mañanitas, que cantaba el Rey David, hoy por ser día de tu santo ter las cantamos aquí. Despierta, Quique despierta (…)”!, estalló una espontánea multitud de mujeres.

El político tardó media hora en llegar al micrófono. A todas saludó, a todas besó.

Cuando al fin logró su cometido y tomó el micrófono, dijo que había inaugurado una nueva forma de hacer gobierno. Que el cumplimiento de los compromisos era el sello de su administración.

“Agradezco aquí la presencia de miembros de mi familia, en la celebración de mi cumpleaños. Hoy recordaba hace un momento con Angélica, mi esposa, que esta celebración siempre hemos querido compartirla con la gente del Estado de México, con la gente a la que nos debemos, la gente que nos dio su mandato hace seis años para cumplir y servirle al Estado de México.

“Y por eso, ¿qué mejor manera de celebrar este cumpleaños, que hacerlo al lado de nuestra gente, al lado de la gente que nos ha depositado su confianza, y poder honrarla cumpliendo compromisos?”, apuntó.

Enrique y Angélica develaron la placa de la obra pública con la indicación de que se trataba del compromiso cumplido número 600.

Y el mismo día en que Smith murió asesinada, el gobernador Peña Nieto estuvo Tejupilco, del que hace pocos años se desprendió Luvianos para convertirse en municipio independiente.

Pero el feminicidio de Smith pasó desapercibido. La preocupación política mexiquense estaba centrada en la campaña negra lanzada por el PAN.

En Monterrey, a casi mil kilómetros de distancia, los panistas desplegaron espectaculares alusivos al regreso del PRI a la gubernatura de Nuevo León a manera de advertencia de la vuelta de este partido a la Presidencia de la República. La propaganda mostraba los rostros de los gobernadores Rodrigo Medina y Enrique Peña.

“Sobre este tipo de campañas, realmente ni me ocupan en este momento porque yo creo quien incurre en campañas sucias, denostativas (sic), con señalamientos que denigran la política”, dejó Peña Nieto inconclusa la frase. “No es la forma de hacer política. La política se prestigia a través de un debate y de una actitud constructiva y positiva. Sí, crítica, cuando deba de darse, pero con sustento”.

Horas después, Alfonsa suplicaría a quien se encontraba para que la llevara a recoger el cadáver de su hija. Días después, el asesino se llevaría plagiada a otra de sus hijas, una niña, a Toluca, capital del Estado de México. Ahí abusaría durante todo el año siguiente, el mismo en que la escena del hospital de Chimalhuacán se reprodujo miles de veces.

CIFRAS MUESTRAN QUE EPN MINTIÓ EN EDOMEX PARA NO EMITIR ALERTA DE GÉNERO

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Foto: Cuartoscuro

El feminicidio en México ha repuntado, y en el Estado de México las cifras, aun maquilladas por autoridades, son alarmantes. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 11 de julio (SinEmbargo).– El peor momento para la vida de las mujeres mexicanas es el presente.

Entre 1990 y 2011, período utilizado para el estudio que aquí se expone, la tasa de asesinatos por cada 100 mil mujeres indica que es 2011 el que muestra el dato más elevado en el país.

Las cifras utilizadas se componen a partir de las bases de datos de mortandad la Secretaría de Salud federal, conjuntos estadísticos integrados mediante las actas de defunción redactadas por los médicos que certifican cada muerte ocurrida en el país.

¿Por qué no utilizar las cifras proporcionadas por las procuradurías de justicia de los estados? Porque en México el índice delictivo es una composición propagandística hecha a la mediada de un proyecto político, invariablemente interesado en mostrar un escenario halagüeño a favor del jefe de los procuradores estatales y del federal: los gobernadores y el Presidente de la República.

El Ministerio Público del Estado de México mintió con respecto a la dimensión de los feminicidios en la entidad cuando fue gobernada por Enrique Peña Nieto. La Procuraduría de Justicia del Estado de México presentó datos falsos en su argumentación contra la declaratoria de alerta de género en la entidad.

La reciente tipificación del delito de feminicidio en los diferentes estados del país, incluido el Estado de México, se redactó con la suficiente ambigüedad para que los ministerios públicos resolvieran atender algún caso de asesinato con evidente odio hacia la víctima sólo por ser mujer como un homicidio doloso, homicidio culposo –sin intencionalidad– o hasta suicidio –sin pena para nadie, excepto para la muerta y su familia.

“Que nadie diga que en el Gobierno del jefe se asesinan a las mujeres”, parece ser la consigna entre los jueces y fiscales mexicanos.

Pero los datos acumulados por las Secretarías de Salud federal y de los estados a partir de lo que los registros civiles muestran que las cosas son bastante diferentes a las presumidas en los discursos políticos.

Si bien nada garantiza la ausencia de manipulación política, lo cierto es que por cada muerto conocido existe un acta de defunción que aporta varios detalles de las causas del deceso, incluida la causa y, en teoría, algunas circunstancias del fallecimiento.

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*Tasa por 100 000 mujeres residentes en la entidad

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Muerta por muerta y ataúd por ataúd, en el Estado de México mueren más mujeres que en el resto del país.

Lo gobernadores del Estado de México y sus procuradores han argumentado siempre que la elevada cantidad de niñas, adolescentes, adultas y ancianas victimadas en su territorio se debe a que es la entidad, y con mucho, más poblada del país. Esto es cierto, pero sólo lo último: los municipios mexiquenses conurbados a la Ciudad de México y en el Valle de Toluca están sobrepoblados gracias a su nula planeación urbana.

Pero, respecto de las asesinadas, la simple aritmética muestra otra cosa.

En el periodo de referencia se levantaron 32 mil 172 actas de defunción por muertes de mujeres ocasionadas por agresiones. Sólo en el Estado de México se elaboraron 7 mil 749 de esas causas.

Dicho de otra manera: mientras el Estado de México posee actualmente el 13.5 por ciento de la población del país –a la vez, máxima participación histórica en el volumen poblacional–, ahí se cometieron la cuarta parte de los asesinatos de las mujeres.

Durante poco más de una década, Ciudad Juárez, Chihuahua, mantuvo la atención nacional e internacional debido a los casos de mujeres asesinadas y desaparecidas.

La brutalidad con que los asesinos actuaban sólo era comparable a la ineficacia con que las autoridades de ese estado fronterizo reaccionaban. Entre 1993 y 2005, el gobierno de ese estado admitió el asesinato de 379 mujeres, dato controvertido por el Colegio de la Frontera Norte y la Comisión para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres de la Secretaría de Gobernación que documentaron la ocurrencia de 422 feminicidios.

La cantidad de asesinatos de mujeres resultaba inexcusable. Entre 2000 y 2006, distintos organismos internacionales emitieron 140 recomendaciones a México por la violación de los derechos de las mujeres de los cuales, 63 se dirigieron a la atención específica de los feminicidios en Juárez.

De 1993 a 2005 se pronunciaron los y las titulares de la Relatoría Especial sobre Ejecuciones Extrajudiciales, Sumarias o Arbitrarias de la ONU; la Relatoría Especial sobre la Independencia de Jueces y Magistrados, también de Naciones Unidas; la Relatoría sobre Derechos de las Mujeres de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos.

Las actrices Jane Fonda y Salma Hayek aprovecharon su coincidencia en la Ciudad de México, en 2006, para participar en una de las presentaciones de la obra teatral Los Monólogos de la Vagina y pronunciarse contra el horror vivido por las mujeres de Juárez.

En esos mismos años, en el Estado de México murieron con violencia una cantidad diez veces más de mujeres: 4 mil 379.

Si se comparan las tasas de defunciones por agresiones a mujeres por cada 100 mil mujeres, se observa que el Estado de México ha mantenido un copioso desfile de féretros de mujeres, aunque con un discreto descenso coincidente con la explosión de asesinatos de hombres y mujeres en todo el país a partir de 2008, al cuando resultaban evidentes los estragos ocasionados por la política antidrogas instaurada por el entonces Presidente Felipe Calderón.

ECA_GRAF_02Para colocar el análisis en coincidencia con el mandato estatal de Enrique Peña Nieto, quien gobernó su estado entre 2005 y 2011, durante esos años los médicos del país certificaron 12 mil 23 asesinatos intencionales de mujeres de los cuales, 1 mil 997, es decir, el 16 por ciento de las registradas en esos años a nivel nacional.

Peña Nieto gobernó el Estado de México entre el 15 de septiembre de 2005 y el 15 de septiembre de 2011. Las estadísticas obtenidas no desglosan la cantidad de eventos mensuales.

Imposible saber cuántos miles de huérfanos, viudos, madres y padres quedaron en el desconsuelo y sin justicia, dejados a merced de agentes del Ministerio Público y policías judiciales sólo interesados en parasitar durante algún tiempo a las familias de las muertas antes de enviar sus casos al archivo muerto.

El peor año de esa serie fue 2005 y el segundo año más enlutado fue 2011. Estos dos datos permiten una conclusión: Peña Nieto recibió un enorme problema que no resolvió y así lo transmitió a su sucesor, Eruviel Ávila Villegas, a quien además toca lidiar con el crecimiento de la violencia del crimen organizado en el estado.

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Los años comprendidos entre 1990 y 2011 muestran la vocación del Estado de México de ser el lugar en el que más mujeres se asesinan en México.

En esos 21 años, la entidad ocupó en 11 ocasiones el primer lugar en tasa de mortandad por agresiones a mujeres.

Durante las pasadas dos décadas en ningún otro lugar de México la vida de las mujeres ha corrido más peligro que en el estado del que es originario el presidente de la República.

Esta posición fue ocupada de manera ininterrumpida entre 1990 y 1997. En ese período, la entidad tuvo tres gobernadores: Pichardo Pagaza, hoy consultor privado de asuntos públicos; Emilio Chuayffet, en el presente secretario de Educación Pública, y César Camacho Quiroz, hoy presidente nacional de PRI.

El mayor registro de feminicidios recayó nuevamente durante 2000, 2001 y 2003, durante el gobierno de Arturo Montiel Rojas, tío y predecesor de Peña Nieto, quien recibió el gobierno en 2005, año en que el peor lugar para ser mujer en el país fue, nuevamente, el Estado de México.

A los procuradores de Justicia mexiquenses tampoco les ha venido dejar su estado bañado en sangre de mujer. Alfonso Navarrete fue fiscal estatal entre 2001 y 2006: fue nombrado por Arturo Montiel y ratificado por Peña Nieto es actualmente secretario federal del Trabajo. Alberto Bazbaz, a quien tocó administrar el caso de la niña Paulette, que si no fuera trágico resultaría meramente ridículo, le toca ser hoy titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda o, dicho de otra manera, luego de no encontrar a una pequeña niña muerta en su propia cama le encargaron rastrear el dinero del crimen organizado en todo el mundo.ECA_GRAF_03

La serie estadística muestra cómo la posición del Estado de México se desplaza hacia abajo en concordancia con el incremento de homicidios producidos durante la estrategia contra el narcotráfico.

En 2006, la entidad de Enrique Peña del país se situó en la segunda posición nacional con una tasa de 3.7 muertes de mujeres por agresiones por cada 100 mil mujeres en el estado. En 2010, año de la mayor mortandad relacionada con las reyertas del crimen organizado y las autoridades durante el pasado sexenio, colocó al Edomex en el lugar 13 del listado con la misma tasa de 3.7.

Y en 2011, último año de gobierno de Peña Nieto, quien concluyó su gestión el 15 de septiembre de ese año, la situación empeoró. La tasa creció a 4.3 y la entidad se colocó como el undécimo lugar con más homicidios de mujeres.

¿Debajo de qué estados se posicionó el Edomex?

De Chihuahua –que es en esos años que vivió la peor masacre femenina y no durante la década antepasada en que Ciudad Juárez se significó como un pueblo asesino de sus mujeres–, Guerrero, Nayarit, Nuevo León, Sinaloa, Durango, Colima, Baja California, Morelos y Tamaulipas: todos estados en que los narcotraficantes viven y mueren en guerra permanente.

Este aún no es el caso del Estado de México, aunque esa entidad asciende aceleradamente en el número de ejecuciones propias del crimen organizado.

La siguiente tabla muestra las fluctuaciones porcentuales en los asesinatos de mujeres en el Estado de México entre 1990 y 2011. El comportamiento es evidentemente errático.

Como se observa, entre 1990 y 2004 ocurrió una reducción constante de las muertes por agresiones mujeres. Con respecto al período gobernado por Peña Nieto, el descenso parece retomar su tendencia natural hasta 2008, cuando, al igual que en otros estados, la tasa de mortandad por asesinatos retoma el incremento.

No existe ninguna otra explicación para esta situación que las consecuencias visibles de la estrategia de combate al narcotráfico emprendida por Felipe Calderón. Y se debe subrayar que Enrique Peña Nieto continúa con la misma política, acaso diferenciada en las pautas de información de la situación siendo el gobierno priista aún más opaco que el panista.

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El Estado de México es complejo en todos los sentidos. Una de sus peculiaridades es la diversidad de sus regiones. Es difícil pensar en una entidad más heterogénea en términos económicos y sociales. Por eso es tan llamativo el comportamiento del feminicidio y la conclusión es que la muerte violenta de las mujeres en el estado del Presidente es un problema generalizado.

Para efectos comparativos y de análisis, se utilizaron las series estadísticas de defunciones entre 1990 y 2011 en 17 estados de todas las regiones del país, incluido el Edomex.

El Estado de México sólo ha estado dos años debajo de la media nacional, 2010 y 2011, en coincidencia con la mayor alza de las narcoejecuciones en México. De manera congruente con lo anterior, las tasas feminicidas en los sitios más asolados por las disputas entre los cárteles se observan disparadas hacia arriba en esos años.

Hasta 2006, el Estado de México fue un sitio con mayor índice de asesinatos de mujeres que Chihuahua. Nunca antes de la actual crisis de seguridad, ni durante los años en que el mundo entendió a Juárez como el peor lugar para ser mujer, la proporción de mujeres asesinadas en el estado fronterizo superó al registro porcentual mexiquense. En 1993, cuando comenzó la matanza en el desierto juarense, en ese municipio la tasa cerró en 1.9; en el Edomex fue más de cuatro veces superior.

Ahora, sin minimizar la tragedia de las mujeres chihuahuenses durante las décadas antepasada y pasada, el presente en Chihuahua en verdaderamente grave. Las condiciones que llevan a la muerte violenta de mujeres en esa frontera reclaman un nuevo y exhaustivo análisis aparte.

El Distrito Federal, considerado durante décadas como el peor lugar del país en términos de seguridad, jamás ha superado al Estado de México en muertes violentas de mujeres. Lo mismo ocurre con Michoacán, ni siquiera en el presente y a pesar que este último estado parece al borde del colapso.

El Estado de México posee grandes zonas industriales, al igual que Nuevo León, estado con una clara mejor calidad de vida y que rebasó la tasa feminicida mexiquense hasta 2011. Coahuila, también con un crimen organizado altamente confrontado, sólo en 2010 ha vivido más asesinatos de mujeres que el Edomex.

Chiapas es sumamente más pobre que el Estado de México y sitio de tránsito de mujeres migrantes centroamericanas, altamente vulnerables, pero sus tasas feminicidas están lejos de cualquier comparación con las mexiquenses. Lo mismo ocurre con Quintana Roo que, como el Edomex, tiene municipios con población indígena sumidos en la pobreza.

O Jalisco, enlistado junto con el Estado de México como uno de los más poblados del país: las mexiquenses deben temer más que las jaliscienses.

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DE NORTE A SUR, DE ESTE A OESTE

Durante el sexenio de Peña Nieto, sólo en nueve de los 125 municipios de la entidad la tasa de asesinatos a mujeres cerró en cero.

En Chihuahua, el estado con más asesinatos de mujeres en ese período, 19 de 67 municipios no registraron casos. Los números cuentan una y otra vez que en ese estado de la frontera norte, la muerte violenta de mujeres se desbocó a la par de la explosión de asesinatos relacionados con el conflicto social iniciado por el ex Presidente Felipe Calderón.

En Jalisco, asiento histórico de los capos sinaloenses, escenario de guerra de cuatro cárteles del narcotráfico antagónicos –Beltrán Leyva, Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios y Jalisco Nueva Generación– la tasa estatal en 2011, la más alta desde 1990, se ubicó en 3 cerrado. Quizá visto de manera aislada sería preocupante, pero en ese estado sólo en 34 de sus 125 municipios se registraron asesinatos de mujeres.

¿Qué ocurre en el extremo sur de México? Para efectos de comparación se eligió Chiapas, uno de los tres estados más pobres del país, tomado por asalto por el cártel de Los Zetas y lugar de paso anual de miles de migrantes mujeres y niñas centroamericanas. Ahí, en 2011, la tasa feminicida cerró en 1.1. En esa entidad, se registraron asesinatos de mujeres en 23 de sus 119 demarcaciones.

Esta es otra peculiaridad del feminicidio mexiquense: se asesinan mujeres en municipios híper poblados o en los que sólo cuentan con algunos cuantos de miles; en los que limitan con el Distrito Federal, Guerrero, Puebla o Querétaro; en los urbanos y en los rurales, y en los ricos y los pobres.

Por presentar un ejemplo, Atlacomulco, municipio de origen del Presidente, cuna del grupo político que rige al Estado de México –y ahora al país– vivió en 2010 uno de los peores años para las mujeres. La tasa de asesinatos de ellas se ubicó en 5.1; ese año, ninguna de las 16 delegaciones políticas de la Ciudad de México alcanzó tal nivel.

El análisis estadístico comprende el mismo período, de 1990 a 2011. El peor año en ese lapso para Juárez, Chihuahua, fue 2010, año en que esa frontera fue la ciudad más violenta del mundo. Fue entonces que 54.9 mujeres fueron asesinadas por cada 100 mil mujeres habitantes en ese sitio. En Zacazonapan, Estado de México, la tasa de 1991 ascendió a 78.9 y la de 2005, año en que Peña Nieto inició su gubernatura, el mismo municipio alcanzó el número de 56.2.

Ninguna oficina de la ONU, ninguna instancia internacional, ninguna actriz reconocida en el mundo entero ha dicho: “¡Basta a los asesinatos de mujeres en Zacazonapan!”. Ni en Zacualpan (tasa de 42.2 en 1994, año en que el promedio nacional fue de 3.1), ni en Texcalyacac (52.1 en 2003 contra 2.5 en el país), ni en San Simón de Guerrero (48.9 en 1991, 45.4 en 1994, 43.8 en 1996 y 38.4 en 2006, ya en pleno Gobierno de Enrique Peña Nieto), ni en San Martín de las Pirámides (28.6 en 2011, cuando la media mexicana fue de 4.5 y año en que Enrique Peña Nieto hizo una espectacular clausura televisada de su gobierno para luego dirigirse en sentido literal y figurado a la Presidencia).

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NENAS Y ANCIANAS

Otro rasgo peculiar del feminicidio mexiquense es la variación de las edades de las víctimas.

También a partir de las estadísticas vitales, se produjeron las tasas de asesinatos de mujeres por cada 100 mil mujeres en función de los 18 grupos quinquenales de edad establecidos para los análisis demográficos. Igualmente se analizó el período comprendido entre 1990 y 2011 y, para este caso, se seleccionaron ocho entidades para mostrar el contraste.

Para esta perspectiva de análisis se obtuvieron en total 2 mil 128 y la cuarta más alta de todas, incluidas las de los estados fronterizos, está en el Estado de México.

Los sitios más conflictivos por el trasiego de drogas y delitos agregados muestran una clara tendencia en los asesinatos de sus mujeres situadas entre los 15 y los 54 años de edad, caso de Chihuahua.

En el Estado de México se observa el primer pico hacia arriba en el conjunto de niñas menores de cinco años; el último con una marcada tendencia alcista es el de mayor de edad: ancianas con 85 años o más.

Entre las 2 mil 128 casillas producidas, se observa que en 1990, para todas las edades, el Estado de México registró un promedio de 9 asesinadas por cada 100 mil mujeres habitantes. Las viejitas de 86 años o más mostraron una tasa que obligaría a una reflexión profunda de lo que ocurrió en ese lugar: 62.2. Este número sólo fue superado en la muestra estudiada por Chihuahua, que en 2010, año en que fue la entidad geográfica más violenta del mundo, para los tres grupos de mujeres comprendidos entre los 20 y los 34 años de edad.

Los siguientes cuadros muestran los grupos de edad con propensiones superiores a las promediadas en sus respectivos estados y años. Se ajustó el período a los años comprendidos entre 2005 y 2011 para mostrarlos en coincidencia con el sexenio de gobierno mexiquense de Enrique Peña.

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ESTRANGULADAS

Las feministas consultadas sobre las causas del feminicidio en el Estado de México coincidieron en acusar la “extrema violencia” con que las mujeres son asesinadas en ese sitio.

Las actas de defunción proporcionan un acercamiento numérico a los últimos momentos de las asesinadas. En consecuencia, los bancos de información de la Secretaría de Salud son una galería de los horrores.

Entre 2000 y 2011 se reportaron 3 mil 583 defunciones por agresiones de mujeres con residencia en el Edomex. El número más alto de homicidios, con 449 casos, se perpetró por “ahorcamiento, estrangulamiento y/o sofocación en vivienda”. En este caso, la forma de la muerte esclarece las condiciones de la vida: maltrato rutinario de un marido, amante o novio convertido en asesino con sus propias manos.

Esta forma de matar, el estrangulamiento, es y por mucho la más socorrida por los asesinos de mujeres en el Estado de México. Sin importar el sitio en que ocurrió el crimen –casa, calles, carreteras u otros sitios no especificados–, durante los 11 años antes referidos, 854 mujeres fallecieron de esta manera. Además, 116 murieron ahogadas mediante sumersión, 105 fueron arrojadas desde algún sitio elevado, 244 fallecieron atacadas con arma blanca y 41 perdieron la vida quemadas.

Es el contacto físico lo que llama la atención, porque la relación muestra que 807 asesinatos de mujeres ocuparon un arma de fuego.

VIOLACIONES

Durante la investigación de campo y la revisión hemerográfica para la realización de este trabajo periodístico, se encontró que un aspecto recurrente en el feminicidio mexiquense es la violación de las víctimas anterior a su asesinato. Las bases de datos de la Secretaría de Salud consultadas no orientan si, previo al homicidio, la mujer sufrió un ataque sexual.

Como medio de aproximación, se puede echar un vistazo a las Cifras de Incidencia Delictiva del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Se advierte que las series se elaboran desde los reportes de las Procuradurías estatales y no consideran los delitos totales, sino una fracción de estos: sólo los que fueron denunciados.

Existen distintas aproximaciones a la cifra negra del delito de violación. Algunos especialistas apuntan a que la fiscalía conoce uno de cada cuatro casos y otros extienden el margen a uno de cada diez o menos.

¿Qué explica la baja denuncia del delito? Que ocurre con frecuencia dentro de casa, que socialmente se mantiene el estigma de vergüenza sobre las víctimas, que las niñas y mujeres son revictimizadas por el Ministerio Público y a la escasa perspectiva de justicia que las víctimas en general tienen en México.

Entre el mes que Peña Nieto inició su mandato en el Estado de México y el mes en que concluyó su gubernatura, más de 17 mil 500 mujeres acudieron a la autoridad para denunciar una violación en su contra, según los datos del Secretariado.

ECA_GRAF_10De acuerdo con estos datos, uno de cada cinco ataques sexuales en el país ocurrió en el Estado de México entidad que, nuevamente, posee el 13 por ciento de la poblacción

La muerte de mujeres en el Estado de México también se explica en que ahí, más que en ninguna otra parte del país, ellas sufren toda clase de maltratos dentro y fuera de sus casas.

Y esto también tiene medida.

(IN) JUSTICIA MEXIQUENSE

No sólo los números de la Secretaría de Salud encienden la alarma.

El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio muestra que de los mil 719 casos informados por la mitad de las procuradurías estatales –la otra parte negó la entrega de la información–más de 27 por ciento ocurrieron en el Estado de México.

Otra preocupación es la impunidad.

La Comisión Estatal de Derechos Humanos informó que en 2010, desde el inicio de la administración de Peña Nieto y hasta agosto de ese año pasado, 672 mujeres fueron asesinadas con alevosía y ventaja, muchas de ellas tras ser torturadas y violadas.

Nueve de cada 10 asesinatos quedaron sin castigo.

El incremento de cuerpos encontrados en la vía pública aleja aún más la posibilidad de su resolución.

Dos terceras partes de esos crímenes son definidos como de “extrema violencia”, por María de la Luz Estrada Mendoza, coordinadora del Observatorio Ciudadano Nacional contra el Feminicidio. Crece la tortura y la violencia sexual. Los asesinatos por asfixia han rebasado los perpetrados con arma de fuego. A pesar de los señalamientos, las autoridades mantienen el discurso de que se trata de problemas aislados de violencia familiar.

“No se investiga, ni siquiera lo hace la Fiscalía especial recién creada”. Las autoridades evaden o reducen esta violencia a situaciones domésticas, que si bien es un problema, eso no exonera a las autoridades de su responsabilidad y de garantizar la vida de las mujeres.

“El gobierno busca su exoneración al definir el problema en la cultura machista que, si bien existe, no se reduce al hogar, sino alcanza a los operadores de justicia. Los funcionarios deberían ser sancionados, porque no investigan, porque hacen mal las consignaciones. Y esto tampoco ocurre”.

Mendoza subraya la necesidad de crear, como ocurrió en Chihuahua, redes de apoyo familiar y de la sociedad civil que presionen al estado a investigar los asesinatos y dar prevención y protección efectiva a las mujeres. “De lo contrario, el feminicidio seguirá en crecimiento”.

LA VIOLENCIA EN EL EDOMEX ALCANZA A TODAS LAS MUJERES; NINGUNA SE SALVA

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Ciudad de México, 12 de julio (SinEmbargo).– La última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) fue levantada del 3 de octubre al 11 de noviembre de 2011, pocas semanas después de la conclusión del mandato mexiquense de Enrique Peña Nieto.

Las cifras obtenidas por la encuesta son un gigantesco retrato del miedo y la tristeza: de 24.5 millones de mujeres casadas o unidas de 15 y más años en el país, poco más de 11 millones, han vivido algún episodio de maltrato o agresión en el transcurso de su vida conyugal, “cifra reveladora de un alto índice de violencia de género”, apunta el estudio  elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

El informe resultante muestra que 2.8 millones de mujeres casadas o unidas en el país han sido agredidas físicamente por su pareja a lo largo de su relación ascienden: 25.8 por ciento de todas las violentadas han debido voltear la mirada cuando alguien les nota un ojo morado, han huido cojeando de un esposo iracundo o han sido hospitalizadas. Algunas murieron. El que han sufrido este tipo de violencia no la excluye de haber sufrido otro tipo de agresiones.

En México, 16.2 por ciento de las mujeres casadas o unidas violentadas por su pareja han sufrido agresiones de extrema gravedad. Esto significa la existencia de un total de 1.7 millones de víctimas, en cuyos hogares posiblemente este tipo de hechos crean un entorno tóxico y sus efectos impregnan también a sus hijos y familiares cercanos.

En el ámbito privado también se cometen agresiones sexuales, sin lugar a dudas una de las prácticas más habituales de la violencia de género, y de las menos denunciadas. Aunque esta modalidad de violencia es la menos reportada en la encuesta de 2011, llama la atención la cantidad de casadas o unidas que han sufrido estas experiencias en México, casi 1.3 millones en total, que representan 11.7 por ciento de todas las maltratadas a lo largo de su relación conyugal, cifra que, nuevamente, no excluyente de otras manifestaciones de violencia.

Una forma más de violencia es la económica, que como un medio de dominación entraña negar a las mujeres el acceso o control de los recursos monetarios básicos, el chantaje o manipulación económica, la limitación de su capacidad para trabajar o el apropiamiento y despojo de sus bienes: 56.4 por ciento de las casadas o unidas han vivido algún episodio de violencia económica.

La violencia psicológica o emocional consiste en todas aquellas formas insidiosas de tratar a la mujer con el fin de controlarla o aislarla, de negarle sus derechos y menoscabar su dignidad, tales como los insultos, menosprecios, intimidaciones, imposición de tareas serviles y limitaciones para comunicarse con amigos, conocidos y familiares. En ocasiones más pernicioso que la violencia física, el maltrato psicológico es el más extendido. Nueve de cada 10 mujeres ha sufrido esta denigración durante su vida al lado de un hombre.

¿Qué ocurre con una vida vejada?

El estudio multidisciplinario aporta algunos datos cualitativos:

“Dentro de las múltiples consecuencias negativas derivadas de la violencia se encuentran las posibles alteraciones de la estabilidad emocional de la mujer, que, además de obstaculizar su desarrollo personal, también agudizan su vulnerabilidad. Comúnmente las víctimas de agresiones infligidas por su pareja tienen problemas de salud mental, angustia, cuadros de estrés, tristeza o depresión que minan su autoestima y las orillan al aislamiento, incluso, esto en ocasiones culmina en comportamientos suicidas como una forma de liberarse ante el sufrimiento padecido”.

El resultado de la violencia extrema muestra efectos devastadores: “las consecuencias directas en la víctima y su entorno inmediato son muy dañinas y de largo efecto, y los costes que como fenómeno global tiene para la sociedad son elevadísimas tanto si los evaluamos directamente en términos económicos, como si los evaluamos en términos de sufrimiento y daños emocionales para todos los implicados”.

¿Y qué ocurre en el Estado de México?

El estudio de alcance nacional cerró el objetivo para conocer la condición de distintas formas de maltrato en que viven, sobreviven y mueren las mexicanas en cada uno de sus estados.

En el lugar de origen y antes gobernado por su grupo político, por su familia y por el propio el Presidente Peña Nieto, el que no duda en agradecer a las mujeres que lo hayan hecho Gobernador y Presidente, son minoría las variantes de la ENDIREH 2011 que no lo muestren como el sitio en que más se odia a las mujeres.

Foto: Cuartoscuro

Las mujeres mexiquenses son las más agredidas por sus parejas a nivel nacional. Foto: Cuartoscuro

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El estudio captó información de los casos en que las mujeres casadas o unidas han sido agredidas por su pareja a lo largo de su relación. Así, en el Estado de México 56.7 por ciento de las mujeres se dijeron en esta condición, cifra superior a la línea nacional en casi 12 puntos porcentuales.

Este porcentaje ubica al estado del Presidente como la entidad con la mayor proporción de este tipo de violencia, y a Chiapas con la menor al alcanzar 27.9 puntos porcentuales.

La proporción de mujeres agredidas por su pareja disminuye cuando los eventos violentos se refieren al último año de su relación: 44.8 por ciento de las mujeres de la entidad manifiestan haber padecido al menos un incidente de violencia durante los 12 meses previos a la entrevista efectuada para la encuesta.

La entidad mexiquense se mantiene a la punta también en las agresiones ocurridas dentro del año anterior a la aplicación del cuestionario pues mientras en el país una de cada tres mujeres casadas o unidas recibió violencia por parte de su pareja en el último año.

En el Estado de México el mayor porcentaje de violencia se presenta en las jóvenes entre 15 y 29 años de edad; de ellas, 52 de cada 100 han sufrido al menos un incidente de violencia en el último año. Cabe mencionar que muchas de ella se encontraban en el primer año de convivencia en pareja.

“Esta situación resulta preocupante debido a la magnitud del fenómeno y las consecuencias que acarrea en la víctima. En esta etapa de la vida la mujer enfrenta un mayor riesgo de violencia, puesto que es más vulnerable e indefensa. La violencia a la que están expuestas es determinada en buena medida por los roles de género tradicionales, ya que mediante el proceso de socialización los varones aprenden estrategias inadecuadas para expresar la ira e inhibir la pena, restringiéndose la expresión emocional; en el plano conductual se les incentiva a ser activos, autónomos, a usar la agresividad y la fuerza para resolver los conflictos, misma que frecuentemente dirigen hacia las mujeres.

“Ellas, por el contrario, son reforzadas a expresar sentimientos de pena e indefensión, inhibiendo sus impulsos agresivos, lo que facilita asumir para la pareja el rol de agresor y en las mujeres el de víctima”.

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La menor proporción de mujeres que ha sufrido al menos un incidente de violencia en los últimos 12 meses, se presenta en el grupo de 45 años y más, con 39 de cada 100 mujeres. Sobresale que en todos los grupos de edad los porcentajes son superiores a los registrados en el ámbito nacional.

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Entre los datos nacionales y los mexiquenses se observan diferencias significativas. Sobresale la presentada por aquellas mujeres sin instrucción, primaria incompleta y primaria completa donde el porcentaje es 12 puntos porcentuales mayor que el registrado en el ámbito nacional.

Sin embargo, los datos recopilados en México, pero más claramente en el Estado de México, muestran que el incremento del nivel educativo en las mujeres no necesariamente se traduce en la reducción de la violencia de género.

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La encuesta no siempre se detiene a analizar las causas de la violencia. No orienta, por ejemplo, sobre las razones por las que las mujeres económicamente activas en el Estado de México son más violentadas que las que no, cuando se supondría que la independencia económica es un factor de emancipación y de propensión al entendimiento de los derechos.

Se lee en el informe:

“En el Estado de México, 46.4 por ciento de las mujeres pertenecientes a la población económicamente activa declararon haber sufrido al menos un incidente de violencia de parte de su pareja en el último año, 2.7 puntos porcentuales más que las no económicamente activas.

“Cabe señalar que la entidad registra 8.6 puntos porcentuales más en la proporción de mujeres económicamente activas violentadas que el promedio nacional y sólo 0.1 puntos menos respecto de Nayarit (46.5 por ciento) que fue el estado que registró el mayor porcentaje de mujeres con esta problemática. En cuanto a las no económicamente activas el dato estatal es mayor en 12.9 puntos respecto al del país”.ECA03_GRAF_03

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Los estudios de género clasifican la violencia hacia las mujeres por parte de su pareja en cuatro categorías; emocional, económica (incluye la patrimonial), física y sexual. El conjunto de agresiones atentan contra su vida, libertad, integridad y seguridad. El propósito de los agresores es el ejercicio del control y dominio sobre ellas para conservar o aumentar su poder como varón en la relación.

En el Edomex, a lo largo de la relación, la violencia de tipo emocional (insultos, amenazas, celos enfermizos, intimidaciones, humillaciones, burlas, aislamiento, infidelidad y otras) es la de mayor frecuencia, por cada 10 mujeres con violencia de pareja, nueve la padecen.

Le sigue la de tipo económico con seis mujeres de cada 10, es una forma de agresión con el fin de controlar tanto el flujo de recursos monetarios que ingresan al hogar, o bien la forma en que dicho ingreso se gasta; crea dependencia económica que limita las decisiones y obstaculiza la posibilidad de extender las redes sociales, aumentando el aislamiento y la probabilidad de ser violentada.

La física la viven dos de cada 10 y corresponde a cualquier acto que inflige daño no accidental, usando la fuerza física o algún tipo de arma u objeto que pueda provocar o no lesiones, ya sean internas, externas, o ambas. Su espectro varía desde golpear “jugando”, arañar, pellizcar, empujar y hasta la muerte. Este último nivel de violencia está tipificado como feminicidio, y es la forma extrema de violencia contra las mujeres, conformada por el conjunto de conductas misóginas que puede culminar en homicidio y en otras formas de muerte violenta.

Las agresiones sexuales, cualquier acto que degrada o daña el cuerpo o la sexualidad de la víctima, son las menos comunes, una de cada 10 mujeres violentadas declaró haberlas sufrido; no obstante, por su magnitud está valorada como violencia extrema, ya que incluye abuso sexual y violación, tipificados como delitos de carácter penal.

El estado de México registra proporciones mayores en las de tipo emocional y económica, con diferencias de 2.3 y 3.9 puntos porcentuales respectivamente; en cuanto a las agresiones físicas y sexuales, el porcentaje registrado en la entidad es inferior al promedio nacional en 1.4 por ciento en ambos tipos.

Si se analiza la violencia reciente, es decir, en los 12 meses anteriores a la entrevista, se observan porcentajes menores en comparación con los registrados a lo largo de la relación, pero siguiendo la misma estructura, es así que 82 de cada 100 mujeres violentadas por su pareja fueron agredidas de manera emocional o psicológica, 54 son víctimas de la violencia económica; 17 recibieron agresiones físicas y a siete su pareja les exigió tener algún tipo de relación sexual e incluso fueron víctimas de violación.

Al comparar los porcentajes de la entidad con los presentados en el país, se observa que es mayor la violencia económica en el estado de México en 2.2 puntos porcentuales; situación contraria se presenta con la misma diferencia en el tipo de violencia física, donde el promedio nacional es mayor.

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Existen algunas organizaciones feministas que aseguran que los suicidios de mujeres conducidos por una relación de constante maltrato deberían considerarse feminicidios. El maltrato sufrido por las mujeres provoca ansiedad, tristeza y depresión.

La Organización Mundial de la Salud identifica otras alteraciones en la psique de las víctimas: fobias y trastorno de pánico, insomnio, cambios de estado de ánimo, perturbación de estrés postraumático, desorden de la conducta alimentaria y del sueño, trastornos psicosomáticos, sentimientos de vergüenza y culpabilidad, conductas autodestructivas como abuso de alcohol y drogas, irritabilidad, baja autoestima y suicidio o ideación suicida.

La encuesta encontró que el 7 por ciento de las mujeres casadas o unidas, víctimas de violencia por parte de su pareja han pensado quitarse la vida, de estas, poco más de la tercera parte lo ha intentado.

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La encuesta, sin plantearlo expresamente, orienta sobre el sub registro con que el Ministerio Público mexicano y mexiquense atienden la violencia de género. A le vez que con frecuencia se denuncia que la autoridad no actuó de manera oportuna ante el conocimiento de una mujer victimizada, lo cierto es que con frecuencia las mujeres no denuncian a sus parejas. Sólo una de 10 mujeres estigmatizadas pide ayuda

¿Por qué? De acuerdo con la ENDIREH, esto es ocasionado porque 76.8 por ciento dicen que el hecho no tuvo importancia o, simplemente, consideran que él no cambiará.

Por el contrario, el 9.3 por ciento de las agredidas se abstuvo de denunciar porque él prometió que cambiaría o porque piensan que su pareja tiene derecho a reprenderlas; 6.8 por ciento comentan que no lo hacen por vergüenza o para que su familia no se entere.

El 6.2 por ciento no acudió a la policía por miedo, porque su pareja las amenazó.

“Actualmente”, explica el documento, “las estructuras sociales todavía desalientan o impiden la denuncia de hechos violentos ocurridos dentro de una relación de pareja; por ejemplo, 10.1 por ciento de las mujeres casadas o unidas violentadas no denuncian, por sus hijos o porque su familia las convenció de no hacerlo”.

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Las mujeres que alguna vez estuvieron casadas o unidas a un hombre también fueron encuestadas. Y también entre ellas el Estado de México arroja peores resultados que los promediados en el país.

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De acuerdo con sus tipos, el porcentaje estatal es mayor en comparación con el país, en los tipos de violencia emocional, económica y física; en cambio, es ligeramente menor la proporción de víctimas por agresiones sexuales en 0.3 puntos porcentuales.

De las 13 agresiones de tipo emocional consideradas en el estudio, en siete los datos estatales son mayores a los nacionales, sobresalen cuando ellos se enojaban mucho porque no estaba listo el quehacer, porque la comida no estaba como ellos querían, porque no cumplían con sus obligaciones, con una diferencia de 10.4 puntos porcentuales.

De las seis agresiones de tipo económico en tres, las cifras estatales son mayores, sobresale cuando ellos les prohibían trabajar o estudiar con 5.5 puntos porcentuales de diferencia.

Se tienen registradas siete agresiones de tipo físico, en cuatro son mayores los datos estatales, las diferencias son de 2.4 puntos porcentuales si su ex pareja las empujaba o les jalaba el cabello.

Por su parte, para las clases de violencia de tipo sexual se tiene, cuando ellos les exigían tener relaciones sexuales aunque ellas no quisieran, los datos de la entidad son mayores.

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La violencia contra las mujeres no sólo se limita a relaciones de pareja convencionales o convivientes, como en el caso de las casadas o unidas, también abarca a las separadas, divorciadas, viudas, e incluso a las solteras.

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… Y FUERA DE CASA

La ENDIREH 2011 también registró la violencia fuera de casa. La que ocurre en la calle, en el barrio, en la ciudad. La que es perpetrada por amigos, vecinos, compañeros de escuela, de los jefes en el trabajo.

Llama la atención nuevamente el Estado de México, donde el 43.2 por ciento de las mujeres son violentadas en el ámbito comunitario, cifra superior a la registrada por el país, que es de 31.8 por ciento; la proporción de mujeres mexiquenses que no sufren violencia es de 56.8 por ciento.

En la ENDIREH 2011 la violencia de los hombres hacia las mujeres en espacios comunes se agrupan en tres tipos: intimidación, abuso sexual y agresiones físicas.

Los resultados muestran que en el estado de México, 80 de cada 100 mujeres que sufren violencia han sido víctimas de intimidación, 50 de abuso sexual y 8 han sido agredidas físicamente. Al comparar estos datos con los presentados en el país, se puede apreciar que para las mujeres violentadas con intimidación el dato estatal es menor en 6.1 puntos porcentuales; misma situación se presenta en las mujeres agredidas de forma física, la diferencia para este tipo de violencia es menor a 1 punto. Caso contrario sucede en las mujeres abusadas sexualmente, pues el dato de la entidad es mayor 12.0 puntos porcentuales.

Al comparar los datos por clase de violencia registrada en el estado con los del país, se observa que cuando las han tocado o manoseado sin su consentimiento el dato del estado es mayor en 13.8 puntos porcentuales. Caso contrario sucede, cuando les han hecho insinuaciones o propuestas para tener relaciones sexuales a cambio de algo, la diferencia para esta clase es de 5.1 puntos porcentuales.

Al observar los datos de las mujeres violentadas en el ámbito comunitario por entidad, se puede apreciar el mayor porcentaje en el Distrito Federal con 49.9, le siguen el Estado de México 43.2, Baja California 35.6, Jalisco 33.9 y Chihuahua con 33.0 por ciento. De los estados con una cifra menor a 25 por ciento, Guerrero ocupa el penúltimo lugar con 21.7 por ciento y Chiapas el último con 17.8 por ciento. El promedio nacional es de 31.8 por ciento.

En el Estado de México el tipo de agresor más frecuentemente declarado por las encuestadas apunta a personas desconocidas: en 93.4 por ciento de los casos fueron violentadas por extraños en lugares de uso común, (cifra superior en 4.4 puntos porcentuales al promedio nacional), “lo que indica un problema de seguridad pública”, sostiene el documento.

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La violencia escolar se manifiesta en forma de castigos corporales, psicológicos, humillaciones y agresiones sexuales, y sus consecuencias son extremadamente negativas tanto en la autoestima como en el plano social y emocional.

Al analizar los casos de violencia escolar por tipo, se tiene que del total de mujeres agredidas durante su estancia en la escuela, 75.9 por ciento padecieron las de tipo emocional (humillaciones, denigraciones, las ignoraron, las hicieron sentir menos o mal frente a otras personas) y 42.2 por ciento han sufrido la física o sexual (maltrato corporal, proposiciones de relaciones sexuales a cambio de calificaciones, caricias y manoseos sin consentimiento, represalias por no acceder a propuestas o las obligaron a tener relaciones sexuales).

En el contexto nacional, la violencia emocional es menor a la estatal con 5.3 puntos porcentuales, mientras que la física o sexual es mayor con 1.5 puntos.

Llama la atención cómo en el Estado de México las figuras hostiles son las figuras de hostilidad, lo que potencia el efecto negativo en las víctimas y alienta la impunidad.

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En la entidad, de las mujeres de 15 años y más de edad ocupadas, 25.0 por ciento indican algún tipo de violencia en sus centros de trabajo, proporción que ubica al estado en sexto lugar en relación con el resto de las entidades.

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Los dos tipos de violencia laboral que destaca la ENDIREH se clasifican en acoso y discriminación. La encuesta, estima a poco más de 684 mil mujeres mexiquenses con violencia laboral; de éstas, 92.8 por ciento mencionan ser víctimas de discriminación (en el contexto nacional la cifra asciende a 91.3) y 19.3 por ciento de acoso laboral, misma proporción es la que se observa en el país.

Más que a nivel nacional, la encuesta muestra que las mexiquenses enfrentan menores oportunidad de ascender respecto de los hombres. También en comparación con el contexto nacional,  las mujeres mexiquenses perciben menos ingresos que los hombres a cargo de las mismas responsabilidades que ellos y sufren de mayor susceptibilidad de ser despedidas o no contratadas por su edad o estado civil que el promedio de las mexicanas.

Al igual que en el ambiente escolar, en el laboral las mujeres mexiquenses son especialmente molestadas por los varones con autoridad.

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IMPUNIDAD

Las mujeres del Estado de México enfrentan, a decir de las especialistas consultadas, el resentimiento de los hombres que no admiten su emancipación y que, vía la violencia, buscan la preservación de los roles tradicionales de género: ellos poderosos y ellas sumisas. Las feministas también acusan la existencia de una estructura política profundamente patriarcal en ese lugar y de una sociedad inhibida en su organización para el reclamo de sus derechos.

También existen algunos indicadores que permiten a la impunidad como aliento en el desprecio activo de las mujeres.

La organización México Evalúa Centro de Análisis de Políticas Públicas presentó en marzo de 2012 su informe “Seguridad y justicia penal: 25 indicadores de nuestra debilidad institucional”. El documento es una estupenda descripción cuantitativa de la ineficacia de las oficinas a las que se dedica cada vez mayor presupuesto bajo la etiqueta de justicia y seguridad.

En este sentido el Estado de México también destaca:

“Tiene áreas de mejora en todos sus rubros, siendo la procuración de justicia su eslabón más débil: es la entidad con menos agencias del Ministerio Público por cada 100 mil habitantes y se encuentra entre las cinco entidades con menor cumplimiento de órdenes de aprehensión. Además, es una de las cinco que muestran las proporciones más bajas de consignaciones con respecto a las denuncias y de las que gozan de menos confianza ciudadana en sus Ministerios Públicos”.

En 2009 y con base en datos del INEGI, México Evalúa reporta que en el Edomex ocurrieron 1 mil 345 homicidios –sin distinción de sexo–, pero sólo se registraron 374 condenados por ese delito. En 2010, la situación empeoró y mientras los homicidios aumentaron a 1 mil 463, la cantidad de condenados disminuyó a 326.

Lo anterior significa que el Estado de México ocupe la décima mayor impunidad promedio en el país, por detrás de los estados con mayores índices de asesinatos relacionados con crimen organizado, pero por arriba de Nuevo León, donde también existe una encendida guerra –o al menos admitida por su gobierno– entre grandes organizaciones delictivas.

Los mexiquenses no confían en sus policías preventivas. En 2010, el promedio de mexicanos que se sentían seguros con sus policías era de 7.6 por ciento. El Estado de México la cifra cerró en 4 por ciento, apenas una décima más que Zacatecas, último lugar de la tabla.

Y es que a los malos resultados se añade la nula disponibilidad del Estado de México para certificar la correcta función de sus altos servidores públicos en tareas de seguridad. En una revisión sobre el avance de certificación de manos correspondiente a 2012, se muestra que en el Edomex seis altos mandos de los cuales ninguno había sido atravesado exámenes de confianza de parte de la autoridad federal.

Un caso concreto es el de Salvador Neme, quien fuera subprocurador general de Justicia con Peña Nieto bajo las órdenes de Alfredo Castillo, señalado de manera recurrente por evadir el reconocimiento y consecuente solución del problema de los feminicidios. Neme, un operador electoral y financiero de las campañas priistas, fue secretario de Seguridad Ciudadana, directamente bajo las órdenes de Eruviel Ávila.

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No sorprende que la efectividad de resolución de investigaciones. El bajo estándar nacional es de 13 por ciento y el mexiquense es de la mitad. En el penúltimo año de gobierno mexiquense de Peña Nieto, su estado era la sexta entidad con un Ministerio Público más ineficiente según la medición.

A la saturación de denuncias por toda clase de delitos, el Estado de México sólo ofrece una agencia del Ministerio Público por cada 100 mil habitantes. La media mexicana es de 2.7 y el estado mejor evaluado en este rubro es Baja California Sur con una tasa de ocho oficinas.

Las órdenes de aprehensión se refieren a la instrucción que gira el juez al Ministerio Público de localizar y detener al presunto responsable o responsable del delito. Este indicador permite valorar el grado de impunidad de las investigaciones que han sido resueltas dado que, aunque existe un probable responsable, éste continúa en libertad por falta de cumplimiento de una orden de aprehensión. Por esto, México Evalúa consideró relevante ese criterio para medir el desempeño de los agentes del Ministerio Público. El Edomex fue el tercero peor evaluado luego de que sólo una de cada cinco presentaciones es cumplimentada.

Al igual que con las policías preventivas, los habitantes del Estado de México tienen una baja estima por sus autoridades ministeriales: sólo 4.1 por ciento de los encuestados dijo tener mucha confianza en su representación social, en tanto que la media nacional es de casi 10. Sólo el MP del Distrito Federal sufre más animadversión que el mexiquense.

La consignación es el procedimiento mediante el cual el Ministerio Público pone a disposición de una autoridad judicial os hechos o las pruebas necesarias para juzgar a alguien. Ahí también y nuevamente para mal destaca el estado del Presidente: 3.2 por ciento de consignaciones respecto al total de denuncias registradas en 2010. Sólo Durango y Morelos enfrentaban una peor situación en este aspecto. Si se cierra la lente al índice de consignaciones por homicidio doloso, se observa que la fiscalía mexiquense sólo lo logró en uno de cada cuatro casos presentados en 2010.

Y todo redunda en un hecho crucial para la vida de las mujeres: los asesinos de mujeres humillan, golpean y matan con una amplia ventaja de probabilidades de que nunca serán castigados.

DESAPARECIDAS

Los siguientes cuadros muestran cómo las ausencias forzadas mantuvieron un alza constante durante el Gobierno estatal de Peña.

Las desapariciones, atribuidas por grupos de derechos humanos al crimen organizado y a las redes de trata principalmente con fines de explotación sexual, muestran su mayor crecimiento entre las jovencitas, según se desprende de un análisis hecho por los autores a partir de la página de internet de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México de las personas reportadas como perdidas.

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A partir de 2011, como ocurre con el número de localizados en el caso de 20101, los números se incrementan de manera tan abrupta que no es posible integrarlos a la tabla por la necesaria variación de los criterios de integración aplicados. Por ejemplo, en 2011, último año de Peña, las autoridades informan oficialmente la localización  de 798 personas, mientras que cuatro años atrás la cifra de ubicación era cero.

Como puede verse, el único grupo de edad en que las desapariciones femeninas superan a las masculinas es en el de jóvenes. Mientras los extravíos de hombres adultos crecieron 233 por ciento en esos cuatro años, el de las chicas aumentó 329 por ciento.

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Ivonne Ramírez Mora, madre de dos pequeñas, tenía 22 años cuando desapareció.

Vivía en la colonia Alamedas del municipio de Atizapán, un sitio de clase media alta. Era una mujer atractiva y empleada de un casino en el mismo lugar. Amaba el futbol, los cortes de carne estilo argentino y la cerveza de sabores.

El 30 de mayo de 2011 salió de casa y, simplemente, nadie la volvió a ver.

Su madre, Leticia Mora, detuvo su vida para buscarla. Denunció su ausencia y atravesó un largo camino de extorsiones de todo tipo de parte de los policías judiciales del Estado de México asignados a la investigación.

Leticia Mora visitó decenas de anfiteatros en el centro del país, imprimió decenas de miles de volantes con la imagen de su hija, cruzó la frontera y se unió a la caravana por la paz convocada por el poeta Javier Sicilia en Estados Unidos, donde supuso que su hija fue llevada por los esclavistas sexuales.

Nada.

“A veces quiero reír y pensar que a mi hija, simplemente, se la llevaron unos extraterrestres”, decía Leticia en medio del llanto cuando la entrevistamos.

Casi a los dos años de la ausencia, Leticia Mora escribió en la página de Facebook abierta en apoyo a la localización de la joven mujer:

“Con una gran tristeza que inunda nuestros corazones queremos comunicarles que después de 2 años de ardua búsqueda y angustia por fin encontramos nuestro tesoro. Ya nadie podrá hacerle daño, ya que Dios la acogió en sus brazos. Ahora ella está en paz

“Y desde el cielo nos acompañara en nuestro camino hasta reunirnos nuevamente con ella. Dios iluminó mi camino para poder encontrarla y poder entregársela a él. Ese hermoso ángel Ivonne Ramírez mora ya no está físicamente con nosotros”.

Ivonne fue secuestrada por un conocido, quien la asesinó pocas horas después de plagiarla. Atravesó el norte del Estado de México y arrojó su cadáver en Pachuca, Hidalgo, donde permaneció 24 meses en la fosa común.

Leticia, su madre, había visitado la Procuraduría de ese estado y entregado información detallada y fotografías de su hija.

“Simplemente recibieron los materiales y los tiraron a la basura”, considera Leticia. “Tiempo después volví y vi más fotos forenses. A pesar de las imágenes tan mal tomadas reconocí por sus brazos, una pierna y luego corroboré que era ella por sus dientes. La exhumamos y ahora la tenemos cerca de nosotros, en un panteón de Naucalpan”.

Algo se debe agregar respecto de Hidalgo: ese estado fue gobernado por Jesús Murillo Karam y por Miguel Ángel Osorio Chong, ex Procurador General de la República y Secretario de Gobernación, respectivamente, en la administración de Peña Nieto. Ambos son personajes protagónicos de la estrategia de seguridad pública.

De 10 jovencitas desaparecidas encuentran una con vida. Iniciaron padres de 10 personas ausentes, en su mayoría niñas y mujeres jóvenes. El grupo ha crecido hasta relacionar 10 familias en busca de una persona extraviada en el Estado de México.

Leticia Mora permanece integrada a la Red de Madres en Busca de sus Hijos, una organización surgida en el Estado de México y que ahora cuenta con 51 familias además de Tamaulipas, Querétaro, Morelos y Veracruz en busca de alguno de sus muchachos y muchachos.

Leticia sale todos los días a los albergues y oficinas de gobierno mexiquenses y de los estados del centro del país a buscar las hijas vivas o muertas y, a la vez, desaparecidas de alguien más.

EN 2001, “EL CHAPO” SE FUGÓ COMO HOY: CUANDO IBA A SER EXTRADITADO

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En aquellos años, los previos a la primera fuga, Joaquín “El Chapo” Guzmán gobernaba la cárcel de máxima de seguridad de Puente Grande. Pero resolvió irse en 2001 por su inminente extradición a Estados Unidos. El rumor inundaba la prisión. Así fue que decidió irse a pocos días de iniciada la primera presidencia panista. Lo hizo de un reclusorio situado en Jalisco, en ese momento también gobernado por Acción Nacional (PAN).

La versión aceptada y documentada de su anterior fuga habla de un escape dentro de un carrito de lavandería. La siguiente historia la detalla. Muestra la cercanía que altos funcionarios de la administración de Vicente Fox tuvieron con ese escape.

Ahora, Guzmán Loera se ha vuelto a fugar de una prisión situada en el Estado de México, la entidad del Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, y del Presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores, Eruviel Ávila. Y ha vuelto huir en medio de las presiones de Washington para que se le entregara al capo.

Documentos del gobierno de Estados Unidos difundidos hoy por la agencia AP indican que la DEA tuvo información de inteligencia sobre al menos dos intentos previos para ayudar al narcotraficante a escapar. Uno fue en marzo de 2014, a un mes de su captura en Mazatlán, México. El otro fue en julio de ese año: la misma investigación reveló que el hijo de Guzmán había enviado un equipo de abogados y personal de contrainteligencia militar para diseñar un plan.

Hasta que, finalmente, “El Chapo” lo logró…

“El Chapo’” se fugó en 2001 cuando se decía que sería extraditado. Foto: Cuartoscuro

“El Chapo’” se fugó en 2001 cuando se decía que sería extraditado. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 13 de julio (SinEmbargo).- Existe un sobrenombre menos conocido, pero no por esto sin relevancia para comprender a Joaquín “El Chapo” Guzmán. Es la referencia con que una cárcel de alta seguridad —de alguna manera la debía clasificar el gobierno federal— estuvo al servicio de un narcotraficante que logró su ascenso después de dejar el penal. Ahí, con tono reverencial, custodios, subcomandantes y comandantes evitaban referir al capo en ciernes en función de su estatura, “El Chapo”, sino de su ubicación —en todos los sentidos que esto significa—: El Señor del Tres.

El santo y seña de vida, lujos y fuga se encuentran en el toca penal 421/2006 resuelto por el Cuarto Tribunal Unitario de Circuito y la causa penal 16/2001-1, emprendida por el Juzgado Cuarto de Distrito de Procesos Penales en el Distrito Federal contra Leonardo Beltrán Santana, director de Puente Grande al momento del escape de “ El Chapo” en enero de 2001.

Joaquín vivía en el módulo III del Reclusorio Federal. Estaba confinado a la celda 307, pero esto era un simple decir. Guzmán Loera paseaba con absoluta libertad por las áreas II y IV de la prisión. Este privilegio era gozado sólo por otros dos reos, Héctor, El Güero, Palma Salazar y Arturo Martínez Herrera, El Texas.

En ese tiempo, 2001, la población de Puente Grande oscilaba entre los 500 y 600 reos. Los tres barones de Sinaloa podían hacer lo que quisieran. Algunos empleados declararon que, nueve de cada 10, vivía bajo la nómina de los tres narcos sinaloenses, a quienes la autoridad decidió mantenerlos juntos y siempre comunicados. ¿De qué otra manera sino con reuniones de trabajo se levanta y sostiene un reino de coca, heroína y marihuana?

El cheque alcanzaba a todos los segundos comandantes de zonas de las tres compañías, incluidos los destacados en los Centros de Control.

“A los subcomandantes nos tocaban 9 mil pesos a cada uno”, dijo ante la autoridad Armando Ramírez Mejía. A los comandantes de compañía correspondían 30 mil pesos mensuales para cada uno. A los adjuntos de la subdirección les repartían 45 mil pesos para cada uno y a los observadores, personal de tipo técnico, 6 mil pesos para cada uno. “De lo anterior estaba enterado el licenciado Leonardo Beltrán Santana, director de Puente Grande y a él le tocaban alrededor de 50 mil pesos mensuales.”

Los oficiales en prevención recibían 250 pesos por guardia cumplida. A cada elemento del puesto de control correspondían, también al día, 2 mil pesos. El esquema de pagos estaba tan embalado que el día de paga estaba calendarizado. “El Chapo” pagaba los días 15 de cada mes, El Güero los días 25 y El Texas los días 28.

“En un principio fuimos advertidos de que si no tomábamos el dinero mejor renunciáramos, por lo que accedí a recibir ese dinero para conservar mi trabajo. Además, sabía que todos recibían dinero. Nos hacían llegar el dinero a través del interno Jaime Valencia Fontes, secretario particular de Joaquín Guzmán Loera, quien nos entregaba el dinero los días 15 de cada mes”, explicó un funcionario de la cárcel.

La vida, obra y fuga de Guzmán Loera están contenidos en el expediente 16/01 abierto por el Juzgado Cuarto de Distrito en Procesos Penales Federales con sede en la Ciudad de México.

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¿Cómo sobrevivía “El Chapo” en la cárcel? ¿Dónde nacía el río de dinero que le permitía ser la autoridad real en una cárcel presentada como de máxima seguridad?

Vale la pena echar un vistazo a otro expediente, el registrado con el número 80/2008-II instruido por el mismo juzgado. Ese proceso penal, seguido por un asunto de lavado de dinero contra agentes financieros de los Beltrán Leyva, parientes, compadres y ahora enemigos de “El Chapo”, contó con el testimonio de un informante protegido identificado como Julio, quien conoció a los narcotraficantes desde que eran muchachos en la estructura de Ernesto Fonseca, Rafael Caro Quintero y Miguel Ángel Félix Gallardo.

“El Chapo”, en particular, trabajaba a las órdenes de Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, en los años previos al asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena. El homicidio, ocurrido en 1985 en Guadalajara, desató un vendaval que llevó a prisión a los jefes. Fue la primera oportunidad de Guzmán y los hermanos Beltrán Leyva de ascender y supieron aprovecharla.

La de  “El Chapo” es verdaderamente la historia de un hombre venido desde abajo. Nació, pasó la infancia y atravesó algún pedazo de la primaria en La Tuna, un caserío del municipio de Badiraguato, Sinaloa, donde desde principios del siglo pasado se descubrió la aptitud de su suelo para la siembra de marihuana y de sus hombres para convertirla en heroína y venderla en Estados Unidos. Ahí mismo nacieron los Beltrán Leyva. Juntos entendieron que el poder se mostraba con los cuernos de chivo, las cadenas de oro, los anillos copados de diamantes.

La sociedad entre los parientes se fortaleció por un acuerdo compartido con un contacto que los llevó a hacer negocios de cocaína con el capo colombiano Pablo Escobar. El acuerdo consistió inicialmente en recibir en México toda la coca que los colombianos fueran capaces de enviar. Los mexicanos prosperaron con la introducción del alcaloide a Estados Unidos con la innovación de construir túneles transfronterizos, principalmente en Sonora. También habían desarrollado la capacidad de comprar a cuanto funcionario público se les pusiera enfrente.

Fueron los Beltrán Leyva quienes, según Julio, dieron batalla a los hermanos Arellano Félix cuando estos intentaron asesinar sin éxito a “El Chapo” en el aeropuerto de Guadalajara, lo que terminó con el cardenal Juan Jesús Posadas muerto y media policía mexicana y centroamericana detrás de Joaquín Guzmán Loera.

“El Chapo” subía por una escalera con un peldaño roto y cayó preso en 1993. El testigo protegido Julio fungió como enlace entre los Beltrán Leyva y su pariente y socio encarcelado a quien llevaba siempre un claro mensaje de lealtad: la organización operaba con las instrucciones que “El Chapo” girara. La sociedad mantenía la fortaleza y experiencia del Ismael, El Mayo, Zambada, El Azul Esparragoza e Ignacio Coronel, quien ponía a la organización un general que compró en Acapulco para el arribo de lanchas rápidas.

Entre los boyantes años de 1993 y 2000, los hermanos Beltrán Leyva resolvieron una deuda de “El Chapo” con los narcos colombianos por 18 millones de dólares. Y “a mediados de 1995 Héctor y Arturo Beltrán Leyva le dieron a ‘El Chapo’ 200 kilos de cocaína para que se ayudara con gastos personales y familiares. Pero la cocaína fue decomisada en Los Ángeles.”

Otro negocio compartido y mal acabado fue un flete de 11 toneladas de coca interceptada en San Fernando, Tamaulipas. La organización en su conjunto absorbía las pérdidas, pero, y esto era más abundante, repartía las ganancias.

Y éstas llegaban hasta Puente Grande en un arroyo lo suficientemente caudaloso como para que “El Chapo” comprara la prisión en que estaba preso.

En marzo de 2011, la Policía Federal detuvo a Víctor Manuel Félix Félix, “El Señor”, consuegro y compadre del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán. Foto: Cuartoscuro

En marzo de 2011, la Policía Federal detuvo a Víctor Manuel Félix Félix, “El Señor”, consuegro y compadre del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán. Foto: Cuartoscuro

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El Señor del Tres mantuvo dos amoríos con cierta formalidad en Puente Grande. Uno, quizá con mayor trascendencia, fue con Zulema Hernández Ramírez, una de las cuatro mujeres presas en Puente Grande y quien visitaba la estancia 307 a voluntad de su ocupante. El otro amorío fue con una empleada del área del comedor, Ives Eréndira Moreno Arriola, de quien “El Chapo” se interesó en cuanto la vio y pidió que la llevaran con él. Al poco tiempo, el narcotraficante decidió que la mujer dejara de trabajar en la cárcel a donde ella volvía con la frecuencia que Guzmán exigiera.

Una tarde, Ives salió de la prisión. Se encontró de frente con su exjefe, el director de la cárcel, Leonardo Beltrán Santana. El hombre delgado y canoso esbozó una sonrisa. Ella sintió la alusión sexual de la mirada y se sonrojó, aunque el funcionario no dijera nada. Sólo la miró a los ojos y sonrió.

Ya en el trayecto, “El Chapo” habló por teléfono a Ives. Se comunicó nuevamente a las 10 de la noche. La mujer ya estaba en su casa e intranquila. Guzmán Loera bombardeó con llamadas telefónicas. Finalmente dio en el clavo del consuelo.

—El director Beltrán está enterado de todo. Se le dan de 40 mil a 50 mil pesos cada mes. Algunos pagos se le hacen en dólares. No te preocupes, todo está controlado.

En realidad, había más mujeres, pero no eran internas ni trabajadoras. Los custodios y los narcotraficantes las llamaban “mujeres sin rostro”, prostitutas que accedían a las crujías a libre demanda de los clientes.

Declaró uno de los custodios:

“Tenían el control absoluto de los módulos tres y cuatro y a estas personas en especial se les permitía transitar con más libertad en los pasillos al grado que se visitaban entre ellos mismos [...] Se les permitía andar libremente sin ninguna restricción a todas horas en su dormitorio, lo que para los demás no estaba permitido.

“Eran demasiado exigentes y cuando ellos disponían que querían que se les permitiera acceso a mujeres para tener visita conyugal, esto ocurría muy frecuentemente, incluso estos internos en ocasiones disponían que las visitas femeninas las tuvieran en la estancia donde se encontraban sus celdas y sacaban a los demás internos y los reacomodaban durante el tiempo que ellos disponían. En ocasiones se quedaban en el pasillo del módulo, cuando esto ocurría los tres internos ordenaban o mandaban a tres o cuatro internos que trabajaban para ellos para que les arreglaran o acondicionaran sus celdas poniendo cortinas, perfumando el área y las cobijas las ponían como alfombra, las visitas femeninas se quedaban tres días con los internos en sus estancias.”

Las reuniones de trabajo o las confidencias acostumbraban hacerlas en un cuartito al que se tenía acceso a través del Centro de Control donde se encontraba una litera y varios casilleros. Los tres narcos cerraban la puerta y nadie debía interrumpir la junta.

El regreso a prisión. Foto distribuida por el Gobierno de México

El regreso a prisión. Foto distribuida por el Gobierno de México

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La última Navidad en Puente Grande debía ser una gran fiesta. Todos debían estar: cada preso, cada comandante, el director… Los preparativos comenzaron semanas atrás.

El 24 de diciembre José Luis de la Cruz, El Chucky, guardia de Seguridad Externa, quedó asignado en el retén A, el punto de ingreso general al centro federal. La orden, en teoría, era impedir el ingreso de quien fuera. Le instruyeron atravesar una camioneta para bloquear el ingreso y el egreso. Había rumores de fuga.

Se decía que los capos estaban bien atentos a los recientes cambios a las leyes en materia de extradición y del arribo de Vicente Fox a la presidencia, abierto simpatizante del gobierno de Estados Unidos al que no dudaría en entregarlos. Es difícil afirmar que “El Chapo” supiera con certeza su inminente entrega a Washington, pero sin duda se sabía en el radar de la DEA y del interés de las cortes norteamericanas por juzgarlo.

Declaró el guardia Francisco Javier Camberos Rivera: “Se favoreció la evasión del interno en atención a la relación de amistad que tenía con él, ante el temor que tenía éste de ser  trasladado a los Estados Unidos, así como aprovechando la confianza que sus compañeros del CEFERESO le tenían.”

Entonces sería fin de la fiesta. De las mujeres “sin rostro.” De los intensos amoríos por teléfono y mensajería del celular. Del gobierno de un cártel.

De la Cruz vislumbró, desde el puesto de vigilancia, la llegada de un convoy de camionetas. Algunos guardias cortaron cartucho y se aferraron a los fusiles. Pero no, la noche del 24 de diciembre de 2000 era noche de paz.

El custodio se acercó a los vehículos de donde salían voces conocidas. Asomó la cara y encontró detrás del volante al Pelos, como libres y presos llamaban a un guardia de la tercera compañía.

—Tengo la instrucción de dejarlos pasar —sonrió El Pelos.

La camioneta estaba repleta de familiares del Güero Palma. Las otras camionetas con personas eran conducidas por tres comandantes. Detrás, en la caravana, venían los mariachis y 500 litros de tequila. La música de trompetas y los gritos en falsete retumbaron por los corredores. El director de la prisión estaba ahí.

La fiesta fue tan buena que a su lado quedaron pequeñas las celebraciones por los cumpleaños de “El Chapo”  y El Güero Palma que, nostálgicos de Sinaloa, ordenaron que la cárcel se llenara de cerveza y camarones.

Sí, el 2000 había sido un gran año para todos, pero era hora de poner fin a la fiesta en Puente Grande.

***

De la fuga se hablaba con tanta claridad que entre los comandantes advertían a los guardias que pronto se iría Guzmán Loera y que necesitaría guaruras en Jalisco, Colima, Nayarit y Sinaloa. El sueldo sería de 12 mil 500 pesos.

La pachanga ocurría con el sistema de seguridad en condiciones poco menos que herrumbrosas, física y administrativamente. Declararía un guardia: “Desde hace dos años las puertas han presentado fallas. Las chapas se descomponen, primero se arreglan las de las estancias clasificadas como riesgo y después las demás; es común que se pongan botes de plástico para que no se cierren las puertas, pero ignora quien haya dado la autorización para que permanecieran abiertas; los radios se encuentran muy deteriorados.”

La vigilancia estaba tan intervenida por los narcotraficantes que ellos instruyeron el borrado de las cintas con las imágenes obtenidas por las cámaras de seguridad durante la Navidad.

No podía durar mucho más.

La presión sobre “El Chapo” se incrementó porque tres custodios se quejaron de la política de privilegios y, para pronto, que la verdadera autoridad en esa cárcel era Joaquín Guzmán. Intervino la Comisión Nacional de los Derechos Humanos cuyo titular de entonces, José Luis Soberanes, telefoneó directamente al recién estrenado Secretario de Seguridad Pública, Alejandro Gertz Manero.

Los días 16 y 17 de enero se hicieron visitas por las irregularidades denunciadas. Las instalaciones fueron visitadas por personal de la CNDH y de Enrique Pérez Rodríguez, director general de Prevención y Readaptación Social. Enterado de la situación, Gertz ordenó a uno de sus subsecretarios, Jorge Tello Peón, revisar personalmente la situación.

Tello Peón tenía doble relevancia porque había dirigido el Centro de Investigación y Seguridad Nacional y había participado en esa condición como parte del sistema que logró el arresto de “El Chapo” , poco menos de ocho años atrás.

Los enviados del gobierno federal llegaron a las 12.55 pm del 19 de enero. Los cuatro visitantes se entrevistaron con Beltrán Santana. Le informaron del conocimiento en el DF del relajamiento de las medidas de seguridad y establecieron la siguiente ruta de intervención en Puente Grande:

1. Que a partir de esa fecha, por la noche, personal de la Dirección General de Prevención y Readaptación Social, se incorporara a las áreas de Dirección del CEFERESO, a fin de observar que a los procedimientos (de acceso de visitas, disciplina, técnico) contenidos en los manuales de procedimientos se les diera cumplimiento.

2. Se dispuso de manera preventiva, a partir de esa fecha, la reubicación, en áreas de mayor seguridad, de los internos Joaquín Guzmán Loera, Jesús Palma Salazar y de Arturo Martínez Herrera.

3. El lunes 22 de enero, la totalidad de las áreas técnicas del CEFERESO quedaría a cargo de la Coordinación de Inteligencia de la Policía Federal Preventiva.

4. El mismo día se llevaría a cabo una reunión entre la Coordinación de Inteligencia de la PFP y la Dirección General de Prevención y Readaptación Social para actualizar la información técnica que se disponía y evaluar los cursos de acción necesarios.

5. Se programaría, de acuerdo a la disponibilidad del personal de la PFP, un operativo de revisión en el CEFERESO.

6. Se proponía que el personal adscrito a las áreas del Centro de Control y Archivo de Dirección, que actualmente dependen administrativamente del CEFERESO, previa evaluación, pasen a formar parte de la PFP.

“El acuerdo de mayor relevancia que se tomó fue [...] la reubicación en áreas de mayor seguridad de los internos Joaquín Guzmán Loera, Jesús Palma Salazar y de Arturo Martínez Herrera [...]”, declararía días después Tello Peón y aquí un apunte: ¿por qué un hombre formado en la inteligencia de la seguridad nacional abandonó el centro en las malas condiciones en que se encontraba reconociendo además el riesgo institucional que representaban los narcotraficantes?

El mismo día, “El Chapo”, El Güero y El Texas se encontraron en tres ocasiones en la celda del segundo de ellos, en el pasillo segundo del módulo cuatro, según el mismo guardia que le abrió la puerta a los otros dos para que fueran y vinieran. Los dos primeros encuentros duraron aproximadamente 20 minutos. La última charla ocurrió a las 6.20 pm y dilató alrededor de cinco minutos.

Las reuniones de Leonardo Beltrán Santana eran frecuentes, pero nunca como ese día. Durante el curso de la tarde, apenas salieron los funcionarios federales, el director de la prisión acudió a los dormitorios. Pidió a uno de los comandantes que reuniera al “El Chapo”, al Güero y al Texas y los llevara al área del Centro de Observación y Clasificación, donde solía entrevistarse con ellos. Escogió un cubículo de diagnóstico psicológico y habló con los tres hombres desde las 3.15 de la tarde hasta las 4.20 pm. Cuarenta minutos después, un jefe de seguridad de apellido Vizcaíno concentró nuevamente a los narcotraficantes y, según trascendió entre el resto del personal, les informó que serían trasladados a estancias de mayor seguridad. Los capos pidieron ir con dos asistentes, pero eso no sería posible.

Un experto en túneles. Foto: Cuartoscuro

Un experto en túneles. Foto: Cuartoscuro

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El reo Jaime Leonardo Valencia Fontes, criado de mayor confianza de Guzmán Loera, ordenó a los oficiales de la segunda compañía del módulo III traer un carrito con utensilios de cocina.

Eran las siete de la noche del 19 de enero de 2001. Los vigilantes obedecieron y se trasladaron al área de lavandería. Pidieron un carrito y tomaron cobertores. Se dirigieron a la cocina a la altura de una de las áreas de seguridad conocidas como diamante, en este caso la V3. Llenaron el vehículo con comestibles y otros objetos propios de la cocina que ocultaron bajo uno de los cobertores.

Volvieron al módulo III nivel C. Se encontraron con Joaquín Guzmán Loera, Jaime Leobardo Valencia Fontes, el custodio Salvador Hernández Quiroz y el empleado de mantenimiento Francisco Javier Camberos Rivera, El Chito, quien ya tenía consigo un carrito azul de lavandería similar al que había llevado los custodios.

Se dirigieron al cubículo técnico del mismo módulo y nivel, donde Jaime Leonardo Valencia Fontes observó y tomó algunas de las cosas que iban en el carrito llevado por los guardias a quienes instruyó para que hicieran un inventario de la cocina.

A las ocho de la noche, el custodio Francisco Javier Vásquez Cortés, El Vampiro, encargado del servicio del diamante V7 observó al Chito empujando con esfuerzo el carrito azul de lavandería.

“Ahí iba ‘El Chapo’”, resolvió la investigación.

Salieron del módulo III y avanzaron al diamante V6. Alcanzaron el diamante V4, donde no tuvieron mayor problema para continuar adelante, pues, la puerta electrónica de seguridad estaba descompuesta y abierta con un bote de basura atorado para impedir su cierre. Diamante V2 y diamante V1. El Chito inició la recta final hacia la aduana de vehículos. El guardia dispuesto, Miguel Leal Amador, nunca había tenido comisión en esa posición. Su colocación esa noche había sido ordenada el 16 de enero por Valencia Fontes, el valet de “El Chapo” . Algunas versiones apuntan a que Leal hundió las manos en el carrito y desordenó las sábanas y otras que ni esto. Lo cierto es que el vigilante nunca reparó en la razón por la cual ese hombre salía con un carrito de lavandería.

A las 8.40 de la noche, Leal Amador permitió salir al Chito por la puerta principal de la aduana de vehículos. Atravesaron parte del estacionamiento de funcionarios donde, junto a la puerta de malla ciclónica que da acceso al aparcadero, el empleado abandonó el carrito que fue localizado a las nueve de la noche por un comandante a quien no importó el objeto en ese sitio y sólo ordenó su regreso a la lavandería.

Una hora y media o una hora y 40 minutos antes, a las seis y media de la tarde, el comandante de la compañía de Seguridad Interna del penal, Juan José Pérez Díaz, llamó al comandante de Seguridad Externa, Gerardo Javier Díaz Navarro. Le informó que ese día El Chito llegaría en minutos a la prisión para sacar un horno de microondas y un extractor de jugos, objetos prohibidos. Se formalizó el aviso con la notificación a otro comandante, también de Seguridad Externa, José Manuel Santiago.

La orden era no revisar de ninguna forma al Chito y que no se le anotara en el formato de control de entradas y salidas. A las siete de la noche, El Chito llegó en un vehículo al parecer marca Ford y color café. Una hora y media o una hora con 40 minutos después, Santiago comunicó que El Chito abandonaría el penal. El vehículo avanzaba a mayor velocidad de la permitida en el interior de las instalaciones y nadie hizo nada por revisar el auto.

El Chito arrancó fuera de la penitenciaría. “El Chapo” le sugirió continuar la fuga por su cuenta, no volver. El empleado de la cárcel quedó reflexivo. El capo dijo tener sed y pidió a su cómplice detenerse por agua en una tienda de conveniencia en la noche de Guadalajara. El hombre sólo sabía obedecerle y así hizo. Cuando regresó a su auto, “El Chapo” se había esfumado.

A partir de entonces pocas cosas quedan claras.

La periodista Anabel Hernández describió en su libro “Los señores del narco” que el asunto del carrito de la lavandería fue un montaje dispuesto por el gobierno federal panista para liberar a su narco benefactor de la campaña presidencial. Agitado el avispero por su fuga, “El Chapo” se habría fugado según esta versión no documentada. Ninguna de las decenas de declaraciones del personal de seguridad, algunas dispares entre sí y otras que asoman el franco conflicto entre las autoridades penitenciarias, como la el propio Beltrán Santana con Tello Peón, permite entrever esta posibilidad.

Lo cierto es que la fiesta terminó en Puente Grande y la fiesta comenzó en todo México. Fiesta, en la jerga carcelera, es un desmadre: asesinato, motín, fuga, como la que hizo El Señor del Tres, el inquilino de la celda 307.

PROMO-LA-FUGA-DE-EL-CHAPO2

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Más de 70 empleados del penal fueron arrestados y cerca de 60 sometidos a proceso. Entre los condenados estuvo Beltrán Santana.

Beltrán Santa, exdirector de Puente Grande, se defendió. La lógica del condenado por permitir la fuga de Guzmán Loera es de difícil resistencia:

“(El) conocimiento de las irregularidades es desde luego irrelevante como medio para consumar la fuga, pues, de ser eficaz como medio de consumación, debería considerarse también como responsables penalmente de la evasión de Guzmán Loera a Jorge Enrique Tello Peón, Enrique Pérez Rodríguez, Nicolás Suárez Valenzuela, Humberto Martínez, José Luis Soberanes Fernández y Alejandro Gertz Manero, pues, ellos también conocieron esas irregularidades en las mismas fechas que el suscrito.”

Nada pasó con estos funcionarios. Al contrario. Tello Peón mantuvo papeles protagónicos en la lucha antinarcóticos emprendida por Felipe Calderón, reiteradamente señalado de proteger al Cártel de Sinaloa. Enrique Pérez Rodríguez fue asignado a las tareas de inteligencia de la Policía del DF durante la administración de Marcelo Ebrard y ahora coordina la Policía Judicial de Morelos con el nuevo gobernador perredista Graco Ramírez.

Morelos es, desde hace años, cruce de varios de los caminos en los que se conduce el narco.

***

Los cárteles mexicanos operan en más de un millar de ciudades en todas las regiones de Estados Unidos al menos desde 2008 y serán, principalmente el de Sinaloa, imbatibles en los próximos años. Todo se desprende del informe confidencial “Ciudades en las que las organizaciones mexicanas de tráfico de drogas operan dentro de los Estados Unidos” y del que este medio posee copia.

El diagnóstico es elaborado por el Centro de Inteligencia Nacional contra las Drogas —National Drug Intelligence Center (NDIC)— y éste evalúa, “con gran confianza”, que las organizaciones mexicanas operan al menos en 1 mil 286 ciudades en las nueve regiones divisorias de EU para efectos de la Fuerza de Tarea y Aplicación Contra las Drogas del Crimen Organizado, otra multiagencia de seguridad.

En por lo menos 150 de estas ciudades, según el reporte fechado en 2010, la actividad del narco mexicano estuvo vinculada con al menos una de sus principales organizaciones. El emplazamiento es así:

• Cártel de Sinaloa: dirigido por Joaquín Guzmán Loera, Juan José Esparragoza Moreno e Ismael Zambada García. Provee drogas a sus células de distribución y a traficantes en al menos 75 ciudades, desde Honolulu, Hawaii, hasta Filadelfia, Pennsylvania.

• Los Zetas: los exmilitares suministran cantidades al por mayor de drogas en 37 ciudades.

• Cártel del Golfo: abastece 37 ciudades.

• Beltrán Leyva: los hombres de Héctor Beltrán Leyva suministran al menos 30 ciudades.

• Cártel de Juárez: liderado por Vicente Carrillo Fuentes, hace negocios en al menos 33 ciudades.

• La Familia de Michoacán (no se hace distinción de Los Caballeros Templarios de Michoacán): participa en al menos 27 ciudades.

• Cártel de Tijuana: liderado por los restos de los Arellano Félix abastece 20 ciudades.

Así lo expresa el gobierno estadunidense a través de su Evaluación Nacional sobre la Amenaza de las Drogas —National Drug Threat Assessment, NDTA— correspondiente a 2011, el último diagnóstico abierto de su clase:

De los siete principales cárteles mexicanos imbuidos en el negocio de las drogas en EU, “el Cártel de Sinaloa es el dominante y su extensa red de distribución suministra drogas a todas las regiones de los Estados Unidos.”

Sinaloa y las demás mafias han tomado el mercado existente y lo han extendido hacia donde antes no estaba disponible. “Las principales organizaciones de México seguirán dominando el tráfico de drogas al por mayor en los Estados Unidos en el futuro inmediato y solidificarán aún más sus posiciones a través de la colaboración con las pandillas estadunidenses.”

Otros tipos de organizaciones y grupos están presentes de manera activa y próspera. Por ejemplo, los grupos organizados de asiáticos, dominicanos, cubanos y africanos amplían sus operaciones. Pero, de estos, sólo los grupos africanos —algunos con supuestas simpatías por movimientos “terroristas” de oriente medio— no están mencionados en los informes como colaboradores de los mexicanos.

“El Cártel de Sinaloa ha sofisticado y desarrollado redes de transporte y distribución y cuenta con una extensa red de asociados para facilitar su tráfico de operaciones en EU. Ya en 2004, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera tenía la intención de monopolizar el comercio de drogas en Estados Unidos.”

La revista Forbes ha insistido en que su fortuna supero los mil millones de dólares, que es uno de los 100 hombres más influyentes del planeta, lo que ningún político, incluido el Presidente de México es. Mil millones de dólares serían poco si es correcto el dato de las autoridades estadunidenses que estima el negocio de las drogas de los cárteles en México en alrededor de 30 mil millones de dólares. Y sí es cierto que “El Chapo” es el primer empresario de las sustancias prohibidas en Estados Unidos.

Pero “El Chapo” no sólo hace negocios ilegales en Estados Unidos. También los hace en México y ha prosperado con el creciente consumo interno. Y no sólo hace negocios ilegales, también tiene intereses en varios sectores de la economía formal: hotelería y turismo, agencias automotrices, bienes inmuebles…

***

Uno de los cables publicados por Wikileaks sobre la administración de Felipe Calderón durante el curso de ésta describe al secretario de la Defensa Nacional, Galván, planteando su interés en establecer una colaboración “al más alto nivel” con el gobierno de los Estados Unidos, particularmente respecto a la captura de “objetivos de alto valor”, incluidos dos miembros de Los Beltrán Leyva y Joaquín Guzmán Loera.

El general mexicano detalló que la búsqueda de “El Chapo” funcionaba en tres niveles. El primero consistía en establecer presencia física en su área de operación con la intención de recabar información. Galván hablaba de la existencia de 15 ó 20 sitios por los que el narcotraficante se movía, pero que una extensa red compuesta por informantes y guardaespaldas dificultaban la captura. El secretario de la Defensa informó que la segunda etapa consistiría en el despliegue de tropas en la zona de tránsito del narcotraficante, lo que no sólo se hizo en Sinaloa y Durango, sino en todo el país. La tercera fase de la operación habría consistido en la captura con el éxito ya conocido.

Desde la fuga de Guzmán Loera toda clase de cosas se han dicho y escrito. En meses pasados lo dieron por muerto en Guatemala, donde lo detuvieran en 1993. Se revelaron sus bodas con la Reina del café y la guayaba de un pueblo de Durango con la presencia de políticos y el obispo de ese estado dijo claro y fuerte que todo mundo sabía que “El Chapo” andaba por ahí sin mayor problema.

El mito urbano construido alrededor de “El Chapo” incluye el pasaje que, siempre con variaciones menores y los mismos lugares comunes, es el siguiente.

En algún restaurante de Culiacán, Mazatlán, Los Mochis o cualquier otro lado, repentinamente se cierran las puertas. Unos tipos que cumplen punto a punto con el cliché del buchón recorren cada mesa ocupada del lugar y confiscan con elegancia —si esta cabe entre una gorra beisbolera atiborrada de plásticos brillantes y una botas vaqueras de piel de cocodrilo y pintadas de azul rey— todos los teléfonos celulares de los parroquianos. Tras los matarifes, los meseros compensan el secuestro con botellas de whisky Buchanans. “Cortesía del señor Guzmán Loera.”

“El Chapo” aparece y se dirige a un reservado privado, donde come comitiva. Mientras el narcotraficante come nadie sale. Minutos después de que él lo hace se devuelven los teléfonos y se presentan las cuentas de consumo cubiertas.

Los juegos de alianzas y rivalidades están dados en las fracturas de los cárteles mexicanos. La estrategia de persecución y aniquilamiento de los jefes del narco ha polarizado grupos internos que se mantenían cohesionados bajo una figura pero que, tras su captura o muerte, se enfrentan por el control de rutas y mercados internos ya consolidados.

“El Juego de Tronos” del narco mexicano coloca en el mapa a “El Chapo” encabezando una gran alianza que incluye al Cártel del Golfo, hecho impensable hace una década; a Los Caballeros Templarios de Michoacán, y a grupos con menor relevancia por el momento como el Cártel de Jalisco Nueva Generación o Los Mata Zetas. El otro eje en la guerra, al menos por el momento, es liderado por Los Zetas, los Beltrán Leyva, el Cártel de Juárez y el Cártel de Tijuana, estos tres últimos en mayor o menor proceso de desintegración y en declive.

La lucha por el monopolio del comercio ilegal de las drogas se ha traducido en 70 mil muertes sólo durante el sexenio de Felipe Calderón y de un número indeterminado de desaparecidos. También en la expansión de narcotráfico hacia las otras formas del crimen organizado, muchas lesivas de los ciudadanos que, hasta la década de los 90, se podían considerar a salvo de las reyertas de los barones de las drogas, ahora empresarios ellos y sus subalternos del secuestro, la extorsión, el tráfico humano, la trata de mujeres y niñas con fines de comercio sexual.

Los generales del narco, pero también los capitanes y los simples cabos, han corrompido extensamente autoridades ya no sólo policíacas, sino administrativas, judiciales y legislativas.

Si se le desprende a Guzmán Loera el halo romántico y cabrón con que se le hace apología en narcocorridos, novelas y otros textos presentados como periodísticos, ¿es justificado ver en “El Chapo” a un genocida? ¿Es Joaquín Guzmán Loera corresponsable de la descomposición institucional y social del país?

Si se juzga por la acción del Estado mexicano, la respuesta es, definitivamente, que no. “El Chapo” es el gran intocable, El Señor del Tres.

Y éste es el corrido de su fuga, compuesto e interpretado por El As de la Sierra:

Se fugó “El Chapo” Guzmán

Dóriga dio la noticia

fue una noticia muy fuerte

para el gobierno ese día

ellos no se imaginaban

que “El Chapo” se fugaría.

Lo tenían procesado

en el penal Puente Grande

eran grandes los problemas

que “El Chapo” tenía pendientes

a fuerza estaba pagando hasta

que se enfadó el jefe.

Qué bonitas son las fugas

cuando no existe violencia

mi compa les gano limpio

grábenselo en la cabeza

si antes hubiera querido

él se les pela a la fuerza.

Muchos millones de verdes

los que ahí se repartieron

el director del penal

y 32 compañeros

se voltiaron los papeles

y ellos están prisioneros.

Dónde está “El Chapo” Guzmán

búsquenlo por todas partes

si tardaron pa sacarlo

van a tardar pa encerrarlo

tal vez muera mucha gente

si un día llegan a encontrarlo.

Adiós penal Puente Grande

para mí no fuiste cárcel

yo me sentía como en casa

más no pude acostumbrarme

adiós compa Güero Palma

afuera voy a esperarte.

HIJO DE CHAPO, CHAPITO: “… EL GENERAL PRONTO ESTARÁ DE REGRESO”

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Existe un mensaje premonitorio en la red social Twitter escrito por Iván Archivaldo Guzmán Salazar, hijo del Chapo:

“Todo llega para quien sabe esperar (sic)”.

Y el 8 de mayo pasado escribió:

“No miento e llorado pero es de hombres y ahora va la mía, traigo gente armada y les prometo que el general pronto estará de regreso (sic)”.

El Chapito sabe de lo que habla. Está en el negocio y pasó por el Altiplano, de donde salió libre absuelto en 2008, siete años antes de que su padre se fugara de la misma cárcel.

Alfredo Guzmán, otro hijo del jefe de Sinaloa, también redactó como si tuviera pluma de profeta:

“A mi Apá no mas le pega la gana y se fuga de la prición (sic)”.

¿Cómo es la existencia cuando se es hijo del criminal supuestamente más buscado del Continente, quizá del mundo?

Aquí una respuesta…

Foto: Especial

Iván Archivaldo Guzmán Salazar. Foto: Especial

Ciudad de México, 14 de julio (SinEmbargo).– “Siento que mi padre es… ‘buena persona’”, completó la frase Iván Archivaldo Guzmán Salazar respecto del hombre presentado como uno de los principales responsables de la muerte violenta de al menos 100 mil personas y la desaparición de otras 25 mil durante los últimos años de las guerras del narcotráfico.

Cuando Iván Archivaldo nació, el 15 de agosto de 1983, su padre, Joaquín El Chapo Guzmán era un joven narcotraficante al servicio de Miguel Ángel Gallardo Félix, El Padrino, el último capo mexicano que gobernó en razonable paz y orden a los clanes de las drogas en México.

En ese tiempo, principios de los 80, Joaquín Guzmán Loera no aparecía siquiera en la lista de los objetivos de la DEA, principal agencia antidrogas de Estados Unidos, como uno de sus objetivos, trazados desde fines de la década anterior con la Operación Cóndor, la primera gran operación conjunta entre México y su vecino del norte para erradicar el cultivo de marihuana y amapola con apoyo del ejército mexicano en el “Triángulo Dorado”, la serrana frontera de Chihuahua, Durango y Sinaloa.

Los capos se mudaron a Guadalajara, entendida como la capital del occidente mexicano, y compraron cuanto policía hubiera. La vida les resultaba relativamente sencilla hasta que tuvieron la mala idea de secuestrar, torturar y asesinar al agente especial de la DEA Enrique Camarena Salazar.

Antes de morir, Kikí Camarena explicó quiénes eran los objetivos prioritarios de la lucha antinarcóticos. Félix Gallardo, Ernesto Fonseca, Rafael Caro Quintero, Manuel Salcido El Cochiloco y Juan José Esparragoza Moreno El Azul, de acuerdo con el expediente de uno de los asesinos materiales del policía norteamericano.

Ni una sola ocasión aparece el nombre de Joaquín Guzmán Loera. Tampoco existe en la causa penal de más de 20 mil hojas levantada contra José Antonio Zorrilla Pérez, el jefe de la policía política mexicana de la época y quien pasó casi 30 años de su vida en prisión por vender su alma al narco.

El retrato documental más puntual de la connivencia de autoridades hacia los criminales organizados de esos días está plasmada en el libro “Desperados. Los caciques de la droga, los agentes de la ley y la guerra que Estados Unidos no puede ganar, de Elaine Shannon (Lasser Press, 1989)”.

¿Cuántas líneas dedicó al hombre presentado el sábado 22 de febrero de 2014 como el narcotraficante más buscado del mundo? Ninguna.

Tras la detención, en 1989, del Padrino y la consecuente muerte del Cártel de Guadalajara, El Azul Esparragoza convocó a los sobrevivientes. Los narcos se convencieron de que todos cabían –luego se darían cuenta y de lo peor forma que no era sí.

Dueños de las almas de los agentes de la Dirección Federal de Seguridad que migraron a la Policía Judicial Federal, convinieron la constitución de cuatro cárteles: Tijuana, para los hermanos Arellano Félix, sobrinos de Miguel Ángel Félix Gallardo, y Jesús Labra; Sinaloa, encabezado por Joaquín El Chapo Guzmán; Juárez, para Amado Carrillo Fuentes El Señor de los Cielos, y del Golfo, en manos de Juan García Ábrego.

En ese momento, Iván Archivaldo, hijo de Joaquín Archivaldo tendría seis o siete años, así que la vida de ese muchacho coincide con la historia criminal del hombre más buscado en el mundo.

El Chapito vivió y sobrevivió a las guerras iniciadas y todas ganadas por su padre contra los cárteles de Tijuana, El Golfo Juárez y los Beltrán Leyva. Ese joven ha visto volar cabezas de uno y otro bando en la disputa con Los Zetas. Ha crecido en el entendido de que su padre sometió a dos presidentes de México.

Y, después de todo, ¿qué se depositó en su mente?

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Imagen del examen psicológico aplicado al hijo de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”Foto: Especial

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En junio de 2005, en Zapopan, Iván Archivaldo Guzmán fue detenido tras un accidente de tránsito al salir de una fiesta. Se le sentenció a cinco años de prisión por lavado de dinero. Fue absuelto en 2008 por falta de pruebas.

Durante su estancia en prisión, al igual que a todos los demás los reos, el hijo del capo debió resolver distintos exámenes psicológicos y sociales para la elaboración de su perfil.

SinEmbargo posee copia de las pruebas hechas al Chapito.

El 19 de mayo de 2005, las autoridades del Reclusorio Sur le practicaron el estudio social. Ahí se indica que nació el 15 de agosto de 1983 en Durango, que tiene por apodo “El Chapito, que con 21 años de edad solamente había concluido la secundaria, que vivía en Zapopan, Jalisco, y que su ocupación era soldador de automóviles.

El reo identificó como su padre a Joaquín Guzmán Loera, entonces de 48 años de edad, pero negó conocer cualquier dato relacionado con él: su estado civil, ocupación o domicilio; de El Chapo sólo dijo que había estudiado la primaria.

Es decir, el presente de México está parcialmente determinado por un hombre que apenas concluyó la educación primaria.

El Chapito dijo que su madre es Alejandra Salazar Hernández, una mujer que en la época contaba con 47 años de edad y se dedicaba a los bienes raíces. Mencionó a sus hermanos: César y Gisel, mayores que él cinco y tres años, y Alfredo, tres años menor.

Un trabajador social describió el aspecto familiar:

“La dinámica familiar primaria se desarrolla completa, desintegrada, funcional, refiriendo el entrevistado que cuando tenía 12 años sus padres se separan principalmente por los problemas judiciales de su padre, de quien desconoce su paradero desde la fuga del penal de Puente Grande [Jalisco]. Menciona que lo visitaba en la cárcel al igual que sus demás hermanos y madre.

“Ella es la principal figura de autoridad y proveedora económica, a pesar de que el interno tiene una actividad remunerada. Su madre le proporcionaba una cantidad al mespara cubrir sus gastos personales. Las relaciones intrafamiliares de sus hermanos y madre son favorables. Durante los 100 días de arraigo recibió visita, apoyo  moral y económico de su familia. Indica que de su padre no sabe nada y no recibe ningún tipo de apoyo ni ha vuelto a tener comunicación con él”.

Iván Archivaldo reprobó el tercer año de primaria. Inició la preparatoria en un sistema escolarizado, pero desertó y se apuntó en un bachillerato abierto que dejó por su detención y encarcelamiento.

Inició su vida económicamente activa a los 17 años de edad como mensajero de un despacho de abogados y, entre 2003 y 2005, se ocupó en un taller de hojalatería y pintura, aseguró en la entrevista. También aseguró que sus ahorros ascendían a 40 mil pesos.

Aseguraba que compartía su tiempo libre con su novia, que bebía alcohol de manera habitual, pero que no fumaba ni utilizaba drogas.

Foto: Especial

“Ansioso, suspicaz, reservado y evasivo, con hostilidad encubierta. Se torna sensible”, describen a Iván Archivaldo los resultados del examen. Foto: Especial

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En la misma fecha del examen social, el 19 de mayo de 2005, un psicólogo practicó al Chapito los estudios de personalidad.

El especialista anotó que el muchacho negaba tatuajes o cicatrices, pero apuntó la existencia de mezquinos en las manos. También describió su actitud: “Se muestra ansioso, suspicaz, reservado y evasivo, con hostilidad encubierta. Se torna sensible”.

El psicólogo lo consideró lúcido y orientado, con la memoria conservada y dueño de un pensamiento con nivel concreto y de contenido lógico, coherente y congruente, con curso rápido tanto inductivo como deductivo, pero con una realidad de contenido bloqueada y pobre y con una formación conceptual de subvaloración.

La primera impresión no arrojó ninguna alteración.

El hijo del Chapo mostró una capacidad de juicio crítica, tanto de sí mismo como de los demás, disminuida y una capacidad de organización y planeación irregular. Tanto su capacidad de análisis como síntesis fue considerada media baja.

En los rasgos del carácter, su tolerancia a la frustración, su capacidad de demora y su control de impulsos fueron considerados por el técnico en una escala media baja.

“[El manejo de la agresión] Adecuado: canaliza hacia el estudio. Desplaza (hacia) actividades recreativas como el automovilismo. Inadecuado: probable violencia psioclógica hacia personas que no considera de su nivel socioeconómico”.

Para el psicólogo, el hijo del narcotraficante y supuesto narcotraficante él mismo observaba conflicto con la autoridad, un rol de grupo sumiso y pasivo, una introyección parcial de normas y valores y un aprovechamiento limitado de la experiencia.

Se lee en el apartado de la dinámica de la personalidad:

“Sujeto de 21 años. Proviene de una familia incompleta, aparentemente organizada y funcional con un nivel socioeconómico alto. Se muestra como una persona con baja motivación al logro, con niveles medios bajos de capacidad de demora, tolerancia a la frustración y control de impulsos. Con tendencia a canalizar la agresividad hacia la violencia psicológica.

“Inmaduro en su desarrollo e inseguro. Denota necesidad de apoyo y afecto. No obstante, es suspicaz y sensible a la opinión que los demás tengan de él. Percibe a la figura paterna protectora y poderosa, como concepto, pero distante y ausente en la relación psicoafectiva. Idealiza a la figura materna atribuyéndole cualidades de guía, cuidado y protección dependiendo de ella para tomar decisiones.

“El tipo de relaciones que establece es utilitario y de dependencia o de dominación hacia personas que considera de menor rango o nivel. Utiliza como mecanismo de defensa la negación, la represión y la fantasía”.

Y concluyó:

“Debido a las características de personalidad resulta vulnerable por su proclividad a afiliarse a grupos para y anti sociales. Asimismo representa un riesgo institucional”, apuntó en referencia a la seguridad del Reclusorio Sur del Distrito Federal, la prisión de mediana seguridad en que estaba interno.

Foto: Especial

“Proviene de una familia incompleta, aparentemente organizada y funcional con un nivel socioeconómico alto”.Foto: Especial

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En 2012, el Departamento del Tesoro de EU informó que Iván Archivaldo Guzmán Salazar y Ovidio Guzmán López, junto con otros dos lugartenientes, quedaron sujetos a las sanciones conforme a la Ley de Designación de Cabecillas Extranjeros del Narcotráfico (conocida como la Ley Kingpin).

El Departamento del  Tesoro de Estados Unidos relaciona a un empresario y varios familiares de Joaquín Guzmán Loera como sus relaciones operativas en el Cártel de Sinaloa:

  • Dámaso López Núñez El Licenciado, con fecha de nacimiento del 22 de febrero de 1966. “El ahijado de Guzmán Loera”, según le canta la Banda El Recodo, organizó parte de la fuga del capo en 2001. De acuerdo con el diario estadounidense The Washington Times, un gran jurado lo acusó en noviembre de 2012 de conspiración para distribuir cocaína y lavar dinero, que le reportaron ganancias de más de 280 millones de dólares.
  • Inés Coronel Barreras, nacido el 21 de enero de 1968. Es el padre de Emma Coronel, última esposa del Chapo.
  • Ovidio Guzmán López, nacido el 29 de marzo de 1990. Es uno de los hijos del jefe del narcotráfico.
  • Griselda López Pérez, nacida el 19 de agosto de 1959. Es una de las ex esposas de Guzmán.
  • María Alejandrina Salazar Hernández, nacida el 17 de julio de 1958. Otra de las ex parejas del narco sinaloense.
  • Iván Archivaldo Guzmán Salazar, nacido el 15 de agosto de 1983 o el 2 de octubre de 1980. Es uno de los primeros hijos conocidos del narcotraficante.
  • Jesús Alfredo Guzmán Salazar, nacido el 17 de mayo de 1986. Es hermano menor del anterior.
Foto: Especial

Los anhelos que refleja el test aplicado al hijo del narcotraficante “más buscado del mundo”. Foto: Especial

***

Iván Archivaldo Guzmán Loera resolvió, entre otros, el test de frases incompletas. También dibujó un hombre, una mujer y una casa con sus respetivas historias.

Lo que respondió el hijo del criminal “más buscado del mundo” muestra cómo la vida íntima de los narcotraficantes está hecha exactamente de lo mismo que de quienes no lo son.

Estos son algunos de sus reactivos y su complementación textual por parte del hijo del Chapo.

  1. Pienso que mi padre rara vez… “come carne”
  2. Cuando llevo la de perder… “aceptar las cosas”
  3. Siempre quise… “un carrito”
  4. Si yo tuviera autoridad… “fuera justo”
  5. El futuro me parece… “justo”
  6. Los hombres que son mis superiores… “se les respeta”
  7. Sé que es tonto pero tengo miedo… “a estar solo”
  8. Pienso que un verdadero amigo… “esta en las buenas y malas”
  9. Mi idea de mujer perfecta… “mi mamá”

12. Comparada con la mayoría de las familias, la mía… “es buena”

14. Mi madre… “es lo que mas quiero”

15. Haría cualquier cosa por olvidar la vez que… “le contesté mal a mi mama”

16. Ojalá mi padre… “estuviera conmigo”

20. Anhelo… “ser mejor”

22. La mayoría de mis amigos no saben que tengo miedo de… “estar solo”

23. No me gusta la gente que… “es presumida”

24. Antes de la guerra, yo… “ago paz”

46. Siento que mi padre es… “buena persona”.

47. Cuando la suerte me es adversa… “la acepto”

48. Cuando doy órdenes a los demás… “los respeto”

52. Mis temores me obligan a veces… “aguantarme”

54. Mi recuerdo infantil más vívido… “jugando futbol”

57. Cuando era niño, mi familia… “hacia piñatas”

El Chapito escribió lo siguiente al reverso de ala hoja en que trazó un muchacho sonriente. La transcripción es textual:

“Erase una vez un niño de 10 años y le hicieron una fiesta muy bonita estaban todos sus amigos y siguio cumpliendo años aoraya tiene 16 y esta muy bien se yeva bien contodos juegafutbol en la escuela estudia y trabaja en el fututo va a encontrar a una persona que se quieran y respeten mutuamente y se casen y tengan hijos bonitos en lo que le gusta y estar bien”.

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HIJO DEL CHAPO, CHAPITO

¿Participa el hijo del Chapo en la red de negocios?

SinEmbargo también posee copia de la causa penal 48/2005 abierta en su contra por el Juzgado Octavo de Distrito de Procesos Penales Federales. En la acusación, la Procuraduría General de la República presentó el testimonio de un testigo protegido identificado con el nombre de “Peña”,  quien admitió participar en la transportación de dinero de distintas ciudades de Estados Unidos a México.

Admitió, por ejemplo, que en agosto de 2004 trasladó por vía terrestre 470 dólares producto de la venta de drogas. Un enlace del Cártel de Sinaloa, un sujeto apodado Moy ocultó el dinero en un compartimento secreto de la camioneta y, sin conocer su exacta ubicación, “Peña” lo llevó de una ciudad de Ohio a Ciudad Juárez, Chihuahua.

Llegó a la casa conocida por los traficantes como “amarilla y verde”, en la calle Bosque de Coníferas número 7623, colonia Bosque de San José de esa frontera.

Un hombre identificado como Héctor abrió la puerta a “Jorge Peña” y lo condujo a una habitación en el segundo piso de la casa, donde estaban tres hombres jóvenes: Mario, uno presentado como “Jorge” y el otro identificado como el guardaespaldas del anterior.

En su declaración, el informante describió a “Jorge”: delgado, 1.62 metros de altura, tez blanca, cabello corto ondulado y castaño oscuro, ojos cafés oscuros medianos, nariz medio chata, cara mediana y alargada, cejas semi pobladas y unos 22 años de edad. El transportista recordó que este hombre joven apoyaba más la pierna izquierda que la derecha, como si recién le hubieran retirado un yeso.

“Jorge” y Mario estaban sentados en una cama rodeados de paquetes de billetes. “Peña” calculó que eran alrededor de millón y medio de dólares en denominaciones de 20, 50 y dólares. El guarura mantenía una actitud vigilante.

–¿Dónde están los pescados? –preguntó Mario a Moy por teléfono.

–En la puerta trasera y en la consola de en medio –respondió el vendedor en Estados Unidos.

“Peña” y Héctor descendieron al garaje, abrieron los compartimentos ocultos de la camioneta y encontraron los dólares empaquetados al alto vacío. Subieron con el dinero y lo pusieron en el suelo, a la vista de Mario y “Jorge”. Abrieron el paquete y desbordaron fajillas de 5 mil y 10 mil dólares. Junto a la cantidad anterior, en el sitio había unos 2 millones de dólares.

Una hora después, llegó Pablo, un contador encargado de lavar el dinero a través de unas casas de cambio de su propiedad. Los demás introdujeron el dinero en dos maletas de lona negra. Timbró el teléfono celular de “Jorge”.

–Ya está arreglado todo –dijo el joven a la persona con quien hablaba. Luego se despegó el teléfono de la oreja y lo acercó a Mario. –Mi ‘apá quiere hablar contigo –y le extendió el aparato.

–No puedo ir ahorita, porque  necesito levantar otro dinero. Me desocupo y agarro boleto para visitarlos en Sinaloa –explicó Mario y devolvió el celular a “Jorge”.

–Me comunico más tarde, voy a la casa de cambio – se despidió y se dirigió a Mario y a Héctor –en cuanto estén listos toman un avión a Chihuahua y, de ahí, a Sinaloa.

El contador intentó mover las maletas, pero no pudo. El guardaespaldas lo ayudó con el beliz de mayor tamaño y subieron a una camioneta Ford Expedition color verde azulado con placas de Chihuahua. Condujeron a la Casa de Cambio Coronado, en el centro comercial Plaza Real.

Sólo bajaron Pablo y Héctor con las valijas. Los demás esperaron por dos horas y medio dentro del vehículo, excepto el momento en que fueron a comprar una cerveza con mariscos para “Jorge”.

–Estoy preocupado, porque la marihuana que tenemos no la quieren en Estados Unidos, ya se está haciendo fea –dijo Mario.

–Ya viene la cortada nueva y va a salir chingona –lo tranquilizó “Jorge”.

Pablo y Héctor volvieron con una enorme sonrisa. Comentaron que sin mayor problema habían transferido un millón y medio de dólares.

“Me invitaron a una fiesta de 15 años en la capital de Chihuahua. No recuerdo la fecha exacta, pero debió ser en septiembre u octubre del año pasado”, habló el testigo protegido en referencia de 2004. En esa fiesta vi al Chapo Guzmán”.

Sobre la mesa, los policías federales dispersaron varias fotografías sobre el escritorio en que tomaban la declaración de “Peña”. El hombre escogió una foto tomada a un hombre joven de piel blanca, cabello ondulado y castaño, vestido con una sudadera gris.

“Él es “Jorge”’, señaló en referencia de Iván Archivaldo Guzmán Salazar, el hijo del Chapo, hasta el sábado el narcotraficante más buscado del mundo.

Foto: Especial

Siento que mi padre es… “buena persona”, escribió “El Chapito”. Foto: Especial


ASÍ FUE LA VICTORIA DE “EL CHAPO” CONTRA LOS HERMANOS ARELLANO FELIX

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Junto con su capacidad para huir de las prisiones, una de las características más notables del Chapo Guzmán es su desempeño en la guerra, condición permanente en su negocio.

Peleó contra el Cártel de Juárez y hoy Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos, está muerto. Guerreó contra el Cártel del Golfo y su máximo jefe, Osiel Cárdenas Guillén, El Mata Amigos, vive en permanente aislamiento en una cárcel de “súper máxima seguridad” en Colorado, Estados Unidos. Luchó contra Los Zetas y su mayor enemigo, Heriberto Lazcano Lazcano, El Verdugo, murió bajo fuego militar. Traicionó a los Beltrán Leyva y el líder de estos, Arturo, El Barbas, también está enterrado.

Lo mismo ocurrió cuando derribó a los líderes del Cártel de Tijuana, alguna vez considerado el mayor cártel de las drogas en el mundo y quienes realizaron el primer reclutamiento de sicarios con entrenamiento para ir a la guerra de las drogas.

Dirigieron su escuadrón contra El Chapo… Una mala decisión.

"El Chapo",

“El Chapo” Guzmán Loera, al momento de firmar los papeles de su ingreso al penal de El Altiplano, en febrero de 2014. Foto: Especial.

Ciudad de México, 24 de julio (SinEmbargo).- Los hermanos Arellano Félix apretaron las quijadas y se volvieron a reunir para discutir el tema con Ismael El Mayo Zambada, quizá el socio más importante que hoy tiene Joaquín Guzmán Loera.

Lo que sigue es palabra jurada de Everardo Páez Martínez, lugarteniente de los Arellano, testigo presencial de los hechos y colaborador del FBI:

“Los dirigentes de la Organización de los Arellano Félix y Zambada planearon una segunda reunión con Guzmán en la residencia de Zambada en Culiacán. El objeto de esta reunión era que Ramón Arellano Félix matara a Guzmán Loera.

Me consta este complot porque participé en conversaciones con Benjamín, Ramón y Eduardo acerca del plan para asesinar a Guzmán. Además, Ramón me dijo personalmente que iba a Culiacán a matar a Guzmán. Y llevé a Ramón en automóvil al aeropuerto el día que viajó en avión de Tijuana, rumbo a Culiacán, para llevar a cabo la misión”.

Al llegar al aeropuerto de Tijuana o “51”, como en clave se referían a ese lugar, Ramón Arrellano Félix se encontró con sus hermanos Benjamín y Eduardo Arellano Félix en una camioneta estacionada afuera de la terminal aérea.

Los capos permitieron la presencia de su consejero, Everardo Páez.

—Asegúrate que todo salga bien —pidió Benjamín a Ramón. —Será muy difícil para nosotros si atacas a Guzmán y no lo matas.

Eduardo recalcó la misma idea.

Aparentemente, Ramón escuchó en silencio los consejos de ambos.

—Todo está listo para el ataque —concluyó Benjamín. El asesinato ocurriría en el interior de la casa de El Mayo.

Ramón subió al avión. Descendió y tomó camino para matar al hombre que se convertiría en el más poderoso de su especie en el mundo.

***

El homicidio de Armando López, un compadre de Joaquín, El Chapo, Guzmán Loera, cometido en 1989 por Ramón Arellano Félix fue el punto de partida en la tensión entre la las organizaciones.

Ambos eran beneficiarios directos del desastre venido tras el asesinato del agente especial de la DEA Enrique Camarena a manos de Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca, perpetrado en 1985 en Guadalajara. El gobierno de Estados Unidos se lanzó como un perro furioso y reclamó a su contraparte mexicana la detención de los culpables. Así ocurrió, además de la captura de Miguel Ángel Félix Gallardo.

Recientes versiones apuntan a que el asesinato de Kiki Camarena fue orquestado por la CIA. De ser cierto el hecho llama la atención que nunca ningún narcotraficante detenido entonces utilizara esa información en su defensa. Tampoco lo hizo ninguno de los varios funcionarios de la Dirección Federal de Seguridad implicados con el narco.

Lo cierto es que lugartenientes del falleciente Cártel de Guadalajara tuvieron su oportunidad de ascender y, mientras lo hacían, se hicieron la guerra a muerte. Las facciones más claras en ese momento eran la dirigida en Juárez por Amado Carrillo, la de Joaquín Guzmán y Héctor El Güero Palma en Sinaloa, los Arellano Félix en Tijuana y, hacia el oriente, en el Golfo de México, Juan García Ábrego.

Durante el verano de 1991, período en que los cadáveres se hacían asunto rutinario en Culiacán y Tijuana, Ismael, El Mayo, Zambada García, entonces alineado con los Arellano Félix, concertó una reunión entre él mismo, Benjamín Arellano y Joaquín Guzmán.

El objetivo de la reunión era iniciar un diálogo entre las dos grupos e intentar resolver sus respectivos problemas. A Benjamín Arellano Félix no le quedaba mayor alternativa que sentarse a negociar y resolver las cosas con Guzmán.

En esa época, El Chapo tenía una relación estrecha con el jefe de la Policía Judicial Federal, Guillermo González Calderoni, un hombre señalado por Miguel Ángel Félix de orquestar el reparto de las plazas.

González Calderoni gozaba de otra fama: estaba en la mayor estima del gobierno de Estados Unidos.

Benjamín Arellano entendía que los vínculos de Guzmán con González Calderoni y otros funcionarios políticos y policiales representaban una situación peligrosa para su organización y aceptó la conciliación de El Mayo Zambada.

***

Retrato de la familia Arellano Félix. Foto: Especial

Retrato de la familia Arellano Félix. Foto: Especial

Everardo Páez, lugarteniente de los Arellano desde mediados de los80, viajó a Culiacán con Benjamín, Eduardo y Ramón Arellano Félix, Ismael y Gilberto Higuera Guerrero y otros varios miembros de Tijuana.

El encuentro ocurrió en la casa de Zambada, en Culiacán, pero los únicos que participaron en la propia reunión fueron Benjamín Arellano, Ismael Zambada y Joaquín Guzmán. Cada cártel mantuvo la guardia alrededor de la residencia, según consta en los documentos obtenidos.

“Abrimos la comunicación y los problemas estaban bajo control”, informó Benjamín a los suyos. “No quiero que nadie hiciera nada que creara malentendidos o desconfianza”, ordenó en general. “No persigas a nadie de la gente de Guzmán”, pidió a su hermano Ramón.

Aunque se suponía que las cosas se habían resuelto en la reunión del verano de 1991, poco tiempo después los 30 dirigentes del Cártel de Tijuana cayeron en cuenta de que Guzmán Loera logró implantar a un comandante de la Policía Judicial leal a él en la propia ciudad de los Arellano Félix.

Se decía que Guzmán operaba en contubernio con un exjefe de Fronteras de la Policía Judicial y encargado de la Agencia Anti Narcóticos mexicana, González Calderoni.

Los Arellano apretaron las quijadas y se volvieron a sentar para discutir el asunto con El Mayo.

Hablaría Everardo Páez en los días de su encierro y pacto con las agencias de Estados Unidos, empecinadas en extinguir al Cártel de Tijuana:

“Los Arellano Félix y Zambada planearon una segunda reunión con Guzmán en la residencia de Zambada en Culiacán. El objeto de esta reunión era que Ramón Arellano Félix matara a Guzmán.

“Me consta este complot, porque participé en conversaciones con Benjamín, Ramón y Eduardo acerca del plan para asesinar a Guzmán. Además, Ramón me dijo personalmente que iba a Culiacán a matar a Guzmán. Y llevé a en automóvil al aeropuerto el día que viajó en avión de Tijuana, rumbo a Culiacán, para llevar a cabo la misión”.

—Asegúrate que todo salga bien —pidió Benjamín a Ramón. —Será muy difícil para nosotros si atacas a Guzmán y no lo matas.

Eduardo recalcó la misma idea. Aparentemente, Ramón escuchó en silencio.

—Todo está listo para el ataque —concluyó Benjamín.

Ramón subió al avión. Descendió y tomó camino para matar al hombre que se convertiría en el más poderoso de su especie en el mundo.

Pero el asesinato se frustró y Ramón volvió con las manos limpias a Tijuana.

“Yo estaba listo para asesinarlo, pero Kiki Fernández —un asociado de los Arellano Félix en esa época— se puso paranoico y físicamente me detuvo”, explicó a sus hermanos.

Benjamín estaba furioso.

—¿Y por qué no mataste a Kikí? —cuestionó Benjamín.

—No te preocupes… Yo mataré a Guzmán en Guadalajara —se justificó Ramón.

***

En junio de 1992, Benjamín e Ismael Higuera Guerrero estaban listos para viajar a la Ciudad de México.

Los Arellano mantenían una dolorosa racha de incautaciones de cargamentos de cocaína y marihuana en Estados Unidos. Veían como su ciudad se convertía en un sitio hostil, en un lugar que los comenzaba a tratar como extraños a ellos, los dueños de la frontera.

Benjamín viajaba a la capital mexicana con la intención de hablar por segunda vez con Guzmán y Zambada y, nuevamente, abordar las diferencias. Sin embargo, antes de que partieran a la reunión, Ramón se enteró de que Guzmán tramaba el homicidio de Benjamín e Ismael Higuera Guerrero durante el traslado.

Se canceló el viaje.

Los Arellano confrontaron a Zambada y a otros que ellos creían que sabían del ataque proyectado, incluido otro traficante importante con el nombre de Rafael Aguilar Guajardo, excomandante de la Dirección Federal de Seguridad y cofundador del Cártel de Juárez.

Zambada y Aguilar Guajardo negaron conocer o estar implicados en el complot.

Después de este incidente, los dirigentes de la OAF mantuvieron comunicaciones cordiales con Zambada y Aguilar Guajardo. Sin embargo, los percibían como enemigos.

Poco después de eso, las organizaciones se encontraron en guerra. La alianza de los Arellano con Manuel Aguirre Galindo y Jesús Labra Avilés se fortaleció.

***

Benjamín Arellano Félix, Foto: Cuartoscuro

Benjamín Arellano Félix, detenido en México y extraditado a Estados Unidos. Foto: Cuartoscuro

Ese mismo año, en agosto de 1992, Ramón y un pistolero viajaron a Guadalajara para buscar una segunda oportunidad de ejecutar a Guzmán. Ramón se sentía seguro luego de obtener la localización precisa de Guzmán en la capital de Jalisco.

—No quiero que las cosas empeoren —habló Benjamín, visiblemente preocupado.

—Si otros traficantes importantes que nos están dando problemas ven que Guzmán está muerto dejarán de atacarnos —repuso Ramón, según la reconstrucción hecha por Everardo.

Ramón y un contingente de ejecutores partieron en el avión privado de Benjamín. El día después de la partida de Ramón, sus hermanos Benjamín y Eduardo y otros jefes de Tijuana se encerraron en un rancho llamado “Las Bardas” en espera de noticias del ataque.

Dos o tres horas después, Ramón llamó por teléfono.

—Intentamos dispararle y matarlo, pero escapó.

***

En otoño de 1992, Fulvio Jiménez Turegano comandaba a la Policía Federal en Tijuana. Los Arellano Félix tenían por cierto que ese hombre Jiménez, descendiente policiaco de Arturo, El Negro, Durazo, trabajaba en acuerdo con Guzmán Loera.

La presión no cesaba y las confiscaciones no paraban.

Los Arellano pensaron en tomarse un respiro y decidieron dar, y darse, a toda la jefatura de la organización criminal unas vacaciones en Puerto Vallarta.

Los narcotraficantes optaron por pausar y esperar que la frontera se enfriara. Benjamín, Ramón y Javier Arellano Félix, Ismael y Gilberto Higuera Guerrero, Efraín Pérez,  David Barrón Corona, El Popeye — jefe de escoltas — y otros se prepararon para dejar su ciudad y tomar unas largas vacaciones en Puerto Vallarta.

“Hasta que todo se calme”, dijeron y volaron a principios de noviembre de 1992.

Pero ya nada volvió a la calma. Los gatilleros de El Chapo  y su socio Héctor, El Güero, Palma emboscaron a Ramón y Francisco Javier en la discoteca Christine de Vallarta.

La versión al interior del Cártel de Tijuana fue que un grupo de personas entraron a la discoteca, se dirigieron al baño y gritaron “¡Policía!.” En el lugar estaban Ramón, Javier e Ismael y Gilberto Higuera. Uno de los acompañantes de los capos replicó con la misma advertencia: “¡Policía!”. Lo mataron de inmediato.

Al comenzar el tiroteo al menos una docena de hombres irrumpió en el salón y abrió fuego. Barrón respondió el fuego. Mató a uno de los atacantes y le quitó el rifle AK-47. Luego ayudó a los capos a salir del lugar trepando hasta el tragaluz y el techo del lugar por donde lograron escapar.

Las vacaciones se cancelaron y Eduardo Arellano Félix y Páez Martínez, que habían retrasado su salida, volaron a Guadalajara donde se reunieron con Benjamín y los otros. Resolvieron un contraataque inmediato. Gilberto Higuera llevaría a un equipo de sicarios a Culiacán para localizar y atacar a miembros de los grupos de Guzmán y del Güero Palma. En segundo lugar, se decidió que Ramón Arellano Félix trabajaría con un individuo apodado La Rana y llamado Humberto Bañuelos Rodríguez, un excomandante de la Policía Judicial de Sinaloa, para identificar a miembros de la familia Guzmán y sus domicilios en el área de Guadalajara.

Durante las semanas siguientes, La Rana localizó y secuestró a uno de los cuñados de Guzmán. El día en que secuestraron al cuñado de Guzmán, Páez Martínez y Barrón Corona, El Popeye, acompañaron a Ramón Arellano y a La Rana al lugar en donde lo tenían cautivo. Lo golpearon y torturaron hasta que el hombre proporcionó información relacionada con la identidad y ubicación de miembros de otros familiares de Guzmán.

Entonces lo ejecutaron.

Mientras tanto, Gilberto Higuera se mantuvo en Culiacán con un equipo. Sin embargo, mientras efectuaban la búsqueda fueron encontrados: él mismo fue secuestrado por cercanos de Guzmán. Inmediatamente después de recibir la información sobre el levantón, Ramón Arellano Félix y Barrón Corona fueron a una de las residencias de la familia de Guzmán que su cuñado había identificado y tomaron varias personas como rehenes.

Ramón Arellano habló con El Chapo.

—Voy a matar a tus familiares a menos que sueltes a Gilberto.

Cada capo liberó los respectivos rehenes y se plegó a concentrar fuerzas.

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Los cárteles mexicanos reclutan a estudiantes, a través del Internet y en las prisiones. Foto: EFE.

Pandilleros reclutados en Estados Unidos sirvieron al Cártel de los Arellano Félix. Foto: EFE.

Poco después del regreso de los Arellano a Tijuana, Benjamín Arellano llamó por radio a Páez Martínez.

—Quiero una reunión con Barrón Corona —ordenó.

Páez Martínez localizó a El Popeye y lo escoltó para que se encontrara con Benjamín.

—¿Tienes hombres rudos disponibles para nos proporcionen protección a mí y a mis hermanos? —indagó el narcotraficante.

—Conozco a varios muchachos del área de Logan Heights de San Diego, pero ninguno de ellos conoce Tijuana muy bien —repuso el asesino.

—Eso no será problema. Quiero empezar con, cuando menos, 10 hombres.

Benjamín fundaba un cuerpo de sicarios de tiempo completo, realizaba un salto evolutivo en la historia de las empresas criminales mexicanas al reclutar personal ajeno a la organización por su sola capacidad de ejercer violencia. El gánster ordenó a El Popeye conseguir casas, automóviles, armas y lo que fuera necesario para organizar un grupo. Le llenó las manos con 200 mil dólares y arriba de los billetes le colocó un radio.

—Eres CH —Benjamín, con tono complacido, otorgaba una clave a su jefe de asesinos. CH era una abreviatura de Charles, como gustaba el narcotraficante llamar a El Popeye en alusión a Charles Bronson o, más precisamente, a los rudos personajes que el actor interpretaba.

***

Charles o Popeye inició inmediatamente la contratación de miembros de las pandillas de Logan Heights para ser guardaespaldas y miembros de los equipos de sicarios. Estableció tres casas amplias, llamadas “oficinas” en Tijuana como casas de seguridad.

La oficina con clave 73 tenía la primera responsabilidad de la seguridad de Ramón Arellano, otra más concentraba la vigilancia de Benjamín Arellano y, la otra, denominada L-H —quizá en alusión a Logan Heights— concentraba a un equipo de ejecución general y refuerzo.

Estos fueron algunos de los pandilleros reclutados: Alberto Bayardo Robles, El Gori, Alfredo Araujo también apodado, Popeye, Adelaido Peña Huerta, Lalo, Marcos Quiñones, El Pato, Enrique Vascones, El Puma, El Tarzán, El Jimmy, Night Owl, El Gizmo, El Gordo, Cougar, Spanky y El Paisa provenientes tanto de la banda Logan Heights como Posole o Del Sol, las tres con ascendencia de la Mafia Mexicana, una de las más poderosas pandillas carcelarias en Estados Unidos.

A fines de 1992 y principios de 1993, el equipo de sicarios de los Arellano Félix estaba concentrado en el entrenamiento y en la espera de una oportunidad para asesinar a Guzmán Loera.

El sueldo semanal de cada pistolero era de 500 dólares más bonificaciones por participar en “misiones” especiales, es decir, trabajos de represión consistentes en asaltos, secuestros y asesinatos. El entrenamiento formal consistía en el manejo y uso de rifles de asalto AK-47, pistolas .38 Súper, arma de cargo de las policías mexicanas, y subametralladoras UZI.

***

¿Cómo era el proceso de reclutamiento del cuerpo de sicarios de los Arellano Félix? ¿Cómo se elegía a un hombre cuya principal ambición en la vida debía ser quitarle la vida al Chapo Guzmán?

Night Owl fue miembro de la pandilla Posole, la misma a la que en libertad pertenecía El Bat. Entre 1978 y 1981, Night Owl fue condenado en siete ocasiones por diferentes cargos que purgó como menor de edad. En 1987 tuvo paso por la cárcel de San Quintín, donde conoció a Albert Esqueda El Bat.

A principio de los años 1990, las autoridades estadounidenses ya sabían exactamente la mezcla de Night Owl: fue procesado por posesión de metanfetaminas y de explosivos. Sus estancias en las penitenciarías fueron lo suficientemente relevantes como para sumarse con cierta influencia en el directorio de la Mafia Mexicana.

Entre abril de 1992 y el 1 de marzo de 1993, el pandillero coincidió en la cárcel con otro llamado José Ayala y conocido como Bugsy, a su vez amigo cercano de David Barrón Corona, El Popeye, para las clicas, Charles para los Arellano Félix. La amistad entre Night Owl y Bugsy se estrechó hasta el momento en que el último enroló al primero en el grupo de Popeye mediante correspondencia.

En marzo de 1993, Night Owl abandonó la prisión estatal. Afuera de la penitenciaría lo esperaba una mujer, hermana de Barrón Corona y lo llevó a una casa a la que se referían como oficina en el área Logan Heights de San Diego. Ahí conoció a Barrón Corona y a otros miembros de la pandilla: Zig Zag, Tarzán, Puma, Roach, Big Smokey, Little Smokey, Happy… Todos asesinos bajo sueldo de los capos de Tijuana a donde casi de inmediato fue llevado Night Owl.

Tuvo por bienvenida la entrega de sus armas, de las que no debía despegarse en adelante. Barrón Corona instruyó a dos de los miembros de más antigüedad del equipo a que enseñaran a Night Owl cómo usarlas, desarmarlas, limpiarlas, reensamblarlas y conservarlas. Era clara la familiaridad con el uso de las armas.

“Periódicamente los miembros que eran sicarios y yo recibíamos entrenamiento formal de armas de fuego con estas armas El entrenamiento consistía de prácticas de disparo y de tiempo. Después de efectuar los simulacros, Barrón Corona y nuestro instructor de armas de fuego, un hombre del Medio Oriente, nos daba su evaluación y crítica respecto a nuestra actuación”, explicaría Night Owl.

Además del revólver .38 y un fusil AK-47, el recluta recibió un uniforme estilo oficial de la policía: un traje negro de una pieza con las letras PJF (Policía Judicial Federal) impresas en espalda y una cachucha con las mismas siglas. También había vestuario con las iniciales de la Procuraduría General de la República. Los pandilleros utilizaban los uniformes cuando realizaban algunas actividades de seguridad a favor de los Arellano o en algunas ocasiones en que funcionaban como sicarios.

También le indicaron las reglas básicas de los grupos asesinos: quedaba prohibido el consumo de drogas y de alcohol, se imponía la restricción de salir a menos que específicamente existiera permiso para hacerlo y se les requería listos y uniformados en cualquier momento para realizar un trabajo.

El Popeye comandaba un grupo de pandilleros con la estructura jerárquica entendida desde su pertenencia a una clica, con un acendrado sentido de lealtad al que se agregaban controles de tipo militar, como el encuartelamiento, el uniforme y la disponibilidad permanente.

Night Owl fue expulsado temporalmente por consumo de drogas. Regresó a San Diego y, casi al mismo tiempo, regresó a la prisión, donde se reencontró con el viejo Bugsy, quien integró una vez más al otro a la cuadrilla de sicarios en Tijuana. Ahí se reencontró con otro viejo conocido de las penitenciarías, El Bat.

En enero de 2001, Night Owl fue detenido por tercera ocasión en quebrantamiento de su libertad condicional. Tal vez por cansancio o por el paulatino desgate del Cártel de Tijuana, buscó a funcionarios federales en California y les informó de su deseo por cooperar en la investigación que realizaban de sus antiguos jefes.

Y dio el santo y seña del proceso de reclutamiento del cuerpo de sicarios de los Arellano Félix.

De estas incorporaciones surgió la contratación de José Albert Esqueda, El Bat, un hombre que buscó convencer a los miembros de las pandillas sureñas en Estados Unidos, asociadas bajo el gobierno de La Mexican Mafia o EME, de asesinar a Guzmán Loera.

***

El atentado en la discoteca Christine encendió todas las alarmas. Una tarde, a finales de diciembre de 1992 o principios de enero de 1993, Ismael Higuera Guerrero informó a Ramón Arellano Félix de la existencia de un espía de Guzmán Loera.

Pronunció el nombre de Juvenal Gómez Buenrostro, un proveedor ocasional de marihuana para el cártel sin mayor importancia en la trama, pero, en ese contexto, el Cártel de Tijuana lo entendió como un sujeto que podría representar la desaparición de la organización entera.

—Él y su padre son, además, informantes para el gobierno de los Estados Unidos —atizó Ismael Higuera la paranoia de Ramón. —Juvenal Gómez vive en San Diego, pero tiene un gimnasio aquí, en Tijuana.

Como los Arellano preferían asesinar en Estados Unidos, resolvieron la ejecución de Juvenal Gómez en California sin mayor trámite que la anterior conversación.

Un par de días después, Ramón y Benjamín Arellano Félix intercambiaron información sobre Juvenal Gómez con los demás miembros de su estado mayor respecto a la sospecha de su colaboración con las agencias policiales.

—Es un enemigo a quien se le tiene que matar —reiteraba Benjamín como si detrás de la cara de cualquier hombre estuviera el rostro de El Chapo . —Que vaya Charles —ordenó en referencia a David Barrón Corona, su jefe de escoltas a quien comparaba con Charles Bronson o, más correctamente, con los personajes que interpretaba ese actor.

En esos días, Ramón alquilaba una casa en Del Mar, California. Ahí citó a Everardo Páez, lugarteniente del cártel. Ramón también parecía especialmente interesado con la localización y ejecución de Gómez. El tema se volvía prioritario y El Popeye fue urgido para resolver el asesinato; escogió a dos de sus pistoleros: Alfredo Araujo y Night Owl, quienes utilizarían las armas de uso común de los sicarios de Tijuana, pistolas .38 Súper y fusiles AK-47. El propio Martínez se sumó a la búsqueda de Gómez, a quien finalmente asesinó un sicario integrado en un segundo equipo formado por Popeye.

—Le disparé en un negocio de celulares, en Chula Vista. Ahí abandoné el carro y por ahí boté las armas —presumió el matón identificado como Adelaido Peña, Lalo, quien obtuvo una bolsa de 50 mil dólares.

***

Durante la segunda semana de mayo de 1993, Ramón Arellano averiguó que su enemigo se encontraba en Guadalajara. Informó a sus hermanos Benjamín, Eduardo y Javier y todos acordaron el ataque.

Al día siguiente, Ramón y un grupo de sicarios partieron de Tijuana con destino a Guadalajara para localizar y matar a Guzmán. Seis o siete días después, el 23 de mayo de 1993, La Rana informó que su gente participó en un tiroteo en el aeropuerto de la capital de Jalisco. El matón daba por muerto a Guzmán Loera, pero quien en realidad murió fue el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.

Al regresar a Tijuana, de Guadalajara, los sicarios que participaron en el ataque recibieron órdenes de huir a los Estados Unidos. La guerra resultaba un mal negocio para todos. La muerte de un príncipe de la Iglesia en medio de un fuego cruzado era demasiado. Apenas habían pasado ocho años del asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena. Alguien debía pagar.

Ante sus jefes, Barrón se disculpó por el intento fallido de asesinar a El Chapo Guzmán.

—No te preocupes — respondió Benjamín. Ahora lo necesario es enfrentar la situación lo mejor que se pueda. Estoy tratando de arreglar el problema. Tengo que entregar a la PGR dos personas para aliviar la presión sobre nosotros. Van a testificar que El Chapo estuvo implicado en el tiroteo. Yo los sacaré de la cárcel en uno o dos años y le daré a cada uno 300 mil dólares y lo que sea para sus familias.

—Yo me encargo que uno o dos se ofrezcan —ofreció El Popeye.

Entre las nueve y diez de la noche, Barrón avisó a Benjamín que ya estaban listos los asesinos expiatorios: Puma y Spooky o Spanky. La entrega la haría Jesús Labra a un comandante que tenían comprado desde antes.

Un par de días después, los narcotraficantes vieron en las noticias el relato del asesinato del purpurado. Vieron los rostros de sus enemigos y los suyos mismos. Escucharon que la Policía Judicial Federal había logrado la captura de dos participantes en el tiroteo que confirmaban la guerra de los cárteles.

El Chapo estaba en el centro de la escena. Poco tiempo después fue detenido y aunque los Arellano no, al menos en lo inmediato, Guzmán Loera se fortaleció desde la prisión federal en la que estuvo preso.

Mantuvo el apoyo incondicional de sus primos, los Beltrán Leyva a quienes años después traicionaría y de El Mayo Zambada, quien años atrás conspirara para matarlo.

A la vez, los Arellano pelearon en otro frente de guerra contra Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos. Los documentos detallan por ejemplo, el asesinato de una mujer llamada María Olivas en Imperial Beach, California, por el simple hecho de que la consideraban asociada, así fuera indirectamente, con el capo de Juárez.

***

Poco a poco, la capacidad de negocios de los Arellano se reducía y algunos de los espacios eran llenados por sus sicarios, avenidos en operadores de los cargamentos.

Hacia 1996, Popeye no era un simple pistolero. Movía cargamentos de cocaína de Ensenada, Baja California, a San Diego, California, que luego fletaba o custodiaba personalmente hasta Nueva York.

En ese tiempo la cocaína se importaba a los Estados Unidos en cargamentos de 50 kilos y se transportaba de California a Nueva York en envíos de 100 a 200 kilos. Ya desde entonces, en realidad desde antes, los Arellano Félix cumplían cierta función arancelaria: cobraban el derecho de paso de las drogas ilegales provenientes de Colombia o México con paso por Tijuana y Mexicali.

En el presente, la participación del antes poderoso Cártel de Tijuana se reduce a esta operación aduanal y cada vez menos presencia en el mercado con su propia mercancía. En los años de gloria, sus propios empleados podían realizar negocios por su cuenta de hasta dos toneladas de marihuana por embarque.

El Popeye, Charles Bronson o CH murió el 27 noviembre de 1997. Fue alcanzado por la esquirla de una bala que atravesó la camioneta del semanario Zeta de Tijuana, pegó en un barandal de herradura y penetró por el ojo del matón. Ahí mismo, en posición de ataque, empuñando el arma, murió Barrón Corona, el sicario del Barrio Logan, mientras intentaba asesinar a Jesús Blancornelas.

Esta muerte reconfiguró los cuerpos de matones del cártel. José Albert Márquez, El Bat, el hombre amante de las dagas y los verduguillos, quedó bajo las órdenes inmediatas de Rivera Martínez.

Así, con la clave CH, es como refiere el semanario Zeta de Tijuana al sicario que dirigió uno de los atentados contra el periodista Jesús Blancornelas, un hombre al que decidieron asesinar por publicar la relación entre la guerra de los cárteles y el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.

***

El mapa de 2013 elaborado por el Gobierno de Estados Unidos sobre las zonas de influencia de los cárteles en México es muestra del levantamiento de imperios: se observa el avance de Los Zetas hasta tener bajo su dominio la mayor cantidad de los estados, ya por encima del Cártel de Sinaloa, que mantiene la hegemonía como empresa de las drogas.

Se observa la expansión desde el centro occidente de Los Caballeros Templarios de Michoacán y la emersión del Cártel Jalisco Nueva Generación.

También se apunta la contracción del Cártel del Golfo porque ese mapa no cuenta sólo la fundación y el cenit de los imperios, sino también su decadencia y sus ruinas: coloreados apenas sobre las ciudades que les dieran nombre se indican los antes hegemónicos cárteles de Juárez y de Tijuana.

Hubo un tiempo, no muy lejano, porque los imperios de los cárteles son productos perecederos de corta caducidad, en que los Arellano Félix pudieron asesinar al narco que sería el más poderoso del mundo, Joaquín Guzmán Loera, a quien los de Tijuana odiaron hasta consumirse.

Todos los hermanos varones que construyeron su cártel están presos o muertos.

Muchos de sus temibles sicarios también, entre ellos José Albert Esqueda, el hombre que en una de sus varias dagas llevaba grabada la leyenda “CUANDO ME VEAS REÍR PREPÁRATE A BIEN MORIR.”

La investigación contra El Bat corrió a cargo de Denaire L. Rigney, agente especial del FBI, con experiencia desde 1974 y ocupado de los Arellano Félix desde 1995 junto con un equipo conformado por miembros del Servicio de Inmigración y Aduanas, la Administración Antidroga y el Servicio de Recaudaciones Internas.

El 24 de noviembre de 2003 lo encontraron en su casa de Tijuana, donde empaquetaba marihuana. Descubrieron sus decenas de armas de fuego, cortas y largas. Pero lo que más llamó la atención de los policías fue la extensa colección de verduguillos, navajas, cuchillos.

Una de sus dagas tenía escrita en la hoja, como si fuera una representación del propio Bat: “CUANDO ME VEAS REÍR PREPÁRATE A BIEN MORIR.”

El Gobierno de los Estados Unidos solicitó al gobierno mexicano la detención provisional, con fines de extradición internacional, de José Alberto Márquez Esqueda. El Bat fue entregado, como casi todo lo que pida Washington a México.

El Bat pasará el resto de su vida en prisión, donde la Mexican Mafia controla buena parte del suministro de drogas en Estados Unidos.

Cosas de la vida, cosas de la muerte: la EME, verdadera nación del hombre del cuchillo sonriente es una de las principales distribuidoras de El Chapo Guzmán.

Nota: Elaboración a partir de las declaraciones de testigos colaboradores, acusados y agentes del FBI, en peritajes y en partes policiacos contenidos en la resolución del expediente 07/2003 de extradición abierto por la Secretaría de Relaciones Exteriores, en el toca penal 159/2003 resuelto por el Quinto Tribunal Unitario en Materia Penal del Primer Circuito, en la causa 146/2003 librada por el Juzgado Quinto de Distrito en Procesos Penales Federales en el DF y en la averiguación previa 019/MPFEADS/98 integrada por la Procuraduría General de la República.

GRANDES FUGAS: EL FEYO, OTRO ENEMIGO PÚBLICO NÚMERO UNO (1 de 5)

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Antes que Joaquín El Chapo Guzmán Loera existió otro prominente “enemigo público número uno”, irónicamente etiquetado de esta manera por Arturo El Negro Durazo –quizá el mayor “enemigo público número uno” de la época– cuando trabajaba para Carlos Hank González, el patriarca del Grupo Atlacomulco, el mismo del que desciende el Presidente Enrique Peña Nieto, quien se ha dicho orgulloso de esa ascendencia.

Alfredo Ríos Galeana, ex militar y ex policía, es creatura de Hank y que en su entidad, el Estado de México, se forjó como forajido y formador de asaltantes bancarios y secuestradores.

Preso tres veces, se fugó de la cárcel en dos ocasiones, como El Chapo. Pero su tercer escape es, quizá, el más asombroso.

Apodado El Feyo, es un hombrón de caso dos metros de estatura que vive en la prisión de máxima seguridad del Altiplano, el mismo reclusorio construido en el Estado de México del que escapó El Chapo, nuevamente “el enemigo público número uno”.

Foto: Cuartoscuro

Alfredo Ríos Galeana, el “enemigo público número uno”. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 27 de julio (SinEmbargo).– Pocos días antes de la Navidad de 1981, alguien desde afuera de la cárcel de Pachuca, pasó un mástil de siete metros para antena de televisión relleno de cemento.

El aire frío cortaba las manos de los hombres que corrieron hacia la barda del patio y se arrastraron hasta el punto convenido. Los rizos del líder se ondulaban en la carrera.

Los cómplices apoyaron la pértiga en el muro norte del reclusorio y por ahí escalaron Alfredo Ríos Galeana y dos de sus socios, todos acusados de homicidio, decenas de robos, asociación delictuosa, daño en propiedad ajena, lesiones, amenazas, injurias, golpes, acopio de armas prohibidas, asaltos bancarios…

Quedó atrás, presa, Yadira Berber Ocampo, pareja de Ríos Galeana señalada como su cómplice.

“El Enemigo Público Número Uno” estaba, otra vez, libre.

Ríos Galeana contrajo su 1.90 metros de estatura y giró la cabeza de un lado al otro. Nada, sólo la maleza reseca y ondulada por el viento.

–Un arma –exigió Ríos Galeana a los hombres que lo habían ayudado con el escape.

No existen datos de cuánto costó la lealtad de los dos tipos pues, al final, no les pagó con plata. En los documentos tampoco está claro si, en ese preciso momento, los cómplices de los reos vestían su uniforme de custodios del penal.

Uno de los guardias alcanzó un revólver y la manaza del ladrón abrazó el fierro. Levantó el brazo hacia el carcelero.

¡Pum!

El primer guardia cayó al suelo. Antes de que el segundo de ellos alcanzara a protestar, le hizo compañía en la dorada y helada hierba de Hidalgo, estado que tenía entre sus diputados federales al priista José Murillo Karam, el mismo abogado que, convertido en Procurador General de la República, negaría la extradición de Joaquín Guzmán.

Perpetuos ladrones y recién refrendados asesinos, Ríos Galeana y los suyos siguieron su camino.

La policía fue tras una amante del Feyo en Tepeji del Río, Juana Sánchez. La mujer reconoció que el ladrón había pasado por su casa en la mañana, pero, como si presintiera la tormenta, se fue casi de inmediato.

No sólo varios guardias de seguridad estaban en la bolsa del asesino, ladrón y cantante. Agustín Hernández, juez 2 de lo penal en el estado de Hidalgo, recibió dinero suyo para no ejecutar una solicitud de exhorto girada por la Procuraduría General de Justicia del Estado de México.

Además trabajaba con el agente de la Policía Judicial Federal (PJF), una de las muchas policías mexicanas desaparecidas por insalvables en su colusión con narcotraficantes, incluido el Chapo Guzmán.

Foto: Cuartoscuro

Ríos Galeana, detenido en Estados Unidos y extraditado a México en julio de 2005.  Foto: Cuartoscuro

***

Alfredo, hijo de Sabino Ríos y María Damiana Galeana, afrodescendientes, nació en Arenal de Álvarez, Guerrero, el 28 de octubre de 1950.

Un año después, Sabino murió y María arrastró a su hijo único y su miseria absoluta a la Ciudad de México. La mujer se hizo costurera y el niño creció hasta medir un metro 90 centímetros. La nariz, la boca y los cabellos se le engrosaron al grado que sólo le cupo un apodo: El Feyo.

En 1969, bajo las insignias de sargento segundo de la Brigada de Fusileros Paracaidistas —Fuerzas Especiales Aeromóviles, precedentes de Los Gafes y, en consecuencia, de Los Zetas— del Ejército mexicano, Alfredo Ríos Galeana recomendó a su sobrino Evaristo Galeana Godoy El Tito para que ingresara como policía militar. En 1972 El Tito causó alta en el Segundo Batallón de Radiopatrullas del Estado de México (Barapem), creado por el entonces gobernador Carlos Hank González —y desaparecido pocos años después por resultar demasiado corrupto en una época definida por la corrupción—, al tiempo que el sargento Ríos Galeana utilizaba sus blasones para robar automóviles.

La banda era pequeña, compuesta por otros dos o tres militares de bajo rango que bebían ron y brandy en las cantinas de El Molinito, colonia popular de Naucalpan, Estado de México, invadida por prostitutas, travestis y vendedores de droga visitados por la soldadesca del Campo Militar Número Uno.

En las cervecerías de El Molinito, Ríos Galeana, El Tito y los suyos planearon el robo de 15 autos en las colonias Polanco, Lomas de Chapultepec y Las Águilas que, como referencia, sería sitio de residencia del futuro Presidente Felipe Calderón.

Los militares revendían los autos en el estado de Guerrero, entonces tomado por el Ejército, la Policía Judicial Federal y la Dirección Federal de Seguridad (DFS) en la guerra sucia emprendida contra la guerrilla y disidentes comunistas.

Los ladrones tuvieron el poco tacto de hurtar el automóvil de alguna familia con influencia y el gobierno mexicano decidió rendir resultados con la presentación de los ladrones.

En octubre de 1974, Ríos Galeana fue detenido por el Servicio Secreto del Distrito Federal, uno de los primeros servicios de inteligencia en México, y consignado por robo, asociación delictuosa y portación de arma de fuego.

Fue preso en la vieja cárcel de Lecumberri y luego trasladado al Reclusorio Oriente. Obtuvo su libertad el 4 de diciembre de 1976 y, como si los antecedentes penales se hubieran esfumado de su historial —se dice que medió pacto con el Servicio Secreto—, Ríos Galena obtuvo la comandancia de la policía de Santa Ana Jilotzingo, Estado de México.

Instalado ahí, ofreció a su sobrino Tito el puesto de subcomandante. Pronto rearmaron la banda de ladrones y evolucionaron al asalto bancario.

El Feyo se convirtió en 1978 en patrullero del Segundo Barapem en el Estado de México, al que luego comandó. La fuerza fue integrada pocos años atrás por Carlos Hank González, Gobernador del Estado de México entre 1969 y 1975, patriarca del Grupo Atlacomulco a quien su sucesor Arturo Montiel Rojas levantó una estatua monumental en el Paseo Tollocan de Toluca.

Oficialmente, el Barapem fue creado como modelo de unificación policíaca y extraoficialmente como aparato de persecución política ante la expansión de las guerrillas en los años setenta.

En realidad funcionó como una estructura para controlar –no desaparecer, sino organizar– al creciente crimen en el Estado de México. Si alguien robaba, debía ser con el consentimiento de la policía y participar de lo robado a ésta. El esquema alcanzaría su cúspide en el Distrito Federal bajo las órdenes de Arturo Durazo Moreno y durante la regencia de Hank González, cuya herencia política sería reivindicada con honores por Enrique Peña Nieto.

Desde esta posición de ventaja, Ríos Galeana vigilaba los bancos mexiquenses sin causar sospecha, diseñaba sus robos y dirigía a ladrones y policías (Ríos Galeana se convirtió en la síntesis más acabada de ambos).

El Feyo amaba los autos y volaba en un Valiant Super Bee. Para entonces se le contaban al menos 21 atracos principalmente en los estados de Hidalgo, Puebla y México. El Gobierno mexicano optó por ir en su caza nuevamente.

La banda crecía. Julio Cervantes Sánchez, otro de sus socios, entró en 1974 al Segundo Batallón de la Policía Militar con base en el Campo Militar Número Uno y luego fue enviado a la Sección de Policía Militar del Heroico Colegio Militar. Allí permaneció hasta 1983, cuando fue detenido en Cortazar, Guanajuato.

Cervantes, quien daría datos importantes del Feyo, participó con Ríos Galeana, entonces parapetado en el nombre de Luis Fernando Berber, en 32 asaltos a bancos, tiendas de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo*), supermercados, casas particulares, tiendas de ropa y oficinas de gobierno.

El 26 de agosto de 1979, la DFS tuvo conocimiento “confidencial” de que Ríos Galeana vivía escondido en Jilotzingo, Estado de México, en la casa del ex presidente municipal Víctor Aceves Rojas. Éste, como alcalde en funciones, ordenó a Ríos Galeana asesinar a dos hombres. Y el 26 de agosto de 1979 dio avisó a la DFS de que Ríos Galeana estaría en un palenque de feria.

No como espectador.

Ríos Galeana, ex paracaidista militar, ex policía, ladrón, líder, bígamo y asesino, también era cantante. Se hizo llamar El Charro del Misterio, y de sí mismo dijo tener “la voz que canta al corazón”.

El hombrón, con la papada replegada, hacía pucheros y entristecía los ojos para cantar, como es debido, las canciones de Javier Solís.

En un cofre de vulgar hipocresía

ante la gente

oculto mi derrota

payaso con careta de alegría,

pero tengo por dentro el alma rota.

[…]

Payaso,

soy un triste payaso

que oculto mi fracaso

con risas y alegría

que me llenan de espanto.

Hombre costeño, Ríos Galeana hablaba con acento del norte y al cantar domaba ese potro que normalmente lo hacía tartamudear.

Cantaba en ferias pueblerinas y en cantinas de la ciudad. Una fue La Taberna del Greco, en la avenida Juárez, frente al Hotel del Prado.

Sus amores también fueron del ambiente e incluyeron una mujer que trabajaba en el restaurante Los Tres Caballos, cerca de la esquina de Tlalpan y Taxqueña. Algunos vasos grabados con el nombre de ese lugar se encontraron junto con varias botellas de coñac, la bebida favorita del Feyo, en la primera casa que le ubicó la policía en la colonia San Pedro de los Pinos.

La policía estaba cerca y prometía resultados. Entonces, como ahora y desde siempre, los encargados de su captura proferían las frases para subrayar su pundonor persecutorio: “Hasta las últimas consecuencias”, “gústele a quien le guste y pésele a quien le pese”, “nadie por encima de la ley”, “México es un país de leyes en que impera el Estado de Derecho”.

Foto: Cuartoscuro

El Feyo, un experto en escapar de manos de la justicia. Foto: Cuartoscuro

***

El Feyo era galante y caballeroso. En el robo de un banco en Ixtapaluca, al oriente del Estado de México, había una mujer embarazada en la fila, congelada por el susto. Cuando Ríos Galeana tuvo el dinero de la bóveda, tomó un fajo y se lo dio a la mujer. Advirtió al cajero: “¡Si se lo quitas, vengo y te parto tu madre!”.

En 1981, en un gesto de humor absolutamente involuntario, Arturo El Negro Durazo Moreno designó a Ríos Galeana, especie de John Dillinger a la mexicana, como el “enemigo público número uno” del país.

Ordenó su persecución a la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD) bajo el mando del coronel Francisco Sahagún Baca, torturador y miembro de la Brigada Blanca, cuerpo persecutor de la disidencia política. Se envió la filiación del ladrón a todas las policías del país. Un perfil de viso psicológico elaborado por la Dirección Federal de Seguridad del Feyo lo describe:

“Es temerario. Amedrenta fácilmente y confía en lograrlo. Nunca demuestra miedo. En los asaltos, en ocasiones, no saca su arma. Permanece mucho tiempo en las oficinas asaltadas, que generalmente regresa a asaltar. Es vanidoso y ególatra. Demuestra mucha seguridad en sí mismo y en su grupo. Se siente protegido por las autoridades. Es vengativo y galán. Impacta al personal femenino. Es criminal y sanguinario. Mata por placer. En infinidad de enfrentamientos con las autoridades ha matado muchos policías y no le importa que maten a sus compinches. Es frío y calculador, mientras no se le provoque es pacífico. Cuando se le provoca o se le entorpece mata, destruye”.

A fines de agosto de 1981, Sahagún Baca logró la captura de Ríos Galeana y otros cuatro miembros de la banda. Los ladrones fueron entregados a las autoridades de Hidalgo, estado también golpeado por la pandilla y donde, según los propios funcionarios, gozaban de más protección policiaca.

Fueron presos en la cárcel de Pachuca. El 19 de diciembre de 1981, alguien desde afuera de la cárcel pasó un mástil de siete metros para antena de televisión relleno de cemento. Apoyaron la pértiga en el muro norte del reclusorio y por ahí escalaron Ríos Galeana, Eduardo Rosey Lara y Leonardo Montiel Ruiz El León, acusados de homicidio, robo, asociación delictuosa, daño en propiedad ajena, lesiones, amenazas, injurias, golpes, acopio de armas prohibidas, asaltos bancarios y otros. Quedó atrás, presa, Yadira Berber Ocampo, pareja de Ríos Galeana señalada como su cómplice. Después asesinaron a los dos custodios que los habían ayudado en el escape. La policía fue tras una amante del Feyo en Tepeji del Río, Juana Sánchez. La mujer reconoció que el ladrón había pasado por su casa en la mañana, pero, como si presintiera la tormenta, se fue casi de inmediato.

No sólo varios guardias de seguridad estaban en la bolsa del asesino, ladrón y cantante. Agustín Hernández, juez 2 de lo penal en el estado de Hidalgo, recibió dinero suyo para no ejecutar una solicitud de exhorto girada por la Procuraduría General de Justicia del Estado de México. Además trabajaba con el agente de la Policía Judicial Federal (PJF) —ya también desaparecida por insalvable— Ricardo Campos Ayala.

Se refugiaron con Silvano Garza Dávila en un edificio de la colonia Panamericana, al oriente del Distrito Federal. Recibieron armas, dinero y planearon los siguientes asaltos.

Algunas sucursales, como la del Banco Continental de Tlalnepantla, Estado de México, y de Banamex en Tepeapulco, Hidalgo, fueron visitadas en tres ocasiones. Las autoridades calcularon que el monto robado, sólo a Banamex —entonces propiedad del gobierno, como toda la banca mexicana— rebasaba los 50 millones de pesos, y que la banda la conformaban de 15 a 20 personas.

La hermana de un policía reportó que fue “contratada” por la DFS para asistir, cerca de Zempoala, Hidalgo, a una reunión en la hacienda de un militar no identificado. En el sitio la mujer reconoció a Ríos Galeana y su banda. Jugaban póker y apostaban con puños de dinero. La mujer elaboró un croquis para llegar al sitio. Otra vez el general Arturo Durazo estuvo a pocos metros del sargento desertor Ríos Galeana. Pero se le escurrió. Luego, la DFS supo que Ríos Galeana vivía con una prima o hermana de alguno de sus lugartenientes, posiblemente el León o Mateo Ugalde Ruiz. Tampoco. El Feyo también era adivino y escapista.

En el asalto al banco de El Oro, Estado de México, los bandidos encerraron en la bóveda a los clientes y al personal. Uno de los empleados tenía una navaja de bolsillo y el gerente logró desarmar las perillas de combinación dentro de la bóveda. En 30 minutos todos habrían muerto por asfixia. En la Comisión Nacional de Fomento Minero, una oficina de gobierno, Ríos Galeana  mató a cuatro policías después de emborracharse con ellos. A todos dio tiro de gracia.

En 1982, la Federal de Seguridad tenía la certeza de que Ríos Galeana operaba con protección de las autoridades de Hidalgo:

“En los asaltos anteriores a 1982, Alfredo Ríos Galeana se mostraba violento y sanguinario. Se le comprobaron más de 16 muertos entre policías y civiles. A partir de enero de 1982, Ríos Galeana ha cambiado totalmente su forma de operar, ya que se volvió más consecuente y más cínico. Por su estatura y complexión se siente dueño de la situación. Sólo amenaza una vez y guarda su arma. Se hace acompañar de Leonardo Montiel Ruiz y Eduardo Rosey Lira. También forma parte del grupo Mateo Ugalde Ruiz, de quien se sabe es un gatillero y funge como muro de contención. Este sujeto quiso pertenecer a la policía judicial de Hidalgo, pero fue rechazado”.

El 1 de abril de 1982, Ríos Galeana asaltó la sucursal Tepeapulco y se llevó un millón 44 mil 275 pesos. Pero el dinero no fue suyo. Entre los billetes había fajillas trampa que explotaron y esparcieron gas lacrimógeno y tinta roja que inutilizó los billetes. Con la cara convertida en una máscara de lágrimas y mocos, los ladrones huyeron. Regresaron el 8 de julio de ese mismo año. Se llevaron un millón 548 mil pesos, esta vez limpios.

A principios de 1982, Ríos Galeana obtuvo una cita con el cirujano plástico Ignacio Arámbura Álvarez. El ladrón fue al consultorio de la calle Tuxpan número 46, despacho 204, en la colonia Roma. En mayo ya tenía nueva nariz. Un año después el mismo médico adelgazó sus labios. Continuó el tratamiento con masajes de ultrasonido en la boca en el Hospital Metropolitano. Pagó 100 mil pesos por ambas operaciones. Remató la mudanza con permanente en el cabello. Entonces se fotografió para hacer la portada de su disco en el que se llamó Alfredo del Río. No huía del “enemigo público número uno”: escapaba del Feyo.

En diciembre de 1983 fueron detenidos El León, Eduardo Rosey Lira, Ismael Jacinto Dávila, Alberto Juárez Montes, Lauro Rodríguez Velázquez y Francisco Vera Montiel.

Ríos Galeana se tomó un descanso hasta que sus socios se fugaron en octubre de 1984. Leonardo Montiel estaba urgido de trabajo. Tenía un buen plan, presumió con su mirada de reptil prehistórico: el asalto al Banco de Cédulas Hipotecarias. La fuga había enriquecido a la banda y sumó a los fugitivos Gilberto Ornelas García y Salvador Ornelas Rojas el Pariente. También se integró Jaime Maldonado García El Jimmy, que no era un ladrón, sino un custodio que apoyó la fuga.

“Los maleantes que desean pertenecer a la banda de Ríos Galeana son seleccionados minuciosamente por él, exigiéndoles que reúnan determinadas características y una misma ideología, como son las de representar una actitud temeraria y agresiva, con antecedentes penales y de cierta peligrosidad, independientemente de ser astutos e inteligentes. Leonardo Montiel Ruiz es el más agresivo del grupo”.

El 8 de noviembre de 1984, entraron a las oficinas administrativas del diario Excélsior. Amarraron a los empleados y los tendieron sobre el piso bocabajo. Se llevaron 35 millones de pesos de la empresa y varios objetos de los trabajadores.

No sólo les gustaba el dinero.

Una semana después asaltaron la compañía electrónica Clarión. Se llevaron 481 autoestéreos con valor de nueve millones de pesos y 1.7 millones de pesos en efectivo de la caja fuerte.

El método también era flexible.

Ríos Galeana tocó la puerta del banco de Cédulas Hipotecarias, el sitio propuesto por Montiel y, cuando el guardia abrió, lo desarmó y amagó. Preguntó por las llaves de la bóveda y sobre la manera de desactivar la alarma. El policía no sabía. Le ató las manos y lo llevó al interior de las oficinas para que le mostrara el sistema de alerta, pero no pudieron desactivarla. Bajo el escándalo de la sirena hicieron un boquete en la pared de 50 centímetros por 40 centímetros con esmeriladora, martillo y cincel. Montiel Ruiz y Ríos Galeana entraron por el agujero. En el interior, cortaron las bisagras de la caja fuerte con esmeriladora y con una barra de hierro hicieron palanca. Desprendieron la puerta 25 centímetros y en este espacio introdujeron un gato de tijera con el que desprendieron la puerta. Sacaron 236 millones de pesos en las mismas bolsas del banco.

Alfredo Ríos Galeana también se llamó Luis Fernando Gutiérrez Martínez, según el reluciente título de su casa con su fotografía que lo acreditaba como ingeniero civil egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana. Lo compró en 100 mil pesos a principios de la década de 1980 en Puebla. Cursó parte de esa ingeniería y usó el título para justificar su dinero. Su otro seudónimo conocido fue Fernando Berber. Y con ambos nombres falsos se casó por el civil y por la Iglesia.

El 18 de enero de 1985, la policía detuvo nuevamente al León. Confesó la serie de asaltos, el nombre de sus cómplices y la ubicación del cuartel general, en la calle de Enrique Rébsamen. Ahí arrestaron a Jacinto Garza Dávila, Eduardo Rosey Lira y Gustavo Alberto Juárez Montes. Admitieron haber participado en varios asaltos a bancos, residencias de Puebla, Ferrocarriles Nacionales en Pantaco, así como al Centro de Desarrollo del Ambiente y Ecología, donde dieron muerte a un policía, hirieron a otro y lesionaron a una empleada.

Ríos Galeana cayó al poco tiempo. En su captura participó el policía judicial federal Miguel Silva Caballero El Chicochangote, quien años después sería involucrado en el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo durante una reyerta entre pistoleros de los hermanos Arellano Félix y del Chapo Guzmán.

El Negro Durazo no participó en el arresto de “el enemigo público número uno”. El ex policía y ex general —por designación de su amigo José López Portillo— estaba preso también.

En 1985, al Feyo se le seguían dos procesos por asociación delictuosa, seis por robo calificado, lesiones contra agentes de la autoridad, daño en propiedad ajena, tres homicidios calificados, disparo de arma de fuego, disparo de arma de fuego contra agentes de la autoridad, lesiones calificadas y evasión de presos.

No por mucho tiempo.

El 22 de noviembre de 1986, Ríos Galeana caminó por los túneles oscuros habitados en esos días por prostitutas y vendedores de drogas que comunican el Reclusorio Sur con sus juzgados penales. El reo llegó a la rejilla de prácticas del juez 33. Por el otro lado, el de la calle, llegaron seis hombres y una mujer

Esperaron al Feyo.

Cuando Ríos Galeana apareció, El Marino sacó una granada —le encantaban las granadas—, mordió la espoleta y arrojó la piña hacia el muro. Ríos Galeana comprimió su metro 90 centímetros de estatura y sintió la lluvia de piedras y polvo alrededor.

Cuando la neblina se disipó, El Charro del Misterio había desaparecido.

Al poco tiempo volvería a la prisión, pero sólo afuera de ésta. Rescató al Marino durante un traslado del Reclusorio Norte al Oriente. En el ataque a la camioneta aparecieron nuevos rostros, nuevos gatillos. Uno fue Juan Carlos Díaz Hernández El Jarocho, compadre y socio de Héctor Peralta Vázquez El Papis, pistoleros de los secuestradores Andrés Caletri y Marcos Tinoco Gancedo El Coronel.

Tras el rescate del Marino, el camino de Ríos Galeana tomó otra dirección

En el Lago de Guadalupe, Cuautitlán Izcalli, Estado de México, el ladrón fue rebautizado al cristianismo y se hizo llamar Arturo Montoya.

Volvió a cantar. Ya no a las mujeres, sino a Jesucristo. Vivía de administrar dos autobuses. Se hizo predicador, hablaba de la fidelidad matrimonial, forjó congregaciones de cristianos, se enlodó los zapatos para llevar a donde fuera la palabra del Señor.

A mediados de 1992, la sombra de Alfredo tocó la aureola de Arturo. El diario La Prensa recordó que el bandido andaba por ahí, impune.

Escapó a Estados Unidos.

Vistió de charro otra vez. No era más el Charro del Misterio. Era un mariachi de Dios y, de cierta manera, un escapista del crimen, un tránsfuga de sí mismo.

Reconozco Señor

que soy culpable.

Sé que fui

pecador imperdonable.

Hoy te pido Señor,

me vuelvas bueno,

porque tengo un amor

limpio y sincero.

Y si voy a seguir

siendo igual que antes fui

no la dejes venir

a llorar junto a mí.

De lo malo de ayer

hoy me arrepiento

es por eso que vengo

hasta tu templo.

Hazme bueno Señor

te pertenezco,

soy tu hijo también

y lo merezco.

 En junio de 2005, un vecino suyo habló a la policía de Los Ángeles y develó el pasado de Ríos Galeana. Pidió recompensa. El enemigo público número uno estaba de vuelta en una cárcel mexicana. Luis, el mayor de los hijos de Arturo Montoya, dijo: “El hombre que la justicia persigue ya murió”.

Hace algunos años, los vecinos de la colonia Piedra Gorda, Cuautitlán Izcalli, llamaron una de sus calles Ríos Galeana.

Atribuladas, las autoridades priistas del municipio justificaron lo que consideran una deshonra por un supuesto error de los colonos, quienes habrían confundido el nombre del héroe de la Independencia Hermenegildo Galeana con el del viejo Enemigo Público Número Uno, Alfredo Ríos Galeana.

Lo cierto es que en el Estado de México, de donde se fugó El Chapo Guzmán, existen 65 cerradas, vías, avenidas y colonias llamadas Carlos Hank González. Existe la calle Carlos Hank González en la colonia Carlos Hank González.

Y nadie se avergüenza.

 

(*) La misma empresa pública ya desaparecida por cuyos desfalcos se acusó a Raúl Salinas de Gortari —hermano del ex Presidente Carlos Salinas— de peculado, tráfico de influencias y narcotráfico, sin consecuencia alguna.

NOTA:

Este reportaje fue elaborado con las siguientes fuentes documentales.

–Informe de la Dirección Federal de Seguridad del 26 de agosto de 1979 obtenido por Ley de Transparencia en solicitud hecha al Archivo General de la Nación (AGN).

–“Payaso”, del disco Payaso, 1965, letra de Fernando Z. Maldonado.

–Reportaje de Rolando Herrera publicado en Reforma el 16 de noviembre de 2003.

–Informe de la Dirección Federal de Seguridad obtenido por la Ley de Transparencia en solicitud hecha al AGN.

–Informe de la S-1 Brigada Especial Contraterrorismo del 13 de febrero de 1982 obtenido por la Ley de Transparencia en solicitud hecha al AGN.

–Informe de la S-1 Brigada Especial Contraterrorismo del 11 de octubre de 1983 obtenido por la Ley de Transparencia en solicitud hecha al AGN.

–Interrogatorio hecho a Alfredo Ríos Galeana del 11 de enero de 1985 por la Dirección Federal de Seguridad. Reporte obtenido por la Ley de Transparencia en solicitud hecha al AGN.

–Informes sobre Alfredo Ríos Galeana elaborados por la Dirección Federal de Seguridad, documentos obtenidos por la Ley de Transparencia en solicitud hecha al AGN.

–Declaración de Armando Martínez Siller, apoderado de Banamex, ante el agente del Ministerio Público en Ciudad Sahagún.

–Informes varios sobre Alfredo Ríos Galeana elaborados por la Dirección Federal de Seguridad, documentos obtenidos por la Ley de Transparencia en solicitud hecha al AGN.

–Averiguación previa 30/1266/984.

–Averiguación previa 8/4704/984.

–Causa penal 20/85 instruido por el Juzgado 10 de Distrito por los delitos de asociación delictuosa, robo con violencia, daño en propiedad ajena, portación de arma de fuego de uso exclusivo del Ejército y acopio de armas.

–Sentencia de la causa penal 187/85 instruida contra Alfredo Ríos Galeana por los delitos de falsificación de documentos y uso de documentos falsos, instruido por el juez 3 de distrito del Distrito Federal, Víctor Ceja Villaseñor.

–Parte informativo del 8 de enero de 1985, suscrito por los agentes de la Policía Judicial Federal, entre éstos Miguel Silva Caballero.

–Informe “Estado actual en las investigaciones relacionadas con el homicidio del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo”, elaborado por la PGR.

–Nota de Agustín Salgado del 12 de julio de 2005 publicada en La Jornada.

–Expediente penal de Juan Carlos Díaz Hernández.

–Reportaje “Como a Cristo, lo traicionan”, de María Idalia Gómez y Darío Fritz; publicado en la revista Chilango; tomado del archivo del Premio Nacional de Periodismo.

–“El Pecador”, letra de Alejandro F. Roth, del disco Rancheras con Javier Solís, 1967.

–Causa penal 16/85 instruida por el Juzgado 29 de lo Penal por los delitos de robo, asociación delictuosa, lesiones y daño en propiedad ajena.

–Causa penal 129/83 instruida contra Ríos Galeana por los delitos de homicidio, asociación delictuosa, robo, lesiones y portación de arma de fuego reservada para uso exclusivo del Ejército, Armada y Fuerza aérea instruida por el juez 4 de Distrito del Distrito Federal, Gilberto Chávez Priego.

–Causa penal 129/83 instruida por el Juzgado 4 de Distrito.

GRANDES FUGAS: TRACONI, EL ESCAPISTA DE LA TANGA ROSA (2 de 5)

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Existen, básicamente, tres maneras de huir de una cárcel: con dinero, con violencia y con ingenio. Si El Chapo Guzmán hubiera logrado su fuga de Puente Grande solamente escondido en un carrito de la lavandería o del Altiplano a través de un túnel, sería un maestro de la astucia. Pero no fue así. El jefe del Cártel de Sinaloa, el hombre sobre el que recae parte de la responsabilidad de los más de 100 mil mexicanos muertos en la última década, huyó por una autopista pavimentada con dólares.

Caso contrario es el de Mario Alberto Chávez Traconi, alguna vez considerado como uno de los tres defraudadores y falsificadores más importantes del mundo.

Lo del Traconi es ingenio puro.

Y esta es su historia.

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Ciudad de México, 28 de julio (SinEmbargo).– Con el equipo de cómputo nuevo, Mario Alberto escanea y reproduce un oficio de libertad y una boleta de compurgación. Falsifica los sellos correspondientes y las firmas necesarias de la Dirección de Ejecución de Sentencias Penales de Morelos y de la Dirección General de Prevención y Readaptación Social.

Desde la cárcel contrata a un actuario, a quien entrega estos documentos en sobre cerrado y lo instruye para que al día siguiente acuda a notificarle su libertad.

“El plan se lleva a cabo con toda corrección”, apunta un informe confidencial.

Vestido con riguroso traje de ejecutivo, la cara sin expresión alguna, el actuario atraviesa la aduana de la cárcel de Jonacatepec, Morelos, y sigue la rutina de caminar al edificio de gobierno. Atraviesa la puerta del director, le saluda y sin dilaciones aclara a qué viene.

—Vengo a notificar la inmediata libertad del interno Mario Alberto Chávez Traconi— recita el funcionario judicial sin modular la voz mientras extiende un papel membretado colmado de sellos, firmas y citas de artículos judiciales. El director Jesús Javier Rodríguez Robles lo mira atropelladamente.

Se le ilumina la cara. No puede ni quiere disimular la alegría.

—¡Traigan a El Traconi! —vibra el funcionario quien asume, como todo mundo, que el apellido del reo es, a la vez, su apodo.

Adentro, a Mario Alberto Chávez Traconi nomás le regresa a la mente la acusación por robo de auto y se le revuelve el estómago. La cárcel morelense, casi un jacalón a medio campo, es algo sencillo de llevar, fácil de gobernar para un criminal de alta escuela.

—¡Que te vas, Traconi! —el grito del guardia atraviesa el patio, sacude a los reos y le regresa la sonrisa al falsificador, delgadísimo él, magro, de cabello castaño claro, cara alargada, mezcla de David Bowie y Roberto Cobo.

Mario Alberto Chávez Traconi reparte abrazos y advertencias para que los demás se porten como Dios manda. Anda el camino a la dirección que bien conoce. Ahí ha trabajado los últimos meses, luego de que convenciera al director de la cárcel de tener una computadora y un escáner para hacer de su oficina un sitio más eficiente. Él mismo, propuso, trabajaría con el equipo nuevo.

Y, además, él y Jesús Javier estarían juntos más tiempo. Así ha sido y ahora El Traconi está libre.

—¡Felicidades! —suelta el director del penal apenas lo mira y lo abraza.

El director ordena que todo se resuelva con celeridad: Mario Alberto no debe estar ahí un segundo más de lo estrictamente justificado por la ley.

Chávez Traconi y Rodríguez Robles se guarecen en la casa del funcionario público. Festejan día y noche. Beben hasta el hartazgo.

Pero, lo entienden bien, la felicidad no es para siempre. Rodríguez Robles abre la puerta de su auto para que El Traconi suba. Salen de Cuernavaca y toman camino a la Ciudad de México. Se detienen sólo cuando llegan al aeropuerto. Mario Alberto compra un boleto para Tijuana, abraza a su amigo y sigue hacia el andén hasta desaparecer.

Jesús Javier retorna a la prisión. Una semana después de la despedida, timbra el teléfono de la dirección de Jonacatepec.

—¿Nos puede reportar la situación del interno Mario Alberto Chávez Traconi? —pregunta la voz al otro lado de la línea.

—Debe estar bien —responde Rodríguez Robles, posiblemente melancólico.

—¿Cómo que debe estar bien? —la duda enciende alguna sirena al otro lado de la línea telefónica.

—Sí… Está libre. Ustedes nos notificaron su libertad hace algunos días.

El director debió detallar todos los pasos, desde la llegada del actuario y un poco más atrás.

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***

Esos días de la vida de Mario Alberto, de noviembre de 2001, están detallados en el documento oficial elaborado por las autoridades penitenciarias del Distrito Federal —donde estuvo preso El Traconi— llamado “Redes delincuenciales” y del cual SinEmbargo posee copia:

Rodríguez Robles quedó preso en el mismo centro de reclusión que oficialmente dirigiera y El Traconi quedó libre de la cárcel que en los hechos gobernaba.

Mario Alberto viaja otra vez a Tijuana y se sumergió en su marea de dealers, prostitutas, niños gringos y yonquis.

Otra vez el mundo exterior. El triste mundo exterior.

Pero no podía permanecer en Jonacatlán más tiempo. No por la acusación de robo de auto. Porque él, “El Rey del Fraude”, como policías y reporteros de nota roja convienen en llamarlo; él, “uno de los tres principales estafadores del mundo”, según clasificación de la Interpol, nunca se ensuciaría las manos con unas pinzas y un desarmador para forzar la cerradura de un carro.

Ese es el cargo que le ha fabricado un viejo conocido, Jesús Miyazawa, ex integrante de la Brigada Blanca, ex jefe de las policías judiciales del DF y Morelos, y —en lo que concierne a El Traconi— ex director del Reclusorio Norte de la Ciudad de México.

Permanecer en Jonacatlán, entonces, sería dejar que el comandante ganara la partida. Él lo dirá años después:

“Me fugué porque me acusaron de abrir y robar un carro. ¡Si quiero, yo voy y saco 10 de la agencia de un chingadazo! Miyazawa me puso ese relajo, porque quería que le regalara todo mi trabajo. Y estaba pendejo”.

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INFANCIA ES DESTINO

Mario Alberto Chávez Traconi nació el 27 de noviembre de 1950 en Monterrey. Fue el quinto de cinco hijos, los dos primeros nacidos en un matrimonio anterior de su madre. Las referencias de su infancia las daría el propio defraudador muchos años después, en la cárcel.

Las primeras denuncias penales agregadas en su grueso expediente criminal del que este medio posee copia entera, muestran, a principios de 1980, a un joven financiando un pretencioso estilo de vida con el reparto de cheques sin fondos primero, falsificados después, en hoteles y restaurantes de lujo de la Ciudad de México y aerolíneas comerciales.

—¿Y cómo se dio cuenta de que usted era bueno para esto de la falsificación y el fraude? —le preguntó Alfredo Ornelas, jefe de psicología y luego subdirector del reclusorio de Santa Martha Acatitla a mediados de la primera década de este siglo.

—Pues mire, padre —como se estila ahí referirse a una autoridad respetada—, cuando yo era niño e iba a la escuela, no siempre me gustaban las clases. Me aburría mucho y no ponía atención, así que alguna vez me fue mal en un examen. Yo iba a una escuela en que mandaban la boleta de calificaciones por correo y cuando supe que me había ido mal salí disparado a la casa para ganarle la carta a mi mamá antes de que llegara del trabajo. Abrí el sobre, vi la firma que traía y la imité. Me salió muy bien, padre. Y me di cuenta de que yo era para esto.

“El asunto de los fraudes le podría reportar beneficios, millones de pesos, falsificando documentos, cheques —comenta Ornelas en entrevista—. Tenía una habilidad extraordinaria para imitar firmas. Para los grafóscopos era un problema determinar si una firma había sido falsificada por él o era auténtica. Pero, en el fondo, disfrutaba lo que hacía. Disfrutaba burlarse de las personas, disfrutaba imaginar que al día siguiente la gente se encontraría con que todo lo que tenían enfrente era de mentiras”.

El Traconi contó su historia a todos los especialistas de las prisiones en que vivió. Era un reo mítico, referencia obligada del penitenciarismo moderno mexicano. No era un ladrón de ocasión ni un brutal narcotraficante. Vivía entre ellos, pero no se asumía como uno de ellos. Tenía claridad de su superioridad intelectual y de su inferioridad física, compensada con una sobrecargada para compensar y convencer a los jefes, oficiales y reales, de las cárceles por las que transitó de la necesidad de logar su fichaje.

En la escala social de las prisiones, perteneció a la clase alta y, dentro de ésta, a la de “los intelectuales”.

El Traconi entendía las emociones que ocasionaba su persona. Él contribuía en la construcción de su mito. Contaba a quien quisiera escucharlo que había falsificado la firma de actores y actrices de la televisión y de políticos, incluido el ex Presidente José López Portillo. Presumía de su madre italiana y de que él era un políglota prodigioso, versátil: hablaba italiano, francés, alemán y, por alguna razón difícil siquiera de sospechar, también tailandés.

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***

El Traconi se casó a los 16 años de edad con una chica a la que embarazó; con otras dos mujeres, tendría en total siete hijos distantes, excepto una particularmente enigmática a la que convertiría en su cómplice y principal enlace con el mundo exterior.

También a los 16 obtuvo su primer empleo como mensajero. Luego, detalla él, sería sobrecargo, agente de ventas, cajero bancario, empleado en la oficina de Comunicación Social de la Presidencia de la República y de la Secretaría de Gobernación y, finalmente, litigante.

En las decenas de entrevistas de diagnóstico psicosocial que le practicaron reiteraba que cursó la licenciatura en Derecho y adquirió la “especialidad en Ciencias de la Comunicación”.

En la carpeta informativa elaborada por la administración penitenciaria del Distrito Federal se lee:

“Mario Alberto Chávez Traconi, David García Guzmán o Alberto Tello Bustalacci (con todos esos nombres y otros más timó) está considerado como uno de los defraudadores más importantes a nivel internacional. Posee un coeficiente intelectual del rango Superior al Promedio II. Dice ser licenciado en derecho, sin embargo, no se tienen documentales que prueben este dicho.

“Lo cierto es que ha acumulando una sentencia de 55 años 1 mes 15 días, misma que debía cumplir a partir del 10 de julio de 1982. Sin embargo, es un erudito del derecho y desde reclusión ha librado la acción de la justicia en por lo menos 60 procesos en los cuales él ha ejercido su defensa y ha resultado absuelto. Posee una memoria fotográfica, lo cual le permite registrar hasta el más mínimo detalle de documentos o firmas, las cuales reproduce con asombrosa similitud”.

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VIAJES A LAS ESTRELLAS

Vida, obra y muerte de El Traconi están contenidas en un grueso legajo de copias hechas con papel carbón sobre papel cebolla o impresas en modernas computadoras. Con esos papeles y las conversaciones de quienes mejor lo conocieron, es decir, sus compañeros en prisión, es posible reconstruir su historia.

Que se tenga registro, pisó por primera vez una cárcel en 1982, cuando rebasaba los 31 años de edad y era ya un experimentado defraudador y falsificador. Sus antecedentes en tales actividades se remontan a 1976, cuando iniciaba el Gobierno federal José López Portillo y la Ciudad de México se entregaba a Carlos Hank González y a su jefe de la Policía, Arturo El Negro Durazo Moreno, auténtico capo del crimen en la capital mexicana.

¿Por qué cayó El Traconi? La respuesta está en el expediente 75/82 con sentencia del 21 de septiembre de 1982.

Días antes, Mario Alberto estaba listo para poner en marcha una agencia de viajes en la calle Monterrey de la colonia Roma, en el DF.

Todo estaba listo: mobiliario nuevo, cinco máquinas de escribir, una decena de calculadoras y una enorme televisión a colores para entretener a la clientela; contaba con dos vehículos, un Datsun y una Combi del año comprada en la agencia Volkswagen de avenida Universidad; tenía 12 mil dólares en cheques de viajeros e incluso había conseguido una computadora, toda una novedad para la época.

Y lo más importante: poseía alrededor de 2 mil 580 boletos de avión de Aeroméxico, Mexicana y media docena de líneas aéreas internacionales, junto con 33 placas de validación necesarias en aquel tiempo.

Compró los cheques de viajero con cheques de hule a American Express, empresa a la que también timó para obtener una tarjeta de crédito sin límite haciéndose pasar como “periodista ejecutivo con nivel de licenciado”.

Eran días más ingenuos. La Combi, el Datsun y parte del mobiliario los compró de igual forma. Los boletos de avión y las placas de validación los obtuvo con atracos a dos verdaderas agencias de viajes.

El viaje de Mario Alberto a la Isla de la Fantasía terminó el 24 de junio de 1982, cuando la terrible Dirección para la Investigación y Prevención de la Delincuencia —dirigida por Sahagún Vaca, un policía asesino y torturador— allanó la casa de la colonia Roma e incautó cosas, pero no todas.

El incipiente “Rey del Fraude” inició el negocio de comprar, en el Reclusorio Norte, chequeras robadas. Así que los presos que salían libres hacían fila para visitarlo. Chávez Traconi llegó a pagar nueve cheques hurtados en 200 mil pesos de entonces.

La certificación y llenado los hacía con la máquina de escribir y los sellos que las autoridades de la cárcel le permitían tener en su celda.

Uno de los exconvictos quiso ampliar su sociedad con Mario Alberto y le compró, a precio de ganga, un boleto redondo “legal” —le aseguró el estafador— Ciudad de México- Acapulco-Ciudad de México. El hombre quedó detenido por utilizar un documento robado a la agencia llamada Viajes a las Estrellas, de donde Mario Alberto también había hurtado la televisión de su empresa.

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CARO QUINTERO

En abril de 1985 el Reclusorio Norte tuvo la sacudida más importante de su historia. Llegaron Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, los barones sinaloenses de las drogas que habían cometido el error de asesinar a Enrique Kiki Camarena, agente encubierto de la DEA, la principal agencia antidrogas de Estados Unidos.

Los narcotraficantes fueron alojados en el módulo más cercano a la idea de máxima seguridad que existía en aquellos años.

Lo relata un funcionario de esos días:

“Hicieron del dormitorio 10 una zona VIP. Entraban mariscos y los mejores alcoholes, actrices de televisión se quedaban dentro hasta dos semanas de fiesta con Caro Quintero. Él y Don Neto pronto descubrieron el talento de Chávez Traconi y lo hicieron su administrador.

“Mario Alberto negociaba directamente con el director de la cárcel, que era Jesús Miyazawa, y con el jefe de seguridad, Alberto Pliego Fuentes. Luego Mario Alberto extendió su negocio y defraudaba y estafaba y falsificaba nuevamente. Lo dejaban salir a trabajar con la condición de volver y compartir. Y Mario Alberto cumplía con las reglas.

“Fue cuando hizo el asunto del jeque árabe. Con el apoyo de la autoridad, rentó varias habitaciones del hotel María Isabel Sheraton y se citó con joyeros judíos, quienes a las citas importantes no llevan catálogos impresos de sus joyas, sino piezas reales. Lo dejaron salir y volvió con las muestras. Repartió las joyas con la dirección y luego se fue de vacaciones a Tijuana. Siempre le gustó Tijuana”.

Caro y Fonseca fueron trasladados a centros federales de máxima seguridad. Miyazawa, exintegrante de la Brigada Blanca, la guardia que persiguió y despareció disidentes comunistas en los setenta, se convirtió en jefe de la Policía Judicial de Morelos, de donde salió acusado de secuestrar y asesinar a secuestradores que no delinquieran de común acuerdo con él. Era gobernador Jorge Carrillo Olea, a quien se relacionaría con Amado Carrillo El Señor de los Cielos, sucesor de Caro y Don Neto y predecesor como gran barón de las drogas de Joaquín El Chapo Guzmán.

Pliego Fuentes se hizo policía judicial en el Estado de México, donde vendió protección a varios secuestradores, entre ellos a Daniel Arizmendi, El Mochaorejas. Como el Gobierno federal lo utilizó para detener al plagiario, el gobierno del Estado de México, entonces responsabilidad de César Camacho Quiroz, hoy presidente nacional del PRI, lo promovió como El Superpolicía. Vivió sus últimos días bajo el apodo de Supersecuestrador y en prisión por ser, en realidad, parte del Cártel de Juárez. Murió de cáncer, en la prisión hoy llamada El Altiplano, la misma de la que se fugó Joaquín Guzmán.

Buen jugador de cartas, Mario Alberto no sólo jugaba con la mano que le tocaba para ampararse, resolver a su favor una conmutación de la pena por tratamiento en libertad o ganar un caso por prescripción del delito que se le imputaba. El Traconi también regresaba a la calle gracias al perdón que conseguía de sus víctimas. Fue así que abandonó el Reclusorio Norte.

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LAS COCAS

Mario Alberto cruzó la aduana de la cárcel de Santa Martha Acatitla el 13 de septiembre de 1993. De inmediato se interesó en el taller de imprenta situado al lado del auditorio. Y logró obtener empleo penitenciario ahí. A las semanas, un viernes, El Traconi sonrió apenas lo llamaron a la dirección de la penitenciaría la mañana de ese día.

Minutos antes, un tráiler repleto de refrescos se había estacionado a la entrada de la cárcel más vieja de la Ciudad de México, una de las más duras del mundo también.

—Afuera está un tráiler de la Coca Cola. Que vienen a hacer la entrega del producto —pasó el recado un guardia.

—¿Y esa Coca quién la compró? —se preguntaron el director, Carlos Tornero Díaz, y el subdirector técnico de la Penitenciaría, Jaime Álvarez Ramos.

Ninguno. Hablaron al jefe de administración.

—No, yo no pedí nada —terció el contador de la cárcel.

—Es asunto de Mario Alberto Chávez Traconi.

—Tráiganse al Traconi —ordenó el director.

“Llegó con su cara de risa, como siempre. Era un tipo que irradiaba cierta bonhomía”, cuenta un exfuncionario presente aquel viernes.

—A ver, Mario Alberto, ¿cómo está eso del tráiler?

—Ay, padre, es un regalito para toda la banda, hombre. Usted no se preocupe, ya está todo listo —dijo sonriente El Traconi y remarcó su tono afeminado.

—¿Tú lo compraste?

—Sí, yo lo compré, patrón, pues ya sabe.

—¿Y cómo lo pagaste?

—Pues usted ya sabe cómo pago yo las cosas.

—¿Y no tienes miedo, cabrón? —empezó a divertirse el funcionario.

—¿Miedo de qué? ¡Que me manden a la cárcel! —rió—. Usted no se preocupe. La institución, para nada, ningún lío. Ya sabe que yo siempre he sido muy sospechoso. ¡Déle chance a la banda, hombre!… Pobres.

—¿Y me aseguras que no hay ningún problema para la institución?

—No, señor. Ninguno.

Mario Alberto había avisado a los reos que habría refrescos para todos y organizó a los mostros para que hicieran la descarga. Los mostros son el lumpen de las cárceles defeñas: raterillos de poca monta que viven de lavar ajeno, limpiar baños y robar cualquier cosa que se pueda. Tienen la piel tostada por el sol, rayada con tatuajes verdosos y cubierta por una película de sudor acumulada durante quién sabe cuántos años. Ellos se desviven porque alguien les dispare un chesco.

La tarde de ese viernes se disolvió en una orgía de refresco negro. Los envases rodaron por todo “el kilómetro”, como le dicen al largo pasillo que recorre Santa Martha. El momento es recordado por un viejo “negro”, un custodio uniformado de ese color:

“Hasta en los botes de basura y jardineras había refrescos llenos. Los pillos se lo tiraban entre ellos, como los cabrones que ganan en la Fórmula Uno se mojan con champaña. Tanto pinche refresco había que ya ni los pinches mostros se lo podían tragar”.

Los policías judiciales se apersonaron el lunes siguiente para averiguar sobre el fraude. El Traconi ya no sonreía. Se carcajeaba. Aún le quedaban varios cheques en blanco impresos en la misma prisión a la que, como siempre, dejaría y a la que, como siempre, volvería.

Salió libre, absuelto del fraude por el que llegó, y por el asunto de las cocas ni siquiera fue juzgado.

Volvió a la calle en una época en que su adicción a la piedra era tan grave que ya hasta los dientes le había tumbado. Hizo algunas compras con tarjetas vacías, con cheques sin fondos. Se refugió en un hotel del centro de la Ciudad de México al que también estafaba. Pero debía salir por más droga.

El 3 de abril del año 2000 Mario Alberto fue detenido sucio y mal vestido entre mariachis y tequilas en la Plaza Garibaldi, con un maletín para computadora portátil, 800 pesos, un encendedor, una cajetilla de Marlboro rojos, un six de Modelo, una credencial con su foto pero con el nombre de Alfredo Tello Bustalacci, “miembro de la Comisión Nacional de Derechos Humanos” y un envoltorio con dos piedritas amarillentas de crack.

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***

Otra vez el Reclusorio Norte. Con el tiempo, Chávez Traconi descubrió dos utilísimos medios de control de las autoridades. El primero fue convertirse en asesor legal de tiempo completo de toda la población penitenciaria a cambio de nada.

Cualquier asunto que saliera de la conveniencia de un reo o simplemente le causara molestia, como la pérdida de algún privilegio legalmente ganado o un traslado de estancia o prisión, era sujeto de una demanda de amparo perfectamente redactada y sostenida por Chávez Traconi.

Una cascada de órdenes judiciales cayó sobre los funcionarios penitenciarios para que suspendieran hasta el más mínimo acto de autoridad. Los internos amaban al Traconi, quien mantenía en permanente jaque a sus carceleros.

El segundo recurso fue su constante declaratoria en huelga de hambre seguida, cada una, de un telefonazo a la Comisión Nacional de Derechos Humanos y a medios de comunicación.

¿Por qué El Traconi hacía el papel de víctima y faquir? Porque quería una mejor estancia, mejores alimentos —tenía debilidad por las setas y los hongos y los pasteles navideños de Estados Unidos—. ¿Y para qué un defraudador de sus características querría obtener dinero de esa manera?

“Te pongo un ejemplo —responde un ex guardia del Reclusorio Norte—. Como Mario Alberto era adicto a la piedra había perdido los dientes, así que usaba unos postizos. Cuando se quedaba sin droga se le notaba, comenzaba a descuidar su aseo, dejaba de comer y, al poco tiempo, salía con que sus dientes postizos se habían roto. Entonces amenazaba con poner una queja y todo el demás argüende. ‘A ver, Mario Alberto, ¿cómo vamos a resolver esta situación?’, le preguntábamos, sabiendo que él rompía sus dientes para llegar a la negociación. ‘Pues deme 10, 15, 20 pesos para comprar Kola Loka para pegar mis dientes y ya está’, contestaba. Y si uno tenía la mala suerte o cometía la pendejada de sacar un billete de 50 pesos, con ese billete se iba El Traconi. Y 50 pesos eran suficientes en ese tiempo para que se aventara uno, dos días fumando”.

Era insufrible y lo trasladaron de nueva cuenta a Santa Martha.

El susurro de su llegada levantó murmullos.

El psicólogo Alfredo Ornelas, entonces jefe del área de clasificación, lo recibió.

El Traconi vestía el uniforme caqui con el que había salido del Reclusorio Norte. El reglamentario en Santa Martha para los sentenciados es azul marino y además era obligada una inspección física, así que el reo debió desnudarse por completo.

Se despojó de la camisa, se zafó los zapatos y se bajó el pantalón. Quedó cubierto únicamente por una diminuta tanga de color rosa eléctrico. La deslizó por las piernas y apretó el pedazo de tela entre los dedos del pie derecho.

—¿Qué es eso que tiene ahí?

—Por favor, patrón, déjeme tenerla. El Traconi ya se quiere portar bien —hablaba de sí mismo en tercera persona—. Por él no se preocupe de que quiera traer una punta o un alambrón. Nada de huelgas de hambre. Sólo quiere estar bien.

Y no hubo más huelgas de hambre ni amparos. Nuevamente estaba en paz, nuevamente estaba un dormitorio número 10, éste no entregado a los narcos, sino destinado a los viejos y a los enfermos de Sida.

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MEJOR IMPOSIBLE

Las dos últimas semanas de enero de 2003, cuando Mario Alberto tenía 52 años de edad, solucionó, una vez más, la batería de pruebas psicológicas hechas a los internos para establecer un diagnóstico, determinar su peligrosidad, proponer un tratamiento y efectuar pronósticos de reinserción social.

En esos días, Chávez Traconi resolvió, entre seis diferentes pruebas, el Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota, un test diseñado para identificar patologías.

En resumen, el técnico concluyó que sus rasgos de carácter están definidos por ser marcadamente demandante, poseer niveles bajos de tolerancia a la frustración, de capacidad de demora y de control de impulsos.

“Persona que proviene de un núcleo familiar disfuncional y desintegrado, donde la figura paterna se percibe ausente y poco afectiva por sus constantes infidelidades maritales; y una figura materna ambivalente, evasiva, demandante e incapaz de introyectar normas y valores positivos. La vida familiar se caracterizó por la competencia entre sus integrantes, la relación utilitaria y carente de acercamiento afectivo. Su vida escolar fue aprovechada al máximo. Sin embargo, desde pequeño dio muestras de control de su entorno, liderazgo y una clara necesidad de atención e inestabilidad afectiva.

“Es manipulador, desinhibido, con ideas de grandeza y perfección. Es aprehensivo debido a que se encuentra siempre bajo mucha tensión emocional. Socialmente se muestra amable, afectuoso y generoso. Sin embargo, esto es en forma aparente, ya que lo utiliza como un mecanismo de manipulación. Generalmente sus relaciones son superficiales, inestables y de conflicto, ya que busca utilizarlas.

“Existen marcados conflictos de identificación psicosexual, con orientación bisexual. Emocionalmente afectado, con relaciones insatisfechas, observando en su evaluación marcados rasgos de inmadurez, negligente, resistente al cambio e incapaz de aprender de la experiencia.

“Posee capacidad de manejar muchas cosas a la vez; variable en sus pensamientos y acciones; evade las normas con facilidad y posee capacidad para improvisar. La interpretación de las pruebas refuerza la dinámica de personalidad expuesta resaltando la necesidad de dar una idea distorsionada y evasiva de él. Ofrece un cuadro clínico de una persona desorganizada, exhibicionista, que actúa en forma convencional, evasiva, rebelde ante las normas, inconstante, que se evade fácilmente en la fantasía, con elementos intelectuales superiores, creativo, pero mal canalizados estos recursos”.

¿Diagnóstico y tratamiento?

Personalidad con rasgos esquizoides y elementos psicopáticos.

“Tratamiento psicológico no recomendable por ser refractario al cambio y tendiente a la manipulación de la psicoterapia. Por sus rasgos de personalidad antes expuestos y sus antecedentes delictivos de evasión, falsificación de documentos y reincidencia, se considera un sujeto con un perfil de peligrosidad institucional alta. Sugerido como candidato a un área de máxima seguridad”.

LA BARBIE

La última estancia de El Traconi en una prisión del Distrito Federal fue su vieja casa y escuela. Pasó por el portón metálico y naranja de la Penitenciaría el 17 de enero de 2003 para cumplir una pena de cuatro años impuesta por posesión indebida de títulos para el pago de bienes y servicios sin consentimiento de quien está facultado para ello.

Salió de Santa Martha el 6 de octubre de 2004, fecha en que policías judiciales ya lo esperaban a la salida para trasladarlo a la prisión distrital de Jonacatepec, la misma de la que se había fugado casi tres años atrás.

Sería su última estación.

Mario Alberto Chávez Traconi se veía relajado. Impulsó una fábrica de dulces regionales para dar empleo a los demás convictos y pronto se convirtió, nuevamente, en la autoridad real.

El 8 de agosto de 2010, dicen unos, alguien trató de matar a El Traconi dentro de la prisión. Otros aseguran que simplemente se confirmó una audiencia judicial programada para el día siguiente, así que se ordenó el traslado. El defraudador subió a una pick up blanca acondicionada con una caseta reforzada y, únicamente con dos custodios, el vehículo tomó camino a los juzgados de Xochitepec.

Sobre la carretera federal San Miguel-Santa Rosa, en el municipio de Tlaltizapán, les dieron alcance dos camionetas rebosantes de cuernos de chivo. Una ganó el paso a la camioneta oficial y de ahí brincó una partida de pistoleros. No hubo preguntas, sólo una ráfaga de al menos 100 tiros.

El Traconi debía quedar bien muerto aunque de pasada también se fueran los vigilantes. A Mario Alberto Chávez Traconi, dice la policía de Morelos, lo asesinó un hombre al servicio de Edgar Valdez Villarreal, La Barbie, antes jefe de sicarios de los Beltrán Leyva, y hoy preso en El Altiplano.

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***

En las fichas disponibles, Mario Alberto indicaba como su domicilio una casa en Residencial El Torito, Naucalpan. Pero era un habitante de las cárceles.

Alfredo Ornelas no duda que el estafador hubiera vivido en libertad si así lo hubiera deseado.

“Era querido y respetado por todos los reos, incluidos los multihomicidas y los socios de los principales secuestradores de este país, miembros de las bandas de Arizmendi, Caletri, (Marco Tinoco Gancedo) El Coronel o los Montante. Intervenía en conflictos y daba asesoría legal sin cobrar un peso”.

Tenía su idea de la cárcel, incluso de esa, Santa Martha, a la que define un diccionario compuesto por sus propios habitantes. Por ejemplo, “santamartheada”: cicatriz que recorre, de arriba abajo, todo el abdomen de un reo, obtenida por el hundimiento de una punta alojada durante semanas en un excusado. Y de ese lugar, su verdadera casa, opinaba Mario

Alberto como si fuera madre cariñosa, leal: “La cárcel es bonita y sabe dar si uno le sabe dar a ella”.

MORIR EN EDOMEX | LA HISTORIA DE SONIA: “LA ENTERRÉ CON SUS MUÑECAS”

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Luego de miles de muertas, al menos 1 mil 997 asesinadas durante el gobierno mexiquense de Enrique Peña Nieto, el Sistema Nacional para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres admitió emitir la alerta de género los 11 municipios más poblados de la entidad. Si bien algunos partidos reconocen en esta declaratoria un avance, ya festejado por el Gobierno del Edomex como un logro sin precedentes, las organizaciones feministas y especialistas en el tema consideran que la medida es insuficiente, que ellas viven en peligro y mueren de la peor manera en las 125 demarcaciones del estado.

¿Por qué asesinan a las mujeres en el Estado de México? La respuesta no es sencilla y será un propósito del equipo de especialistas que integren la comisión. Pero el cúmulo de respuestas, dos aspectos pueden considerarse como elementos permanentes en el estado gobernado por Eruviel Ávila y presumido, en la propaganda oficial, como una “potencia económica”.

Uno de estos factores que impulsan el feminicidio, el que sea, terminó con la vida de una chiquilla en el oriente de la entidad. La crónica a continuación da cuenta de esa mezcla explosiva (impunidad, machismo, corrupción, etcétera) que ha llevado al Estado de México a hacer historia… por la mala: es el primero en la historia en el que se declara Alerta de Género…

La tragedia del Edomex. Foto: Eduardo Loza

La tragedia del Edomex. Foto: Eduardo Loza

Chimalhuacán, Estado de México, 28 de julio (SinEmbargo).- La madre de Reina enviudó y la vida se le hizo sofocante, con el hambre siempre al acecho.

Recogió a algunos de sus hijos de su pueblo, Asunción Nochixtlán, Oaxaca, y los trajo a un pedazo de Chimalhuacán, entonces, más que hoy, un llano de salitre y cascajo.

Inicialmente dejó a Reina en la milpa, pero la trajo cuando consideró que necesitaba quien le ayudara en la ciudad. Empleó a su hija de ocho años primero en el cuidado de sus pequeños primos y después en un puesto de tamales que colocaban afuera del estadio Neza 86; cada día la niña caminaba cuarenta minutos por los llanos polvorientos. Hoy, Reina, de 41 años de edad, no recuerda un día de su vida que no haya trabajado.

En su adolescencia conoció a un hombre con quien quiso huir de la casa de su madre y de la doble servidumbre a la que estaba sometida con sus hermanos varones y los dueños de las casas en que trabajaba. Casó con Ángel e hicieron su hogar en casa de la madre de él, por lo que Reina quedó sujeta a sus patrones de siempre y a una desconocida.

En ese tiempo Ángel era ayudante de albañil; tenía las manos duras y pesadas como tabiques y las lanzaba contra lo que fuera cuando inhalaba solventes, lo que hacía casi a diario además de beber. La golpeó desde el primer día: cuando supo que su Reina sostuvo un noviazgo con su hermano antes de conocerlo a él, enloqueció.

La golpiza dejó a la mujer en cama durante un mes. No necesitaba mucho para maltratarla: el sabor de la comida, la manera en que ella caminaba en la calle, el desliz de la blusa que dejaba al descubierto un hombro; la cara de miedo de Reina, porque le recordaba su propia miseria.

De 1988 a 1991, entre tundas y palizas, nacieron cuatro hijos: Ángel, Érika, Diego y Sonia.

La vida era más dura que las manos de Ángel.

Los muchachos estrenaron poca ropa: casi todo lo que vistieron en su infancia fueron prendas usadas y regaladas por las hermanas de Reina o por las señoras para las que trabajó en el Distrito Federal.

Cada fin de año Ángel les compraba un par de zapatos, un pantalón, una chamarra y nada más; eso era todo. Luego de varios años Reina compró, hace medio año, un pantalón nuevo de mezclilla.

Sonia, por ejemplo, nunca fue al cine. Era feliz con unas muñecas pelonas, una de ellas con aspecto de recién nacida, vestida con un mameluco. Reina compró una, nueva, en un tianguis, y la otra fue un obsequio de la dueña de la casa para la que trabajaba en ese tiempo y adonde la mujer podía llegar con su hija pequeña.

Alguna vez conoció el Zócalo de la Ciudad de México y existen fotografías de ella muy pequeña en el Bosque de Chapultepec. Con esas excepciones, todos los minutos de su vida transcurrieron en Chimalhuacán. En su adolescencia tuvo unos tacones cafés, un par de tenis y su tesoro fueron unas botas negras que su mamá compró en abonos.

Las penurias se hacían más intensas cuando Ángel se embrutecía al grado de desaparecer durante un mes; su mujer e hijos sentían algún alivio excepto por la permanente hostilidad de la madre de él. Y el tipo siempre volvía más violento que la ocasión anterior, listo para que su madre le pellizcara la rabia con cualquier chisme sobre el comportamiento de su esposa.

Reina consiguió el milagro del ahorro y compró un terreno de unos veinticinco metros cuadrados cerca de un río de aguas negras. Ángel construyó un cuarto de bloques de cemento y láminas dividido en tres espacios, cocina, sala y una sola habitación en que dormían los seis. No hubo dinero para construir una barda y en su lugar sólo quedó una malla de alambre que no representa ningún obstáculo para cualquier persona ajena que quiera llegar hasta la puerta. Al inicio carecían de agua potable, drenaje y luz eléctrica, servicios a los que accedieron apenas en 2011.

“Seguían los golpes y maltratos hacia mis hijos y hacia mí. En 2000 corrí a mi esposo porque quiso abusar de mi hija mayor cuando ella tenía catorce años”, recuerda Reina ese día en que se descubrió valiente, pero después revive también las constantes apariciones de Ángel para levantarle la mano, gritarle, advertirle.

—¡Andas de puta, todos me dicen que andas de puta!

Reina y sus cuatro niños sobrevivían cada día con el equivalente actual de cien pesos. Dos de sus muchachos estudiaban la secundaria y los otros dos la primaria: no había manera de estirar ese billete con la cara del rey Nezahualcóyotl estampada.

“En las tardes me iba a planchar a otra casa, con eso salía el pasaje para que se fueran a la secundaria. Soñé con el diploma de uno de mis hijos colgando en la pared de mi casa.”

***

Una historia de familias en la pobreza. Foto: Eduardo Loza

Una historia de familias en la pobreza. Foto: Eduardo Loza

Reina iniciaba cada día con la esperanza de que terminara con el estómago de sus hijos lleno. Siempre ha trabajado como empleada doméstica por los rumbos de Taxqueña y Rojo Gómez. Cierta ocasión quiso seguir la misma ruta de algunos de sus hermanos, a quienes la miseria soltó hasta que llegaron a Nueva York. Ya separada de Ángel, uno de ellos le propuso dejar México.

—Oye, hermana, ¿por qué no te vienes para acá y le echas ganas con tus hijos para que sigan estudiando?

Reina aceptó inicialmente, pero su madre se opuso recordando que tres de los niños aún estaban muy pequeños. En ese tiempo Sonia cursaba el cuarto año de primaria.

—¿Qué te parece si mejor se va Ángel? —propuso la madre.

Ángel tenía quince años, y por ser menor de edad, los trabajos a los que podía aspirar eran aún peor pagados que a los adultos. Al plan se agregó que el muchacho estudiaría por las mañanas y se ocuparía como barrendero y lavatrastes en el mismo restaurante en que su tío trabajaba.

El plan se concretó y Ángel voló a Nueva York. Aunque el dinero que el joven lograba enviar a Chimalhuacán era poco, la situación de Reina mejoraba porque era una boca menos en su casa. Érika, la mayor, suplía a su madre en el cuidado de sus hermanos, quienes cursaban la primaria.

Reina llegaba en la noche y se enteraba con preocupación del aumento de la presencia de drogas ilegales en el vecindario y en la escuela en que estudiaban sus muchachos. Estaba convencida de que la educación que le faltó a ella les daría a sus hijos un mejor futuro. Se sentía ausente de casa y quería participar más decididamente en las actividades escolares de los niños, pero su empleo le imponía salir durante todo el día.

Encontró trabajo como afanadora en el turno de noche del aeropuerto de la Ciudad de México. Volvía de mañana con la esperanza de aguardar a sus hijos con la comida recién hecha y asistir a las reuniones convocadas por la dirección de la escuela, pero apenas llegaba a casa, la madre lidiaba inútilmente por mantenerse con los ojos abiertos, así que volvió a la ocupación de doméstica.

Por esos mismos días Erika, con catorce años de edad, dejó la secundaria para hacer vida con su novio. Reina se desalentó: se sentía culpable de la pobreza que había empujado a dos de sus hijos a la deserción escolar, pero se animaba con la esperanza de colgar el título universitario de los restantes. Además, sintió un nuevo alivio en el bolsillo y la casa pareció crecer un poco; en una cama dormía Diego solo, y en la otra madre e hija se abrazaban hasta la mañana. Era el mejor momento del día para Reina, cuando apretaba a su niña contra su cuerpo y le calentaba las plantas de los pies con los suyos.

***

En 2007 Sonia comenzó a salir con Miguel, un muchacho mayor que ella, a quien la unía el vecindario de piedras y cascajo. Se conocieron gracias a la relación que tenían Diego, hermano de ella, y una prima hermana de él.

La mayor coincidencia consistió en que sus madres, Reina y Marina, llegaron de Oaxaca perseguidas por el empobrecimiento del campo y la pauperización de los indígenas. Ambas provenían de la región mixteca, pero llegaron en distintos momentos de sus vidas.

Reina, más joven, fue traída de Asunción Nochixtlán a la periferia de la ciudad durante su infancia. Desde entonces la lengua mixteca dejó de serle indispensable, al contrario: el estigma de ser indígena en la Ciudad de México le impuso el olvido de las primeras palabras aprendidas. Junto con el idioma se deslavaron las costumbres, algunas particularmente relacionadas con la limitada independencia de las mujeres.

Marina, de mayor edad, proviene de una familia más próspera que la de Reina, propietarios de animales en San Miguel, a unas cuatro horas de Asunción, distancia suficiente para la existencia de variaciones lingüísticas y de tradiciones. La mujer llegó a una edad más avanzada y no sufrió de la misma manera la presión económica de salir de casa. Aprendió poco el español, al que recurre por necesidad; cuando bebe, y lo hace con frecuencia, parece que la pica el diablo y grita y mienta madres en mixteco.

El noviazgo de Sonia y Miguel prosperó. Él se mostraba firme en la intención de formalizar el amorío y propuso a la muchacha que ambas familias hablaran al respecto. Ella, con catorce años de edad, aceptó propiciar la reunión sin tener exactamente claras las implicaciones.

Reina siempre volvía cansada y malhumorada por el espeso tráfico en que fluyen los habitantes del Estado de México hacia el Distrito Federal para trabajar por la mañana y, nuevamente, para volver a casa y dormir por las noches. Sufre dolores de cabeza desde un accidente que sufrió cuando viajaba en una combi de transporte público que fue golpeada por un camión repartidor de la Cervecería Modelo que se negó a ayudarla de cualquier manera.

Una de esas tardes, Sonia se acercó y con su voz infantil le pidió atender unas visitas.

—Mami, van a venir unas personas

—¿Unas personas? ¿Y ahora qué pasó? ¿Ahora tú qué hiciste, Sonia? —emprendió Reina la reprimenda.

—No, nada, quieren hablar contigo.

—¿Quién?

—Una señora por allá —señaló hacia la calle.

—¿Qué señora? Diles que se pasen —accedió Reina cuando notó que las visitas estaban a la espera de la invitación.

Cohibida por el poco español que habla, Marina no solicitó la formalidad del noviazgo. La solicitud fue presentada por una tía del muchacho con más dominio del idioma.

—Buenas noches, ¿usted es la mamá de Sonia? —inició la tía de Miguel sin entrar a la casa.

—Sí, yo soy la mamá de Sonia, dígame qué se le ofrece —contestó Reina, desacostumbrada a la rigurosa formalidad.

—Mi sobrino Miguel quiere pedirle permiso para andar de novio con Sonia.

—¿Sabe qué? Pásese a mi casa —propuso Reina cuando notó a las vecinas ansiosas por el chisme.

Entraron y se sentaron en la salita.

—Somos de San Miguel —dijo la mujer en referencia a la relativa cercanía de su pueblo con Asunción Nochixtlán.

—Pues Miguel es mucho más grande que Sonia —retomó Reina el tema. La niña apenas alcanzaba los catorce años y el muchacho sentado en su sillón se veía cerca de los veinte.

—Vivimos aquí cerca. Yo soy tía de Miguel y vengo porque su mamá no puede hablar muy bien español, ella habla mixteco. Yo siempre he pedido a las novias de mis sobrinos, de los hermanos de Miguel.

—Pasa que mi hija está estudiando y su papá no está enterado. Mi esposo no está en México, está en Estados Unidos. Si ustedes gustan hablar con mi esposo, yo me comunico con él.

—No… es que Sonia le comentó a Miguel que no quieren saber nada de su papá.

—Es que no sé —Reina mantenía el miedo a su esposo a pesar de la separación y también le inquietaba la diferencia de edad. Era previsible un embarazo y el consecuente abandono de la escuela de su hija menor tal como había ocurrido con la mayor, Érika.

—Él la va a respetar y la va a esperar a que termine de estudiar —pareció leer la mente la otra mujer, tan convencida en su papel formal que, en ese momento, aliviaba las dudas de Reina.

—Está bien. Te voy a tener esa confianza —aceptó Reina en el entendido de que el noviazgo ocurriría a escondidas de Ángel, el papá de la niña.

Los novios sonrieron y propusieron brindar. Miguel corrió a la tienda de la esquina y volvió con un cartón de cerveza.

“¡Por los novios!”, repitieron a cada trago.

Entusiasmado, Miguel mencionó sus planes de trabajar en Nueva York, donde vivían algunos de sus hermanos mayores, para luego casarse con Sonia.

—Pero todavía no, ella primero va a estudiar —repitió el muchacho.

De cualquier manera todo iba tan rápido y la niña se veía tan pequeña que nada se podía tomar demasiado en serio.

***

El recuerdo y las muñecas. Foto: Eduardo Loza

El recuerdo y las muñecas. Foto: Eduardo Loza

Desde el inicio Miguel se mostró celoso. Le irritaba que la muchacha saliera sin él o que no atendiera de inmediato las llamadas al teléfono celular. Reina y Marina, las suegras, coincidían en las reuniones convocadas por la familia del novio. Platicaban de sus pueblos, de las costumbres.

Reina veía con preocupación el comportamiento posesivo de su yerno. Se recordaba torturada por los interrogatorios y las sospechas de Ángel, pero mantenía la amabilidad. En un lugar en que el conflicto es costumbre, ella intenta llevar relaciones cordiales, lo que impone mantener el equilibrio consiente entre la cercanía y la distancia y, de estas dos posibilidades, Reina casi siempre opta por lo segundo en el vecindario.

Un día, la niña llegó con la cara triste, los ojos aguados. Se le acurrucó en el pecho a Reina.

—Ya no quiero a Miguel. Me regaña, me insulta.

Reina sintió pesar por la decepción amorosa, la primera que debería sufrir su hija, pero a la vez se fortalecía su continuidad en la escuela. El asunto continuó y empeoró. Miguel proporcionó a Sonia un teléfono celular al que la muchacha siempre debía atender o, de lo contrario, sería acusada de alguna absurda infidelidad.

Una noche, el muchacho entró a casa de Sonia con gesto grave. Pidió hablar con Reina.

—Señora, me voy a Nueva York, pero se queda Sonia. Sigue siendo mi novia, la relación sigue. Ella se queda estudiando acá como usted quiere, pero yo me voy a trabajar. Cuando ella termine la prepa, yo regreso y me caso con ella.

—Bueno, está bien, Miguel —asintió Reina a manera de trámite, confiada en que la distancia y la juventud pondría fin a un asunto que, era claro, no hacía bien a su hija.

Durante el año que siguió, Sonia concluyó la secundaria, inició la preparatoria y conoció nuevos amigos.

Miguel estableció un régimen de conversaciones telefónicas. Cada sábado por la mañana, los pequeños sobrinos de Miguel caminaban las cuatro calles que separan las casas de Reina y Marina y, sin excusa, la niña debía atender una llamada. Sin pretexto debía responder el teléfono celular en el momento que fuera. Además, cuando Sonia informaba a su novio que visitaría a su tía, una hermana de Reina residente en Valle de Chalco, Miguel marcaba a esa casa para constatar que, efectivamente, la muchacha estuviera ahí.

Durante cada llamada, Miguel advertía a Sonia que no debía hablar con ningún varón. Las peleas eran evidentes y Sonia confió a su madre que los reclamos de fidelidad del muchacho se habían convertido en amenazas.

—No puedes salir de tu casa, no puedes tener amigos o cuando regrese te irá muy mal —habría blandido Miguel.

En las noches que dormían juntas, Sonia dijo algo más a su mamá.

—La señora me dijo: pídele cinco mil pesos a Miguel y dile que es para ti.

—¿Cuántas veces ha hecho eso la señora?

—Ay, mami, pues siempre que voy sola. Me dice: “pídele siete mil”, “ahora pídele tres mil”, “ahora pídele 5 mil”.

Reina decidió intervenir y reclamó a Marina.

—¿Es cierto que pidió esta cantidad? Porque si se entera mi esposo le va a ir muy mal a Sonia y mi hija no tiene que pedir dinero. Su hermano está en Estados Unidos, ella no necesita dinero, él nos manda.

Marina recordaba que mataba puercos y reses para vender la carne en el pueblo y que habría una matanza de antología para la boda de los muchachos. Redactó una lista con los aspectos cárnicos del enlace: un cerdo, quince guajolotes y veinte pollos serían sacrificados. Mostró el papel a Reina, para quien el asunto tenía una relevancia diferente, menor, básicamente porque ella no había crecido en la mixteca y no sopesaba de la misma manera esos detalles.

La boda se celebraría en Chimalhuacán.

—Mire, para empezar, yo no sé cuántos animales usted crea que están bien, porque ninguno de mis hijos se ha casado —subrayó Reina su desapego en las usanzas del pueblo.

Marina insistía en el tema para llevar las cosas al compromiso indefectible lo que ocurriría si se acordaba la compra de los animales para el banquete, la recepción de dinero por parte del novio o la admisión del vestido de novia.

Miguel se mantenía informado de todo lo que ocurría en casa de Sonia. Contaba con las confidencias de su prima, la novia de Diego; los chismes que con generosidad le prodigaba una tía, y, más importante, con la constante labor de espionaje de su madre, Marina Zertuche.

Reina seguía con preocupación el desarrollo de esa relación que comparaba con la suya. Las alarmas se encendieron cuando supo, por su propia hija, que Miguel había añadido la escuela a la lista de prohibiciones y comenzaba a exigirle a la niña que se preparara para hacer el viaje como indocumentada a Nueva York.

—¿Sabes qué? —Reina avisó a Sonia—. Tú no te vas a ir a ningún lado, te quedas aquí. Si sigue exigiendo, yo le voy a decir que hable con tu papá —amonestó con la esperanza de que su hija temiera a Ángel padre tanto como ella.

Sonia se aplomó y terminó la relación con Miguel, cuya mala reacción quedó chica ante el escándalo emprendido por su madre. Marina se emborrachó y buscó a Sonia para confrontarla.

—¿Es verdad que ya terminaste con Mickey? Pues fíjate que no, porque en mi pueblo cuando se da la palabra de novios es porque se van a casar. Aquí no hay que tener otro novio, nada más hay que tener el que decidimos hablar con sus papás. ¡No te hagas pendeja! Mi hijo está trabajando mucho para regresar y casarse contigo. Ya te mandó el dinero para tu vestido de novia.

“Mentira”, diría Reina años después en entrevista. “Mi hija pedía dinero a Miguel y él se imaginaba que todo era para ella, cuando Sonia nada más recibía cinco o diez pesos y eso a veces que la señora le daba para comprar un litro de leche y eso era todo”.

Reina volvió a tomar camino a casa de Marina. Tocó la puerta y obvió el saludo.

—Mi hija ya no quiere saber nada de Miguel. Aquí terminó todo, deje de molestarla. Que Miguel ni le hable ni nada. Ya terminó.

—¡No, Sonia nunca va a dejar a Miguel! Primero muerta antes que dejar a Miguel. Mi hijo toma mucho, no come por Sonia cuando se dejan. En mi pueblo, cuando ven a una mujer así la golpean, medio la matan y ella tiene que estar en su casa y no salir hasta que el hombre decida.

—Pues yo también soy de Oaxaca y aquí es Chimalhuacán. Son otras las costumbres y no creo que su papá permita eso.

—Sonia, primero muerta antes de que deje a Miguel. Ella se va a casar con Miguel y ya le mandó el vestido y ya hasta tenemos los animales que vamos a matar para la comida.

—Es que Sonia ya no quiere y yo no la puedo obligar.

—Pues en mi pueblo no es así…

—Sonia se va a ir a Chiapas con uno de mis hermanos para que no haya problemas de que si tiene o no tiene novio.

—No, no va a dejar a Miguel.

Marina se mantuvo en pie de guerra. En cada oportunidad insultaba a Sonia, se le acercaba y le disparaba una ráfaga en mixteco y español mientras le agitaba la mano cerca de la cara.

—Sonia, mi hijo te mandó dinero y ya lo tengo guardado, ¿me acompañas a cobrarlo?

—No —se resistía la muchacha y se preparaba para el vendaval oloroso a aguardiente que seguía.

—¡Qué pendeja, qué estúpida eres! ¡Chingas a tu madre!

Hoy Reina considera que el empecinamiento y el tono ofensivo obedecieron a que en el vecindario se le considera una mujer sola, sin hombre, y en consecuencia débil. De vez en cuando Miguel marcaba al celular y repetía las frases.

—Esto no se va a quedar así, nadie se burla de mí ni de mi mamá. En mi pueblo no acostumbran eso —lo escuchaba ebrio y llorando.

***

En los últimos meses de 2007, Diego abandonó la escuela por la situación económica de la casa y se ocupó como albañil. Durante algún tiempo, su relación con la prima de Miguel se había agriado por los conflictos familiares avenidos por la ruptura de Miguel y Sonia, pero se reconciliaron.

En alguna salida de casa descubrió que le gustaba un muchacho, Giovanni, quien correspondió las sonrisas de la niña. Con su madre y su hermano en el trabajo, Sonia permanecía sola durante casi todo el día por lo que el contacto con el nuevo muchacho era frecuente.

De vez en cuando, el teléfono timbraba y ella respondía con la esperanza de que Miguel le dijera que, finalmente, cada quien haría de su vida lo que quisiera.

—Sonia, ya voy a llegar y nos vamos a casar. Ya voy a estar allá y nos vamos a casar y no me importa que tengas novio —y luego la repetición de las amenazas.

El enamoramiento con Giovanni ocurría a escondidas, porque Sonia no quería terminar la relación con Miguel. Eso molestaba a Reina, lo que llevaba a los enamorados a esconderse más. La mujer cambió su opinión cuando Giovanni la visitó un día y le pidió permiso para cortejar a la muchacha.

—Hija, tú no estás comprometida a nada. Sólo son novios —observó Reina, que además cargaba con el miedo de que Ángel, el padre de sus hijos, supiera de la trama amorosa de Sonia.

En noviembre de 2007, Reina llegó a casa una noche y se encontró a su hija llorando.

—Mami, quiero que vayamos allá con Giovanni y con su tía porque quieren hablar contigo —sollozó Sonia.

—Es que estoy muy cansada. No quiero salir, no quiero ir.

—Mami, vamos con Giovanni.

—Sonia está embarazada —soltó Giovanni sin preámbulos—. Termina la prepa y nos juntamos.

—Ni por error me digas eso, ni por error, porque eso no puede ser. Para empezar, ella tiene novio. Sí vas a salir con ella, pero nada más como amigos o como quieras, pero no vas a abusar de mi hija, porque ella tiene que estudiar —Reina se escuchaba ausente.

—Yo sí quiero a Giovanni —atajó Sonia.

Reina quedó en silencio. No hacía falta que dijera nada más. Estaba furiosa. Salió a la calle y lloró por la calle, un río de piedras y pedazos de fierros oxidados. La muchacha caminó detrás de ella, también callada.

***

Migrantes por la miseria. Foto: Eduardo Loza

Migrantes por la miseria. Foto: Eduardo Loza

Reina, Diego y Sonia pasaron la última noche de 2007 en casa de Martha, hermana de Reina, en Valle de Chalco. Martha, en mejores condiciones que su hermana en Chimalhuacán, tenía teléfono, al que Miguel se comunicaba para platicar con Sonia.

Cuando timbró el aparato, Sonia tragó saliva y asentó el tono.

—¿Sabes qué, Miguel? Estoy embarazada. Ya, ahora sí definitivamente ya no quiero nada contigo. Ni tú ni tu mamá nos dejan en paz. Estoy embarazada —repitió a quemarropa.

—No importa que estés embarazada, yo voy a ser el padre de ese niño —suplicó el muchacho.

—No, porque él tiene a su papá. Ya olvídate, ya se terminó. Mi mamá ya sabe todo.

Y colgó.

La cena se terminó de aguar cuando Diego puso sobre la mesa que su novia, la prima de Miguel, también estaba encinta, lo que no le importó para mostrar su reprobación a la maternidad de su hermana. Se levantó con fastidio de la mesa y dejó la casa de la tía Martha para pasar el resto de la Nochevieja con sus suegros.

Las mujeres despertaron el primer día de 2008 con la sensación de un pedazo de metal oxidado en la boca.

—¿Qué voy a hacer? No tengo dinero —Reina dejó de contener el llanto—. Vivimos al día —dijo frente a la sopa recalentada.

Para Reina es literal eso de vivir al día. La mujer no trabajaría la primera semana de 2008 porque la familia para quien hacía el aseo saldría de vacaciones y, aunque fuera causa ajena a la servidora, no recibiría la paga de esos días.

—¿Por qué no me acompañas al rancho? —Martha propuso ir al hogar común de las hermanas, en Oaxaca—. Necesito pagar el impuesto predial. Nos vamos hoy y volvemos mañana.

—Sí, vamos —se secó las lágrimas.

Reina tomó el teléfono y habló con Diego.

—Diego, ¿estás bien?

—Sí, mami.

—Llego a la casa como a la una. Quiero que estés ahí porque voy a Oaxaca con tu tía Martha, la voy a acompañar a pagar el predial.

Reina pensó en su hija embarazada, en el hostigamiento de Marina y la furia que debían sentir en ese momento la mujer y su hija. Recorrió con la memoria la calle oscura y su casa sin ninguna barda. Recordó que Diego salía entre cinco y cinco y media de la mañana, un par de horas antes de la salida del sol al inicio del invierno.

Quería que Sonia la acompañara, pero se avergonzó de pedir a Martha que también se hiciera cargo del pasaje de la muchachita. Volvieron a Chalco y la dejó en su casa.

—Sonia, te vas a quedar —le comentó la decisión a su hija—. Yo regreso mañana, no me voy a tardar mucho.

—Sí, mami, voy a estar aquí.

Diego cruzó la puerta y Reina se sintió un poco más segura.

—Te vas a quedar con tu hermana. No salgan, se encierran, y si tocan la puerta, sólo se asoman por la ventana —repitió Reina las instrucciones que daba desde hacía algunos años cuando un hombre entró a la casa y sorprendió a la mujer mientras lavaba. Tomó algunas cosas e intentó violarla, pero no logró concluir el ataque porque los gritos alertaron a sus hijos, quienes llegaron a la carrera.

Esa tarde, como muchas otras, la familia carecía de agua. La falta del líquido es constante y el desabasto se atenúa con la instalación de una cisterna, pero Reina carece de medios para construirla. Recorrió el vecindario con la mente y supuso que en casa de la chica embarazada por Diego les podrían obsequiar algunas cubetas.

—Sí, manita, llévate los botes que quieras. ¿Te vas a ir a Oaxaca? —indagó la suegra de Diego.

—Sí, te encargo mi casa.

—¿Para qué la casa? Mejor a los niños —jugó la mujer.

—Sí, es cierto, mejor a mis hijos. Que se lleven la casa —replicó Reina.

—Oye, Sonia, ¿tú qué vas a hacer si mato a tu bebé? —subió el tono de la broma la otra.

Sonia sonrió incómoda. Días después, Reina regresaría al comentario una y otra vez con la sospecha de que había ido más allá del simple mal gusto: a final de cuentas, la suegra de su hijo Diego era también pariente de Miguel.

Martha y Reina abordaron el autobús en una parada junto a la vieja cárcel de mujeres del Distrito Federal.

Sonia y Diego se quedaron en casa viendo una película. Esa misma noche, la muchacha cocinó la merienda y la comida del día siguiente de su hermano.

—Sonia, no le abras a nadie, ya me voy a trabajar —susurró Diego antes del alba.

Ella respondió entre sueños que no.

—Mi mamá llega de Oaxaca en la tarde —recordó él antes de cerrar la puerta. Ella siguió dormida.

Esa mañana, Martha llamó desde Nochixtlán a su hijo para avisar que habían llegado con bien y ponerse al tanto.

—¿Mi tía Reina está bien? —preguntó el hijo de Martha en Valle de Chalco.

—Sí.

—Quiero que se vengan ya, a mi tía Reina la busca la Procuraduría. Es urgente que venga mi tía —urgió el muchacho—. La mamá de Miguel… —se contuvo—. Todos están en la Procuraduría. El papá de Sonia, sus padrinos, todos mis tíos. Todos están ahí.

Algo más escuchó Martha que Reina no supo en ese momento, pero ya no dejó de temblar. Corrieron a la central camionera del pueblo. No encontraron boletos.

—Martha, ¿y ahora cómo nos vamos? —preguntó Reina a manera de trámite.

—No, Reina, es que nos tenemos que ir ahorita porque algo pasó.

—¿Qué pasó?

—Es Sonia.

—¿Pero qué le pasó?

—No… ella está bien, está bien, tu hija está bien. Vámonos en taxi de aquí a la central de Oaxaca —propuso refiriéndose a la capital del estado.

Viajaron calladas. De vez en cuando Reina encendía su teléfono celular para revisar la señal del aparato, pero tampoco hubo suerte. Cuando entraron a la zona conurbada de la Ciudad de México, en la pantalla del aparato aparecieron veinte mensajes. “Te estamos localizando.” “Es urgente.” “¿Dónde están?” “¡Reina!” “¡Reina!” “¡Reina!”

—¿Qué pasó, Martha? ¿Qué tiene Sonia?

—Ella está bien —tartamudeó la otra.

Timbró el celular de Reina.

—¿Por dónde vienen? —averiguó uno de sus hermanos.

—Estamos por la cárcel de mujeres.

—Bájense ahí, yo pago el taxi. Vénganse a Chimalhuacán, porque urge tu presencia.

Reina reconoció a su familia afuera de la oficina de gobierno, con las caras largas y la mirada en el piso.

—Diego, ¿dónde está tu hermana?

El muchacho quedó en silencio. En su lugar respondió el padre de Sonia.

—¿Sabes qué, Reina? Mataron a Sonia.

—¿Mataron a Sonia? Ayer me fui.

—Pues sí, pero de seguro te fuiste con un güey o con tu amante, para que hayas dejado a mi hija; ahora no está y es tu culpa —reclamó Ángel.

***

“Me puse mal, ya no tuve sentidos, ya no supe nada. Ya no vi a mi hija. La familia de mi esposo me culpa. Él todavía no me cree que fui a Oaxaca, con todo y que cuando declaré mostré los boletos; hasta trajimos la boleta del predial que fuimos a pagar, mi hermana dijo que era cierto lo que yo decía, y todo eso dijeron de mí.”

Érika, la hermana mayor de Sonia, quiso acompañarla y tomó a su hijo de brazos.

—Vamos a buscar a tu tía Sonia para que desayunemos, porque está solita y mamá Reina se fue a Oaxaca.

Alrededor de las diez de la mañana, Érika abrió la puerta de la casa y encontró revuelta la estancia; luego notaría que sólo las cosas de Sonia estaban tiradas. Se sorprendió por el desorden.

—Sonia, ya levántate; ya sabes que mami regresa en la tarde, te va a regañar por el tiradero que tienes. —No hubo respuesta—. Levántate, vamos a la tienda para que desayunemos y luego haces el quehacer.

Notó que en el pequeño cuarto contiguo Sonia seguía acostada, envuelta en las cobijas, y caminó hacia ella; se aproximó y se inclinó hasta alcanzarla con la mano. Jaló una sábana y descubrió un cuchillo hundido en el cuello de su hermana. Jadeó y gritó; tomó al niño, cerró la puerta y gritó por la calle hasta llegar a su domicilio. Avisó a su marido, con quien volvió a casa de su madre. La puerta estaba abierta: entraron despacio y se aproximaron a la muerta. El cadáver seguía casi en la misma posición, pero el arma ya no estaba dentro del cuerpo sino en la mesita de la cocina.

El cuchillo con que asesinaron a Sonia era el mismo con que había cocinado la víspera de su muerte, un cebollero propiedad de la familia. Quien entró, realizó un hurto único: el teléfono celular de Sonia.

“Una vecina me dijo que vio a mi hijo a las cinco y media de la mañana en la calle, y después, a las siete y media miró que la señora salía de la casa. El forense dijo que a mi hija la mataron entre las siete y las siete y media de la mañana”, repetiría Sonia en entrevista lo que afirmó ante el Ministerio Público.

Una herida fue en el vientre y recibió dos golpes más en el cuello. El médico determinó que Sonia murió por la hemorragia.

“La primera puñalada fue en el vientre, me imagino que para matar al bebé. ¿Cómo no voy a estar segura de que fue la señora Marina? ¿Qué otra persona quería sacarle el niño?”

La misma vecina explicó que vio a Marina desde la azotea de su casa, cercana a la de Reina, y describió a la madre de Miguel: alta, delgada, morena, con blusa roja, pantalón de mezclilla y pelo lacio y negro, sujeto en chongo como siempre.

—Marina salió de su casa —dijo a Reina—, pero después regresó. Si yo le puedo ayudar a usted en algo, la voy a ayudar.

“Creemos que la señora Marina estaba ahí, escondida en la cocina, cuando mi hija Erika buscó a Sonia. Tal vez Érika, de lo mal que se puso, no cerró la puerta y creyó hacerlo, pero estamos completamente seguras de que ella no le sacó el cuchillo.”

La mujer que detalló las supuestas salidas de Marina de la casa la mañana del asesinato habría declarado, pero esto no es claro del todo porque los funcionarios de la Procuraduría del Estado de México a cargo del caso se negaron a dar copia a Reina de cualquier documento relacionado con la investigación.

Los agentes mexiquenses descalificaron las sospechas sobre Marina con el argumento de que no existían testigos; escuchaban las historias sobre los novios de Sonia y asentían con la cabeza, como si todo quedara entendido. Hasta donde Reina sabe, nadie se preocupó por tomar huellas dactilares en su casa la mañana del 1 de enero de 2008, ni siquiera del cuchillo con que asesinaron a Sonia.

“Al poco tiempo de que mi hija falleció, detuvieron a la señora Marina. Supimos que declaró que los judiciales le habían pegado y dijo muchas cosas, pero eso no puede ser porque casi no habla español, habla casi puro mixteco y nadie estuvo con ella para traducir. Nos enteramos de que dio 75 mil pesos y fue por ese dinero que nos dejaron sin justicia. Ella misma lo presume cuando se emborracha y grita como loca que asesinó a mi hija.

”Un día se apareció bien tomada en la cocina en que trabaja mi hija, llevaba un cuchillo y la amenazó: ‘¡Sírveme, pendeja! O qué, ¿tú también quieres tu merecido?’. Se alocó y la agarró, se la quitaron de encima las personas que trabajan en el mercado. Por eso yo ya no le voy a buscar más, ya no. Yo no tengo dinero, tal vez la señora sí, porque a mí no me hicieron justicia. Yo dejé esto por la paz, ya no quería seguir porque ya no quería tener problemas o perder a mi otra hija. Ya me mató una, sé que me puede matar a la otra y nada pasa.

”Lo último que le compré fueron unas botas negras con una vecina que vende Price Shoes, y eso fue en pagos: daba cien pesos cada quince días. Los tuve que seguir dando varias quincenas después de que mataron a mi hija.”

Sonia dejó Chimalhuacán después de muerta, su madre la enterró en el panteón de Nochixtlán. Sin dinero, Reina no pudo colocar capilla ni lápida sobre la tumba de su hija. Sobre la niña sólo hay tierra floja y una cruz de aluminio.

“La vestí de blanco y la enterré con sus muñecas pelonas. Ya difunta, le tomaron unas fotos que todavía conservo…

No sé para qué las tengo. Me he enfermado y enfermado porque me siento.”

Hasta ahora, cuando se encuentra con Ángel, el padre de sus hijos, el hombre le advierte:

—Ya no te salgas. ¿Quieres que también te maten a tu otra hija? *

GRANDES FUGAS: SECUESTRADORES, A SANGRE Y PÓLVORA (3 de 5)

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Existen un ambiente óptimo para la creación de una banda de secuestradores: la prisión. Las claves para sostener esta tesis están en las decenas de expedientes y en los partes policiacos consultados, en las entrevistas que en voz baja dan los carceleros y en los documentos internos de diagnóstico.

Una gran estirpe de plagiarios ha sido forjada en las prisiones o, más precisamente, en el sistema de impartición de justicia y, más notoriamente, mediante las varias fugas logradas por ladrones que mutaron en libertad en secuestradores.

Es el caso de Andrés Caletri y José Luis Sánchez Canchola, quienes en 1995 salieron con plomo y sangre de la prisión de la ciudad de México. Pero volvieron, no como si la cárcel los vomitara, más bien como si los quisiera: ésta les da relaciones, les integra una nueva banda y les permite orquestar secuestros tras la rejas de las que criminales capaces de infundir el peor de los suplicios salen y entran, por las buenas y las malas, de maneras aparentemente legales y también por métodos francamente ilegales.

Porque las cárceles mexicanas, como bien sabe Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, y como se verá a continuación, están construidas con muros imaginarios.

José Luis Canchola Sánchez

José Luis Canchola Sánchez. Foto: Especial, SinEmbargo

LAS LIBERTADES DEL CANCHOLA

Ciudad de México, 29 de julio (SinEmbargo).– Si se quiere ver el progresivo envejecimiento del carpintero José Luis Canchola Sánchez y del sistema penal mexicano sólo hace falta ver los expedientes judiciales del Canchola.

El 18 de febrero de 1984, con 22 años de edad encima, caminó por la colonia Ramos Millán, su rumbo. Se detuvo. Miró hacia la derecha y la izquierda y se sintió seguro. Apoyó el cincel en la chapa de una tienda de discos y regalos. Le dio un martillazo. Uno más y otro. No abría. Tres policías escucharon el ruido inusual para la madrugada y lo detuvieron. “Lo hago por necesidad”, explicó.

Fue condenado a dos meses de prisión y multa de 900 pesos o un día más de prisión. Como era un delincuente sin antecedentes, el juez le propuso pagar una multa de cuatro mil 900 pesos y tres mil pesos más para reparar del daño. El Canchola, “ladrón por necesidad”, pagó el dinero sin objeción alguna y salió libre el 7 de mayo de 1984.

El 24 de octubre de 1984, un taxista conducía su Volkswagen sedán en la colonia Agrícola Oriental. Un hombre, que cargaba un bulto blanco, le hizo parada. Torres se detuvo y, al poco tiempo de circular, El Canchola sacó del paquete un revólver calibre .32.

“¿Qué tal si te paras?”, le sugirió al conductor y lo asaltó, pero el asuntó terminó con Canchola preso y condenado a dos años de prisión. Salió bajo fianza de 30 mil pesos y se acogió al beneficio de condena condicional el 6 de agosto de 1985.

En 1986 y 1987 quedó libre por dos asuntos diferentes de drogas; el Canchola, como Caletri, es fumador de marihuana. En 1989 fue condenado a 38 años de prisión por homicidio calificado, robo calificado y disparo de arma de fuego. Fue absuelto el 30 de octubre de 1989.

Al poco tiempo fue detenido y condenado a ocho años de prisión, pero más pronto se le otorgó el beneficio de tratamiento preliberacional y pasó la Navidad de 1990 en casa.

Raúl Ojeda Mestre, entonces director general de Prevención y Readaptación Social del Distrito Federal —y quien fuera jefe de asesores de Fernando Gutiérrez Barrios, hombre emblemático del espionaje político mexicano—, escribió el 21 de noviembre de 1990 la decisión por la que el Canchola era nuevamente un hombre libre:

“En ejecución del Programa Nacional de Solidaridad Penitenciara, instituido por el C. Lic. Carlos Salinas de Gortari, Presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, se concede el tratamiento preliberacional al interno José Luis Canchola Sánchez […] Al interno deberá exhortársele a tomar conciencia de la responsabilidad que tiene al formar parte nuevamente de la sociedad, así como del compromiso que adquiere con las autoridades que confían que ha logrado asimilar positivamente la experiencia pasada”.

En 1993 y 1994, Canchola participó en al menos cinco asaltos bancarios. En 1995 integró una banda de secuestradores con un sobrino político, José Alberto Rocha Martínez El Niño y otros. Fue detenido durante el robo al banco Somex del Instituto Politécnico Nacional.

Nuevamente, un juez lo declaró absuelto por el delito de robo calificado en pandilla, pero, con el resto de asuntos pendientes, se fugó el 30 de diciembre de 1995 con Andrés Caletri y Las Víboras.

Cuarenta y dos días después regresó a las cárceles del DF, pero otro juez le fijó fianza para seguir el proceso en libertad firmando presencialmente cada semana en el juzgado.

Cuando se vio en la calle, se esfumó.

Entre 1997 y 1999, la banda ejecutó, que se tenga registro, seis secuestros, todos millonarios, y atracaron tres bancos.

En abril del 99 plagiaron a Aristeo García García.

El Canchola tenía su estilo para secuestrar. Lo mostró cuando habló con el padre de Aristeo, después de cobrar el rescate de dos millones y medio de pesos.

—¿Ya llegó tu hijo? —preguntó el secuestrador.

—No, todavía no…

—Pues no me vas a agarrar de tu pendejo, y si lo quieres ver de nuevo me vas a pagar otros dos millones y medio de pesos.

El hombre perdió contacto con los secuestradores y noticia de su hijo. Alguien le habló y dijo: “Tu hijo está secuestrado en la calle de Apologistas, Manzana 11, Lote 47, en la colonia Santa Rosita, delegación Iztacalco” y colgó de inmediato. Habló a la policía y rescataron al muchacho.

El Niño fue detenido junto con dos mujeres reclutadas para atender a los secuestrados, una de ellas vendedora de marihuana en las cárceles de la Ciudad de México que introducía oculta en el interior de su vagina cuando visitaba a su marido recluido. A estas mujeres se les llama “aguacateras” en el argot carcelario. Uno de sus clientes fue El Canchola.

El Canchola tiene otra relación en las prisiones del Distrito Federal.

Se trata de Manuel Ávila Luna, preso por robo simple, robo calificado, robo calificado en pandilla, robo a empresas y secuestro. Aunque siempre ha negado relación con El Canchola, se casó con una hermana suya, Laura Patricia, quien también se encuentra en reclusión.

Cuando lo arrestaron de nueva cuenta, El Canchola declaró: “Quienes me detuvieron me dijeron que si entregaba a [Andrés] Caletri me dejarían ir. Yo les dije que desde la fuga cada quien había agarrado por su lado y desde entonces no lo he vuelto a ver”.

Canchola recibió una condena de 42 años y medio de prisión. En noviembre de 1999, las autoridades penitenciarias de la ciudad de México no querían saber más del Canchola y resolvieron enviarlo al Centro Federal de Readaptación Social Número Uno de Almoloya de Juárez, considerado como el de más alta seguridad en el país.

Las autoridades argumentaron: “Se evadió el 30 de diciembre de 1995 del módulo de alta seguridad utilizando para ello armas de fuego junto con 12 internos, entre ellos Nicolás Andrés Caletri”.

Pero, el 12 septiembre de 2000, la jueza federal Olga Sánchez Contreras tuvo otra opinión: “El traslado (…) se traduce en un claro acto de molestia”.

Y lo amparó. El Canchola regresó al Reclusorio Oriente del DF, considerado de seguridad media en el que hoy conviven 13 mil reos, mezclados secuestradores y multihomicidas con ladrones de galletas en el supermercado.

Por si fuera poco, en junio de 2001, el juez que siguió el delito de la fuga de 1995 resolvió:

“Se declara extinguida la acción penal por prescripción en favor de José Luis Canchola Sánchez. Se ordena su inmediata y absoluta libertad”.

A los pocos días ocurrió lo mismo respecto al delito de portación de arma de fuego reservada para uso exclusivo de las Fuerzas Armadas, aunque siguió interno por los asuntos de secuestro

No obstante, el Canchola es un hombre que entra y sale de prisión con plata, plomo o tinta. Recuperó su libertad con el primero de esos materiales y se fugó del Reclusorio Sur del Distrito Federal el 29 de marzo de 2003.

Explicaría él mismo en alguna de sus declaraciones ministeriales:

“Planeé la fuga solo, sólo me ayudó un custodio al que apodan el Negro. Salí vestido de mujer”.

En enero de 2004 la policía buscaba una banda dedicada al robo de autos, pero se encontraron con El Canchola, pez más gordo, estaba en la misma búsqueda para comprarles dos vehículos camuflados de patrullas para secuestrar y también fugar a su sobrino el Niño y a su cuñado. Ya había introducido una cámara fotográfica para tomar imágenes de los puntos vulnerables del penal.

Los policías supieron que la entrega de los autos se haría el 23 de enero en el área de mariscos de la Central de Abasto. El Canchola era definitivamente un pez más gordo que el Nabor. La banda además vigilaba a un comerciante por quien calcularon pedir tres millones de pesos. Los federales esperaron el día y lo encontraron. En uno de los vehículos llevaban un fusil de asalto AK47 color negro de fabricación china y un revólver calibre .38 especial Colt plateado.

También detuvieron a Carlos Juárez Nieves El Kamala, quien estuvo preso seis años y un mes en la penitenciaría. Salió en enero de 2002. Carlos es hermano de Roberto Juárez Nieves, aquél que se había fugado de la penitenciaría el 16 de enero de 1992 en compañía de Caletri, El Duby, El Brady y otros.

“Me enteré de que Canchola se fugó en 2003. Me habló y me dijo que ya me tenía ubicado y me amenazó que si no me le unía mataría a mi familia”.

Además apresaron a Roberto Martínez del Castillo, ex convicto en 1988 por robo y portación de arma prohibida. En el presidio conoció al Canchola.

Fue absuelto por robo, pero condenado por portación de arma prohibida a tres años de prisión. Salió de la cárcel en 1989. Se reunió con El Canchola cuando éste se fugó del Reclusorio Sur.

Pero los muros de las prisiones son imaginación pura.

El 19 de julio de 2005, El Canchola dirigió desde la Penitenciaría del DF el secuestro de Rubén Omar Romano, entonces director técnico del equipo de futbol Cruz Azul, por quien reclamó cinco millones de dólares.

Romano fue rescatado ileso el 22 de septiembre de ese año por la —ya disuelta al ser incontrolable su corrupción— Agencia Federal de Investigación (AFI).

El Canchola, según las autoridades, formó un grupo con excompañeros de prisión y visitas familiares. El operador del plagio fue Omar Sandoval Orihuela El Japonés que, en 1986, siendo menor de edad, estuvo involucrado en un asesinato; había obtenido su libertad tres meses antes, el 5 de abril de 2005.

Otro de los secuestradores del entrenador fue Miguel Ángel Cruz Mercado, también con paso por las cárceles del Distrito Federal.

En ese tiempo, El Canchola estaba confinado en el módulo ocho, zona cuatro y estancia diez de la Penitenciaría. Las medidas de seguridad para que El Canchola realizara llamadas telefónicas y saliera a las áreas comunes estaban reservadas para después de que lo hicieran los demás presidiarios.

Sin embargo, “las conversaciones que tenía no eran escuchadas por nadie que estuviera presente por la privacidad a la que tienen derecho los internos y las realizaban en el teléfono público dentro del mismo dormitorio. No existe registro de las llamadas telefónicas de los internos de ningún dormitorio ya que éstos son teléfonos públicos y se desconoce si hay registro o no por parte de Telmex”, explicó el gobierno penitenciario.

En junio de 2007 un helicóptero aterrizó en el reclusorio.

El Canchola dejaría, quizás para siempre, una prisión de la ciudad de México. Lo sabía y, literalmente, se aferró de los barrotes y arañó puertas. Lo debieron arrastrar. Gritó amenazas de muerte.

El policía que lo conducía lo puso en pie, lo abofeteó y lo gritó a un palmo de la cara.

—¡Aquí la única verga parada es la mía, cabrón!

El Canchola y su ave fénix tatuada volaron de regreso a la cárcel federal de máxima seguridad entonces llamado Almoloya de Juárez. Tenía 45 años, el doble que los cumplidos cuando lo detuvieron por primera vez, la noche solitaria cuando no podía abrir una cerradura a martillazos.

Hoy, el nombre de esa prisión es El Altiplano y de ahí se fugó Joaquín El Chapo Guzmán.

Andrés Caletri López

Andrés Caletri López. Foto: Especial, SinEmbargo

EL HERMANO CORAJE

Pasaban las seis de la tarde y el año de 1995 terminaba en el Reclusorio Oriente.

Nicolás Andrés Caletri miró a los suyos y asintió con la cabeza.

Conocía bien el momento, el del revólver hormigueando en su mano derecha. Los demás apretaron las armas pasadas de contrabando en las últimas semanas.

Avanzó con Héctor Cruz Nieto y otros cinco. Amagaron a los custodios del dormitorio. Los ataron de pies y manos con alambres y vendas para salir de la crujía.

Sometieron con un cachazo en la cabeza al guardia que encontraron y forzaron la puerta que da a la exclusa del módulo.

Encañonaron a cada guardia que encontraron y llegaron al área de visita íntima, donde tomaron como rehenes a dos custodios, convertidos en escudos en la carrera hacia la caseta 12, frente al área de servicios generales. Ahí dominaron a otros dos vigilantes.

Se apoderaron de dos escaleras extensibles para salir al patio de maniobras. Golpearon a dos supervisores y dos policías. Los encerraron en la caseta de servicios generales. Ingresaron al cinturón de seguridad.

Tirotearon las torres seis y siete. Los policías se acurrucaron sobre los talones y asomaron las escopetas y las R15.

Pero los amotinados eran cascadas de balas.

Sin soltar el gatillo, los reos colocaron las escaleras plegables en la muralla perimetral. Los alcanzó el resto incluido en el plan, entre ellos José Luis Canchola Sánchez El Canchola, Benito Vivas Ocampo El Viborón y Modesto Vivas Urzúa La Víbora. Arriba de la barda miraron la calle por primera vez en años. Se descolgaron con un gancho hecho con varilla y pedazos de tela anudada.

Caletri se desprendió a metros del suelo.

Cayó sobre los talones y los sintió convertidos en talco al instante. Ya sabía que el cuerpo es también un obstáculo. Ignoró el dolor.

Corrió.

Estaba libre de nuevo y otra vez tenía banda.

Corrió con las puntas de los pies, como los velocistas.

Iniciaba su carrera de secuestrador.

Héctor Cruz Nieto

Héctor Cruz Nieto. Foto: Especial, SinEmbargo

***

Caletri nació en Guerrero el 3 de enero de 1956. Apenas terminó la primaria, donde aprendió a escribir en la letra manuscrita que mantiene hasta hoy. Bebía poco, prefería la marihuana.

Trabajó de 1973 a 1976 en Servicios Especiales de la Armada de México. Ahí aprendió a boxear y solicitó su baja voluntaria al poco tiempo de la muerte de su madre. Con el dinero ahorrado y con el que recibió por su cese, compró máquinas de coser y abrió un pequeño taller de costura que quebró luego de aceptar unos cheques sin fondos.

Unos amigos de su costurera le propusieron asaltar la casa del dueño de una rosticería de pollos en Los Reyes La Paz. Caletri aceptó.

Esa primera vez permaneció en el auto. Los demás entraron en la casa y salieron con varios objetos, dinero y alhajas. Hicieron tres robos por el estilo, pero las ganancias eran tan raquíticas y el riesgo tan alto que pensaron asaltar bancos.

Faltaba el método y Manuel comentó que podrían pedir trabajo a un auténtico profesional. Se citaron con él afuera de la fábrica de Pedro Domecq, que también se ubicaba en Los Reyes La Paz. Cuando Nicolás llegó, Manuel estaba con dos hombres. Uno era Leonardo Montiel El León, el otro, enorme y fornido, era Alfredo Ríos Galeana, recién fugado de la cárcel de Pachuca, Hidalgo.

Después conoció a José Bernabé Cortés Méndez El Marino, ex integrante de la Armada de México, y Álvaro Darío de León Valdés El Duby.

Caletri y Ríos Galeana platicaron durante 10 minutos. Quedaron de verse al día siguiente en el puente de Los Reyes La Paz, en el oriente del Estado de México, territorio perfectamente conocido por Ríos Galeana, “El Enemigo Público Número Uno”.

Cuando Caletri llegó, ya estaban todos. Era lunes, alrededor de las ocho de la mañana. Ríos Galeana los llevó a un banco del centro de Ixtapaluca que asaltaron en cuestión de minutos.

Caletri contó millones por primera vez en su vida: exactamente 150 millones de pesos viejos y, como a cada uno de los demás participantes, le correspondieron 15 millones de pesos, porque, y esta fue otra lección de Ríos Galeana, la plata se repartía en tantos iguales.

Siguieron a otro banco en Chiconcuac, Estado de México, al parecer un Bancomer vigilado desde días antes. Nuevamente se robaron 150 millones de pesos. Caletri recibió 20 millones de pesos entregados en alguno de los parques de cemento y tierra de Ciudad Neza y exploraron el Distrito Federal.

Álvaro Darío Díaz de León

Álvaro Darío Díaz de León. Foto: Especial, SinEmbargo

***

La suerte terminó para Caletri en 1982. Fue detenido por la Dirección Federal de Seguridad frente a su familia en la colonia Maravillas de Ciudad Neza, cuando esta parte del Estado de México era un llano tierra salada y basura. Era Gobernador Alfredo del Mazo González, tío consanguíneo y primer padre político del actual Presidente Enrique Peña Nieto.

La cárcel fue el inicio de la carrera de Caletri y el final de su relación con Ríos Galeana. Entró al Reclusorio Sur del DF donde pasó los siguientes cinco años de su vida. En 1987 fue trasladado a Santa Martha Acatitla, donde estuvo cuatro años más. En la Peni, Caletri tenía una cafetería, un restaurante, y se convirtió en prestamista.

Ahorró dinero y, más importante, conoció gente.

Héctor Cruz Nieto, el compadre de Ríos Galeana, fue detenido y sentenciado en mayo de 1991. Entró en la penitenciaría y se reencontró con los viejos amigos. Planearon la fuga de inmediato. Usaron de correo con el exterior a una mujer llamada Juana Catalina Corona Landa, quien llevaba y traía información al Marino. Tras varias cancelaciones, decidieron abandonar Santa Martha el 16 de enero de 1992 a las siete de la mañana.

El plan incluyó al Duby, Bernabé Guerra Villalobos El Rambo, El León, Roberto Malváez Brady El Brady y Adrián Gutiérrez Torner.

El Brady ya conocía la libertad ganada a la brava. El 22 de noviembre de 1986 huyó del Reclusorio Sur con Eduardo Rosey Lira, Ríos Galeana, Ignacio Pérez Gutiérrez El Zalacuaz y José Antonio Bautista Conde el Conde, quien de guardia colaborador pasó a criminal fugitivo.

En las cárceles de la Ciudad de México se sabía que El Brady ya había escapado también de chironas estadounidenses. A partir de la fuga de 1986, el Gringo Loco, como también se le conocía al Brady, se había integrado a la banda y había participado activamente.

Esta vez, el 16 de enero de 1992, la señal serían tres estallidos en el cielo. Adrián Gutiérrez Torner debía llevar unas sábanas convertidas en cuerdas.

Minutos antes de las siete de la mañana, el Marino y Eduardo Carranco Guzmán, ex convicto y compadre de Caletri, se situaron en la calle y lanzaron los cohetes. Apenas estalló el último, lanzaron una lluvia de fuego al interior de la cárcel.

El custodio apostado en el garitón cinco, vio a varios convictos que corrían hacia la caseta de vigilancia del dormitorio cinco.

Escuchó que se rompía un cristal y algo húmedo y caliente escurrió por su cabeza.

Sangraba.

Escuchó varios disparos hacia su torre, no desde el interior de la prisión, sino desde afuera. Alcanzó su arma y observó que tres internos avanzaban rápidamente por el cinturón de seguridad. Disparó. La tempestad que venía de la calle recrudeció y se combinó con disparos hechos desde adentro por los amotinados.

Las armas habían sido guardadas y custodiadas con anterioridad por El Gringo Brady en el dormitorio siete de la penitenciaría. El guardia debió guarecerse nuevamente. Sintió que las escaleras metálicas de su torre se cimbraban. Con la mirada baja, sólo vio un pequeño cañón que le apuntaba y escuchó una voz.

“¡A este ya se lo llevó su pinche madre!”.

Silencio y luego el escándalo de la alarma general.

El Brady presintió la calle bajo sus botines negros. Corrió hacia el garitón, pero perdió el equilibrio y cayó al piso en la zona de seguridad. Quiso levantarse y fingir que nada había pasado. Pero uno de sus tobillos se había convertido en un trapo.

Gutiérrez Torner llegó a la quinta atalaya sin suficientes sábanas. Encontró al Rambo, a Leonardo Montiel y al Duby.

Hicieron una torre humana para bajar. Gutiérrez Torner sintió miedo y saltó. Cayó en la maleza y quedó en silencio con las muelas apretadas, queriendo aullar. Ahí lo encontraron, con las rodillas partidas.

Todos los demás lo lograron. Alcanzaron los autos dispuestos para continuar el escape y fueron a una casa de seguridad.

Cuando recapturaron al Duby explicó sus motivos para huir: “Sí, acepto que me brinqué la barda para irme por la presión que hay en este penal, porque hay muchos locos ahí, drogadictos  y de todo eso. No aguanto yo estar con gente así”.

El Duby tenía su historia propia. En abril de 1989, la policía encontró un cementerio clandestino en Matamoros, Tamaulipas, con 15 cuerpos mutilados por los “ahijados de Satán”, jóvenes sicarios del Cártel del Golfo a quienes se llamó “Los Narcosatánicos”.

Roberto Malvaez Brady

Roberto Malvaez Brady. Foto: Especial, SinEmbargo

***

Tras la fuga, el grupo se ocultó 20 días en una casa de seguridad. Los hombres del Marino les llevaron comida y ropa. El grupo se mudó a Atizapán y regresó al oriente de la ciudad, a Chiconautla. Ahí planearon los nuevos asaltos. El Marino organizó al grupo.

En abril planearon el robo de la sucursal Banamex frente a la Alberca Olímpica y siguieron varios más hasta que la situación se hizo insostenible, demasiado caliente, dirían ellos, en la Ciudad de México, así que decidieron enfriar.

El Duby, uno de Los Narcosatánicos, tenía familia en Matamoros y la banda decidió tomar vacaciones en Tamaulipas, pero a la semana se aburrieron y regresaron. Se desviaron a Matehuala, San Luis Potosí, donde El Duby gozaba de la amistad de Guillermo Jiménez Látigo desde la secundaria.

El primero se hizo bandido y el segundo agente de la incorregible Policía Federal de Caminos, ya también desaparecida.

Jiménez Látigo estaba destacado en Matehuala, donde recibió la llamada del Duby. Quedaron de encontrarse.

Guillermo buscó a un compadre suyo propietario del rancho Los Cedrales, en Vanegas, San Luis Potosí y logró ocultar ahí a los forajidos, seis en total, incluidos los hermanos Vicente y Andrés Caletri. La visita se convirtió en una venta de armas ofrecidas por el anfitrión.

El Marino se interesó en el rifle automático AK47 y pagó sin chistar 4 millones de viejos pesos por el cuerno de chivo.

El Duby compró una pistola calibre .45 marca Colt.

Los hombres estaban de buen humor y como no hay vacaciones sin fotografías, uno de ellos sacó una cámara fotográfica y toda la banda posó con las armas.

A la mañana siguiente, dividieron la banda en dos y asaltaron de manera simultánea dos bancos de Matehuala. Al León le tocó un tiro en la rodilla y no logró escapar.

La pandilla se reagrupó. Metieron las armas largas en petacas deportivas y éstas en la cajuela de la camioneta azul con franjas en los costados del Duby. Herido El León, el grupo regresó con el presentimiento de la sangre.

El Duby manejó parte de la madrugada del 31 de agosto de 1992. En Hidalgo, después de Ciudad Sahagún, una patrulla de la Policía Federal de Caminos los detuvo. El oficial le pidió los documentos al Duby, y éste le explicó que no traía licencia, pues el chofer era Caletri, quien descendió para hablar con el oficial.

Le mostró una licencia de manejo con un nombre falso y la tarjeta de circulación al policía federal Gerónimo García Castaño.

Hablaron tres minutos a dos metros y medio de la patrulla colocada detrás de los ladrones y ocupada por el oficial Gustavo Sánchez Baylón.

—¿Qué llevan atrás? —preguntó Gerónimo.

—Nada —respondió Caletri sin convencerlo.

—Abre la cajuela —pidió el policía.

Las torretas de la patrulla pringaban destellos azules y rojos a la fresca madrugada del campo abierto de Hidalgo. Los faros también estaban encendidos y, a pesar de los vidrios polarizados, el policía Sánchez Baylón notó las maletas

Lo comentó y Gerónimo ordenó a Caletri que las bajara. Dentro de la camioneta sólo se veían sombras. El asaltante dudó.

—¡Ábranlas! —exigió Gerónimo.

Caletri trató de argumentar algo, pero esa madrugada no estaba para convencer a nadie.

A dos metros de distancia, la luz y el plomo alcanzan su destino al mismo tiempo.

En la primera ráfaga de relámpagos, Gerónimo cayó al suelo, delante de la patrulla. Sánchez Baylón salió, desenfundó y respondió.

Minuto y medio de fuego.

Se quiso guarecer detrás de su vehículo y sintió un marrazo en la cadera derecha. Rengueó y se ocultó. Cambió el cargador y disparó de nuevo, pero el arma se trabó. Abrió el mecanismo e hizo un último disparo. Se dejó caer a la cuneta de la pista y rodó hacia la hierba. Permaneció inmóvil. Trataba de contener el jadeo, el grito de dolor.

Pasaron cuatro minutos.

Los ladrones arrancaron la camioneta y se fueron sin quitar el dedo del gatillo. Sánchez Baylón volvió a la carretera y buscó a su compañero. Aún estaba vivo. Trató de arrancar la patrulla. No pudo. Pidió ayuda por radio y llegó una ambulancia.

El policía federal Gerónimo murió en el hospital de un tiro calibre.45 que salió del arma en cuya venta participó el policía federal de caminos Jiménez Látigo, ahora convertido al cristianismo.

Caletri sintió cómo el fuego le entraba por la parte baja de la espalda y se le anidaba en los intestinos. Perdió el conocimiento. Kilómetros adelante, la banda abandonó la camioneta. Los federales revisaron entre las vestiduras llenas de sangre y encontraron la cámara fotográfica y dentro el rollo de película.

En el laboratorio aparecieron los viejos conocidos. En una imagen, Leonardo Montiel Ruiz posaba con una subametralladora Ingram y a la altura de la cintura del lado izquierdo una pistola tipo escuadra. Andrés Caletri López cargaba un fusil M-1 con mira telescópica y en la mano izquierda una granada de mano.

El Marino presumía una carabina AK47 en la mano derecha y a la altura de la cintura tenía clavada una pistola escuadra. El Duby mostraba a la cámara una granada en la mano derecha y en la cintura del mismo lado una escuadra.

Alguien más apareció en las imágenes: “Es el compadre de Jiménez Látigo”, dijo sin asomo de duda algún policía federal.

El 1 de septiembre, una de las hermanas de Caletri, María Idalia, recibió una llamada del Hospital Rubén Leñero para que visitara al enfermo Nicolás Rojas Hernández. Después recibió varias llamadas anónimas con la aclaración de que se trataba de su hermano. La amenazaron —en esto coincidirían las declaraciones de los hermanos Caletri—: si no se hacía cargo del herido, matarían a sus tres hijos. También debía conseguir una clínica particular para el traslado del ladrón. María Idalia encontró un pequeño hospital en Nueva Aragón, Ciudad Neza.

Ocho días después, la PJF recibió una llamada anónima en sus oficinas de Cuernavaca. El pitazo adelantaba que la banda responsable de la muerte del federal Gerónimo García Castaño se reuniría en Los Reyes La Paz, sobre la carretera México-Texcoco, en el restaurante El Texcocano.

Dos automóviles se estacionaron frente al comedor a las siete de la noche. La policía reconoció de inmediato al Marino y al Duby. El Marino corrió, disparó y sacó de una mochila de cintura una granada de mano. Se la llevó a la boca para sacarle la espoleta.

El Marino, relacionado con al menos 67 homicidios, más de 50 asaltos bancarios y dos fugas, murió en el intento de estallar la piña.

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***

Al día siguiente de la balacera en Texcoco, Caletri se dio de alta ante la insistencia del médico de la clínica privada de dar parte al ministerio público. María Idalia rentó un cuarto en la colonia Nueva Aragón, a cinco cuadras de su casa. Lo visitaba dos o tres veces a la semana, y contrató a alguien de confianza para que alimentara al herido y fuera a la farmacia cuando algo se necesitara. Ensopado por la fiebre, Caletri podía conciliar el sueño sólo durante algunas horas. Únicamente dormía en paz si tenía dos alacranes debajo de la cabeza. Dormía con un revólver .38 y una escuadra .45 debajo de la almohada.

La policía siguió a María Idalia. La detuvieron junto a su hermano Vicente y ambos llevaron a los oficiales al cuarto.

— ¡Hija de la chingada, me traicionaste! —aulló Caletri, ignorante de la muerte del Marino y la detención del Duby.

Se revolvió y sacó una pistola debajo de la almohada y disparó sin importar que entre él y los policías estuvieran sus hermanos. No hirió a nadie. Él mismo estaba demasiado herido y volvió a la prisión, esta vez con una bolsa de plástico en el costado derecho por donde defecaba sin control.

Convaleciente, permaneció hasta el cuarto o quinto mes de reclusión en el área de celdas de nuevo ingreso.

En ese tiempo entró a prisión un policía judicial del Distrito Federal llamado Camerino López, a quien pronto rodearon varios internos con la idea de matarlo, pues lo acusaban de haberlos detenido. Sin conocerlos, Caletri se refirió a los hombres como sus amigos. A partir de ese momento, los policías se escudaron en el ladrón.

“Esto lo hice con otros policías y comandantes de quienes no recuerdo sus nombres, pero entre ellos había un comandante acusado de dar protección [al narcotraficante] Rafael Caro Quintero”, declararía Caletri.

Mejoró su salud y fue trasladado al módulo de máxima seguridad del Reclusorio Oriente.

Se encontró con José Luis Canchola Sánchez El Canchola, otro asaltabancos. Y, más importante, conoció a Modesto Vivas Urzúa La Víbora y su familiar Benito Vivas El Viborón, recluidos por secuestro.

Y si Ríos Galeana le enseñó a Caletri el método para el asalto, el Viborón le dio cátedra de secuestro.

Las Víboras y sus principales socios, los hermanos José, Francisco y Liborio Colín Domínguez, se conocieron de niños en la milpa de Tlayca, municipio de Jonacatepec, Morelos. Era un pueblo de 500 personas cuyos niños dejaron de soñar con ser campesinos o migrar a Estados Unidos.

Su fantasía fue el secuestro.

Los secuestros y los secuestradores, como si fueran parte de una red infinita, nunca terminan de tejerse.

La herencia de Las Víboras es un árbol genealógico de al menos 107 secuestradores, uno de ellos, fundamental en el crecimiento de la Hidra, fue Nicolás Andrés Caletri.

***

Andrés Caletri se recuperó en el Reclusorio Oriente del balazo en la parte baja de la espalda. Estaba en proceso por asociación delictuosa, daño en propiedad ajena, defraudación fiscal, evasión de presos, homicidio calificado, lesiones leves, portación de arma prohibida, posesión de armas para uso exclusivo del Ejército y robo simple. Muchos años.

Resurgió la idea de la fuga. El Canchola y Héctor Cruz Nieto tenían las armas de fuego. Se fugaron el 30 de diciembre de 1995 y se ocultaron en una casa de Aragón durante 25 días. El Canchola y Héctor Cruz Nieto bebían demasiado y andaban por cualquier parte en un auto robado.

El resto del grupo se imaginó de regreso a la prisión y se separaron. Las declaraciones de Caletri y Canchola son coincidentes en esto: nunca más volvieron a trabajar juntos. La policía insiste en que sí y en que Canchola quedó subordinado a Caletri. En los expedientes de uno y otro, la única concurrencia es la fuga de 1995.

Veinticinco días antes de la fuga del Reclusorio Oriente, las autoridades carcelarias ya sabían de los planes de evasión. Pero el rumor soplaba hacia Eduardo Carranco Guzmán, Néstor Williams Galindo y Efraín Montes de Oca, cuñado de Caletri y también aprendiz de Ríos Galeana; entonces se ordenó que éstos fueran trasladados.

Pero los demás se fugaron y al poco tiempo tomaron caminos diferentes.

Tras separarse del Canchola y La Víbora, Caletri, Cruz Nieto y El Viborón siguieron al siempre socorrido Estado de México.

Se ocultaron un mes en la casa de un amigo de Caletri, en Amecameca. El receso terminó y, como El Viborón conocía cada metro de Morelos, escogieron asaltar la sucursal de Bancomer en el centro de Cuautla.

Cruz Nieto sumó dos miembros a la banda, Héctor Peralta Vázquez El Papis y Erick Sánchez Chávez el Erick. Se llevaron un millón 100 mil pesos.

El Viborón planteó que el secuestro era más rentable y más seguro que los asaltos bancarios.

Fue convincente y Caletri se hizo secuestrador a mediados de 1996.

Caletri vivió la siguiente separación de su banda a finales de ese mismo año. El Viborón propuso a Caletri y El Alacrán el plagio del agricultor de cebollas a cuyo hijo habían levantado y asesinado los mismos Víboras 12 años atrás. Liborio se rascó la cabeza.

—Ese señor tiene familiares en el Ejército y la policía —sentenció y se negó a participar. Caletri siguió el ejemplo.

Al día siguiente, Cuautla se llenó de los rumores del secuestro del cebollero. Caletri y El Alacrán subieron a las cuevas donde vivían, a dos kilómetros y medio del caserío. Desde la altura veían todas las entradas del pueblo. A los tres días, como si fuera un hormiguero pisado, observaron Tlayca infestado por policías corriendo por todos lados.

Caletri, según las versiones policiacas, es retratado como el dueño de un conjunto de bandas de secuestradores. Pero a la vista de los expedientes era más bien un comodín que sólo participaba en dos de las partes más comprometedoras del secuestro, la negociación, por el registro de voz, y el cobro, pues ya no existe la ventaja de la sorpresa y la presencia de un secuestrador es obligada. Otro segmento de alto riesgo es la compra de protección con las autoridades. Por eso las bandas que más perduran no son simples células, sino estructuras donde sólo algunos saben con certeza quiénes son todos los cómplices.

Si Arizmendi dio una lección sobre el uso de la violencia como el principal valor de su empresa y la constitución de ésta a partir de la familia, la carrera de Caletri es muestra de cómo las prisiones mexicanas son el mejor medio para el establecimiento de una red criminal flexible, en la que algunos de sus integrantes se relacionan con cierta independencia y se convierten en verdaderos seleccionados nacionales del crimen.

Dos hombres son ejemplo de esto: El Papis y El Jarocho, compadres entre sí. Trabajaron bajo las órdenes del Marino, brazo derecho de Ríos Galeana; Caletri; El Negro Anduaga, y El Coronel.

El Papis operaba los secuestros y asaltos en el terreno físico sin asomo de miedo, entendiendo perfectamente el estado de ánimo del resto del grupo y motivándolo. El Jarocho es el doctor Jekyll y míster Hyde y la pócima que convierte a uno en el otro es un arma de fuego. De carácter introvertido a pesar de su origen veracruzano, se transforma con cualquier tipo de arma de fuego en la mano, como si el pedazo de metal se hiciera parte de su cuerpo, útil no sólo para disparar, sino como objeto contundente. Y es excelente al volante. La combinación le resultaba intimidante a los policías en los enfrentamientos.

El Papis y el Jarocho estuvieron nuevamente juntos en la Penitenciaría del Distrito Federal. Y las historias que salen de ahí difieren de la idea construida de Caletri, de quien se dice que hasta hizo fajina, sin habilidad de planear, disparar ni manejar. Pero cada gramo suyo estaba hecho de coraje.

Uno de sus empleadores fue Alejandro Acevedo Ventura, El Guerrero.

Alejandro Acevedo Ventura, El-Guerrero

Alejandro Acevedo Ventura, El-Guerrero. Foto: Especial, SinEmbargo

***

El Guerrero es o era un hombre de un metro 79 centímetros de estatura, y de 85 kilos de músculo forrado de grasa. Como esos cuerpos que parecen de astronauta en su traje espacial. Nació el 2 de enero de 1974 en Guerrero, el estado de Caletri y Ríos Galeana.

A los 18 años de edad, El Guerrero conoció la cárcel y el plomo ardiente en la espalda.

Fue condenado a cuatro años y seis meses de prisión. Ahí se relacionó con Eduardo Cervantes González El Severo, considerado como el principal vendedor de drogas y dirigente de una banda de extorsionadores presos en el módulo de máxima seguridad del Reclusorio Norte.

El 28 de enero de 1993 se acogió al beneficio de trabajo a favor de la comunidad. Regresó a la cárcel en 1998, ya convertido en secuestrador.

Alejandro Acevedo se fugó de la Penitenciaría del Distrito Federal el domingo 24 de junio de 2002. Entre los custodios de la Peni existen dos versiones al respecto.  En la primera, un apodado El Chupacabras obtuvo la ropa de civil —cualquier cosa que no sea azul ni beige— para El Guerrero.

Las prendas habrían sido colocadas en una almohada cosida por la esposa del Chupacabras. A las 3.15 de la tarde, dos custodios lo sacaron tras pactar el pago de 500 mil pesos, la mitad entregada por adelantado. El resto se pagaría cuando entregaran libre, sano y salvo al Guerrero a un grupo armado apostado en la calzada Ermita Iztapalapa, muy cerca de la cárcel.

Los custodios cumplieron, pero los cómplices del Guerrero no: los encañonaron y los guardias entendieron que en el mejor de los casos terminarían dentro de la prisión que custodiaban.

En la segunda historia la fuga fue apoyada únicamente por los custodios asignados al dormitorio seis. Un visitante del Guerrero le proporcionó un gafete, ropa de paisano y salió a las 3.15 de la tarde. Pasó las casetas del Centro Escolar, conocido en la prisión como “puesto de tacos”, atravesó la puerta negra y las aduanas de personas sin dificultades. Algún guardia le aplicó los sellos de tinta detectable bajo luz negra en la muñeca. En el último punto de revisión, el vigilante lo detuvo y comentó su notable parecido con su hermano.

En la Penitenciaría del Distrito Federal, la cárcel más dura de la Ciudad de México, se dice que se fue a su pueblo natal, Playa San Buenaventura. También se dice que Acevedo murió en un accidente automovilístico en la Autopista México-Acapulco.

FUGAS2

***

Andrés Caletri pensó en el retiro y se ocultó en la ciudad de Puebla con un millón de pesos, pero su pasado lo perseguió hasta alcanzarlo en Pinotepa Nacional.

El 21 de febrero de 2000, bajo el sol de mediodía que incendia cada átomo de polvo, Caletri salió de su parcela.

Manejó el Renault 18 modelo 1980 color negro, su último auto, y se detuvo frente a la caseta telefónica de Rancho Viejo. Sacó de su cartera negra un papelito amarillo donde tenía anotado el teléfono de la caseta de Chalco, Estado de México, a la que se comunicaba con su hijo.

Chalco, el pueblo tragado por la ciudad y la miseria en el que Carlos Salinas de Gortari lloró cuando subió el interruptor para declarar la existencia de la electricidad.

Caletri pidió que lo comunicaran con su hijo, como hacía cada mes. La mujer que contestó le pidió hablar nuevamente en 10 minutos para ir por el niño.

Caletri esperó. El calor derretía el horizonte.

Miró su reloj y pidió de nuevo la llamada. Padre e hijo se saludaron, iniciaron la rutina sobre las clases de natación, ayudar a su madre, portarse bien. De la tierra chamuscada apareció una estampida de policías.

Soltó el auricular.

Dijo llamarse Fernando Ramírez García, les mostró una credencial de elector y una licencia de conducir, pero al poco tiempo admitió su verdadero nombre. Esculcaron su auto y encontraron sus últimos ocho mil 100 pesos y, al lado, la vieja Colt .38 súper, tipo escuadra y cromada, como el alacrán que lo arrullaba en las noches de fiebre y pedazos de estómago saliéndole por el cuero.

“Coopero con la autoridad y por ello he manifestado todos los hechos que son de mi conocimiento y en los que he participado con el objeto de que no se inmiscuya a mi esposa ni a mi hijo. Me han dicho que si colaboro la situación de mi esposa se resolverá conforme a derecho”.

En el único momento en que se mostró altivo durante el interrogatorio, Caletri diría:

“Personalmente jamás utilicé protección de la policía. No confío en la policía […] Que yo sepa, nunca he tenido un apodo. Nunca he permitido que me digan de ninguna manera distinta a mi nombre”.

Pero Caletri, como con todos los habitantes de su mundo ocurre, también fue rebautizado. Se le llamó el Hermano Coraje.

Caletri pasaría los siguientes años de su vida en el penal de Almoloya, luego renombrado como de La Palma y finalmente como El Altiplano, el mismo del que se fugara, con menos plomo y más plata, Joaquín El Chapo Guzmán.

 

NOTA:

Este reportaje está elaborado a partir de entrevistas con funcionarios y exfuncionarios penitenciarios, internos y exconvictos y las declaraciones, peritajes y partes policiacos contenidos en los siguientes expedientes:

Nicolás Andrés Caletri

–Averiguación previa PGR/UEDO/006/00.

–Averiguación previa IZP/70-9/1020/02-06 iniciada por el delito de evasión de reos

–Causa penal 37/82 en el Juzgado 29 de lo Penal.

–Toca penal 16/94 instruida por el Tribunal Unitario del Primer Circuito.

–Causa penal 26/94 por portación de arma de fuego reservada para uso exclusivo del Ejército, Armada y Fuerza aérea instruida por Fernando Hernández Piña, juez 2 de Distrito en Materia Penal del Distrito Federal.

–Causa penal 124/92 por homicidio, portación de arma de fuego reservada para uso exclusivo del Ejército, Armada y Fuerza área, asociación delictuosa, cometido contra funcionarios públicos, lesiones y portación de arma de fuego resuelta contra Andrés Caletri y Álvaro Darío de León Valdez; sentencia de 14 años de prisión por la juez 3 de Distrito en Materia Penal del Distrito Federal, Olga Sánchez Contreras.

–Causas penales 12/92, 88/92 y 92/92 por los delitos de evasión de presos, robo y asociación delictuosa instruidas por el juez 16 de lo Penal del Distrito Federal, Roberto Martín López.

–Causa penal 165/92 por robo instruida por el juez 16 de lo Penal del Distrito Federal, Roberto Martín López.

–Causa penal 28/2000 resuelta por Octavio Bolaños Valadez, juez 3 de Distrito en Materia de Procesos Penales Federales en el Estado de México. Sentencia dictada el 17 de octubre de 2008.

–Causa penal 124/92 Juzgado 3 de Distrito.

José Luis Canchola Sánchez

–Averiguación previa 59/010199/99 07.

–Toca penal 1524/2001 resuelto por la Octava Sala del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.

–Causa penal 202/99 y su sentencia dictada por el juez 1 de lo Penal del Distrito Federal, Manuel Alvarado Lara.

–Averiguación previa 50/01019/99 07.

–Averiguación previa DGSP/03/99-01.

–Averiguación previa DGSP/186/98-12.

–Toca penal 1731/2000 resuelta por la Octava Sala del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, magistrados Aurora Gómez Aguilar, Francisco Chávez Hochtrasser y Javier Raúl Ayala Casillas.

–Toca penal 424/2007 resuelta por el Cuarto Tribunal Unitario en Materia Penal del Primer Circuito.

–Denuncia de hechos del 10 de marzo de 2006 averiguación previa F12P/12P-9T2/911/06-03.

–Averiguación previa 59/010199/99 07.

–Causa penal 17/04 instruida por el delito de delincuencia organizada por el juez 56 de lo Penal del Distrito Federal, José Eligio Rodríguez Alba.

Alejandro Acevedo

–Causa penal 212/98 instruida por la juez 27 de lo Penal, Leticia Alejandra Pliego Ruiz, quien condenó al Guerrero a 48 años y nueve meses de prisión por el secuestro de los Zaga; ya había estado por robo de auto en 1994 en el Reclusorio Oriente y aún tenía otro proceso por robo en la causa penal 40/90 en el Juzgado 11 de lo Penal, por lo que en 2001 tenía una sentencia total de 57 años, un mes y 15 días.

–Causa penal 28/2000 resuelta por Octavio Bolaños Valadez, juez 3 de Distrito en Materia de Procesos Penales Federales en el Estado de México. Sentencia dictada el 17 de octubre de 2008.

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